Partida Rol por web

Lo había conseguido, había conseguido la caja y, a punto de dar saltos de alegría, se dio cuenta que estaba cerrada con un candado. Decepcionada, no entendía porqué todo era tan complicado aunque por lo menos tenía ya la caja en su poder. Lo que había que conseguir ahora era la llave que seguro era la que el Ojáncano tení atada al cuello.

Expectante miró cómo sus amigos intentaban distraer y tirar al suelo al ser, consiguiéndolo, y ya iba a dar otra vez saltos de alegría convencida que conseguirían los huevos a tiempo cuando vio aparecer a la monuca. Su decepción fue tal que a punto estuvo de que la caja se le cayera al suelo. Por fortuna consiguió reaccionar a tiempo y la caja no se estrelló contra la piedra, pero de nada serviría haberla encontrado sino conseguían la llave a tiempo, y eso sería muy difícil con la monuca allí, amenazante y dispuesta a chuparles la sangre.

Intentó pensar con rapidez, pero el miedo la paralizaba y no se le ocurría nada por más que repasaba en su cabeza historias y cuentos que había leído.

El golpe dio de lleno en la niña que salió disparada contra una de las paredes de la cueva. La boca le sabia a sangre y se había rasgado algo las ropas contra las rocas. Nunca había recibido un golpe tan fuerte, en muchas ocasiones su hermana, su madre, e incluso su abuela le habían soltado alguna colleja o bofetada por haber liado alguna. Recordaba con especial orgullo la vez que cambio el azúcar por sal. Pero esto era totalmente distinto. Alicia se incorporó con dificultad. ¡Rápido hay que arrancarle los pelos!  Dijo uniendo sus gritos a los de Uzo, para luego cambiar a un grito de miedo, la Moluca había llegado. Ahora tenían dos problemas.

Guillermo vio su oportunidad con el monstruo tendido en el suelo. Aún resollando se lanzó de lleno a por el mechón de pelo que con tanto cuidado había estado protegiendo el Ojáncano. De su garganta surgió un sonido gutural mientras cogía carrerilla hacia su objetivo. También vio como se abalanzaban hacia él varios de sus compañeros, el monstruo solo tenía dos manos para tapar su punto débil y Guillermo comprendió que iba a tener una posibilidad de vencerle.

!A por él¡- se unió panes a las voces de Uzo y Alicia mientras corría para lanzarse en plancha contra el monstruo directo hacia los pelos blancos. Con la llegada de la monuca tal vez no volvieran a tener otra ocasión tan buena como aquella.- Danos los huevos de basilisco y no estiraremos de estas canas tan blancas.- le dijo en un desesperado intento.

Lucía permaneció de pie, rodeada de pequeñas piedras mirando la caja y giraándose para controlar la monuca a la vez. El animal parecía tener problemas en decidirse si atacaba antes a una u a otra niña, pues miraba alternativamente a Lucía y a Alicia. La primera apretaba con fuerza la caja contra su pecho. Ahí dentro estaba su salvación pero tenían para ello que conseguir abrir la caja...y sobre todo, conseguir que los monstruos no les matasen, pues si esto ocurría de poco servía comerse el huevo. Alicia por su parte, tenía serios problemas para mantenerse en pie...y la monuca se dio cuenta de ello, por lo que finalmente olvidó a la niña rubia y su caja y se acercó bufando hacia la pobre chica.

Mientras tanto, los niños se abalanzaron sobre el ojáncano, que aterrado intentaba clavar sus garras traseras mientras, sin levantar la cabeza se cubría sus mechones blancos.

Guillermo apenas se sorprendió cuando el hielo apareció en la cueva. Ya hacía tiempo que todo se había vuelto muy raro en aquel día de excursión que tan poco prometía. Lo más seguro es que el yonqui les hubiera echado algo en la comida o en la bebida o donde fuera, decidió que cuando llegara a Valladolid le iba a denunciar por todo aquello.

Pero antes volvió a la cueva y se centró en mantener un precario equilibrio sobre el hielo, cuando se controló se lanzó como pudo contra el Ojáncano a quien veía cerca de su derrota. Viéndole arrodillado ante él fue acelerando y gritó su amenaza.

- ¡Muere monstruo!

Lucía se encontraba paralizada por el miedo, pasando la mirada del Ojáncano a la monuca esperando que, cualquiera de ellos, viniera directamente a atacarla. Sujetaba con fuerza la caja, su salvación, mientras veía como el suelo de la cueva se convertía en una auténtica pista de hielo. Se quedo quieta, no fuera a caerse de bruces y que perdiera la caja, y puede que esa quietud hubiera sido la causa de que la monuca fuera directamente hacia su amiga, o puede que fuera otra cosa.

Cerró los ojos, deseando con todas sus fuerzas que los chicos consiguieran acabar de una vez con el Ojáncano y que Alicia pudiera escapar de la monuca. Sin saber muy bien porqué, se acordó de una historia que había leído sobre un héroe muy fuerte llamado Hércules y pensó que alguien como él sería una gran ayuda en aquellos momentos, él seguro que conseguiría acabar de un solo golpe con el Ojáncano y con la monuca a la vez. Con los ojos fuertemente apretados, se imaginó cómo sería aquella escena... aunque sabía que por mucho que lo deseara no iba a aparecer nadie para ayudarlos.

Cayó al suelo, al igual que casi todos su compañeros. Veía el pequeño Uzo cómo Alicia era atacada, mientras Lucía sujetaba con fuerza su salvación, salvacion que todavía quedaba por abrir. Uzo, tendido en el suelo y en manga corta, acusó el frío y se levantó rápidamente, pues parecía que el propio hielo le quemaba. Se quedó de pie y dudó si volver a andar, pues se resbalaría sí o sí...o tal vez no, ¡había que intentarlo!

Observó a Guillermo e intentó seguirle, dispuesto a agarrarse a las ropas del ojáncano.

La niña miro a la moluca, pero no tuvo tiempo de reaccionar, sus zapatillas empezaron a patinar en el suelo y resbalo. ¿Qué estaba pasando? Seria algún hechizo de la moluca o del ojancano. Pero el ojancano gritaba asustado, parecía que no era lo que planeaba. Alicia dio con sus huesos en el frio suelo y resbalo por su superficie, con las manos intento impulsarse por la fría superficie, tratando de alejarse de la moluca.

El pequeño panes saltaba y saltaba intentando coger aquel pelo blanco que tenía el monstruo en mitad de la barba, en uno de ellos estuvo a punto de conseguirlo cuando de repente sus zapatillas perdieron adherencia y dio con sus huesos en el suelo. Para el niño sucedió como a cámara lenta, estaba intentando volver a saltar  y de repente resbalaba y caía haciendo aspavientos con los brazos sin poder evitarlo.

Desde el suelo vio como algo parecido bajamente a un gato montés de pelaje muy colorido se acercaba bufando a donde Alicia se encontraba. Sin intentar levantarse en aquel resbaladizo suelo, utilizó la pierna del Ojáncano como punto de apoyo con el cual impulsarse, resbalando con el pecho, en la dirección de Alicia y la especie de gata montes.

Psss, psss.- Le dijo a la Mocuna cuando paro de resbalar haciendo el gesto que utilizaba para llamar a los gatos de su abuela.- Ven bonita, ven. pss, pss. Ven con José bonita, ven.

Jose y Alicia se cayeron de espaldas al suelo con un fuerte trompazo. Si bien no parecía que se hubiesen hecho mucho daño, si que sentían la espalda y el trasero bastante dolorido. Mientras tanto, la monuca bufaba y dudaba sobre quien lanzarse. Más era un animal más inteligente de lo que parecía y al ver a Alícia, inmóvil en el suelo, decidió abalanzarse sobre Lucía. Ya volvería más tarde sobre la otra niña. El pequeño y multicolor animal mordió muchas veces y muy rápido la pierna de la pequeña niña rubia, que no tuvo más remedio que soltar la caja por el dolor, yendo esta a parar al suelo con un fuerte golpe.

Mientras tanto Lucio intentaba dar torpes pasitos hasta el Ojáncano, resbalando a cada momento. La labor era complicada por Fiz, que parecía muy alterada saltando de un lado a otro, lo que hizo que el niño trastabillase, diese un paso en falso...y de un patinazo llegase hasta el Ojáncano, que se levantaba tapandose la barba. Al sentir el olor cálido y nauseabundo, Lucio se agarró a él como se agarraba a las asas de los columpios: con tanta fuerza que la carne alrededor de sus uñas se quedó completamente blanca. Guillermo aprovechó el despiste del Ojáncano, producido por el oportuno agarrón para arrancarle un mechón de pelos. ¡Había conseguido arrancarle un buen montón! Y sin embargo, solo había uno blanco. Si a otra bestia aquello le hubiese aterrado, al Ojáncano le enfureció. Como un jabalí herido, rugió furioso. Emplearía todas sus fuerzas en acabar con aquellos molestos insectos que eran los niños. Y sí acababan con él, también morirían. Ignorando el hielo, ahora qe sabía de su existencia, y clavando sus pies en este, el Ojáncano se abalanzó contra la pared. El golpe hizo que se despeñasen unas cuantas rocas, tan pesadas que ningún adulto podría mover, cegando la entrada por donde habían pasado los niños.

La pobre niño gritó de miedo y dolor al sentir los dientes entrando una y otra vez en su carne. Lo único que quería era quitarse a aquella cosa de encima y, sin dejar de hacer aspavientos, lo único que consiguió fue que la caja resbalara de sus manos golpeándose contra el suelo con un ruido tan grande que, y este fue el mayor temor de Lucía, lo que estaba en su interior seguro que se había roto. Con la pierna buena comenzó a darle patadas a la monuca así como puñetazos, intentando por todos los medios quitársela de encima.

Deseó con todas sus fuerzas que Fiz viniera a ayudarla, que le diera un gran mordisco a la monuca y que así no se deleitara con su pierna. Además, tenía que recuperar la caja y rezar para que su contenido no estuviera roto.

Alicia vio como la monuca se lanzaba contra Lucia y empezaba a morderla. Se llevo las manos a la espalda dolorida y trato de ponerse en pie. ¿Qué podía hacer? La monuca le daba mucho miedo. Empezo a pensar, la monuca era como un gato seguro que igual que a Gordiluy, el gato del vecino, odiaba el agua. El problema era que no tenia agua, pero tenia hielo. Cogió un puñado de tierra fría con pequeños cristales de hielo y empezó a aplastarla como si hiciera una bola de nieve,  se puso en pie para lanzar el intento de bola de hielo a la monuca. Antes de lanzarla recordó algo, ella tenia algo de sangre de bruja, y las brujas lanzaban bolas de fuego y hechizos poderosos seguro que ella podría lanzar una bola de hielo. Concentro toda su energía brujeril en la bola y la lanzo mientras gritaba. ¡¡Bola de hielo!!

Panes estaba desconcertado, había intentado llamar a la Monuca pero esta se había lanzado a atacar a Lucía. Supo que tenía que ir corriendo a tratar de coger a la gata multicolor o el peludo animal se encargaría de las niñas como había predicho el Ojáncano.

Intentó mantener el equilibrio por el resbaladizo suelo y caminar hacia Lucía, si escuchó a Alicia gritar no le importó, pues sigió su caminar tratando de llamar la atención de la Monuca.- Ven con José, ven bonita, ven. pss, pss. Ven con José bonita, ven.

Guillermo se retiró hacia la zona de las recién caídas rocas, estaba claro que tenían al Ojáncano contra las cuerdas y era el momento de rematarle. Asió una roca del tamaño de su puño y la lanzó con fuerza contra la cabeza del Ojáncano, luego repitió esto tantas veces como pudo. Confiaba en que una lluvia de pedradas acabara por doblegar al monstruo.

Al ver que Guillermo había arrancado un buen mechón que Lucio no logró discenir si en él había algun pelo blanco, decidió soltarse, ponerse de pie y seguir a Guillermo. Lo que él había propuesto no había sido suficiente, y el ojáncano no se dejaría arrancar más pelo así como así. Quizá desde la distancia podrían matar a aquel monstruo, a pedrada limpia. Observó, una vez puesto a refugio, lo que Guillermo hacía, y decidió imitarle.

Parecía que la monuca odiaba más a las mujeres de lo que quería a los hombres ya que parecía inmune a los intentos de José de atraerla. Sin embargo, la bola de barro (que por algún motivo no llegó a convertirse en una bola de hielo, aunque sí tenía trocitos congelados) golpeó al animal en la cabeza, haciendo que  el colorido ser cambiase de objetivo. Afortunadamente para Alicia, Jose logró cogerla en brazos antes de que el animal se abalanzase sobre ella. El pequeño felino se retorcía en brazos del muchacho, tratando de zafarse para atacar, morder, arañar y arrancar los ojos a las niñas. Lucia por su parte lloraba con la pierna ensangrentada hasta que vio la caja, a unos metros de ella. Haciendo acopio de sus fuerzas consiguió acercarse a ella.

Mientras tanto, los otros dos niños lanzaban piedras al ojáncano, que enfadado y terriblemente peligroso se dio la vuelta para arrancar un pedazo de roca de la pared, con la clara intención de lanzarsela a los niños.

Alicia corrió hasta la caja y Lucia, ayudo a levantarse a una y cogió la caja. Lo mejor que podemos hacer es salir de la cueva y luego ya trataremos de abrir la caja.

La niña miro otra vez al Ojancano tumbado en el suelo ¿Dónde guardaría las llaves? En las películas cuando el protagonista buscaba algo, siempre aparecía en el ultimo momento. ¿Dónde la guardaría? En ese momento deseo tener un hada madrina o un perro estúpido que le indicara donde estaba la llave…

Panes seguía acariciando el multicolor pelaje de la monuca, y aunque esta no paraba de bufar y tratar de soltarse para arañar a las niñas él no le hacía el menor caso y continuaba sujetándola y acariciándola- Veis no hay por qué preocuparse.- Les dijo completamente convencido a Alicia y Lucía.- Está nerviosa, pero en realidad es muy cariñosa. Veis como ronronea. No va a haceros nada.

Sorprendentemente, Panes tenía la situación bajo control con la monuca. Ello no le preocupó, sino que se centró en apuntar bien junto con Guillermo. Tampoco es que el pequeño Uzo fuera un gran tirador, pero alguna piedra acertó en el "gigantón". Eso sí, no esperaba por nada del mundo que el ojáncano tomara un trozo de roca de la pared... ¡para lanzarla contra ellos!

¡Le estamos cabreando! -dije a Guillermo-, ¡ten cuidado!

El muchacho cogió un par de piedras en su mano, pero no las llegó a tirar, esperando poder lanzarse a un lado o a otro (pese a estar lleno de hielo el suelo) para evitar aquella verdadera pedrada enemiga.