Partida Rol por web

Talin hijo de Thralin y su fiel ballesta (sin nombre por lo vulgar de su construcción, los nombres son para las armas excepcionales, no ese ingenio asesino vulgar) harán las guardias que les correspondan sin rechistar y con atención. Le pagan bien y tiene un buen par de ojos (tal vez no élficos, pero bastante decentes), así que presta atención. No le gustaría ser sorprendido por dunledinos u otras criaturas abjectas...

Tras un par de días entráis en Acebeda, antaño Eregion, el antiguo reino de los elfos. Se encuentra llena de una hierba verde que se extendía hasta dónde alcanzaba la vista, mientras de tanto en tanto os encontrabais con algunos árboles dispersos, principalmente acebos, con un tronco de color verde grisáceo que parecían estar hechos con la misma piedra de las lomas. Las hojas oscuras relucían y las bayas eran rojas a la claridad del sol naciente. Ahora entendéis de donde le viene el nombre. La sensación que tenéis es de bienestar.

Lejos, hacia el oeste, especialmente a medida que pasan los días y os vais adentrando en Acebeda, alcanzáis a ver los perfiles oscuros de unas montañas elevadas que ahora parecían interponerse en vuestro camino. A la izquierda de estas alturas había tres picos; el más alto y cercano parecía un diente coronado de nieve; el profundo y desnudo precipicio del
norte estaba todavía en sombras, pero donde lo alcanzaban los rayos oblicuos del Sol, el pico llameaba, rojizo.

-Dicen que aquí moraron los elfos -comenta mientra mira a Mellongaladh- El aire de Acebeda tiene algo de sano. Muchos males han de caer sobre un país para que olvide del todo a los elfos, si alguna vez vivieron aquí.

Sí, los elfos han morado aquí, lo sabes no sólo por lo que te enseñaron en tu hogar, hace muchos años; el ambiente que se nota en Acebeda, limpio, sano, benévolo, sólo puede proceder de los elfos, a pesar de los males y el horror que cayó sobre ellos. Pero los elfos de esta tierra no eran gente de los bosques como tú, los árboles y la hierba no los recuerdan. Oyes el lamento de las piedras, cómo sólo un elfo puede sentir el entorno que les rodea, que todavía los lloran: Profundamente cavaron en nosotras, bellamente nos trabajaron, altas nos erigieron; pero han desaparecido. Sí, han desaparecido hace mucho.

-¿Quienes? Ya, ya, era broma -digo a la vez que levanto las manos en un gesto entre defensivo y conciliador- Pero que sepáis que los chistes que haréis sobre las minas los encajaré con deportividad. Aunque no puedo responder por el resto de enanos, claro... -añado en tono decreciente, esbozando una sonrisa apenas visible entre el pelo de la barba pelirroja.

- El lugar llora recordando un pasado mejor. - Esos días me dedico a pasear entre los árboles y disfrutar del entorno y la naturaleza. Es difícil encontrar sitios como este y, pese a lo sucedido aquí, me encuentro como en casa. Mis facciones pasan de imperturbables y tranquilas, a transmitir claramente que estoy melancólico y lánguido, sin ningunas ganas de estar de buen humor ni que me molesten.

El viaje transcurre sin contratiempos, los ánimos son elevados entre la compañía y el ritmo es bueno. Al poco de adentraros en Acebeda, os vais encontrando a vuestro paso restos dispersos de los antiguos moradores, paredes aisladas de alguna antigua construcción, lo que queda de una villa en pie (donde pasáis la noche), restos de lo que parece ser una torre, etc., mientras el camino muestra huellas de haber estado asfaltado en el pasado, ya que encontráis fragmentos de calzada bien trabajada entre la hierba. Tarhad os comenta que posiblemente circuláis por donde se encontraba el camino principal que llevaba a la capital de Eregion.

Tras varios días de marcha acampáis en una pequeña hondonada, próxima al camino dónde levantáis el campamento y se realizan las primeras guardias. En alguna ocasión, dadas vuestra gran visión, os han pedido que colaboréis en la vigilancia. Esta noche os toca hacer guardia, primero maese Talin y luego Mellongaladh.

Los soldados vigilan en pequeños grupos tres posiciones, oeste, norte y este, encima de la hondonada, al sur hay poca vigilancia dado que el río os protege ese flanco. En medio del campamento hay una hoguera y el resto de soldados y vosotros estáis alrededor de ella. De momento casi todos estáis despiertos (es principio de la noche), junto a vosotros se encuentra Tarhad y Barahir. Angrod se ha retirado a dormir.

-Parece que se presenta una noche tranquila, como viendo siendo costumbre

-Sí, empiezo a pensar que mis temores sobre los Dulendinos son infundados, son demasiado supersticiosos para entrar en Acebeda, y aún así somos un grupo bien armado. No creo que nos molesten.

-¡¡¡Alto, quien vive!!!

Su voz procede desde el oeste. Debe de ser uno de los vigilantes que guardan esa posición.

Se os presenta un soldado

-¡¡¡Señor!!!, ¡¡¡nos ha parecido ver algo por el norte!!!, no sabría decirle el qué exactamente, parecía que se movía algo.

Me dirijo sigilosamente hacia donde me señala el soldado con el arco preparado observando todo a mi alrededor.

Ves perfectamente a un grupo de figuras, cuentas una docena aproximadamente que se acercan sigilosamente hacia dónde os encontráis. A pesar de ser de noche y que no hay mucha luna puedes observar el brillo de las espadas desenfundadas e incluso el de la punta de alguna flecha.

Como hay espadas y flechas, disparo con mi arco hacia el que vea que tiene la flecha preparada (imagino que hay más de uno así que al azar, hacia el que vea más factible).

-¡¡¡Todo el mundo preparado!!!, despertad a los que están dormidos, con sigilo. ¡¡¡Si viene alguien que no sepa que hemos advertido su presencia!!!

Mientras dice esto desenvaina su espada.

Observáis como Tarhad velozmente va dando instrucciones a sus tropas, mientras la guardia de Barahir, aquellos que están despiertos, se acercan a sus caballos mientras el resto se prepara. Se nota la profesionalidad de cada uno de ellos, no estáis con mercenarios o soldados del montón, sino con guerreros experimentados. En segundos todos están en posición y preparados para el combate.