Partida Rol por web

Por fin había llegado ese momento que tanto esperabáis. Estabáis detrás de unas puertas de estilo japonés que a penas dejaban pasar la luz. Os habían dicho que esperaráis. Sin saber si habían sido minutos u horas, de repente la puerta se abrió, mostrando el maravilloso sitio que habían elegido para el reencuentro. Al otro lado: un puente precioso con luces en el techo y más al fondo una puerta igual que la tuya pero con una silueta desconocida.

La silueta tras la cabina japonesa dejaba ver a una mujer bajita 

La sombra marcaba una forma regordeta de curvas redondeadas la imagen, como si fuese un teatro de marionetas negro de estilo chino, intuye el pelo medio, un vestido con vuelo y unos ligeros tacones. 

Se abre la mampara y frente a ti se muestra Daphne. Le echarias unos años menos de los 31 con una cara dulce, de piel pálida, estilo británica, con apariencia blandita y suave, mejillas sonrosadas, labios llenos, pelo claro y ojos azul intenso. El busto es muy generoso así como las caderas, aunque la cintura algo más reducida. Pero se nota que tiene bastantes kilos de más. 

Desde su lado de la mampara te miran unos ojos ansiosos y expectantes

— ¿Apolo?

Lleva el pelo suelto, un vestido de corte años 50 y tacones de salón rojos.

Si se le había hecho largo el tiempo dentro de las cabinas ahora delante de la puerta se le estaba haciendo eterno, casi asfixiante. Esperó dando vueltas a su anillo de serpiente el gemelo del que llevaba Daphne. Quería verla. Tenía muchas ganas de verla ya.

No iba especialmente elegante. Llevaba ropa cómoda. Vaqueros negros, camiseta gris y cazadora de fieltro con borreguito. Tenía el pelo largo recogido en un moño y barba larga. Era enorme, medía 1, 91 cm y bastante ancho de hombros. Lucía una argolla en la nariz y una en cada oreja.

Cuando la puerta se abrió dio un paso adelante con decisión, con la intención de recortar cuanto antes, y a grandes zancadas, el espacio que los separaba. No tenía otros pensamientos en la cabeza que darle un enorme abrazo y si los tenía formaban todos un torbellino que le daban la sensación de que en realidad no pensaba en nada. Se había quedado con alguna pregunta en el aire pero le daba igual. Ahora era el momento de verla.

Mientras se acerca la mira con ojos brillantes —Hola Daphne... ¿Al fin? —dice aligerando el paso y rodeándola con sus brazos por la cintura agachándose para darle un abrazo enorme —Ya estamos aquí...

Desde lejos, mira lo alto que eres y te observa. Te das cuenta que tiene una sonrisa muy límpida y dulce. La ves abrir la boca y llevarse la mano a ella cuando te ve. 

Camina con tranquilidad hacia ti, con cuidado de no matarse con los tacones rojos. Ya te dijo que es estilo Rockabilly y está muy graciosa con esas pintas. De hecho ese tipo de ropa, resalta un poco sus atributos, que comparado con otras chicas son demasiado voluptuosos. 

Se para frente a ti y se deja tomar por la cintura, pasanso sus manos por tu cuello. 

— Por fin — dice ella susurrando a tu oído. 

Su mano acaricia la base de tu cuello con las uñas, introduciendo los dedos entre tu pelo. 

No parece tener muchas ganas de soltarte. 

Cuando tú mano se enrosca en mi pelo empiezo a sentir que se me eriza toda la piel. Mis brazos que te rodean empiezan a acariciar tu espalda lentamente. Aspiro tu olor a agua de rosas y suspiro lentamente. 

Giro mi cabeza y te doy un beso en el cuello. Luego otro, y otro subiendo hacia tu mejilla, pero al llegar al oído te susurro —Eres preciosa...

El pelo se le antojaba sedoso y suave, incluso recogido en coleta. 

Conforme pasaban los segundos aferrada a él y sus labios ascendían del cuello al oído, seguía aferrada a él. 

Al ir a girar la cara en el punto que dijiste eso a su oído, sus labios se encuentran a milímetros de los tuyos. 

Y sus ojos, casi translúcidos e inventes miran a los tuyos con intensidad.  La respiración se vuelve algo más pesada aún de puntillas para alcanzarte. 

— Y tú eres muy atractivo. Tu ojos. Tienes ojos de persona dulce. 

Lo curioso es que te mira a los labios muy fijamente 

Mis manos caminaron de tu espalda hacia el cuello. Tus brazos aferrados a mí me sacaron una sonrisa silenciosa. 

Aún no me había separado de tu cuello y fueron tus labios los que se plantaron frente a los míos. Me quedó al instante inmerso en tu mirada. Siento como se agita.mi respiración. 

—y tus ojos son profundos como el mar —dije contestando al cumplido y con una sonrisa indeleble te acaricio los labios con los míos.

La respiración era agitada, la tensión bastante fuerte. Cerre los ojos sintiendo sus manos en el cuello y la espalda y sus brazo alrededor de los hombros y tu nuca. 

Finalmente, un roce de los labios que no se aparta, que casi quema. 

Los labios del muchacho notan la suavidad  carnosa de los míos,  nerviosa. Es ese placer de notar esa piel tan suave de la boca, y las cosquillas de la barba. 

— Deseaba abrazarte. Sentirte — dije en un hilo de voz aún con los labios pegados. 

La mano que aferraba el cuello, comienza a bajar por el hombro, bajando los talones y casi mirándote desde abajo. 30 centímetros es una diferencia considerable 

Presionó suavemente tu labio inferior. Siento lo carnoso que es y disfruto del sabor y el tacto. Mis ojos cerrados se concentran en tu respiración. 

Suspiro al escuchar tus palabras y abro los ojos para hundirme en los tuyos mientras tu mano resbala lentamente. Sonrió sin apartar la vista de tu cara, acariciando tu mejilla.

Mi otra mano aferra a la tuya y te miro un instante desde arriba —he estado deseando este momento—  vuelvo a inclinarme sobre ti y darte un beso profundo. 

Después del primer roce, con una mano en su pecho y la otra acariciando la piel en el lado del cuello, abrí los ojos, encontrandome con los tuyos que decían tanto en silencio. 

A mí boca afloró una sonrisa tímida que marcó los hoyos de la mejilla

—¿Ha valido la pena la espera? — pregunté aún cerca de tus labios, casi desde abajo. 

Entonces sentí tu beso profundo e instintivamente, abrí los labios. 

Daphne sabia a canela y ternura. La mano sobre el cuello, llegó a su mejilla acariciándola, así como la barba. 

Una mirada más. Te miro y tu sonrisa se dispara tímida y llena de preguntas. Y tus ojos que hablan de muchas cosas, siguen mezclados de esa pátina de emoción y ternura.

—Lo justo para calmar el ansia. Pero estoy deseando que vayamos al mar—contesté haciéndote cosquillas con la barba al hablar.

Canela y ternura frente a un torrente de emociones, como si nos hubéramos convertido en un Struddel, tú eras la dulzura del bizcocho, yo la acidez de la manzana. 

Sigo besándote, quizás hay un poco de ansia en mi forma de actuar, consciente de que tan solo van a ser unos segundos y hablar ya lo habíamos hecho tanto y desde tantos puntos de vista que ahora necesitaba el contacto.

¿Cuantos días u horas habían sido hablando? Ya perdí la cuenta y sabía que deseaba tenerle cerca. Era ese punto que faltaba aún. Por eso, volvió a aflorar un gesto divertido al escuchar donde quería ir. 

— Me conformo con tenerte cerca. Me doy cuenta que también tiene que conocerte mi cuerpo — dando un fugaz roce con el labio , tan cerca de su boca que entre ambos, si sería ese Strudel de canela y manzana. De esencia de sándalo, madera y rosas. 

Respondí al beso y mi cuerpo respondía aún más ferviente, casi perdiendo el control. Nunca había pensado que me gustase tanto su boca, su barba suave ( gracias a Dios la llevaba larga) sus manos sujetándome. 

Me preguntaba, cómo sería el tacto de su lengua. Y tímidamente entreabri los labios. Hay tantas civilizaciones aún por explorar...

Una sonrisa afloró en mi boca con tus palabras a las que contesté —Claro, mi cuerpo estará encantado de conocerte.

La calidez de tu aliento inundaba mi olfato, rozaba los pelillos de mi barba y me calentaban el ánimo. Al fin estabas aquí, Daphne, entre mis brazos —Y todavía no te has convertido en laurel —dije sonriente.

La forma en que me correspondiste hicieron que el placer de sentir como se entreabría tu boca, como mi lengua traspasaba la frontera de tus dientes y buscaba la tuya para juguetear con ella me transportaron a otro mundo donde algo explotaba en el interior de mi cabeza y bajaba ramificándose por todas las partes de mi cuerpo. Mis manos volvieron a bajar por su espalda y acariciaron sus caderas.

Hacia mucho tiempo que no me sentía así. Por no decir desde nunca. Sentir mi cuerpo entre sus brazos me hacía no sentirme grande y torpe. 

— No, no me convertí en laurel, pero a este paso me voy a derretir como la mantequilla con tus palabras — le dije. 

El tacto de su lengua era bastante para contenerse y te respondí con efusión. Sabías a tantas cosas buenas, a  promesa, a felicidad y a pasión. Algo empezaba a despertarse a tu contacto y sentir las manos en la espalda y las caderas, volví a ponerme de puntillas. 

La mano en la mejilla acercó más su cara y la que tenia sobre el pecho busco la suavidad de su costado bajo la chaqueta. 

Al terminar, la respiración era bastante acelerada y pase la lengua por los labios, tímida. 

— ¿Te apetece que nos sentemos? — señalando a la cabina por donde había salido

No sabía si quería sentarme para estar más cerca suya o si era porque me empezaban a temblar las piernas 

Con la nariz rocé la punta de la tuya y sonreí ante tus palabras —¿Puedo ser yo la tostada? —terminé riendo mientras le daba un pellizquito cariñoso en la barbilla.

No sólo no se separaban nuestras lenguas sino que en cada momento parecían más anudadas, incluso tú parecías volver a la carga arremetiendo de nuevo contra mi boca.

Más cerca, a cada momento nos sentíamos más cerca, para que nuestros cuerpos se fueran acercando tanto como lo habían hecho nuestras almas en las cabinas. Sentía tu mano acariciando mi mejilla y la otra buscando refugio bajo el chaleco. 

Nos separamos un instante, para mirarnos. Tú respiración agitada. La mía contenida y tu timidez encantadora.

–Claro que podemos sentarnos –te dije echándote un brazo por el hombro y dándote un beso en la mejilla mientras nos encaminábamos hacia allí.

—¿Cómo te sientes? Yo estoy un poco avergonzado por no ir ni la mitad de elegante que vas tú... —dije en un murmullo vergonzoso.

Tras ese duelo de reconocimiento, me quedé bajo tu brazo, tomándote por la cintura, mientras acariciaba la mano que caía por el hombro. 

Te miré, desde debajo de poniéndote la cara para besarme y acortar la distancia. Aún respiraba agitada pero estaba algo más tranquila. 

— Puedes ser lo que quieras ser. Tostada, pasta, Croissant. Lo que quieras. 

Camino contigo — Me siento....— un segundo de pausa —... Me siento cómoda — dije como la constatación de un hecho — A mí me parece que vas muy bien — te dije sincera — Es más importante para mí lo que me haces sentir, que la ropa que llevas. 

Me senté contigo, en el sillón, cerca de tu costado y tu pierna , aún con tu brazo sobre mi. 

Miraba la mano grande y fuerte, entrenada para muchas cosas , seguramente, mientras tocaba tus dedos y curiosa observé cómo casi toda la piel  del dorso estaba cubierta de tatuajes. 

— ¿Que significan? — subí la mirada a sus ojos marrones intensos. 

Mientras nos acercamos a la cabina voy sonriendo, muy pendiente de cómo agarras y acaricias mi mano, de cómo me rodeas la cintura y yo también me aferro a tu mano libre.

Me miro la ropa, te miro a ti. Sonrío —bonito vestido—. Me acerco a tu oído y susurro —¿Ya venías dispuesta a montarte en la máquina del tiempo?

Nos sentamos. Yo también siento al hacerlo que lo necesitaba, que habían sido muchas emociones estos días atrás de algo que nunca podía haber imaginado que fuera así. Una sensación extraña.

Suspiré consciente de que te había hablado de mis tatuajes pero no de todos —Son mi armadura... Cuando tapé las cicatrices de mi torso lo hice con genios malignos como si fueran las gárgolas de una catedral, para repeler el mal de mi vida. Luego seguí rellenando la piel como si por donde corría la tinta no pudiera posarse el mal, como la armadura de un guerrero...—Suspiré un momento y la miré con ojitos emocionados —Tenía que dejarlo que lo vieras, ya sabes... No  preguntar ni hablar sobre el físico.

Esa sensación al estar en brazos de alguien. Realmente no la había sentido jamás, esa seguridad. Y si con el tiempo que hemos pasado juntos en esas cabinas he conseguido conectar con él, no quiero ni imaginarme cuando estemos cerca más veces. 

—Bueno, es que es muy mi estilo. Pero si que me gustaría viajar en el tiempo contigo — te dije susurrando. 

Dejé mi mano sobre tu rodilla, sintiendo la fuerza de los músculos bajo el pantalón. 

Te miro por donde hablas, observando el cuello, el pecho, las manos...

— Jamás podía imaginar que fueses tan guapo — esperaba que mi mirada de deseo no fuese muy evidente— Son bonitos. Tu armadura, de tu pasado — con el dorso del dedo índice lo pasé por el la clavícula, el hombro y la mejilla— No esperaba que fueran así, pero...te dan cierto carisma — con un gesto misterioso. 

Mordí de nuevo los labios, nerviosa,mientras jugueteaba con los pies. 

Las cabinas eran muuuucho más fáciles 

—Pues me gusta tu estilo, preciosa. Me gusta mucho —dije sin soltarte la mano mientras nos sentábamos.

Tu mano sobre mi rodilla hizo que rápidamente posara yo la mía sobre tu muslo más cercano y acariciara tu piel blanquita y suave. Esto era mil veces mejor que la cabina, donde iba a parar.

Un escalofrío recorrió gran parte de mi cuerpo. Parecía como si mis tatuajes, mi armadura, se fueran a resquebrajar en cualquier momento dejándome completamente indefenso mientras acariciabas mi piel tintada.

—Tenía miedo... Un miedo enorme... de lo que te pudiera provocar con ellos —dije bajando un poco la mirada viendo cómo movías los pies nerviosa. Apreté un poquito tu muslo con mi mano y luego levanté de nuevo la vista hasta posarla en esos labios carnosos que te mordías.