Partida Rol por web

Agradeció con una amplia sonrisa, tranquilizadora, la generosa oferta de la mujer, y entro a la casa con calma, dónde el calor del hogar alejó el frío de la noche.

—Vous êtes très gentil merci (es usted muy amable, gracias) —dijo sentándose en el sofá y extendiendo las manos hacia las llamas, aprovechando para mirar de reojo a su alrededor.

Fred sin duda se habría fijado en las armas de caza, pues llevaba nervioso desde que había tenido que dejar las pistolas, y este podía ser un buen momento para recuperar algo de potencia de fuego. Sigrid, bueno, seguía a lo suyo. Él, en cambio, se quedó con la atención puesta en la puerta, con el ceño fruncido por algún motivo, puede que una intuición.

—Madame, vous n'êtes pas allée à l'hôpital ? Cet endroit ne semble pas être un bon endroit si votre mari est malade. Si vous le souhaitez, nous pouvons commander un taxi et nous amener tous à Zicavo, là ils pourront sûrement vous aider, nous prenons en charge les frais, ne vous inquiétez pas. (Señora, ¿no han ido al hospital? Este sitio no parece un buen lugar si su marido está enfermo. Si quiere podemos pedir un taxi y que nos acerque a todos a Zicavo, allí seguro que pueden atenderle, nosotros corremos con los gastos, no se preocupe.)

Ya algo más relajada la mujer contestó.

- C'est juste une grippe, c'est comme ça depuis deux jours. Ce n'est pas la première fois, vous avez juste besoin de repos et de beaucoup de bouillon. S'il vous plaît dépêchez-vous et laissez-nous nous reposer. (Es solo una gripe, lleva así dos días. No es la primera vez, solo necesita descanso y mucho caldo. Por favor, dense prisa y déjennos descansar.)

Se había dado cuenta de cómo miraban las armas y no les quitaba el ojo de encima.

Había un pequeño problema, y es que habían roto sus teléfonos, comprado desechables y, por orden del contacto de Sigrid, tirado también estos tras la única llamada que les había dicho que hicieran; no ser rastreados había sido la prioridad, lo que ahora, por descontado, jugaba en su contra, especialmente con la señora aquella mirándoles fijamente, con recelo.

Michael se llevó la mano al bolsillo y, en lugar de sacar lo esperado, lo que enseñó fue un gran fajo de billetes, 2000 euros —ya que iban a Europa, se había preocupado de cambiarlos—, uno de los montos que tenía en diferentes partes.

—Pardonnez-nous, nous n'avons pas de téléphone portable, nous sommes en voyage de retraite et nous avons laissé toute la technologie derrière nous. Pourriez-vous nous prêter un téléphone ? Et nous aimerions vous acheter une des armes de chasse, la nuit est dangereuse en montagne. (Perdonanos, no llevamos móvil, estamos en un viaje de retiro y hemos dejado todo la tecnología atrás. ¿Nos podría prestar un teléfono? Y nos gustaría comprarle una de las armas de caza, la noche es peligrosa en la montaña.)

Aquí todo parecía estar bien, la enfermedad del hombre bien podía ser natural, lo más seguro es que lo fuera por lo que se tendrían que conformar con esa opción tan llamativa como era conseguir un arma pensando en que la bestia podía regresar. Con un rifle no podrían entrar al pueblo que les esperaba pero sí ir protegidos por el camino, era el argumento que Morte ya empleaba.

- Merci beaucoup pour votre accueil.

Dijo escuetamente Fred agradeciendo la hospitalidad, mostrando una sonrisa agradecida. Prefería pasar por alguien más bien callado. Era triste ver que la anciana desconfiaba de unos seres celestiales, mas no la podía culpar cuando el mundo se había vuelto un lugar tan complejo, tan lleno de matices y paradojas. El mundo pasó a ser incontrable, Fred se preguntaba si el creador seguía teniendo control sobre él y también se preguntó si ese pensamiento estaba rayando la herejía.

La mujer parecía empezar a estar realmente incómoda, miró de soslayo a Mchael antes de responder con prudencia.

- Ces armes appartiennent à mon mari, elles appartiennent à sa famille depuis des années et j'aurais de gros problèmes s'il les vendait. Je suis vraiment désolé de ne pas pouvoir le faire, malgré la tentation de l'offre, je chercherais un problème avec lui et il n'est pas déçu. (Esas armas son de mi marido, han pertenecido a su familia durante años y tendría un gran problema si las vendiese. De verdad siento no poder hacerlo, pese a lo tentador de la oferta, me buscaría un problema con él y no está para disgustos.)

- Mais si je peux vous offrir un téléphone avant ce café, et excusez-moi si je vous demande à nouveau de vous dépêcher de résoudre vos problèmes. Je dois revenir vers lui tout de suite. (Pero si les puedo ofrecer un teléfono antes de ese café, y disculpenme si les vuelvo a pedir que se den prisa en resolver sus asuntos. He de volver con él enseguida.)

Al decir esto les señaló el aparato y accedió a la cocina, solo separada por una barra de estilo americano que daba al mismo comedor. Vació la cafetera y puso bastante cantidad de grano poniendo el agua a hervir. El aroma inundó toda la estancia y al poco oyeron el ligero silbido que indicaba que ya podía servirlo.

Con celeridad les trajo tres tazas y una abundante cantidad de azúcar, miel y galletas por si se querían servir.

Desde el otro lado de la puerta comenzaron a escuchar por fin una respiración, corroborando la historia de la anciana, o al menos pareciendo el ritmo de un anciano mientras dormía, seguido de algunos leves ronquidos.

- Excuse-moi. (Discúlpenme.)- Dijo antes de abandonar la sala y acceder a la habitación. Al poco volvió a salir.- C'est bon, mais il a besoin de repos. Ont-ils pu appeler au téléphone? (Está bien, pero necesita descanso. ¿Han podido llamar por teléfono?)

No es que no quisiera, es que no tenía ni idea de a donde llamar. Así se lo hizo saber a la mujer cuando esta regresó de la habitación.

—Madame, désolé, mais nous ne savons pas où appeler. (Señora, lo siento, pero no sabemos a dónde llamar.) —dijo, algo avergonzado. El café, de momento, no lo había tocado.

La anciana estaba ya algo nerviosa, no era normal que extraños vinieran a su casa y menos aún que siguiesen ahí después de solicitarles que se dieran prisa. Miraba preocupada a donde estaba su marido, debía volver a atenderle.

Comenzó a hablar cuando un ruido la interrumpió, algo había dado un golpe en la habitación, algo muy grande por la potencia del mismo. Con la cara desencajada corrió hacia la puerta y agarró el pomo, pero no pudo abrirla, o estaba bloqueada por dentro o ella sobrepasada por el miedo.

Un corto silencio precedió a más golpes, había algo ahí dentro... claramente destrozando la habitación.

Al escuchar esos disparatados sonidos se le cayó el alma al suelo imaginando que el demonio no había optado por marcharse sino que continuaba al acecho, queriendo hostigarles evitando si le era posible el contacto directo. Eso le parecía pues se había preocupado por bloquear la puerta.

- Yo abro, ¡Sigrid, aparta a la mujer!

Dijo Fred preparado para abalanzarse contra la puerta, dado que Morte era quien podía dañar a la bestia a él le correspondía dejarle paso y lo haría lanzándose con el hombro por delante, que ya después podría jugársela a agarrar uno de aquellos rifles.

- ¡Madame, une bête est entrée, j'ai besoin de munitions! (¡Señora, una bestia ha entrado, necesito munición!)

Gritó tratando de hacerla reaccionar.

Siguiendo las órdenes de Fred Sigrid empujó a la mujer para evitar que siguiese en la puerta, mientras el profesor la abría con un gran empellón quedando frente a ella en total oscuridad. Michael había estado atento y se preparaba para actuar.

Dentro, acomodando los ojos a la escasa luz, vieron la silueta conocida de lo que les había atacado allá abajo. Se encontraba en medio de la habitación pero no parecía haber forzado nada para entrar, la ventana seguía cerrada y en cambio una cama deshecha era el único sitio donde había podido estar. Sus ojos refulgían de un color carmesí vivo e hizo el amago de atacarles en cuanto los percibió, sin llegar a a hacerlo del todo al quedar la garra amenazante a medio camino.

- S'il te plaît, ne lui fais rien, c'est mon mari!! (Por favor, no le hagan nada, es mi marido.)- Gritaba la mujer desesperada.

¿Su marido? Miró con lástima a la mujer, espada de luz ya en mano, sabedor de que no podían permitir que esa criatura siguiera con vida, que campara a sus anchas por la montaña. Si quedaba algo de humanidad en ese hombre, no era suficiente para controlar el mal de su interior.

Pardonnez-nous; pensó. Y se adentró en la habitación, en cuanto Fred dejó hueco, y atacó con feroz determinación.

Un ataque rápido hizo volar la hoja de luz sobre la criatura que recibió el impacto con un ensordecedor aullido tratando de apartarse todo lo que pudo. Detrás de ellos los gritos de desesperación dieron lugar a espasmos guturales ante la transformación de la anciana en un ser similar al que estabais viendo.

Desde donde estaba habló en lengua celestial, con un tono muy por encima de lo normal.- *DEJADNOS EN PAZ, SALID DE MI CASA*

Ante la falta de armas ya se planteaba ir a por el bate cuando la mujer hizo varias revelaciones. La vejez parecía haber traído un poco de cordura en la mente de aquella, ¿diablesa? Fred se detuvo en seco y terminó por gritar usando también el idioma celestial.

- *¡No sigas atacando, hemos de parlamentar! ¡No son hostiles! O no conscientemente... Deja que su esposa lo trate de calmar.*

Decía sabiendo que "el marido" ya les había atacado antes. Pero la mujer era diferente, tenía una sensatez que no parecía común entre los suyos.

Fred hizo un gesto mostrando las palmas de las manos con los brazos extendidos, tratando de ser apaciguador con el deseo de que la demonesa se contuviera y no entrara en el conflicto.

Conscientes o no, eran demonios. Y el marido había matado a una persona, y a punto estuvo también de acabar con ellos; a saber cuantos otros habían caído por su culpa. No, era peligrosos y debía erradicarles, pues esa era su misión. Lo que no tenía era tiempo para discutirlo.

La espada de luz destelló de nuevo cuando cayó sobre el caído como única respuesta por parte de Michael, mientras se mantenía en guardia, pues ahora se enfrentaba a dos criaturas.

Michael no daba cuartel pese a las palabras de Fred acorralando al demonio cada vez más, era solo cuestión de tiempo que cediesen. La anciana se había transformado y había avanzado unos pasos hasta donde estaban Sigrid y el profesor, aún sin mostrarse hostil pero gritando para que los dejasen en paz.

La tensión dejaba claro que esto iba a ser así por poco tiempo. Sigrid miraba de reojo los cuchillos que había en la cocina, a pocos metros de donde estaban ellos ahora.

Sin dar respiro, volvió a lanzarse a fondo, pero la férrea defensa del demonio le estaba impidiendo acabar el trabajo. Con un gruñido, volvió a prepararse para esquivar, por si acaso, y empezó a buscar un punto débil en su objetivo.

No sabía que estaba pasando exactamente tras él, pero confiaba en que sus dos compañeros harían lo correcto, y lo correcto no era dejar a dos caídos allí; de hacerlo, cada víctima a partir de ese momento sería culpa de ellos.

La situación se había "desmadrado" como dirían los humanos, los españoles en concreto. Fred estaba atónito viendo al director recurrir a la espada flamígera.

- Pero no ves que esta mujer es una de las personas que buscamos. Y el hombre debe tener una historia detrás o estaría tratando de destrozarte. ¡Párate y escucha! ¡Hay que aclarar todo esto!

Era cierto que el taxista murió, mas tanto se estaban jugando que había que arriesgarse, esa idea la reforzaba el hecho de que el demonio estuviera quedando arrinconado en lugar de defenderse.

Fred entonces la tomó contra Michael, fue a colocarse entre el ángel y el demonio buscando además agarrar las manos que empuñaban el arma de energía celestial.

- Lo siento pero no hay que recurrir a la violencia justo ahora.

Quizás el director no era tan ajeno a las emociones como debiera, ya había visto otras veces que los ángeles se comportaban de maneras demasiado humanas cuando estaban en sus envoltorios carnales.

La criatura consiguió esquivar de nuevo la hoja y volvió a retroceder, al otro lado la mujer tampoco atacaba, quizá consciente del potencial de sus huéspedes o de las palabras que acababa de escuchar. Se había relajado hasta el extremo de estar quieta con la cabeza baja, esperando la reacción del rector.

Fred había conseguido llegar a él y sujetar sus brazos, impidiendo que pudiera volver a atacar mientras el ser que tenía delante lo miraba con ojos refulgentes pero sin mostrar hostilidad. La letanía de que había que acabar con ellos por el bien de las vidas humanas que podrían llevarse seguía sonando en la mente de todos, una lucha interna que debían resolver rápidamente antes de que cualquiera de los dos demonios diese un paso contra ellos.

Michael se liberó de un tirón, pero en lugar de atacar, simplemente levantó la espada y apuntó con ella al pecho del caído. No llegó a golpear esta vez, pero estaba furioso y descargó aquella ira verbalmente.

—¿Te has vuelto loco? ¿Tengo que explicarte que son demonios? Por si no te vale eso, te recuerdo que este de aquí mató a un humano delante nuestra, un hombre inocente, y después nos atacó a nosotros. Pero si no te es suficiente, te diré que mi espada solo daña a criaturas maléficas, ¿lo entiendes? Estas no son las almas buenas y puras que buscamos.

El monstruo que tenían delante se transformó en un anciano, su cara estaba muy demacrada por el tiempo y la enfermedad pues sus arrugas eran profundas y marcadas manchas recorrían su rostro. Desde donde estaba usó la lengua celestial para dirigirse a ellos.

- * EN EFECTO, SOMOS CAÍDOS, PERO NO HACE MUCHO FUIMOS COMO VOSOTROS. NO SABÍA QUIÉNES ERAIS ALLÁ ABAJO, ESA HOJA OS DELATÓ.*- Miraba la espada de Michael.- *PUEDE QUE ESTEMOS CONDENADOS PERO NO SIEMPRE FUIMOS ASÍ, PROTEGIAMOS EL PUEBLO Y TODA LA ISLA... HASTA QUE ELLOS LLEGARON. PRIMERO CON PROMESAS DE QUE LO CONVERTIRÍAN TODO EN UN PARAISO Y MÁS TARDE DE QUE NOS LIBRARÍAN DE ESTA ENFERMEDAD, PERO NADA DE ESO LLEGÓ.*- Sus ojos se habían vuelto melancólicos.

- * NOS TRAJERON A LOS NIÑOS, MUCHO ANTES DE LA GRAN GUERRA, DECÍAN QUE LOS HABÍAN RESCATADO DEL MISMO INFIERNO, ALMAS INOCENTES QUE IBAN A SER DEVORADAS Y QUE NOSOTROS TENÍAMOS QUE PROTEGER. MUCHOS HERMANOS MANIFESTARON PODERES AL ESTAR JUNTO A ELLOS. PERO POCO A POCO QUERÍAMOS MÁS, ALGO SE APODERABA DE CADA UNO DE NOSOTROS Y LA VIDA YA NO ERA SUFICIENTE, "ANSIÁBAMOS"... Y ESO ES ALGO QUE NOS ESTÁ PROHIBIDO.*

- *AL FINAL MURIERON TODOS Y NOSOTROS ESCAPAMOS, NOS DIERON POR MUERTOS Y SE FUERON DE AQUÍ, SIN DEJAR RASTRO. HEMOS VAGADO CON ESTA FORMA DESDE ENTONCES, TRATANDO DE NO HACER DAÑO A NADIE, ALEJÁNDONOS DE TODO.*

- * PERO HACE POCO HAN REGRESADO, LO SÉ PORQUE LOS HE VISTO, EN LAS MONTAÑAS. VUELVEN A TENER A LOS NIÑOS, QUIZÁ NO LOS MISMOS PERO SI OTROS, SIENTO SU PRESENCIA. LA LUZ DIVINA NOS HA ABANDONADO CONVIRTIÉNDONOS EN VESTIGIOS DE LO QUE FUIMOS, PERO NO QUEREMOS QUE OTROS PASEN POR LO MISMO. HAY QUE ACABAR CON ESAS ALMAS, CORROMPEN LO MÁS PURO Y ENFRENTAN A QUIENES TRATAN DE EVITARLO. POR FAVOR, AYUDADNOS.*

Al decir esto se echó a llorar. La mujer había vuelto a su forma y corrió hacia él para consolarlo, sujetando su cabeza y besando sus lágrimas. Ambos estaban en el suelo, revueltos formando un ovillo en una esquina de la habitación.

Michael sintió lástima por un momento, por lo que aquellos dos habían sido y en que se habían convertido. Luego aplastó la pena y dejó que el sentimiento se convirtiera en otra cosa. En decepción, en asco, en rabia; no eran demonios, sino algo peor, ángeles caídos, renegados, una enfermedad para los celestiales, una aberración para lo que representaban. No merecían nada. Y no hizo desaparecer la espada.

—Lamentable —dijo sin recurrir al idioma divino, pues ni eso merecían—. Haz lo que creas conveniente —añadió dirigiéndose al profesor. Él se dio la vuelta para no ver la deplorable escena y salió de la habitación. De la casa.

El aire fresco y puro de la noche le revolvió el pelo. Lo más importante, atemperó las ganas que tenía de acabar con aquellas dos patéticas criaturas que habían sucumbido. Fred no acabaría con ellos, por supuesto; por un lado, sentiría pena y eso se impondría, por otro, sería práctico: esos dos sabían donde estaban las almas puras que habían ido a buscar, así que les guiarían, facilitarían el trabajo. Veía la conveniencia de ese plan, aunque no estaba de acuerdo —era fácil, los seres malignos debían ser destruidos—, así que prefería no intervenir. De momento...