Partida Rol por web

Después del fiestón nocturno y siguiente disfrute de la noche, cuerpos y almas parecían llenos de vida. Lo habéis pasado muy bien con vuestros anfitriones, sea por puro placer o, como Zeleria, por goce y táctica. Ciara se marchó enfurruñada con Arkra, al que tildó de "sucio tacaño del sur con pequeña verga", y no se apartó ya en toda la noche del campeón de Arvak en todos los sentidos. Aunque la pareja de hermanas no pensaba igual de Arkra.

Dardo seguía febril. Contento, pero febril. Las uñas presentaban un ligero tono violáceo. Recibió un detalle de la ardiente Volga, un collar formado completamente por colmillos de hiena de los hielos, que puso alrededor de su cuello, un tipo de bestia astuta y cruel que, junto con osos grandes como montañas y lobos que de una dentellada partían el cuerpo de un hombre en dos, conformaban la fauna más peligrosa de aquellas tierras batidas por el viento del norte. Si exageraba o no, eso quedaba a tu criterio.

Las noticias con las que Brevea le obsequió al amanecer, sin embargo, no eran nada buenas.  Uva se encontraba muy enferma y en las últimas. *

Los prisioneros aesires estaban dentro de una casucha circular de piedra. Sentados y apoyados en la pared, el estado del más mayor no era bueno: un ojo tapado con una venda sucia ensangrentada, magulladuras y moratones en la cara, y parte de la pierna izquierda destrozada de un hachazo. El otro, un joven de veinte años quizás, a su lado, mostraba cardenales en mejilla y cuello, pero por lo demás se encontraba bien. Les habían atizado, y no podían esperar otra cosa que tortura y muerte. Aun así, sus miradas reflejaban arrogancia y el brillo del desafío.

¿Negociar? ¿Interrogar? ¿Persuadir?

Sin preámbulos, las preguntas fueron concisas, directas. No hubo una respuesta pronta. El adulto os observó sin parpadear ni inmutarse. También echó un vistazo a los cimmerios que os acompañaban. 

-Sacadnos de aquí. Y os diremos lo que queréis saber cuando seamos libres de nuevo -susurró en un murmullo apenas audible.

Creo que... esas arañas... mordieron más de lo que dardo estaba dispuesto a admitir

- Creo que no estáis en condiciones de negociar. - Les recordó Zeleria. - Si no os habéis dado cuenta, sois prisioneros de los cimmerios y eso, amigos míos, no son buenas noticias. - Confirmó. - Por lo que a mí respecta, de momento no habéis demostrado ser más que dos charlatanes orgullosos. Vuestra vida o vuestra muerte, sinceramente, ¡Me importa una plasta de caballo! - Soltó una risotada. - Decidme algo que pueda interesarme e intercedire por vosotros. En el mejor de los casos podré conseguir que os suelten, en el peor lograré una muerte rápida lar ambos. - Ladeó la cabeza y les dedicó una sonrisa. - Es más de lo que tenéis ahora. Así que decidme lo que quiero oír. Y decidlo ya, no me gusta perder el tiempos...

-¡Maldita zorra!-gritó el más joven. Atados de pies y manos, poco podían hacer más que blasfemar. - Acércate que te daré una muerte rápida. 

-¡Calla!- le ordenó el otro. Con su único ojo dio un repaso a Zeleria y a cada uno de vosotros. Respiraba con dificultad. Tardó un tiempo en decidirse a hablar, digiriendo la contraoferta de la cimmeria.- ¿Hablas en nombre de estos eunucos? -escupió al duelo- La mujer que buscáis sigue viva. Un coñito dulce por estrenar.

El otro se carcajeó - No parece tan dulce el tuyo. ¿Y el de tu amiga? -señaló con el mentón a Brevea. Esta masculló algo así como que le cortaran su hombría.

-¡CALLA, idiota! -bramó una vez más el mayor al muchacho. -Una muerte rápida para mí. Y la libertad para él. ¿Te va ese trato, puta? Y tú - clavó la mirada amenazadora en su compañero- cuando estés seguro, les dirás lo que quieren saber. - El joven protestó sin que le hiciera caso el mayor.

No mejoras. Te sientes igual o peor. Fiebre ligera, algo de cansancio, suave sensación de mareo.

Sigues con - 1, no te ha aumentado la penalización...por ahora...

- Datos banales... - Dijo Zeleria con decepción. - Cualquiera con un poco de cerebro podría haberselos inventado. - Escupió al suelo, cerca del viejo tuerto. - Les diré a los cimmerios que maten a tu hijo y que a ti te dejen con vida. - Sonrió. - Cargarás con ello en la consciencia el resto de vida que te quede... - La cimmeria se dio media vuelta. - ¡Eunucos, nos vamos! - Bromeó con los suyos. - ¡Ja, ja, ja! - Soltó una risotada mientras se alejaba poco a poco. Esperaba que si trera surtiera efecto y no haberse equivocado con el parentesco de los dos aesires. 

Asistí impertérrito al interrogatorio de Zeleria.  Incluso a mi, al que los cimmerios considerarían un un refinado y decadente sureño, me pareció que la mujer hablaba demasiado.  Por supuesto, no moví ni un músculo al ser llamado eunuco y permanecí inmóvil, clavando los ojos en el mayor de los dos prisioneros. Movía el puñal expertamente, de una mano a otra, como si quemase. Yo seré quién te mate, Aesir.  

-​​​​​​Ya has oído a la rubia - no quería sabotear a Zelenia. -Dinos algo de esa mujer que buscamos, algo que nos permita saber que no mentís. ¿Dónde y a quien la comprasteis?  

Hasta ese instante Arvak había estado callado. Había cumplido su parte tanto en el pulso como posteriormente en la fiesta bebiendo y pasando un rato agradable con las mujeres, mujeres de verdad que no se encontraban en otras partes.

Dejó que Zeleria llevase la voz cantante sin inmutarse. Era una buena mujer, dura como una piedra y fuerte como el acero además de mucho más inteligente que él. Pero no iba a dejar que pensaran que estaban en igualdad de condiciones.

- No hay ningún trato. No os vamos a matar ni liberar, solo interrogar. Queremos saber dónde está Maclo, la muchacha secuestrada, alguna indicación. Si respondéis bien, hablare con el jefe del poblado y quizás consiga algo. Si no respondéis solo le diré al jefe que deje algo de vosotros con vida hasta mi regreso, no mucho, pero que sea duradera.

Situó de nuevo su mazo claramente a la vista de los prisioneros.

- Los Cimmerios son gente noble, odian a los secuestradores y traficantes de esclavos. Si no respondéis vuestra última posibilidad de obtener clemencia desaparecerá.

- No vamos a perder más tiempo, habla o calla y asume las consecuencias.

Zeleria lanzó un farol. Dardo permanecía silencioso, preocupado por el veneno que corría en su sangre, rascándose las picaduras. Arkra probó de intimidar con la mirada. Y el vozarrón y aspecto de Arvak haría temblar de miedo a un muerto.

Pero si la guerrera ofreció un trato, el enorme cimmerio lo negó. -Ah. Tú eres el hombre. ¿Te follas a los cuatro? Jajajaja. El jovencito debe tener el culo más suave que ellas dos. Jajaja.- En los ojos del aesir brillaba una chispa de temor, sin embargo era un hombre valiente, con agallas. Miró con desprevio a Arkra, no le contestó. -Solo mentís. Él al menos habla con solo una lengua. -se volvió, desafiante, hacia Arvak.

-Lo que deje el bastardo cimmerio (el jefe), será más de lo que dejen los lobos de esa Maclo. 

-¿Es que esa perra del sur no vale la vida de dos aesires? -saltó, rabioso, el joven.

- Cortarle el puto cuello Arkra... - Sentenció la cimmeria. 

No dijo nada más. Era su últimp farol. Si no soltaban algo bueno ya, se les habría acabado el tiempo. Tendría que solucionarlo con su Ogro. Esperaba que no se enfadara demasiado y que el precio a pagar tan solo fuera una rato como el de anoche...

- Espera, Zeleria. Si hay algo que un aesir teme más que la muerte, es una muerte indigna. Y no hay nada más indigno que ser envenenado. Una muerte propia de follacabras y eunucos – resaltó la última palabra. – Ni Crom ni ningún dios que se precie dejará entrar al Valhalla a un guerrero envenenado…

- Y resulta que mi sangre es el peor de los venenos. He sido maldito y una sola gota de lo que corre por mis venas hará que tu alma se pudra en el infierno, junto con la mía, por toda la eternidad… pero sólo después de que tu cuerpo sufra lo indecible, de que pierdas la cordura por el dolor y vomites tus propias entrañas por el suelo. – Dardo cogió su daga y se hizo un corte en la mano. Unas gotas espesas surgieron de la herida, dejando que todos pudieran ver su color negro macilento. - ¿quién será el primero? ¿el joven y deslenguado guerrero o el viejo y maltratado luchador? ¿quién quiere unir su destino con el mío, por obra y gracia de la más oscura de las hechicerías?

Arvak comentó en un susurro a sus compañeros en un aparte.

- Recordad que solo podemos interrogarlos, para algo más hay que hablar con el jefe.

Arvak era idiota. Estaba dinamitando su estrategia. Zeleria le miró con incredulidad. ¿Por qué se empeñaba en darles razones a esos dos para estar tranquilos? No lo entendía...

- Haced lo que os digo. - Comentó mirando con dureza al tuerto. - Yo asumo la responsabilidad y hablaré con el jefe si es necesario. - Se giró hacia Dardo. - Haz lo de la sangre. Es una buena idea.

Los dos cimmerios que iban con vosotros se adelantaron.

-Nada de cortar cuellos, mujer.

Arvak susurró, recordando las instrucciones. Y Dardo usó la táctica de la magia negra aprovechando el veneno que destruía su organismo. Los ojos de los dos aesires se estrecharon, el joven se removió en su sitio, y miró inquieto al mayor. Zeleria insistía, alentó a Dardo.

-¿Hechicería? –repitió más que preguntó el aesir tuerto. No las tenía ya todas consigo. Aunque tampoco parecía tan crédulo. Quienes sí lo fueron eran los dos cimmerios.

-No asumes nada ni se hará nada con esa sangre, Zeleria. No se tocan a estos perros, vosotros no. –Se acercó al más joven de los aesires y sin pensárselo le cortó una oreja. El chico aulló de dolor- ¿Hablarás, sucia rata?

Al segundo cimmerio le escamó eso de la maldición y oscura hechicería. Desenvainó su espada. Empujó a Dardo hacia la salida. La sangre teñida de cierta negrura le repugnó.- ¿Qué es esto? Fuera todos de aquí, si has traído una maldición a nuestro hogar te abriremos en canal. ¡Explícate!

El viejo aesir no pudo evitar una sonrisa cínica.

- Oh, vamos… solo quería asustarlos un poco. - Dardo le guiñó el ojo al guardia, tratando de que los prisioneros no le oyeran. – Nuestro pacto decía nada de tocar, pero un poco de teatro no estaba prohibido, ¿verdad?

Puso la mejor de sus sonrisas para convencer al bruto cimerio – y a su espada- de que el enemigo estaba atado y sonriente justo detrás de ellos, atados y con una oreja menos…

Yo había estado en silencio, sin obedecer la "orden" de Zeleria. No iba matarlos, no hasta que estuviesen libres del yugo cimmerio, ni me convencían las palabras de la rubia.  Me abstuve, frío como una tumba, de decir lo que me pasaba por la cabeza respecto a las palabras de unos y otros, las ínfulas de una, la estupidez de hablar de hechicería delante de los supersticiosos cimmerios.  

-¿Se puede hacer más el ridículo? La vida del viejo por la del joven y lo que sepa de Maclo me parece justo, condiciones honorables. Una muerte rápida   Miré a Zelenia y a Dardo. - Y dejad de complicar las cosas con vuestro torcido sentido del humor.  Hemos recibido la hospitalidad de los cimmerios y no abusaremos ni un segundo de más de ella.  Importante calmar los ánimos ahora, pero también debía tener en cuenta la arrogancia de los míos.  No me importaba poner el culo si con eso salvábamos la cabeza

- Pues entonces, si ese es el trato hay que hablarlo con Lanhs y ver si lo aprueba, pero por mi parte voy a proponer reventar un brazo o una pierna al joven, a ver si así uno de los dos se anima a hablar.

Miró fríamente a los cautivos.

- Ultima oportunidad, hablad y no empeorará vuestra situación. Cuando vuelva de hablar con el jefe, habrá trato o vais a sufrir mucho, pero si habláis ahora os ahorraréis eso.

- ¡¡ No se toca a estos prisioneros hasta que el jefe hable !! - sentenció.

Arvak tomó su martillo y se dio media vuelta para salir del recinto e ir a buscar al jefe.

- Bien... hagámoslo así. - Dijo Zeleria.

Poco podía hacer ya ella. Había puesto toda la carne en el asador y ya no tenía nada más que ofrecer. Gracias a sus compañeros había quedado como una mentirosa y ya no podía negociar nada con los aesires. Sólo esperaba que los cimmerios no se cargasen a Dardo por lo que tenía dentro y de paso, tomaran replesalias con ellos por haber llevado a un maldito a su tribu y no haber dicho nada.

A los cimmerios no les importaba ya lo que tuviérais que decir o hacer. La palabra hechicería y aquella sangre turbia de Dardo bastó para empujaros fuera de allí. Las amenazas de Arvak, Zeleria y Dardo, sonaron huecas, contradictorias, una estrategia anulaba a la otra. Arkra intentó poner sentido común y honor pero él también fue echado de malos modos. 

-Vanires. Sucios perros vanires. Se que no vas a poder cumplir tus promesas con nosotros. Al menos mételes la polla por el culo y que les salga por la boca.

Es lo último que escucháis de boca del viejo aesir casi ya fuera de la choza. 

Hay revuelo en la aldea. Al clan no le gusta lo que escucha de brujería y lo peor es que el rumor crece en intensidad. Algunos entienden que Dardo es un brujo y que con su sangre ha maldecido a la tribu. Lanhs no escucha a Arvak, Orgo intercede gracias a su noche con Zeleria, sin embargo su padre es alguien duro, justo e implacable. Además, Uva está muy enferma, tiembla todo su cuerpo y sus ojos vidriosos alertan de su ceguera. Pero no la quieren con ellos. La propia Volga le corta el cuello, a pesar de la noche de lujuria con su dueño. Se alzan voces exigiendo que decapite al tipo que arrastra la maldición.

-Vanires. Sabandijas pelirrojas hijas de Ymir. Debéis torcer al noroeste, si es que regresan a Vanaheim de sus razzias al sur. Atacan aldeas cimmerias en busca de esclavos. -Os susurra Orgo. -Marchad ya. Mi padre es supersticioso y detesta todo lo que huele a hechicería.- Agarra por los glúteos a la enfadada Zeleria y la besa hasta la asfixia. Luego le suelta una sonora palmada en el trasero. 

¿Pero cuál es el valor de su palabra?