Partida Rol por web

Tras escabullirse de la turba de periodistas, la BLITZ Squad y sus nuevas aliadas se perdieron entre los callejones que salían de Saint Trinian. A lo lejos sonaban las sirenas del Damage Control Service acudiendo a reparar el estropicio con grúas y bulldozers. Nunca les faltaba el trabajo. 

Otra división del DCS se dirigiría horas más tarde a Western Park donde el helitransporte y la Sala Turquesa habían aterrizado. No había nadie a los mandos, solo unos cuantos gurentai temblorosos murmurando promesas de enderezar sus vidas. Sobre el fuselaje había marcas de garras como si un oso grizzly se hubiera puesto farruco. 

* * *

Station Road debía su nombre a una antigua estación de autobuses ahora transformada en centro comercial. Tenía una zona de restaurantes muy amplia con especialidades de todo el mundo (y cuando Sanidad no se metía por medio, ocasionalmente,de otros mundos).

Para un grupo de jóvenes exhaustos después de luchar contra el crimen era el destino obvio. 

Héctor no tardó mucho en encontrar al grupo después de pasarse por Huffy's, una tienda de ropa usada y vintage que había en el centro comercial. Iba vestido con unos pantalones vaqueros cortos que ya debían haber tenido varios dueños antes que él, una camiseta negra que le quedaba demasiado ajustada y unas sandalias que probablemente solo aguantaran hasta que llegase a casa y después se desintegraran. La verdad es que parecía que se iba a ir a la playa, pero no era tiempo de playa. De hecho, tenía algo de frío pero desde luego no lo iba a admitir (*). Y en fin, solo le había costado unos pocos dólares.

Con lo poco que le quedaba en el bolsillo, Héctor se compró un burrito de pollo y se acercó hasta sus amigos y las dos chicas nuevas. —Bueno, pues ya está —dijo, mientras abría los brazos y sonreía de forma irónica— Otra vez vestido como un marqués —añadió. Aunque en realidad, le daba bastante vergüenza ir vestido con lo más barato que había podido encontrar. Iba vestido como un mendigo, y más le valía que su madre no le viera entrar con esas pintas cuando llegara a casa. 

Tan pronto como se había quitado la máscara, se había desinflado y había vuelto a su ser. De algún modo, le parecía que había disminuido, y no solo de tamaño. Ahora era solo Héctor, y aunque en el gimnasio de Warren había ganado músculo y aprendido unos cuantos trucos sucios que usar en una pelea, desde luego no era ni la sombra de lo que era El Toro y de lo que podía lograr con la máscara puesta. Mientras le daba un mordisco al burrito, rememoró la sensación de poder que le había embargado cuando saltaba de un helicóptero a otro, como un dios entre los hombres.

Héctor miró a la chica rubia de reojo. Esa sí que era una diosa. Una de esas rubias, altas, fuertes y pechugonas. ¿Había dicho que tenía doscientos años y pico? Desde luego, no los aparentaba.

Y la otra chica, la que venía del futuro... Héctor al final había decidido aceptar que podía ser verdad lo que les contaba. —Eh, Debbie Jay, ¿podemos hablar un momentito? —hizo un gesto con la cabeza, señalando hacia un lado, mientras mordía de nuevo el burrito. Después de tragar, añadió: —A solas.

Levantó la cabeza del folleto de comida que estaba ojeando y miró a Héctor de arriba a abajo. - Joder Héctor, cómo se nota el workout, ¿no? - Vale, lo de El Toro era una cosa, pero para no estar usando la máscara no estaba nada mal. Willow aprobaba su look. Como ya refrescaba y no lo tenía a mano, conjuró su chaqueta de cuero, así al menos se abrigaría un poco. Eso sí, un jersey o algo más cómodo que el top que llevaba y dejaba el vientre al descubierto no. Era joven, y si para lucir había que pasar un poco de frío pues con ello de cabeza.

Sin embargo, ahora mismo había algo entre manos mucho más importante que su modelito. ¡La comida! - Vale, yo voy con esto. - Señaló una pizza titulada pizza burger. - Os juro que es la mejor guarrada de aquí. Es una pizza... Pero sabe a hamburguesa. ¿Alguien se apunta? - Y sino, más para ellas. Ella, solo ella. Quién más sino...

Cuando volvió del puesto de comida rápida, trajo consigo la pizza y un par de litronas de cerveza casi congeladas de un paki que tenían al lado. Ya sentada en el banco cogió muy alegremente un trozo, lo alzó a la altura de la cabeza y lo comió satisfecha dejando caer la punta en la boca. - Servioghsh... - Dijo mientras masticaba, añomñom...

Las palabras de Willow hicieron que Héctor se ruborizase un poco. —Bah, no te rías de mí... —dijo, como quitándole importancia al comentario de la chica. Internamente, le dio subidón, por supuesto. E incluso marcó un poco de bíceps, de forma disimulada.

Brynhildur llevaba un cubo de los grandes de alitas, de esos que se decía que eran para compartir... pero se lo estaba comiendo tan ricamente ella sola. A saber dónde se lo metía, porque grasa tenía bien poca en el cuerpo (aunque muy bien distribuida, a decir verdad). Resultaba curioso, una chica como ella hacía que comer una guarrada como esa pareciera hasta sexy.

Y, como no, había conseguido la comida por su cara bonita. Literalmente. Se había acercado a la barra y le había pedido "inocentemente" qué costaba aquello. El dependiente se había puesto rojo como un tomate y apenas si había logrado balbucear un "invita la casa".¹

Ahora estaba festejando la victoria con el grupo de superhéroes adolescente y parecía fascinada con todo ello. Era como la nueva súper-fan del grupo. Curioso teniendo en cuenta que su intervención en la refriega no había sido nada desdeñable.

─La batalla ha sidø excitante, ¿verdad? ─dijo la asgardiana con una gran sonrisa en la boca─ Vøs, ejem, tú lo has hechø muy bien, Bøøl, nø sabía que había brujas en Midgard, habéis despachadø a esos sicariøs con gran habilidad...

Y haciendo caso omiso de lo que andaba haciendo o diciendo El Toro, Bryn se volvió hacia él, y le sonrió antes de hablarle. Evidentemente no era alguien acostumbrado a que no le hicieran caso.

─Y tú erres muy fuerte, me recørdáis, recuerdas, a mi tíø-abuelø. Gracias por llevar mi vehículø, hubiera sidø un prøblema para mi transportarlø. Nørmalmente es al revés, él me lleva a mi... Nø sé cómo vøy a arreglarlø en este planeta, sólø cøn vuestra tecnøløgía...

Debbie miró con asco mal disimulado la comida del resto de sus compañeros¹. El olor, el aspecto, el sólo hecho de preguntarse de dónde procedía aquella comida basura le revolvía las tripas. Se mantuvo algo apartada, no tanto por no sentirse acogida aún en aquel insólito grupo de adolescentes con superpoderes, sino por evitar una sonora arcada. Sorbió un poco de su batido de kale². Qué difícil era encontrar comida auténticamente vegana en aquel lugar. El dinero no era un problema³, claro está, pero dar con sitios poder fiarse de lo que te servían era toda una odisea.

La petición de Hérctor le pilló totalmente desprevenida. Tanto que se atragantó y el batido se le salió por la nariz.

- Claro... - respondió al tiempo que se limpiaba con la manga de la chaqueta. Ahora todo olía a apio.

De un salto se bajó del respaldo del banco y se apartó. Y dando un último sorbo a su bebida antiox lanzó el recipiente a una papelera cercana. Héctor había empezado a caerle bien. Cruzada de brazos y rascándose complusivamente la nariz esperó la pregunta del chaval.

—Ah, gracias —dijo Héctor, en respuesta al comentario de Brynhildur, pensando en quién podría ser su tío abuelo. Igual era Odín o Thor—. Nah, no tiene importancia, no me costó nada —añadió, un poco cohibido. La chica le resultaba un poco intimidante. Le fastidiaba, porque si fuera El Toro, no le tendría ningún miedo. Pero a Héctor le parecía demasiado fuera de su alcance, demasiado ultraterrena.

Cuando Debbie Jay aceptó hablar con él, Héctor se fue andando con ella hasta alejarse un poco del grupo. Terminó apoyándose en una pared, detrás de un gran jarrón con una planta de plástico. En el centro comercial, todo era de plástico. Posiblemente incluso su burrito. Lo mordió, masticó y ordenó sus pensamientos antes de hablar.

—Me da igual si vienes del futuro o no, Debbie Jay —dijo, empezando casi de cualquier manera—. A lo mejor es verdad, a lo mejor no, pero me pareces una tía legal —añadió, encogiéndose de hombros—. Y lo mismo es verdad que Kenji y Chas son tus tíos...

Le dio un mordisco final a su burrito.

—Lo que me llama la atención es que me tienes miedo —afirmó, totalmente convencido. Se chupó un dedo para limpiarlo y luego se pasó la mano disimuladamente por el pantalón—. Lo vi cuando nos dimos de hostias en el local: cuando me puse la máscara te acojonaste. Y no sé por qué. Yo no soy de los malos.

Debbie miró fijamente al chico que tenía delante. Sin la máscara Héctor era más bien poca cosa, bajito y poco definido. Era fácil congeniar con él, era simpático y parecían haber cogido cierta confianza desde su primer encontronazo en la bajera. El roce hace el cariño, o eso dicen. Sin embargo estaban teniendo esa charla. Una charla por la que Debbie habría pagado por no tener que lidiar.

- Me caes bien, Héctor - la muchacha desvió la mirada hacia un lado, buscando qué decir - No me malinterpretes. Sé que no eres uno de ellos... pero hay cosas del futuro que es mejor no saber...

Debbie zapateaba nerviosa en el sitio mientras comprobaba que ninguno de los otros miembros estuviera escuchando aquella conversación. Suspiró.

- No es de ti de quien tengo miedo - confesó bajando la voz - Es de quien puedes llegar a ser.

Las palabras de Debbie le impactaron. Algo así se olía. Algo que tenía que ver con la máscara. Estuvieron un rato ahí callados, mientras Héctor digería lo que le estaban contando.

Claro, no podía salir bien. ¿Por qué iba a salir bien? Era el pequeño de los García, no era el mejor estudiante, no era carismático, no tenía éxito entre las chicas. Lo único que le había salido bien en la vida era ser El Toro y ahora venían del futuro para decirle que eso tampoco iba a salir bien. 

—Vale. Cojonudo —dijo, con un tono de voz que mezclaba el fastidio y la resignación—. Vale, mira, no me cuentes nada. No quiero saberlo, en realidad. 

Mentía, por supuesto. Sí quería saberlo. Pero le daba miedo escucharlo. 

—Solo te digo una cosa, Debbie: el hijo de María Asunción García no es un asesino, ni una amenaza para nadie. Y te lo voy a demostrar, sea lo que sea que pienses que voy a hacer en el futuro.

Dicho lo cual, arrugó el papel en el que había estado envuelto su burrito y lo arrojó a una papelera cercana. Como es lógico, falló. Y como era un chico educado, se fue hasta el papelito, se agachó y lo metió en la papelera antes de volver con el resto del grupo, sin fijarse en si Debbie Jay le seguía o no.

Debbie desvió la mirada. No podía mirar a los ojos del muchacho que tenía delante. No es que se sintiese culpable (bastantes cosas había que le hacían sentir así: los malos rollos con su padre, la discusión con Bigby, la muerte de la agente...), sino que había algo en su mirada que le hizo avergonzarse de haber dudado de él. Durante aquella tarde habían luchado codo con codo (¡incluso entre sí!) y si algo había quedado claro es que El Toro no tenía parecido alguno con La Máscara que ella conocía.

- Héctor... yo... - extendió la mano en un ademán de detener a su compañero.

Debbie quería contárselo todo. Estaba harta de guardar secretos. ¿Y si Bigby se equivocaba? ¿Y si se saltaba las normas y soltaba el bombazo? Quizá así hubiera una posibilidad de cambiar el futuro. Pero ¿y si no?

- Yo sé que hay un héroe debajo de esa máscara... - desafortunadamente esto último lo dijo con voz queda y Hector estaba demasiado lejos para escucharle.

Cabizbaja la chica de tez morena siguió a su compñaero de vuelta al banco. Tenía las tripas revueltas. Seguramente por los aditivos y fertilizantes de su batido. O no.

Warhead aterrizó en la azotea de Station Road, salió de su armadura y la dejó como una estatua, con el modo hibernación activado. Ya sería mala suerte que precisamente hoy tocara revisión de aires acondicionados. Pero, por si acaso, le activó también el sistema de defensa estática que le alertaría en caso de que alguien se aproximara demasiado a la Mark IX¹.

Cuando llegó a la cafetería llevaba en la mano un menú de sushi de un local que regentaban en realidad unos vietnamitas. Su madre aborrecía aquel establecimiento y se quejaba de que no hubiera ni un sólo restaurante japonés decente en toda Halcyon City. A Kenji también le parecía que vendían un sushi mediocre, pero lo compró por llevarle la contraria a su vieja y porque, realmente, lo de comer mierdascas procesadas día sí y día también lo llevaba un poco regular. Se había criado comiendo bien y casi siempre sano y su sistema digestivo le hacía pagar siempre los excesos; algo que le daba bastante vergüenza confesar.

Se sentó en una esquina, observando al grupo y a la nueva incorporación, Brynhildur. Todavía no estaba seguro de por qué aquella autodenominada asgardiana estaba allí con ellos. Se tiraba mucho el moco y hablaba como si se creyera la hostia pero, realmente, no la conocían de nada. Al igual que Facet, podría tratarse de una infiltrada de los gurentai.

—¿Qué haces tan lejos de Asgard?  —le espetó sin haber mediado entre ellos ninguna otra palabra.

Todo el mundo había pasado como de la mierda de su pizza burger. Ellos se lo perdían, disfrutaría ella sola de los trozos de carne de ternera, el maravilloso queso cheddar fundido, la salsa de tómate que venía debajo, los tiernos trozos de cebolla... Suerte que ya estaba masticando un bocado, sino ya estaría salivando.

Pero no, parecía que todo el mundo estaba preocupado con sus dramas. ¿No se suponía que este tipo de celebraciones estaban para precisamente dejarlos de lado? Con el día que llevaba y su maravilloso e irregular nivel hormonal ella también podía ponerse muy dramática si se lo proponía.

- Graaacias, me sé algunos truquillos. - Respondió a Byrn mientras se limpiaba los morros con una servilleta. - Aunque lo del dragón ha sido una puta pasada. Menos mal que estabas allí, de otra manera las cosas hubieran podido acabar muy mal. - Se pasó el pelo por detrás de la oreja. - El guardia que salvaste es mi padre, así que... Gracias. - Hizo silencio y luego cayó en la cuenta. - Por cierto, llámame Willow.

Miró mal a Kenji, entrecerrando los ojos. Joder, qué directo.

Héctor volvió hasta donde estaba el grupo y vio que Kenji ya estaba ahí y que parecía estar preguntándole algo a la rubia, con caras de pocos amigos. Eso prometía ser interesante de ver, así que se acercó a Willow y echó mano a un trozo de pizza de esas que tanto le gustaban a la chica. Grasienta, sabrosa y, sin lugar a dudas, una atrancarterias de tomo y lomo. 

Intercambió una mirada significativa con Willow, de esas que preguntaban de algún modo ¿se va a armar? y le pegó un bocado a la pizza. —Ummpf. Cofonuda —dijo, masticando aún. Echó mano de una litrona y pegó un buen trago. Qué cojones, que habían detenido a un montón de delincuentes, se merecían echarse un traguito o siete.

─Me encanta la cultura midgard... terrícøla ─se corrigió la asgardiana─ Las histørias de miembrøs de la realeza en la Tierra siempre me han fascinadø. Cómø pødíais cønseguir tantø cøn tan pøcø, løs paisajes, vuestrøs asentamientøs... Quería verlø tødø, perø nø había førma de llegar aquí si nø era cøn una nave espacial, así que me cønstruí una. Cøn ayuda de mi tíø, esø sí. Es cønstructør de esquifes, le fabricó el suyø a Tyr... Buenø, es igual, a un miembrø de la realeza. Y ahøra estøy atrapada aquí pørque fui tan tønta cømø para nø tener en cuenta la diferencia gravitatøria y nø sé si pødré reparar al Stjörnuvindur cøn vuestra tecnøløgía. Søy un desastre... ─dijo Bryn, por un momento al borde de la lágrima, muy vulnerable, pero se recompuso en seguida, sorprendida por sus pensamientos y lo que acababa de decir─ Ah, perdønad, nø es que quiera decir que esté a disgustø aquí, al cøntrariø, tødø el mundø ha sidø muy høspitalariø, perø... Si me viera ahøra mi padre me haría unø de sus discursitøs y me castigaría una década. ¿Vuestrøs padres søn tan estrictøs aquí?

Luego se volvió hacia Bool, la hechicera mortal. Merecía respuestas y cierta deferencia, más que el insolente de la armadura.

─Lø del dragón ha sidø un trucø y sólø pødía durar unøs instantes. Me vinø justø vølver a aterrizar sin, cómø se dice, ah, sí, sin "liarla parda" ─sonrió Bryn─ Nø sabía que era tu padre. Vi a døs mørtales que tenían que ser rescatadøs e hice lø que pude. Willøw. Ajá. ¿Cómø se llama tu padre? Se me hace rarø vuestra cøstumbre de decir sólø vuestrø nømbre. Yø søy Brynhildur Validóttir, aquí Ulrichdóttir, søy adøptada en este planeta. Rarø, ¿verdad?

Debbie permaneció algo apartada. Se sentía mal por Héctor, por haber puesto en duda su integridad, pero ella había visto de primera mano lo que La Máscara podía llegar a hacer. Lo que le había hecho a Nephilim*. De todas formas la conexión entre El Toro y el monstruo que proviene del futuro no estaba del todo clara. Al menos no por ahora. Héctor estaba de su parte y ella se aseguraría de que siguiera siendo así.

- Si quieres puedo intentar ayudarte con eso - se ofreció la muchacha alzando levemente la mano tras oír la historia del esquife - No es por fardar, pero se me dan especialmente bien las máquinas de todo tipo. Con un poco de tiempo y los recursos necesarios podríamos intentar reparar tu nave... o, bueno, eso creo. No he trasteado nunca con tecnología... asgardiana. ¿Lo he dicho bien?

Una arcada le atacó de pronto cuando el aroma a carne estofada y queso grasiento le golpeó de lleno en la cara. ¿Qué aberración se estaban metiendo Willow y Héctor entre pecho y espalda?

- Perdonad - ahogó una segunda arcada con la manga - No estoy... ¡Urgh! acostumbrada a la comida de este tiempo.

Miró a Héctor como un cachorro mira a su dueño al decirle vamos a la calle. Aunque no lo pareciera le estaba haciendo un favor, de otra forma podría zamparse toda la pizza ella sola y desgraciadamente, todas aquellas grasas siempre se distribuían a donde menos quería: La barriga. Brindó la litrona con la de su compañero y tomó un sorbo muuuy largo. Beber al intemperie con cerveza tan fría le acabaría pasando factura, pero de la voz ronca de camionero ya se preocuparía mañana.

- Perdón. - Aclaró la garganta y sacó pecho. - Mi padres es Travis Rosenberg, progenitor de Willow Rosenberg, terrícola, bruja orgullosa y apaleadora de sicarios en sus ratos libres. - Hizo una pausa y añadió, recuperando la compostura. - Aquí es raro presentarse con apellidos o títulos. Y decir que tienes doscientos años aún es MÁS raro. ¿Qué tal presentarte como Bryn? Tienes dieciséis años ¡y tu única guerra es la con la humedad! - Exageró el tono al más puro estilo de quinceañera despeinándose con las manos.

Dio otro trago y pegó su hombro con el de Héctor. - Eh, Héctor. - Ordenó sus pensamientos por unos segundos y continuó. - Uhhmm... Perdón por meterme antes con tu hermana. Yo, esto... No estaba bien. No tengo excusas, solo quería que supieras que lo siento. Espero no traerte problemas por esto. - Evitó el contacto visual en todo momento, manteniendo la mirada fija en el último trozo de pizza de la caja. Disculparse por una cagada siempre resultaba incómodo, pero cuando te habías portado como una gilipollas aún lo era más.