Partida Rol por web

En cuanto sintió el golpe supo que no tenían muchas opciones de victoria salvo que allí en el maletero hubiera algo con lo que armarse, unas simples herramientas podían bastar pues Fred podía darle utilidad a casi cualquier cosa. Ya había visto los lugares donde menos recia era la armadura, le faltaba algo con lo que alcanzarlas.

- ¡Enseguida estoy contigo! Debimos haber pensado en lo peor.

Pero quién iba a creer que este lugar iba a estar controlado ya por las fuerzas demoníacas. Ahora había que abrirse paso entre toda una marea de enemigos, los ángeles y los demonios.

El ser alado gritó de dolor al recibir el impacto celestial pero no dejó su lugar, Fred seguía dentro del coche mientras el demonio taponaba el hueco por el que había entrado, debía buscar otra de las puertas si quería salir de allí. Un grito lo alertó desde fuera.

- ¡¡Acabo de ver esto!!.- Sigrid tenía entre sus manos la llave en forma de estrella que servía para desatornillar las ruedas y un bate de madera que quizá utilizase el conductor para defenderse... o para golpear algo duro por su estado astillado. Pero cualquier cosa valdría.

La criatura volvió a atacar a Michael, que aún le hacía frente y esta vez consiguió evitar la afilada garra que se paseó en el aire a escasos centímetros de su rota camisa nueva.

Esta vez las tornas cambiaron, y Michael no pretendía perder la ventaja. En momentos como aquél era lo que debía ser, y el demonio iba a arrepentirse de haber surgido en medio de la noche.

Espada en mano, se lanzó a fondo para atravesar a la criatura, retrocediendo un paso después para mantener las distancias y volver a mantener la guardia.

Con el demonio taponando una de las puertas el ángel optó por utilizar las del lado contrario.

- Dame ese bate, algo podré hacer con él.

No tardó en ir hacia lo que parecían ser las únicas armas a su alcance, suficiente como para partir algunos de los huesos del resistente demonio.

- Ya voy, es cuestión de segundos.

La adrenalina sonaba como un tambor en su cabeza, impulsándole con la idea de demostrar al monstruo que un ángel de su estirpe tenía todavía mucho que decir.

Fred se había puesto de acuerdo con Sigrid tras escapar del coche y agarró el bate que la chica le tendía mientras Michael seguía luchando a vida o muerte con la criatura. El demonio parecía seguir temiendo cada embite de la hoja de luz tratando de esquivar cada movimiento del rector, que volvió a acertarle y que hizo que el ser gimiese de dolor.

Mirándolo con ojos muy humanos su gesto se torció y su boca se abrió en un espantoso chillido antes de alzar el vuelo y desaparecer dejándolo todo de nuevo en silencio mientras la silueta se perdía en la noche.

Cuando al fin tenía un arma en la mano la agarró con fuerza sintiendo la necesidad de unirse a esa lucha contra el monstruo acorazado. No hubo lugar, prefirió lanzar un chillido que esta vez logró taladrar los tímpanos de Fred.

- ¡Maldito seas, demonio!

Proferiría más improperios pero esa acción sería demasiado humana. El cabreo que sentía provenía de esos instintos que había heredado de su forma terrenal. Aunque sabía que no eran dignos de un ángel no pudo reprimirlos del todo, notaba el corazón ardiendo, mientras la cabeza dolía horrores.

- Bien hecho, Morte, lo has puesto en su sitio. Ughhhh.

Retorció su cuello a izquierda y derecha con el deseo de quitarse de vida esa sensación. Se fijó entonces en el estado de Sigrid y Michael antes de pensar qué hacer, lo oportuno sería acercarse al cuerpo que yacía en el suelo.

- Lo siento por el taxista, que descanse en paz en la ciudad de la luz.

Comentó en voz baja mirando en dirección del fallecido.

Michael esperaba un contraataque, pero se sorprendió teniendo que llevarse las manos a los oídos de nuevo para intentar aminorar el impacto de aquél estridente chillido. Cuando quiso darse cuenta, aquél monstruo ya se había ido, y la calma volvía a reinar en ese lugar.

—Volverá. O habrá otros —respondió al halago—. No podemos quedarnos aquí demasiado tiempo.

El Decano, que allí no era nada más que otro guerrero al servicio de la luz, suspiró. Habían rechazado el ataque, pero no habían tenido éxito. No habían matado al demonio ni habían descubierto nada. Encima, aquél malnacido había matado a una persona mínimo —estaba por ver que había sucedido con el bulto con el que habían chocado—, y les había destrozado el coche, que no tenía muy claro si iba a funcionar aún. Todo esto y aún ni hemos llegado. Tenían mucho por hacer aún.

—Sigrid, ¿te ves capaz de arrancar el coche? Fred, ayúdala, y si lo logra, encárgate del taxista, no podemos dejar un cadáver en el coche en el que vamos; entiérrale, quémale o lo que quieras. Si no nos llevamos el coche, lo dejamos todo aquí tal cual, ya lo encontrará alguien, un desafortunado accidente. Yo voy a mirar aquél bulto, veamos que es.

El aullido había sido devastador y la chica fue la peor parada, aturdida daba muestras de encontrarse mal hasta que sus compañeros pudieron estabilizarla.

Con precaución fueron a ver contra qué habían chocado mientras Sigrid trataba de poner en marcha el vehículo, que no daba señales de responder a la llave provocando solo ligeros intentos de arranque.

A unos metros se veía el montículo de pelo blanco, ensangrentado a medida que se acercaban hasta corroborar que efectivamente se trataba de una oveja. Las ruedas habían pasado por encima reventando algunos órganos pero una inspección más minuciosa constató que esa quizá no había sido la causa de la muerte, todo el cuello estaba desgarrado pero no había suficiente cantidad de sangre en el suelo para demostrar que había sido allí... o que había habido hemorragia. También había marcas de heridas a los costados, ¿garras o algo puntiagudo? La primera hipótesis apuntaba a que "eso" se había estado alimentando y por accidente se habían cruzado en su camino y los habría atacado, pero podría ser cualquier otra cosa.

Tras apartar el cuerpo volvieron al coche. Sigrid les aseguró que sería imposible seguir en él mostrándoles el motor destrozado y había que continuar andando, indecisa ante la dirección a tomar. La sugerencia de dejar todo como estaba para que pareciera un accidente fue cogiendo fuerza y debían elegir si seguir carretera arriba sin conocer su destino o tratar de volver a algún lugar civilizado a kilómetros de distancia... o incluso internarse en la montaña al margen del asfalto.

Regresó, a tiempo de escuchar las malas noticias. Tuvo ganas de gritar, pero se contuvo; no ganaba nada perdiendo los papeles, e iba a tener que reservar fuerzas, les quedaba un largo paseo por delante.

—Será mejor que nos pongamos en marcha cuanto antes; no sé cuanto queda hasta el pueblo, pero me da que será un buen rato —dijo resignado—. Recuperad las fuerzas un momento y en marcha.

Sentía todo el cuerpo dolorido, la imagen de Sigrid le hacía creer que todavía sería peor en su caso. Un solo demonio les había destrozado, un demonio que habría salido muy mal parado si no los hubiera cogido desarmados. Fred ahora tenía un fastuoso bate de baseball, con eso no se sentía como el gran guerrero que debía ser.

- Vamos a tener que recuperarnos, la presencia de un demonio a las afueras augura mucha diversión. Es extraño que estuviera atacando a una oveja, atípico cuanto menos.

Miró a sus compañeros dispuesto también a caminar el trecho que faltaba, llegar al destino y comprender mejor los peligros a los que se enfrentaban.

- Que no se diga que no ponemos todo nuestro empeño. Adelante.

En el maletero había varias linternas y algunas herramientas más que Sigrid decidió llevarse, aunque dejaron el resto tal y como había quedado. El cuerpo del conductor no presentaba signos de violencia salvo la sangre que se había escapado, ¿quizá un infarto por la tensión de atropellar algo y no poder controlar el coche? Sería difícil de explicar pero no imposible, aunque luego estaba el hecho de tener el motor destrozado sin haber chocado con nada.

Más preocupados por llegar a su destino que en esto emprendieron la marcha en la oscuridad siguiendo la carretera. Habían caminado ya más de media hora y la senda parecía interminable, por suerte uno de los utensilios de la chica les valió para saber que a esa velocidad llegarían a un bar de carretera en algo menos de cuatro horas.

Sin embargo, a los veinte minutos parecía que montaña arriba había algo, una luz. Por su tamaño quizá una casa. No estaba lejos, 30 ó 45 minutos debido al ascenso pero quizá lograsen ayuda, aunque los alejaría del camino. O quizá hasta podrían llegar antes si el dueño los llevaba en su vehículo.

Unas cuantas herramientas vendrían bien a su compañera, Fred por ahora se bastaba con el bate, un objeto rústico pero que le hacía sentir en mejores condiciones para sobrevivir a esos peligros inesperados.

La visión de la casa le hizo pensar que podía estar sucediendo cualquier cosa en ella, desde ser un lugar tranquilo a haber sido devastado por el demonio.

- Echemos un vistazo, podríamos descubrir algo de interés.

Comentaba ya con la intención de ir aproximándose. Esperaba que dieran con una familia normal en perfectas condiciones pues ya arrastraban bastantes disgustos. En el fondo temía que se hubiera desatado un gran mal que estuviera poniendo patas arriba al mundo entero. Tal cosa podía ocurrir si la hueste celestial había sucumbido a la sierpe.

Michael suspiró pero no replicó, a pesar de estar totalmente en contra de aquél plan; creía que la carretera era un mejor plan, pues tarde o temprano pasaría algún coche que pudiera llevarles o se encontrarían con algún lugar habitado. Era imposible que, en cuatro horas, no hubiera nada más cerca que aquél bar que había dicho Sigrid.

Aún así, si se equivocaba, puede que la casa fuera una mejor opción, un vehículo tal vez, ayuda de buena gente, aunque esa no abundara demasiado. Por eso no rechistó y siguió a Fred.

El ascenso fue rápido pese a lo escarpado del terreno, quizá las ganas de llegar a cualquier lugar civilizado tras el incidente. Ya de cerca pudieron ver que se trataba de una casa de montaña, hecha de madera y ladrillo con una gran zona rodeada de vallas que indicaban la presencia de animales de pasto, quizá vacas u ovejas, aunque ahora mismo no podían ver ninguna.

Debía haber gente dentro por la luz que se filtraba hacia el exterior y el humo que salía de la chimenea, incluso podían oler la leña quemada desde ahí. Unos cuantos escalones daban acceso al porche donde estaba la puerta, a la que llamaron prudentemente.

Una mujer de edad avanzada abrió al rato, mirándolos sorprendida quizá ante la presencia de personas allí. Balbuceó inicialmente antes de conseguir estabilizar su voz.

- ¿Qué desean? ¿Quiénes son?

Vestía ropa de abrigo con bordados de varios colores y zapatillas de estar por casa.

Desde que habían llegado, habían estado hablando en inglés por pura costumbre; suponía que en el aeropuerto estaban acostumbrados, y para el taxista eran gajes del oficio. Le resultó momentáneamente fuera de lugar que aquella mujer les preguntara en francés, aunque en seguida se repuso y tomó la delantera, sonriendo.

—Pardon, je suis Michael et ils sont Sigrid et Fred. Nous avons eu un accident en allant à Zicavo. Pouvez-vous nous aider s'il vous plaît?* —preguntó amablemente.

La mujer seguía mirando desconfiada, mantenía la puerta medio abierta y los miraba de arriba a abajo.

- Quel genre d'accident ? Il est rare de voir des touristes dans ces montagnes, ils ne s'éloignent pas de la route s'ils y vont, le chemin est direct. (¿Qué tipo de accidente? Es raro ver turistas por estas montañas, no se alejan de la carretera si van allí, el camino es directo.)

Se mostraba reticente a dejarles entrar sin una justificación plausible.

Cuando escuchó las voces surgir del interior sonaron muy mundanas lo que descartaba la idea de que hubiera un problema generalizado. El ángel comprendió el idioma pero ya Morte se ocupaba de la conversación.

- No parece que nos vayan a dejar entrar.

Se preguntaba si era consecuencia de algo que esa gente sabía o simple precaución.

- Lo mismo nos dejarían hacer una llamada.

Era una forma de simular que el acercamiento tenía un propósito.

La anciana vivió algunos momentos de tensión durante el incómodo silencio, se notaba que no le gustaba la situación pero que tampoco podía dejarlos a su suerte si era verdad lo que decían.

- Dáccord entre. (Está bien, pasen.)

Abrió la puerta para dejar mostrar su hogar, el calor los recorrió de golpe pues un fuego vivo salía de la chimenea y tenía caliente toda la estancia. Solo había dos puertas más allá, quizá una hitación y un baño, la cocina daba al comedor y todo era diáfano.

Varias armas de caza y algunas cabezas de venado disecadas adornaban las paredes, sin duda una cabaña de cazadores.

- Mon mari est malade dans l'autre pièce, il dort en ce moment, je vous prie de vous taire. C'est comme ça depuis plusieurs jours, le temps, tu sais. Il leur a demandé d'obtenir de l'aide rapidement afin qu'ils le laissent continuer à s'occuper de lui. (Mi marido está enfermo en la otra habitación, ahora mismo duerme, les ruego silencio. Lleva así varios días, el clima, ya saben. Les pedidía consiguiesen ayuda rápido para que dejen que siga cuidándolo.)

Se le comenzaba a notar nerviosa y poco acostumbrada a que alguien entrase en su casa.

- Vous pouvez utiliser vos téléphones portables d'ici,- os señala un cómodo sofá algo apartado de las brasas,-  je vous apporterai du café. (Pueden usar sus móviles desde aquí, les traeré café.)

De camino a la cocina la mujer echó una mirada triste a la puerta cerrada del otro lado.