Partida Rol por web

Al escuchar los relatos del clérigo y del guerrero la gente reunida empezó a cuchichear, intercambiando opiniones sobre el mago, se escuchaban algunos de que los dioses habían puesto a los aventureros en la ciudad para traerles paz y que hacia tiempo esperaban algo así. Otros rezaron plegarias a Selune, todo en una gran algarabía y tonos festivos.

Ante las palabras del enano se acerca el viejo malhumorado y examina cuidadosa y meticulosamente la carreta, su ceño se frunce varias veces y no dice palabra. Una vez satisfecho se da vuelta y comenta:

- Podría haber sido peor - comenta simplemente y se va con los caballos para su puesto. 

- ¿Alguien dijo cerveza? - comenta el tabernero - Las dos primeras rondas van por cuenta de la casa. - dice en tono jactancioso. 

Haciendo caso omiso a los tonos festivos, Harburk se pone al frente del enano y le extiende la mano. La mirada sincera y complaciente del hombretón no es disimulada.

- Gracias señor. El alma de mi muchacho ahora puede descansar en paz gracias a todos ustedes. Sepan que mi gratitud y amistad será eterna. 

Convendría pasarse por ahí y quemar cualquier cadáver que se encuentre. Con precaución. Sin tocarlos. Solo limpiar el monde alrededor, amontonar leña encima, decir unas palabras de respeto y prender fuego.

Hablaba deprisa, acosado por cierta urgencia cuando el posadero había mentado algo sobre unas rondas de cerveza. Estaba salivando de nuevo.

La joven estuvo callada mientras el resto se hablaban y esplicaban la situación. Atala no era buena oradora y evitaba siempre que podía ese tipo de situaciones en los que tenía que explicar lo que había ocurrido. Además, en el grupo tenían a Fadrique y a Galmor que hablaban más que nadie en aquellas situaciones, siempre que hubiese cerveza y comida de por medio, por lo que prefirio dejarles ese trabajo a ellos. 

De hecho, después del viaje, lo único que le apetecia a la muchacha erá una buena cerveza y comer algo, para poder descansar después. Mientras sus compañeros hablaban con los residentes de Red Larch, Atala se encontraba pensando en ello cuando escucho que el tabernero les ofrecía un par de cervezas y penso que se lo había imaginado. No podía ser que el tabernero le hubiese leido la mente y les hubiese ofrecido justo lo que ella más ansiaba en esos momentos.

Pero no era así. Al parecer era cierto lo que había escuchado porque Fadrique había comenzado a explicar a una velocidad incompresible e inhumana a la multitud que debían hacer con los cuerpos de Lance Rock.

Tranquilo Fadrique! ¿Porque no vamos todos a la taberna y os explicamos mejor lo sucedido mientras nos tomamos ese par de cervezas que nos han ofrecido? Propusó Atala.

Antes de retirarse a disfrutar de la noche, Harburk se acerca a nuestros nobles héroes y le extiende una bolsa de cuero, finamente trabajada y filigranada con detalles en dorado y plateado. Dentro pueden ver la recompensa que les había prometido el esposo de la carnicera. 500 monedas de oro.

La noche pasa entre festejos y cervezas de por medio en la inmunda taberna de Haltz. La algarabía finalizó ya despuntando el sol, donde todos se retiraron a descansar en la posada de Kaylessa.

Durante los próximos días cada uno estuvo inmerso en tareas mundanas, Fadrique seguía limpiando y acondicionando la capilla, Galmor no le sacaba la vista de encima al gnomo, Atala se dedicó a ir a las minas y hacer unas cuantas monedas más y de paso le servía como ejercicio para mantenerse en forma. 

En cuanto a Carter, una vez llegó al poblado se encerró en una pequeña casa y se lo vio pocas veces dar vueltas por el poblado. Heskan, aburrido del lugar y notando que poco más podía aprender del mundo humano allí tomo la primer caravana que llegó al pueblo y se fue con ellos.

Un par de días después de su regreso, 4 para ser exactos, en una tarde ordinaria, con un sol radiante y cielo completamente diáfano, con niños jugando alegremente en las calles y olor a especias y pan recién salido del horno en el aire, se ve sesgada por el terrible sonido de un temblor. Todo el pueblo lo siente, los vidrios de las ventanas se mueven ondulantes, la cristalería tintinea y gritos de sorpresa y temor inundan en segundos un ambiente de paz, relajación y tranquilidad.

Entre los gritos hay uno que sobresale del resto: - ¡Una cuerda! ¡Una cuerda! ¡Y traigan una escalera!

La voz se escucha que proviene de una de las calles principales, cerca del "banco" y la carnicería de Jalessa.

Fadrique había estado muy entretenido poniendo a punto una sólida congregación de adoración de la luna llena: esa fase de Selune le parecía más apropiada para un grupo de campesinos, de entre todos los aspectos de la Diosa: sugería fertilidad, que bien les hacía falta, pero sugería acción, y un poco de violencia. Siempre los campesinos le habían parecido gente demasiado pacífica, y le venía bien poderse proteger a si mismos. No descuidó, claro, los demás aspectos de la Diosa, pero se centró en los que había elegido, y enseñaba... bien: sobre todo a leer y escribir porque, como decía él (susurrando siempre):

- La lectura y la escritura son las puertas que llevan al cultivo de todas las buenas cualidades, así que: ¡nos hartamos de lectura y escritura!

Qué decir. Esa vía, en realidad, pertenecía a aspectos más oscuros de la Diosa. Pero cuando pensaba en ello, suspiraba y se daba cuenta de que todos los aspectos se complementaban unos a otros.

En lo tocante al reparto del tesoro, se desentendió. O, más bien, dijo: - de mi parte, la mayoría debe ser entregada a la capilla de Selune. Yo me quedaré con lo justo, con una moneda de cada diez, para proveer por mi alimentación. Me quedaría con diez piezas de oro. Propongo que otras sesenta piezas sean para la capilla de mi Diosa. Con eso quedaré contento.

Los gritos pillaron al sacerdote mientras conseguía distraer el tiempo de trabajo de unos chiquillos. Procuraba enseñarles el abecedario. Ya se había inventado una canción con las letras, y casi conseguía hacerles afinar el tono y el ritmo cuando vino la interrupción.

- Id a ayudar a vuestros padres, niños. Creo que pasa algo. Voy a ver que... y salió con un paso mesurado pero trotón, a causa de la prisa.

Durante los días posteriores a la fiesta de bienvenida, Galmor siguió de cerca al gnomo de las profundidades, pero también sacó tiempo para mantener bien a punto sus armas y armadura , así como para su entrenamiento marcial con ellas, para mantener sus músculos siempre a punto.

Una de esas tardes, un fuerte estruendo y un temblor se sintió en todo el pueblo. Tras eso numerosos gritos de terror y pánico se escucharon aquí y allá, pero alguien cerca de la carnicería necesitaba ayuda y pedía a gritos una cuerda y  una escalera. Galmor lo escuchó y El enano se dirigió hasta allí sin pensárselo dos veces. él no tenía ninguna escalera, pero sí una cuerda, por eso no dudó ni un momento en acercarse para ofrecer su ayuda a quien la necesitara.

- Vamos Anru, parece un terremoto y  alguien necesita ayuda. Dijo el enano a su protegido para que lo siguiera y asegurarse de que permanecía cerca de él. Cuando ya se acercaba al lugar gritó - Quién llama!!!! Aquí llego con una cuerda!!!!

Los días contiguos a la celebración de la derrota del señor de Lance Rock Atala trabajó en la mina del pueblo. Trabajar en una mina suponía mucho esfuerzo para cualquiera y esto ayudaba a la joven humana a mantenerse en forma y tener la mente ocupada en tareas mundanas. Además, le proporcionaba las monedas necesarias para vivir tranquilamente, por lo que pensó en acomodarse en la aldea durante un tiempo.

El grupo con el que había tenido las aventuras hasta entonces se había dispersado y cada uno se había dedicado a lo suyo, aunque, a excepción del mágico reptiliano, todos se habían quedado en el pueblo de Red Larch.

Después de unos días de duro trabajo en la mina, Atala se había tomado el día libre para poder descansar y empezar a conocer a la gente de la zona. Por lo que se encontraba en la taberna hablando con unos residentes cuando escucharon un fuerte grito proveniente del otro lado de la calle que cruzaba la aldea de Este a Oeste. 

¿Qué habrá ocurrido? Pregunto la muchacha a los que estaban en la estancia. Parece que necesitan ayuda. Dijo y mientras el resto se acercaba a las ventanas del local Atala salió corriendo en dirección al lugar del que provenía el grito. Durante la corta carrera que hizo entre la taberna y el cruce, Atala aprovecho para sacar la cuerda de su mochila.

Al llegar se encontro con que Fadrique, Anru y Galmor ya se encontraban en el lugar, este último también con una cuerda en la mano estudiando que podían hacer para ayudar. Yo también tengo una cuerda, pero la escalera tendremos que buscarla en otro lugar.

Al llegar al lugar donde provenían los gritos, alcanzan a notar un conglomerado de unas 30 personas alrededor de un hueco que se ha hecho en el medio de la calle. Al acercarse notan una cámara oscura es de unos diez metros por debajo del nivel del suelo. Se ve más grande que el agujero y se extiende en la oscuridad por todos lados. Un montón de tierra suelta se amontona en el medio del hueco, restos de lo que antes era la calle principal.

Abajo alcanza a divisarse a un par de niños que cayeron dentro de la cámara. Se nota que están sentados en un montículo de tierra, tosiendo por el polvo y llorando de miedo.

- ¡Mi niño, mi niño! - Grita un padre preocupado, asomando por el borde. - ¡Que alguien haga algo!

Cada vez más gente se acerca al lugar, aunque manteniéndose alejada del borde. Entre ellos hay algunos ancianos de la ciudad, que arrastran a los curiosos lejos de la orilla y ordenan a los otros a quedarse atrás.

- ¡Déjelo en nuestras manos! - dice uno de los ancianos, el amigable Ilmeth - ¡Vamos a atender este asunto! Los niños no se verán perjudicados por estar allí un tiempo más. Pero nadie ha de ir allí . ¡Manténganse atrás! - aunque no se nota demasiado apuro ni interés por solucionar el asunto rápidamente.

De abajo se escuchan los sollozos de los pequeños. 

Fadrique se estaba poniendo muy, pero que muy, nervioso. ¡Niños! Ver sufrir a los niños le ponía los nervios de punta. Era más fuerte que él.

Preñado de justa ira, se dirigió al anciano, Ilmeth:

Parece usted muy tranquilo y conocer mucho sobre este asunto en el que dos tiernos infantes están en peligro. ¡Más aun! Ese "más aún" le salió gritado a pleno pulmón: así le abrasaban la ira y la preocupación. Volvió a los susurros, conteniendo la rabia, pero la voz temblaba. Podrían haberse matado. Será mejor que se explique con celeridad, y que saque de ahí a esos mocosos a la voz de ¡Ya! Mire que vigilo, y si yo vigilo, la Diosa no anda lejos...

Galmor se acercó al borde del agujero y al ver lo que pasaba empezó a hacer un nudo con la cuerda para dejar una especie de aro en uno de los extremos donde los niños pudieran engancharse. Acto seguido y dejando sin atención los cometarios de anciano Ilmeth, el enano empezó a bajar la cuerda mientras decía a los niños - Eh jóvenes, Tomad, cogeros bien a la cuerda por debajo de los sobacos para que pueda subiros, de uno en uno, primero el menor de vosotros.... 

Atala hizo lo mismo que Galmor con la cuerda que tenía ella y también se la tiró a los niños. Vamos subir uno con Galmor y el otro conmigo.

- Forasteros. Se piensan que porque hace un par de semanas están aquí ya son dueños del pueblo - comenta el anciano ante las palabras de Fadrique - su diosa me tiene sin cuidado - comenta mientras escupe al piso - hace décadas que no tenemos templo, que esté o no aquí me es indistinto. 

Dicho eso se da vuelta y empieza a dar ordenes a la gente para que se aleje del borde, notando la intromisión de los guerreros demasiado tarde, mascullando e insultando por lo bajo se queda parado viendo la intervención de rescate.

Galmor y Atala llegan hasta abajo sin inconvenientes. Harburk se hizo presente y desoyó las palabras del anciano y se dispuso a agarrar las cuerdas para subir a los niños.

En el derrumbe, mientras están llegando a los niños divisan que, más que un cráter causado por un accidente, en realidad es una sección de un túnel, el mismo se extiende a ambos lados del hueco, pero por el polvillo, la tierra y la falta de luz en las secciones del túnel, no pueden apreciar hasta donde llega ni que hay más allá de donde golpea la luz del sol. 

Logran subir a ambos pequeños, que se reúnen con su padre. Entre los mocos, ojos rojos, polvo y llanto, no cayeron quienes eran los pequeños hasta que el padre se hizo presente y los abrazó con fuerza. No eran más ni menos que los hijos del granjero que habían ayudado contra el orco hacía unas semanas atrás. 

Fadrique prefirió no discutir con el anciano, sobre todo cuando comprobó que sus amigos estaban ya metiéndose en harina y sacando de ahí a los chavales. Pronto se acercó a ellos para comprobar que no tenían nada: contusiones, heridas...

Como ya les conocía, les trató con cierta confianza. ¿Estáis bien? Contadnos qué es lo que ha pasado.

Había decidido ignorar las groserías, y hasta la presencia del desagradable hombre.

Uno de los pequeños, todo polvoriento y con barro en la cara producto de la mezcla de lágrimas y tierra, alcanza a cortar su sollozo para hablar un poco. Ante la pregunta de Fadrique si estaban bien este asiente enérgicamente con la cabeza.

- Estábamos jugando y saltando ahí - dice señalando lo que sería el medio del hueco - y nos caímos. 

El granjero que apareció a resguardar a sus pequeños los mira con ojos húmedos de agradecimiento.

- El destino los ha puesto en mi camino nuevamente. Les estoy por demás agradecido otra vez por ayudar a mis pequeños. Hemos venido a vender un poco de verdura de nuestra cosecha.... Jamás pensé que podría pasar esto mientras hablaba con los clientes. - dicho eso abraza nuevamente a los pequeños.

No pasa mucho tiempo hasta que la gente comienza a dispersarse al notar que ya está todo tranquilo. Ilmeth comenta a varios aldeanos que ya ha hablado con el capataz de la mina y varios trabajadores vendrán a apuntalar la calle y cerrar el hueco que se ha hecho.

Así mismo Harburk se acerca a ustedes:

- Se que es mucho pedir, pero no se nada de túneles bajo el pueblo. Pero esto me suena raro. ¿Qué posibilidades hay de que investiguen? Han demostrado su valía y capacidad en estos asuntos y, sin intención de insultar ni nada por el estilo, creo que un enano es ideal para este tipo de tareas por su conocimiento en minas y cosas subterraneas. 

Ese... ¿Waelbur, se llama?... parecía saber bastante de este asunto, Harbruck. ¿Seguro que no hay ni un rumor? ¿Nada? Mira que es raro que pase un túnel justo bajo la calle mayor y no haya ni siquiera leyendas sobre el tema.

Fadrique intentaba hacer memoria sobre todo lo que había leído en la biblioteca del lugar, aun a sabiendas de que sería muy difícil que él supiera algo por pura casualidad, en tan poco tiempo. Pero si estaba seguro de que alguien en el pueblo tendría al menos algún retazo de información que a lo mejor era útil.

Bien.... pronunció el enano escuetamente mientras pensativo se mesaba las barbas - puedo bajar a echar un vistazo, la verdad es que echo de menos el frio de la roca. Pero si hay que adentrarse no quiero hacerlo sólo. Me gustaría que me acompañaseis - dijo refiriéndose al resto de compañeros con los que hasta ahora había resuelto los problemas en el pueblo - Los túneles bajo tierra son muy traicioneros y nunca hay que ir solo para que al menos alguien pueda salir a buscar ayuda en caso de derrumbe o problema similar.

El enano se ató la cuerda y comenzó a bajar con la ayuda del resto - Esperad aquí. Voy a ver cual es el origen del túnel

Galmor comenzó a inspeccionar las paredes de la cavidad sin adentrarse mucho, buscaba alguna explicación de cómo y cuándo  se había podido construir un pasadizo tan cerca del pueblo sin que nadie se diera cuenta. Buscó marcas en paredes y suelos que le dieran alguna pista por si el origen no fuera natural, o si por el contrario se notaban los surcos del agua propios de un acuífero. También se fijó en si había corriente de aire hacia algún lado, señal de que el túnel pudiera tener otra salida más allá...

¿Acompañarte? Claro, claro, dijo distraído Fadrique. Cuando, de súbito, se le ocurrió una idea temible (al menos para él). Pero... espera, espera, no bajemos todavía. Necesitamos llevar provisiones ¿verdad? Podríamos quedar ahí encerrados y, quién sabe, morir de hambre y sed.

Solamente de pensar en provisiones ya tenía hambre. Buscó a Harbruck con la mirada en un gesto interrogativo que ni una pitonisa hubiera sido capaz de malinterpretar.