Partida Rol por web

Al ver como cada uno iba en una dirección, a Hernando le entro cierta angustia.-Mark, será mejor que no nos separemos, no sabemos lo que podemos encontrarnos en este lugar. Volvamos a ver que ha encontrado Fink.-

La idea es regresar y tratar de ir todos cerca, por lo que podamos encontrar. Y aquello parecía mucho más grande de lo que habría esperado, no era solo una tumba. Aunque una vez vista la enormidad del mausoleo desde el exterior, que su interior fuera un enorme lugar donde poder perderse, tampoco era algo raro.

-Si ahí fuera nos han atacado extrañas criaturas, seguro que aquí también estamos en serio peligro, y si nos cogen a uno solo, quien sabe lo que podría pasarnos. Así que Gunter y Mark, si os parece bien, creo que si vamos todos juntos, tendremos más posibilidades de salir bien de esta aciaga situación en la que nos encontramos.-Si hasta Manolito había venido a su hombro, eso indicaba que allí iban a tener pronto algún susto. El loro tenía una intuición infalible, algo estaba a punto de suceder. 

El viejo avaricioso se encontraba hurgando con el puñal. Ya casi lo tenía... ¡y el tesoro que había tras la puerta sería suyo!

Entonces escuchó los pasos ruidosos de sus tres compinches venir a su encuentro y resopló. Su plan, al garete. Maldita sea, además venían diciendo cosas para asustarle. Y tal que le afectaba que hasta el pulso empezaba a temblarle de pensar en que en lugar de un tesoro detrás de la puerta podía haber un despellejado de esos.

— Ah, estáis aquí... qué bien. —comentó, disgustado. — Bueno, como sea, ya casi lo tengo... Tal vez haya oro dentro, mucho oro, el oro que ha olido Manolito, ¿no creéis? Porque, ¿qué si no iban a tener bajo llave, eh? — dijo sonriente.

Gunther torció el gesto cuando se quedó pensando en eso de "incluir a Manolito en una canción". La verdad es que nunca lo había pensado. Sí que había incluido ovejas, cabras, potros y tiburones; ballenas, peces, ranas y sapos, pero no loros... Y no le pareció mal, dada la cuenta que traía en aquella historia. Mientras tanto, Mark lanzó su antorcha ya encendida y comenzó a vislumbrar el pozo y su profundidad. Comprobó que su pared circular no era lisa, cosa obvia, sino excavada y bien vertical,  pronto la antorcha rebotó en el suelo, en torno a las 10 varas de profundidad (mucho menos de lo que parecía a plena vista. Eso sí, en el impacto esta se apagó (no es que hubiera agua, pero del golpe el fuego se arruinó), y a Mark le pareció ver un brillo extraño allí abajo, queno supo discernir qué era.

Con esta duda volvieron Hernando, Manolito, Gunther, y Mark a la primera sala. Fink ya estaba hurgando con la daga en la cerradura, y pronto sonó un chasquido que hizo que ésta se deshiciera, saliéndose los anclajes por la mágica presión de la fina hoja y la sapiencia y habilidad de Fink. Manolito aleteó, expectante, detrás de Fink.

Entonces la puerta se abrió.

Aquel lugar era un espacio más grande (el mayor del mausoleo hasta el momento), y advertísties que había diversas representaciones de una figura por suelo, paredes y techo. Eso sí: no había nada de valor en su interior, tan sólo pedruscos desprendidos de los techos rocosos, cascotes, básicamente, al menos a simple vista. delante de dos pequeños arcos había dos pares de figuras similares, a modo de columnitas de dichos arcos. Tenían forma antropomórfica y dos grandes ojos, o más bien como dos aros sobre los propios ojos (como si fueran anteojos, vaya). Algo muy extraño.

Llegaron a la puerta cerrada.

 - Cuanto más oro cargues, viejo, más te costará salir de aquí -añadió Mark ante las palabras de Fink. Le dio una palmada fuerte en el hombro cuando vio que la puerta cedía- quién diría que esos dedos torcidos serían tan hábiles -sonrió.

Una vez dentro de la estancia, torció el morro.

 - Qué raro que guarden bajo llave un lugar sin tesoros... por qué querrían mantener esta zona lejos de visitantes... -se giró hacia el español.

 - Hernando bribón, tú que te has escabullido por un sinfín de lugares, ¿alguna vez saqueaste un mausoleo? ¿Le ves sentido a esto?

Tras la exhaustiva precaución que había adoptado en la anterior sala, parecía que el antiguo ballenero se había relajado, pues había algo de lo que no se había dado cuenta...

La decepción de Fink fue evidente al no encontrar las riquezas que había imaginado. Recogió el mosquete y avanzó por la sala, pateando las piedras más pequeñas que se encontraba.

— ¡Ah, qué decepción! ¿Para qué poner una cerradura a esto? Bah... Tan solo esas figuras que ni nos podemos llevar, ni tampoco quisiéramos de poder hacerlo. Con esas cosas en los ojos... — protestaba.

La sala estaba vacía, pero eso no tenía mucho sentido. -No se Mark. ¿Para que iban a cerrar con llave una sala vacía? He oído de tumbas en las que había pasajes ocultos, y tal vez ese sea el caso. Tendremos que buscar bien, tal vez haya alguna forma de acceder a alguna otra sala o algo así.-

Miro con cuidado, pero nada encontró que justificase que la sala estuviese cerrada.-No se, me parece que hay algo que no somos capaces de encontrar. Muy raro me parece que no haya nada. ¿Para que la iban a tener cerrada? Manolito, echa tu un vistazo.- Y como ya sabía lo vago que era el jodido loro, trató de estimular su curiosidad y las ganas de trabajar.-Mira Manolito que de lo mismo das tu con el oro. Y serías el loro más rico del Caribe.-

Hablarle de oro a Manolito era ponerlo malo, se le hinchaba su vena piratil y se volvía medio loco el jodido loro. 

No encontrábais sentido a la cerradura y la puerta en aquel lugar. Había representaciones de una especie de deidad (o al menos eso parecía), pero nada de valor más allá de la magnitud de la propia sala. Hernando pensó en pasajes ocultos, que sin duda hubiera de haber allí, y por ende que sacudió su hombro y Manolito echó a volar por la sala. Y fue justo en ese instante cuando sucedió.

El suelo se abrió justo detrás de vosotros. Como por arte de magia, resonó un crujido, un restallido como el de cañones en la mar, y el suelo que pisábais se dividió en dos trampillas, haciendo que dos grandes baldosas semicirculares se abrieran hacia abajo (hacia el suelo más profundo), de par en par y el suelo desaparecieran en ese instante...

Vosotros caísteis unos centímetros hacia abajo, pero enseguida saltásteis (casi los tres al mismo tiempo y al unísono) y os librásteis por poco de caer en la negrura que se aventuraba allá abajo (una negrura muy profunda y terrible, como el pozo antes encontrado en la otra sala... Fink Y Hernando saltaron en el últimos instante y lograron hacerse al borde, mientras Mark hizo lo propio y sólo pudo quedar colgando del extremo de la visagra de uno de los semicírculos trampa... durante unos segundos.

Después puso alzarse con ayuda de sus compañeros.

¡¡Aaaaahhh!! -sin embargo, Gunther no tuvo tanta suerte. El contador de relatos y chismes estaba justo en el centro de la apertura antes de que ocurriera la catástrofe y no tuvo tiempo ni oportunidad de saltar al borde para sujetarse... Un grito ahogado cayendo en la negrura profundidad fue lo último que oísteis de Gunther, y ni tan siquiera oísteis cuando llegó al fondo.

¡Aaaahrr! ¡PELIGRO! ¡PELIGROOOoo! ¡Yo me larrgooooo! -Manolito aleteó y desapareció volando grácilmente por la puerta que acababa de abrir Fink-.

El viejo Fink tenía la agilidad de un conejo raquítico cuando la situación lo requería, y aunque a punto estuvo de no saltar lo suficiente. Sus huesos dieron con el borde de piedra, y tuvo que emplear todas sus fuerzas para izarse hasta suelo firme. Por fortuna no se abrió una trampa sucesiva.

Cuando estuvo a salvo, se asomó horrorizado al agujero que se había llevado a Gunther. Alargó una mano crispada por el dolor hacia la negrura y gritó consternado:

— ¡Nooooo, Guntheeeeer! — cerró la mano dramáticamente y se la llevó al corazón, rostro contraído por la angustia — Se ha llevado consigo todas las palomas que nos iba a dedicar y los doce chelines que le presté y que aún me debía. ¡Qué desgracia!

Era difícil ser ágil para una mole como Mark, aunque precisamente su largo y fuerte brazo es lo que le libró de echar una carrera mortífera con Gunther. Jadeante se incorporó y miró al agujero. Había soltado la antorcha del susto, pero no cayó al vacío sino que rodaba por el suelo firme. El movimiento de llamas y sombras hacían más aterrador el rostro del holandés, expulsando furia por todos los poros.

Se arrodilló al borde y aguzó el oído. Esperaba escuchar un lamento, una señal de auxilio, algo que significara que Gunther seguía vivo. Silencio. Como un resorte se levantó y con rabia impactó la suela de su enorme bota en la cabeza de una de las estatuas de ojos raros. No paró hasta romper piedra.

 - ¡Maldita sea! -había vuelto a perder un compañero, y esta vez sí que estaba presente- Ese condenado indígena emplumado se las va a ver conmigo.

Se sentó apoyando la espalda en la pared y respiró hondo. Necesitaba calmarse, no podía permitirse estar cegado por la rabia y caer en otra trampa.

 - Ya hemos confirmado que hay trampas... precaución amigos... salgamos de esta sala del demonio...

Fue algo repentino, les pillo por sorpresa, al pobre Gunther más que al resto. Trampas, el peor de los problemas que te puedes encontrar en un lugar como ese, y el más frecuente. Todos saltaron y se libraron por los pelos, escasos ya con sus años. Todos excepto Gunther que se perdió en le vació que se había abierto bajo nuestro pies.

-¡Gunther......! ¡Maldita sea!- Estaba más allá de cualquier posibilidad de ayuda, le habían perdido. -Estamos pisando una enorme trampa, pero tiene que haber alguna pauta.- Y trato de recordar como eran las losas que se habían abierto, y compararlas con los posibles patrones que apareciesen en el suelo. 

-Tranquilizaros y pensar, o iremos a otra trampa. ¿Tenéis una cuerda? Yo podría ir abriendo camino, y si el suelo falla, me retendría la cuerda.-Y allí estaba tratando de desentrañar el misterio de aquella maldita sala, o al menos de su suelo, cuando el cabrón de Manolito se dio a la fuga.

-Eso es Manolito, un loro valiente. Menudo cagón que estas hecho. Anda vuelve y ayúdanos, a ver si encuentras algo en esta sala que te llame la atención.- Puto loro cobarde, si el podía volar, no tendría que tener tanto miedo como ellos, que en cualquier momento podían seguir la suerte de Gunther. 

Hernando tuvo una brillante idea: atarse unos a otros con una soga, la soga de los arpones de Mark, y así poder asegurarse unos a otros por si caían en otro precipicio como aquel... Tras hacerlo, estuvísteis revisando la diáfana sala, sin arrimaros mucho al pozo de las trampillas (ahora colgando en sus bisagras hacia la profundidad), y Fink y Mark pudieron encontrar cada uno un par de piedras preciosas verdes, encajadas en algunos tramos de pared, tal y como las que os ofreció el chamán Chiczahuila en La Liebre Parda unas jornadas atrás...

Y de esta manera, salísteis de aquella habitación, que más que guardar un tesoro no parecía sino una trampa mortal para curiosos, y volvísteis a la sala del pozo abierto. Allí estaba Manolito, posado en una piedra que sobresalía de la pared, y os vio llegar. Mark* recordó que en el pasillo que seguía (3) había una baldosa un tanto extraña.

Fue una suerte que Mark tendría una cuerda, la de su arpón. Una vez soltada de este, ato la misma a las cinturas de sus amigos y luego dejando unos metros a la suya. Quería que todos estuviesen atados con aquella cuerda, con unos 3 metros de separación entre Mark y Fink, para que pudiesen actuar y moverse sin problemas, y el doble, unos 6 metros para que el pudiese ir en primer lugar, abriendo camino.-Menos mal que tenías cuerda Mark, así una vez atados, si nos movemos algo separados, y yo voy abriendo camino, esperemos que de caer en otra trampa, podáis alzarme.-

A continuación echo un último vistazo a aquella maldita sala en la que acababa de morir un compañero. Y no vio nada, tan solo unas gemas que habían encontrado encastradas en la pared sus amigos. Nada entendían tampoco, de lo que allí estaba escrito. Difícil lo tenían, así que de momento, mejor ir a otro lugar. -Vamos a la otra parte del templo, al lugar en el que vimos aquel pozo, y Mark una losa extraña. Y a ver donde cojones esta el cabrón de Manolito.-

Nada más llegar a la otra sala, allí estaba tan pancho el puñetero loro, aunque la verdad es que Hernando se alegro mucho de encontrar a su inseparable amigo.-¡Manolito! ¿Has encontrado algo en este lugar? ¿No habrá más cosas de esas como las que nos atacaron?-

Y trato de escrutar aquel lugar, para ver si encontraba algo que les diese alguna pista, pero la alegría del reencuentro con Manolito, le había nublado la vista.