Partida Rol por web

Me giro al ver que alguien viene tras mis pasos.

-Vaya, parece ser que alguien más tiene hambre por aquí...Me alegro de que no todos sean una panda de descerebrados que piensan que la comida va a llegar sola a la mesa...

Bedwyr dio alcance a la rápida elfa con algo de dificultad, pues la cota de mallas y el cuero que llevaba debajo pesaban más de lo que parecía. Estaba claro que ella estaba habituada a moverse deprisa y en silencio, con la elegancia característica de su raza, aunque sus palabras, mordaces, no eran tan élficas. Bedwyr sonrió un poco ante su tono. 

-Creo que es aún peor que eso. El mediano tiene un poco de cacao en polvo, por lo que he oído. ¿lo has comido alguna vez? Solo no se puede ni tragar, y disuelto en agua es como una pasta amarga. Con eso no se puede llenar el estómago. Será mejor que consigamos algo con fundamento. 

Bedwyr se detuvo, un poco turbado. El cazador siempre había sido su hermano, y, por muy bien que uno maneje una espada, no puede cazar un ciervo con ella. 

-Lo lamento, pero no soy un cazador. He dicho "consigamos", pero creo que es más bien "consigas". Sin embargo, si nos topamos con algún piel verde o algún bandido, puedo ser de ayuda. 

Dejo los ojos en blanco y busco en mi mochila hasta dar con una cuerda.

-¿Sabes hacer un lazo para atrapar pequeños animales? Vaya grupo nos hemos ido a reunir -comento de manera despreocupada. Nunca he sido muy habladora, pero por fin parece que me encuentro en mi camino con alguien con algo de cerebro. -Quieto -le digo entonces mientras miro a mi alrededor,-creo que he oído algo.

Como esperaba, su falta de habilidad con la caza no fue muy del agrado de la elfa, pero, al fin y al cabo, era la que había. Pensó que tal vez no le vendría mal aprender algo de ella. 

-No he hecho mucho esos lazos, pero creo que puedo intentar hacer uno-respondió. 

Sin embargo, no habían dado ni dos pasos más cuando ella le ordenó pararse, pues había oído algo. Bedwyr aguzó los sentidos lo que pudo y le pareció oír algo también, así que se detuvo, llevando la mano a la empuñadura de la espada. 

Escuchas el sonido extraño dentro de un bosque. No sabes aproximadamente a que distancia está, ya que no identificas bién en sonido, pero sabes la dirección. El sonido es como rasgar algo. No sabes si son unas zarpas de un animal arañando el suelo por algún motivo, o bien el tronco de un árbol, o bien es la pequeña brisa que corre, que mueven las ramas produciendo ese sonido extraño.

En primer momento no escuchas nada. Pero cuando ambos os quedáis quietos, puedes identificar un sonido extraño, como el de rasgar algo, ya sea la tierra, la corteza de un árbol, una rama. Pero no sabrías decir de donde procede el ruido, ni mucho menos a a distancia que está. 

Bedwyr se quedó muy quieto, temiendo hacer cualquier sonido.

-Oigo una rasgadura, como si arañaran algo-susurró-¿Será un oso? 

-No lo sé...deja que me acerque, si veo peligro te aviso silbando -le digo al humano mientras intento acercarme sigilosamente al ruido.

Te acercas con paso sigiloso hacia donde procede el ruido, atravesando el bosque hasta llegar al lugar de donde viene. Ante tus ojos, a una distancia prudencial, puedes observar a un piel verde, agachado ante un ciervo de tamaño razonable. El animal tiene casi toda la parte de la panza comida y las tripas se vierten sobre las hojas de los árboles que hay en el suelo. El piel verde levanta la mirada y te mira. Te ha oído llegar. Puedes ver en su boca restos de sangre y carne del animal, y en su mano derecha, un par de huesos de costilla. 

Cuando el piel verde se levanta, observas que lleva una espada como única arma, y que su única protección es una piel gruesa de oso con capucha, que en estos momentos la tiene bajada.

-Mierda -susurro. Echo las manos a  dejo los ojos en blanco y silbo, rezando porque mi compañero llegue a tiempo y que mis dotes de escapismo me puedan ayudar en caso de que mi compañero no llegue a tiempo. 

El piel verde desenfunda su espada y con un grito desesperado, corre hacia Loraina, sin mirar en ninguna dirección, no dando señales de que hayan más compañeros y ni tan siquiera, observar por si le hacen una emboscada. Simplemente sigue su instinto y se lanza al ataque A saciar su sed de sangre.

- ¡Arggggh!

Al oír el silbido, Bedwyr se puso en tensión. Había algo, así que rápidamente y sin dudar se dirigió hacia donde había oído la señal. No lo hizo en sigilo, porque nunca había sabido muy bien cómo moverse en silencio (era su hermano el que sabía). Aún así, se movió con todo el cuidado que fue capaz. 

Desenvainó la espada, y al ver al piel verde notó la sangre hervir. Todo su entrenamiento, toda su dedicación, se resumían en aquel momento. Se preparó para atacar, para matar a aquel ser que había arrasado la aldea.

Con la llegada de Bedwyr salto a un lado y me aparto para no molestarle en su combate mientras me acerco a ver el estado en el que está el ciervo que el piel verde se estaba comiendo, a lo mejor todavía algo que poder salvar para llevar al campamento.

El piel verde va a arremeter contra Loraina, que se aparta hábilmente para que entre Bedwyr con su espada en la mano y ataque le ataque. La criatura no se esperaba tales movimientos y en un intento desesperado de rectificar su acción, no consigue ni golpear ni parar el ataque de Bedwyr. 

La ágil elfa se apartó con rapidez, corriendo hacia el ciervo, y Bedwyr alzó la espada con las dos manos, listo, preparado como no lo había estado nunca. Siempre había temido que su entrenamiento no le sirviera de nada en un combate real, que se quedara congelado e incapaz de actuar, como mucha gente de su pueblo ante el ataque de los orcos. Pero no fue así. Su cuerpo respondió por su cuenta, cada músculo se movió solo en respuesta a las miles de horas de repetir los mismos movimientos una y otra vez. Fue como si el tiempo se ralentizara alrededor de Bedwyr, como si de pronto el orco se moviera mucho más lento. Notaba la vibración de cada uno de sus pasos, el aire que desplazaba en su carrera. Esperó, esperó durante lo que parecieron horas pero que no fueron más que segundos, y, cuando el orco ya estaba casi sobre él, saltó hacia delante, agachándose y pasando por debajo de su torpe ataque. La hoja de su espada, el buen filo forjado en castillo, encontró con facilidad su carne, y le hizo un largo surco rojo en el brazo, del que inmediatamente manó sangre oscura. El orco gritó y retrocedió, tratando de separarse de él, pero Bedwyr dio una zancada corta hacia delante y golpeó con el pesado pomo del arma la sien del orco, que crujió, mientras la miraba se le nublaba. Cayó a tierra desplomado, como una montaña verde, y en cuanto tocó el suelo, Bedwyr blandió de nuevo la espada y le cortó la nuca, con la hoja emitiendo un chirrido al deslizarse por entre las vértebras, seccionando la columna. 

El mundo volvió a su velocidad habitual, y la sangre que recorría el filo de su hoja le hizo darse cuenta de que aquella era la primera muerte del arma. Por fin, el Caballero que se la dio podría estar orgulloso de él, pues se había usado para ejecutar a un piel verde. Limpió hoja de la espada con un pañuelo que sacó del bolsillo, y la envainó mientras se agachaba. Registró al orco, cogiendo todo lo que llevara encima, y después cogió su espada y se la ofreció por el mango a Lorania. 

-Creo que no te vendría mal un arma-dijo-Esta no es muy buena, pero es mejor que nada. 

Loraina llega al ciervo, y ve que sus tripas están en el suelo, manchadas de hojas, ramitas de pequeño tamaño y tierra. La herida que tenía en la barriga era enorme, realizada con las garras y los dientes del piel verde, por lo que se podía ver un color extraño por donde habían cortado. El ciervo está prácticamente entero, a excepción del estómago, vaciado de mala manera.

Bedwyr registra al piel verde, y sólo encuentra la espada que blandía y un arco con su carcaj repleto de 9 flechas de madera de muy mala calidad. Su ropa es un abrigo de piel de oso , con un olor a rancio insoportable. Y no tenía ni monedas ni nada de utilidad. 

Tras rebuscar en el orco y los alrededores poco encontró que fuera de utilidad a excepción de un arco no muy bueno. Lo cogió y se lo tendió a Lorania.

-Sé que es un insulto pretender que lleves un arco como este, cuando los elfos lleváis los zefar, los mejores arcos del mundo entero, y aun los que no son zefar son de una factura impresionante, capaces de atravesar a un oso a doscientos pasos. Sin embargo, a falta de uno mejor, creo que te vendrá bien en una emergencia. Puedes quedártelo, mi espada es todo lo que necesito. 

Examinó al ciervo y vio que quedaba bastante carne aprovechable. 

-Este orco idiota casi nos ha hecho el trabajo, ha quitado justo lo que habríamos tenido que quitar nosotros si lo hubiéramos cazado. Podríamos terminar de cortar las tripas y llevar el resto. Las patas son lo mejor, y luego está la sesada, los riñones y el lomo. Además, con los huesos siempre se puede hacer un guiso. 

Suspiro al ver que el ciervo puede ser aprovechable y me dirijo a Bedwyr, que me tiende un arco. 

-Tienes razón...si mi raza me viera con esto probablemente me despreciaría...más de lo que ya lo hace -susurro mientras acaricio la madera astillada de las flechas.- Pero bueno, mejor tener un arco que no tener nada...Salimos de la última ciudad tan deprisa que debí perder el arco, a lo mejor me quedé sin flechas y tuve que tirarlo para que no me molestara, o algún Piel Verde me pilló desprevenida y lo rompió...La verdad es que no me acuerdo muy bien, todo es tan...caótico -me encojo de hombros y acomodo el arco y las flechas a mi espalda. -Mira el ciervo, el Piel Verde sólo ha devorado su estómago, si limpiamos bien la parte de alrededor creo que podrá servirnos. Esperemos que los del claro hayan encendido un fuego al menos.

Oigo el grito de un piel verde. Me quedo paralizado y pongo atención. Pero no oigo nada. El miedo me recorre el cuerpo, no se que hacer. Hace días que no encuentro a una de esas criaturas y en el bosque pensé que podría estar a salvo, pero parece ser que no. ¿De donde ha venido el grito? Intento orientarme, pero me da la sensación de que los árboles producen eco y no se de donde viene. Me pego al tronco de un árbol y rezo de que no venga hacia a mi. Nervioso miro hacia todos lados en su busca.