Partida Rol por web

Llego hasta donde está Talin y me encaro con sus atacantes, cubriéndole para que pueda parar y dejar de desangrarse. Espada en mano, la blando con firmeza y ataco al que tenga más cerca de forma contundente.

Atacas al primer Rhudaurrim que te encuentras, te da igual como esté, simplemente atacas, estás cansado de esta situación y tienes ganas de que todo acabe ya. Tanto es así que tu ataque se potencia con la rabia que tienes y de un golpe certero le produces un buen tajo en el brazo que esgrime el arma, cortando músculos y tendones, y produciéndole una buena emorragia. No ha tenido ninguna posibilidad y ante el dolor cae. Al poco muere.

Su compañero, aunque herido, ha visto como han cambiado las tornas y se pone a la defensiva, preparándose para lo que venga.

-¡Vamos, valiente! Ahora que el dos contra uno se ha invertido ya no te apetece tanto atacar, ¿eh? -digo en tono de sorna, colocándome a la defensiva, escudo encarado hacia el dunledino, un paso más hacia la derecha y hacia atrás, lo suficiente para obligar al humano a seguirme si quiere atacarme, descuidando el flanco para Mellongalath, pero no tan lejos como para que dando uno o dos pasos y extendiendo mi brazo y haciendo un arco con la morning-star no pueda destrozar a un perro huidizo.

Sorprendentemente el Rhudaurrim, a pesar de verse sorprendido en número no sólo no huye, sino que se lanza al ataque, pero ya sea por su ímpetu, los nervios, o una combinación de ambas circunstancias, su arma se le resbala de las manos cuando va a golpear a Talin, chocando con una piedra y como consecuencia de la fuerza del impacto se parte por la mitad. El Rhudaurrim se queda con cara de circunstancias, desarmado y sin saber que hacer.

Intentas golpear a tu adversario con tu morning-star, pero estás débil como consecuencia de las heridas, por lo que simplemente le rozas levemente. En vista de la situación, solo y desarmado, el Rhudaurrim huye corriendo.

Vigilo que en su huída no acabe atacando por detrás a alguien, aunque estoy cansado y no le presto toda la atención que debería. Ahora que dispongo de un momento intento mirar la situación de nuestro campamento a nivel de bajas y si necesitan una mano en algún combate abierto.

Observas como vuestro adversario desaparece en la lejanía, mientras que a vuestro alrededor la batalla parece estar finalizando y habéis salido victoriosos. Unos pocos Rhudaurrim se alejan corriendo, mientras que el resto de sus compañeros yacen malheridos o muertos en el escenario del combate. Vuestros compañeros parecen encontrarse bien, aunque es posible que alguno de ellos esté herido, aunque no lo aprecias muy bien. Cerca vuestro se encuentra el Rhudaurrim herido que Mellongaladh dejó fuera de combate. Un soldado se os acerca corriendo, cuando se encuentra más cerca veis que es Tarhad.

Al llegar a vosotros se para y tras echar un rápido vistazo a su alrededor se dirige a vosotros:

-¿Os encontráis bien?, ¿estáis heridos?

Podéis ver que está sudoroso y su media coraza élfica tiene manchas de sangre, aunque no parece encontrarse herido.

- Me alegra comprobar que estás de una pieza. - Digo sin ningún tipo de sorna en mi voz. - Maese enano creo que necesita atención médica. - Señalo con la cabeza al enano que debe estar dejando una hermosa estela roja en el campo. - Y yo creo que le acompañaré para que me den algunos puntos de sutura.

-Bien, bien, ahora mismo os atenderán. Dirigíos hacia el centro del campamento.-Mirando al enano- ¡¡¡menos mal que sois de piedra, sino estaríamos sorteando quien se quedaba con vuestras pertenencias!!!, jajajajajaja -El tono que usa es claramente de broma.

Se dirige al caído.

-Este no durará mucho, pero igualmente le atenderemos. Es escoria Rhudaurrim, pero tal vez podamos sacarle algo de información -Escupe hacia un lado- No tenemos a muchos prisioneros para interrogar, así que nos conviene cuidar de él, por el momento

-Nada, sólo unos rasguños... -digo apretando los dientes para no maldecir en voz alta- Por cierto, Mellongaladh, lo que pudieran tener esos dunledinos ahora es tuyo. Si no lo quieres, recoge de todas maneras sus armas, las venderé aunque sea al peso en la próxima parada y te daré lo que consiga por ellas. Ya me lo agradecerás invitándome a una cerveza o algo. Yo voy a ver si encuentro al médico.

Ahora que las cosas parece que por fin se han tranquilizado un poco, sí que busco detener la hemorragia -tapándola con la mano o una tela limpia, si dispongo de ella- y ser atendido. A ver quién es el matasanos de la compañía...

Sois atendidos de vuestras heridas. Talin necesitará algo de reposo, pero tras los primeros cuidados queda casi como nuevo.

Las pertenencias de los Rhudaurrim no son gran cosa, equipo básico normal, provisiones y puede que alguna moneda suelta que rápidamente es requisada por Barahir como "botín de guerra", al igual que todo lo que se obtenga de los cadáveres y los prisioneros de vuestros enemigos.

El resultado de la batalla ha sido muy desigual. Vuestra compañía ha aplastado rotundamente a vuestros enemigos. Hay cuatro prisioneros, de los cuales uno es vuestro Rhudaurrim malherido, mientras que ha habido cinco bajas entre los vuestros, aparte de varios heridos.

Barahir da instrucciones para que se de sepultura a los miembros fallecidos de vuestra compañía, mientras se recogen los cadáveres de vuestros enemigos, los cuales quedan amontonados en un túmulo. No hay tiempo para taparlo, por lo que no descarta que se haga a vuestro regreso.

La noche transcurre sin incidentes, aunque pocos consiguen dormir. No se descarta un nuevo ataque y en cierto modo es una imprudencia quedarse allí, pero no os podéis desplazar sin antes antender a los vuestros.

A la mañana siguiente, tras un breve funeral partís hacia las Montañas Nubladas. Dos de los fallecidos eran Raggers y veis como sus compañeros se llevan su equipo, sustituyendolo por una répicla en madera. Tarhad os comenta que esto se hace porque el equipo es hereditario. Ningún Ragger parte hacia la guerra sin dejar descendencia que pueda continuar con la tradición militar, y este equipo es destinado a sus herederos. Normalmente se dejaría una réplica de acero, pero si las circunstancias lo impiden, se usa una de madera.

- ¿Que le agradezca el qué?, pero si sólo tienen chatarra. - sonrío a Tarhad. - Están locos estos enanos.

Lo dicho, si tengo algo abierto voy a que me den unos puntos.

-A partir de ahora y hasta que culmine nuestra misión redoblaremos las guardias y viajaremos lo más aprisa posible. No es casualidad que los Rhudaurrim hayan cruzado todo Eregion para atacarnos. Sabían que estábamos aquí y posiblemente cual es nuestra misión, por lo que podemos esperar más ataques.

Seguís vuestro trayecto, continuando por el antiguo camino construido por los elfos. A vuestro paso observáis más restos de construcciones de los elfos, cubiertos en su mayoría por la hierba y la maleza. Ambos dais aviso en alguna ocasión de la presencia de bandadas de aves y algunas manadas de lobos que parecen seguiros, por lo que Barahir ordena apresurar el paso de la Compañía, por lo que avanzáis con rapidez.

A unos cuarenta y cinco kilómetros de las ruinas de Ost-in-Edhil encontráis lo que debieron de ser dos obeliscos, cada uno de ellos situado a un lado de la carretera, cubiertos por el musgo y la maleza. Parece ser que debieron de ser derribados, ya que se encuentran fragmentados en varios trozos. Tras inspeccionarlos encontráis unas inscripciones que se repiten en ambos obeliscos. Parece que las inscripciones están escritas en oestron y sindarin y tras traducirlas dicen lo siguiente: "A diez leguas se encuentra la Fortaleza de los Eldar. Que los Valar protejan tu viaje. Justo debajo Mellongaladh, no sin mucho esfuerzo parece encontrar algo. Parece una inscripción escrita en ithildin. Talin tras examinarla os da un discurso de que se trata de una aleación de mithril que sólo es visible a la luz de la luna y las estrellas, así cómo de varios métodos para fabricarla. Dado que ibais a acampar en las cercanías, esperáis a que salga la luna y podéis observar varias palabras en quenya, el alto élfico. Mellongaladh, con algo de esfuerzo, intenta traducirlas, y a su parecer parece tratarse de un saludo de bienvenida a los elfos por parte de cierta Hermandad de Orfebres.

Tras pasar la noche proseguís vuestro camino. Os da la impresión de que a partir de los obeliscos el antiguo camino se ensancha y podéis observar, asomando entre la maleza, restos del pavimento constituido por grandes losas blancas pulidas que encajan perfectamente. Talin reconoce que la manufactura es muy buena, aunque, evidentemente, no tanto como la enana.

Pasadas varias horas de viaje, y al final de vuestra jornada, por fin llegáis a lo que fue la antigua capital de los elfos de Eregion, Ost-in-Edhil. Restos de grandes murallas y edificios que en su momento de esplendor debieron de ser magníficos ante la vista se presentan a vuestro paso. A pesar del paso de la guerra que acabó con su gloria y del paso del tiempo, los restos que tenéis ante vuestros ojos no dejan de ser impresionantes. Queda patente que fue construida por los Noldor. Barahir os cuenta la historia de como fueron seducidos por el Señor Oscuro y fabricaron los Anillos de Poder, para luego ser traicionados por Sauron y destruidos. Ambos, a vuestra manera, quedáis impresionados.

Tras pasar la noche continuais viaje torciendo hacia el noreste y por fin, tras varias jornadas de viaje, llegáis a las faldas de las Montañas Nubladas.