Contrarióme la tranquilidad et poca resolución que mostró el ermitaño ante la posibilidad de que Iñaki pudiera tornarse en bestia maligna, no obstante evité, en la medida de lo posible, que notáraseme en la faz el importunio.
Simplemente asentíle e luego añadí; -Dormiré aquí con vos si non es molestia. -Dixe al homne, más por cortesía que otra cosa, pues bien claro estaba que dormiría donde me placiera. Andaría así cerca del extraño ermitaño por si aqueste pretendía fazer cosa extraña durante la noche, et además tampoco me placía la idea de dormir cerca de Iñaki.
Aviso al resto que dormiré con el ermitaño. No tengo problema en hacer una guardia si es necesario.
Diego regresó con el grupo tras ir a hablar con el ermitaño en privado. Les contó a sus compañeros que dormiría con aquel viejo en su cabaña en vez de con ellos.
Mas... ¿Entonces vos no haréis guardia? -preguntóle don Sancho al de Zúñiga-. Mi ballestero guardará el primero la cautela, et luego el resto. ¿Vos dormiréis con el ermitaño, Diego?
Encargaréme yo de guardar al ermitaño, pues en verdad non conocémosle. Espero vos plazca la idea don Sancho. -díxele al noble.
Et si non parescíale bien la idea, faría guardia como el resto además de echar un ojo al nuestro anfitrión.
-Yo haré la última, que necesito descansar. Avisadme cuando me toque Respondo mientras me tumbo en lugar cualquiera y me preparo a descansar.
Aquí veía a los nobles hacer y deshacer a su antojo, y pese a que eran una gran ayuda en combate, tampoco veía que aportaran nada más a la marcha. No entendía esa forma de dependencia que los ciudadanos tenían. La verdad es que lo que estaba viendo fuera demi tribu me iba poco a poco desilusionando. Una sociedad en la que se obedecía al más fuerte, solo por el hecho de serlo.
Et que dábale vueltas, una et otra vez, al asunto del Gaueko y Iñaki. Sabía yo que non podría conciliar el sueño pensando en aquella posible bestia bajo mi misma techada. Acerquéme nuevamente al ermitaño et turbéle su descanso; Buen homne, róndame la testa el asunto del que vos he fablado anteriormente. -¿Habedes de cadenas o grilletes en aquesta ermita? -suponía que no tendría tales cosas, et aunque yo portaba una buen asoga en las alforjas, necesitaba algo más fuerte et a ser posible de buen fierro. Pensaba atar a Iñaki bien fuerte et aprovecharía agora que pensaba dormir el primero... Faríalo por su seguridad, claro...
Tras la respuesta del ermitaño dirigíme al barón con la intención de contarle mi inquietud et plan. Esperé su beneplácito antes de actuar. De darme el visto bueno avisaría a Ladia et a Euxeo. Ayudaríanme aquestos a atar al homne.
Nada, que no me puedo dormir pensando en una mala bestia en la estancia de al lado...
No se si ya anda el resto dormidos. Sea como sea, le contaré al barón la idea con mucho; -ya vió usted como le encontramos en el arroyo, no podemos arriesgarnos, nunca me gustó ese hombre, etc...
Si el barón me autoriza procederemos a atar a Iñaki (diciéndole que es por su bien). Lo atará cualquiera de los plebeyos, ya sea Euxeo, el ballestero o la misma Ladia. Yo observaré espada en ristre por si acaso.
Ya me dices si es posible ;).
- Mi Señor, Don Sancho, me gustaría pediros que, por favor, permitáis que Euxeo no haga ninguna vigilancia esta noche. - digo, tras escuchar como Iñaki declara que se encargará de realizar el último turno. - Mi marido ha perdido bastante sangre a causa de las heridas recibidas, y necesita descansar. Yo me encargaré de realizar el segundo turno en su lugar. -
Master, una pregunta: ¿Podría intentar cuidar de las heridas de Euxeo, mientras él está descansando, y yo me encargo de realizar guardia, con el fin de hacerle recuperar algún punto de vida?.
Para que una curación por descanso surta efecto (osea, suban sus PV), han de pasar, al menos, una semana y completo reposo. Dudo que en una noche Euxeo recupere algo. Claro que, a nivel narrativo, podrías hacer la vigilancia pertinente por tu marido :D
Diego volvió a irse, saliendo de la ermita. Parecía volver a marchar a casa del ermitaño, varas de la ruinosa ermita.
¡Don Diego! -dijo el Barón Sancho con cierto resquemor viéndole marchar, debido a que no se estaba quieto-, ¡deje de darle vueltas al asunto y acérquese! ¡Por Cristo, qué ganas de festejo tiene! -sin embargo, el de Zúñiga ya habíase ido-.
El ballestero asintió a Iñaki, que se ofreció para la última guardia. Luego don Sancho habló con Ladia.
Ehrr... sí... -respondió-. Hacédele descansar, mas avisa, mujer, si ves algo en tu turno, que más ven dos ojos que cuatro... Veamos..., el turno será así -y comenzó a rememorar cómo quedarían las posiciones-. Primero nuestro soldado, luego doña Ladia, luego ese Diego, que a ver si llega, por cierto... et que luego Iñaki.
Tras ellos, esperásteis unos diez minutos a que volviera el de Zúñigo.
¡¡¡GRRRR!!! -bramió el Barón-. Y entonces hízose una cama, y mala "culebra" entróle en el cuerpo, que andaba ya nervioso por ver aparecer a Diego. Et que por eso, non quiso esperar, y marchose a la cama. Como pasó en el bosque, él, por supuesto, no harí guardia alguna.
Cuando Diego de Zúñiga preguntó por cadenas, el ermitaño se extrañó. Sin embargo, no preguntó para qué querríalas, aunque se limitó a pensar que seguramente para algo bueno pues... ¿qué malas cosas acaecería de la mano de aquestos suyos invitados si trajeron las reliquias de la Peña?
Errr... si. Cadenas tengo, y anillas -profirió el ermitaño-. Cuando llegué aquí, algunas colgaban de la ermita. Yo creo que sujetaban las imágenes o los grandes cirios de alguna forma, et por eso que las recogí. A ver...
Y buscó en un viejo cajón metálico que tenía en una esquina, donde había herramientas antiguas y poco usadas.
Herrumbre* tienen -dijo enseñándotelas-, ¿véisla? ¡Tomad!
Et que luego te las entregó. Y acto seguido, tras agradecer al hombre (que ya quería acostarse y bien que lo veías en su rostro y bostezo) saliste de allí hacia la pequeña ermita.
*: óxido, están oxidadas.
Cuando Diego entró, tras diez minutos, en la ermita, sus compañeros estábanle esperando. El Barón no, que habíase ya tumbado et que pronto roncaría, y el ballestero le contó que se acostó cabreado porque tardó mucho. Luego le anunció al de Zúñiga que él haría la primera guardia, luego Ladia en favor de ella misma y su marido (que estaba muy herido), luego Diego y luego Iñaki.
Asi que pueden dormir cuando quieran -aconsejó-; el cambio de guardia no será muy tardío.
Desenfundé mi fierro llamado espada, empero mi rostro non acompañó el gesto con expresión de amenaza alguna, sino todo lo contrario, aquello era medida de precaución; -Iñaki, habemos de ataros. Tras el encuentro con el Gaueko et vuestra extraña desaparición nocturna cualquier precaución tomada es poco. Aquesto es por tu bien. Lo entiendes, ¿cierto?
Et que realmente importábame poco si entendíalo o non. Aquel hombre a mi ver era un peligro et sólo tomábamos medida de precaución. Lancé al suelo unos viejos grilletes que habíame facilitado el ermitaño et una soga larga et gruesa de cáñamo. Insté a Euxeo al Ballestero et a Ladia que procedieran a inmovilizar a Iñaki.
-Dadle cierta holgura para que pueda descansar con comididad empero non en demasía. -Dixe mientras imponía mi presencia et la de mi filosa a fin de evitar cualquier acto imprudente por parte de Iñaki.
No se muy bien como se ha desarrollado todo. Mi intención era comentarle al Barón mi preocupación y plan para Iñaki antes de proceder. De cualquier manera actuo y que sea lo que sea...
Hay algún hueco o ventana por la que pueda escapar?
No, es solo la pequeña ermita antigua. el único acceso es la puerta.
Tras las palabras del "noble" empujo con la parte inferior de mi cayado los grilletes y tranquilamente y en silencio, me dirijo a la puerta de salida de la ermita.
¡Plebeyo! ¡¿donde creedes que vades?! -Gritéle al embruxado Iñaki. -¡Ballestero!, ¡Euxeo! ¡atadlo vos he dixo! -et tras colocarme el bacinete así la espada encontrada en el bosque con ambas manos et adopté posición de combate. Si el Iñaki pretendía salir de la ermita faríalo con los pies por delante.
Cuando Diego gritó, el Barón Sancho, que entraba en una temprana fase de sueño, se desveló, et créanme vuesas mercedes que un Barón recién casado, sin su mujer cerca que le amenice las noches, no de buen humor encuéntrase, que tras dormir días al raso y escapar de varios peligros, su predisposición no era del todo buena.
¡DON DIEGO DE ZÚÑIGA! -llamándole la atención frente a la mirada del resto, curiosa-. ¿QUÉ PASA AHORA? ¿PORQUÉ HABÉDEIS DE FUSTIGAR EL SUEÑO, Y ENCIMA EN LA ERMITA?
También miró a Iñaki, puesto en la puerta.
Señor de Landarria, disculpadme por aqueste importunio. -Disculpéme al tiempo que bajaba ligeramente la espada y la cabeza.
He actuado con premura por vuestra seguridad, et la de todos los aquí presentes. Non podemos arriesgarnos, aunque estemos en la ermita, a que el maligno apodérese de Iñaki como pasó la última vez. Es por eso que habemos de asegurarle, empero non es mi intención causarle mal alguno, sino todo lo contrario. -Et señalé, con la punta de mi espada los grilletes; -El ermitaño, homne sabio, ha facitádome las herramientas necesarias.