Partida Rol por web

La ventana cedió ante su peso y acabó por abrirse de par en par haciendo que la muchacha se precipitara hacia adelante. La pobre cayó de manera aparatosa sobre uno de los amplis, tumbándolo en el proceso, y terminó con sus posaderas en un montón de latas a medio beber. Genial.

Magullada, sobándose el hueso de la risa (que no tiene ni puta gracia), se volvió hacia los tres integrantes del grupo. Debbie no sabía por donde empezar.

- Eeer... - (Empezamos bien) - ¿llego demasiado pronto? - es lo primero con lo que pudo salir al paso - Me han dicho unos colegas que aquí se celebra la fiesta... de... Beth... any...

Durante unos segundos incómodos de tenso contacto visual la muchacha termina por admitir.

- Me he equivocado de dirección ¿verdad?

- Radio demolición... - Repitió, como si de esa forma le fuera a convencer más. - Démosle una vuelta más. - Con la propuesta de Kenji no puedo evitar reír, la idea era buena pero el nombre se le hacía muy largo, sin embargo tampoco la rechazó. Ya había rechazado demasiadas propuestas y ella apenas había hecho alguna, así que se cortó un poco.

- Eh, recordáis aquel nombre que propusimos para el otro gru... - La frase se vio interrumpida por la figura de una mujer negra que cayó repentinamente por una de las ventanas. ¿Demasiado pronto? ¿Fiesta? Quién cojones era esta chica y como demonios había atravesado todos los mecanismos de seguridad que protegían la nave. Instintivamente se puso por delante de Kenji, quién sin su traje era el que más indefenso se encontraba de los tres. Abrió las manos e hizo un gesto como de agarre con ellas, como si estuviera intentando atrapar el aire, y casi al mismo instante sus pupilas cubrieron el ojo entero, volviéndolos completamente negros. - Déjate de mierdas y dinos quién coño eres. - Había empezado a reunir y canalizar la energía mística de su alrededor, esta vez no iba a vacilar.

Un aura distorsionada empezó a emanar de sus manos, señal de que había logrado reunir energía suficiente para conjurar alguno de los hechizos más poderosos de su grimorio. Se sentía muy segura de sí misma, confiada, solo era cuestión de segundos para que echara a la intrusa de la nave, y no a patadas precisamente.

Héctor se levantó de su taburete detrás de la batería y se planteó si ponerse la máscara. Examinó a la tía que se acababa de colar en su local, valorando si era posible que se hubiera perdido o si había llegado buscando algo. Si era esto último, no había sido muy hábil.

Willow se había puesto en plan Bruja de Blair y Héctor se descubrió con ganas de que realmente pasara algo. Que la intrusa sacara un arma y le diera una excusa.

Se dio cuenta entonces de que tenía la máscara en la mano (¿cuándo la he sacado?) y también de que quería usarla.

Pero aún, todavía, aguantó un poco.

Solo un poco.

Su pequeña intrusión había conseguido evitar todos los sistemas salvo uno: la desconfianza natural de un metahumano hacia cualquiera que decida entrar en su casa. El despliegue de poder de la pelirroja disparó todas las alarmas de Debbie. Abrió los ojos como platos, aún sentada sobre el charco de cerveza y bebidas isotónicas, e interpuso su mano frente a ella en un gesto conciliador.

- Whoa, whoa. No hace falta ponerse así, guapa ¿A que vienen el espectáculo de luces y los ojos malrolleros? - estaba claro que la muchacha estaba dispuesta a desatar sus poderes si no recibía una respuesta satisfactoria. Y rápido - Vale, vale. Mi nombre es Debbie. Debbie Jay. Mis amigos me llaman DJ.

Debbie se puso en pie de manera algo torpe, pateando un par de latas y buscando mantener el equilibrio con los brazos extendidos hacia los lados. Menudo recibimiento. Al menos ha sido ella y no el moreno...

- Siento haber aparecido de la nada, pero necesito vuestra ayuda - si las mentiras no servían ¿qué tal un poco de sinceridad para variar? - Creédme, no tengo intención de buscar problemas.

Debbie se frotó el brazo en un gesto sumiso. De sumiso nada. La morena tenía un as en la manga (literalmente), aunque nunca habría llegado a pensar que tendría que utilizarlo tan pronto. Menos aún contra uno de los miembros de la Blitz Squad. Lo cierto es que los poderes demoníacos de Bool eran muy similares a los de Baal, su malvada progenie: activar cualquiera de ellos requería traslocar la energía necesaria desde una dimensión paralela. Baal, sin embargo, y a diferencia de su madre, se encontraba a medio camino entre ésta y otra dimensión por lo que sus poderes le doblaban en potencia y efectividad. Así lo demostró durante su enfrentamiento contra Justicia Divina. Si Baal era capaz de corromper y doblegar la voluntad de alguien tan poderoso y luego desterrarlo de este plano terrenal había que tomar precauciones antes de enfrentarse a ella. Muchas precauciones. Afortunadamente el prototipo portátil de Bigby podía cortar esa conexión y exorcizar a Baal. O esa era la idea. En el caso de Bool quizá consiguiera suprimir temporalemente sus poderes. Hipotéticamente hablando, claro.

Héctor escuchó atentamente lo que la chica tenía que decir. —O sea que no te has perdido, nos estabas buscando —dijo, con un tono de voz peligroso. Les había mentido al entrar o les estaba mintiendo ahora. Héctor frunció el ceño—. ¿Qué tipo de ayuda necesitas de nosotros, Debby Jay? Si no buscas problemas, la verdad es que no has empezado con buen pie colándote aquí.

En ese momento Héctor cayó en la cuenta de que la tía se había colado en su local y que el padre de Kenji había dejado ciertas alarmas activadas. O sea que no era una tía normal. 

Con un movimiento aparentemente casual Héctor subió la mano con la que sostenía su máscara hasta su hombro. Se la podía poner con un movimiento rápido. Lo había practicado.

Kenji hizo un gesto con la mano y una pantalla holográfica surgió en medio de aquel vertedero adolescente. Movió sus dedos por ella hasta quedar satisfecho.

—Has entrado en una propiedad privada desactivando las alarmas y sistemas de seguridad. Acabas de cometer un delito de allanamiento de morada o violación de domicilio. Como propietarios del inmueble podemos ejercer nuestro soberano derecho a la autodefensa así que, venga, tienes menos de un minuto para explicarnos qué cojones quieres antes de que mi amiga te despache al otro mundo.

La armadura estaba en la Sala de Batallas, un rimbombante nombre para la antigua sala de reuniones del estudio de grabación que había sido redecorada con pantallas, computadoras y, como no, los omnipresentes desperdicios de los actuales moradores.

La amenaza del mestizo no parecía apoyarse en nada en particular, su armadura no parecía encontrase cerca y la reacción de la pelirroja le hacía pensar que se encontraba vunerable, pero uno nunca podía estar del todo tranquilo delante del Kenjiro original. Es un jodido Warhead, Debbie, acuérdate. Otra cosa muy distinta era el canijo a su izquierda. Al ver la máscara el gesto de DJ cambió por completo. La frente se le perló de sudor e involuntariamente tragó saliva.

- No hace falta ponerse nerviosos - contestó a los chicos tartamudeando un poco - Si he llegado hasta aquí es porque se me da bastante bien trastear con juguetes, ¿veis?

Enseñó brevemente el de-estabilizador que guardaba bajo sus anchas mangas. La situación no parecía mejorar, por lo que planteó esa pregunta que todo viajero del tiempo propone en algún momento de su carrera.

- ¿Serviría de algo si os digo que vengo del futuro para impedir que algo terrible ocurra en la ciudad?

Pronunció un breve hechizo ininteligible, probablemente en alguna lengua demoníaca que incluso ella misma era incapaz de comprender, y cambió la posición de las manos a como si estuviera sosteniendo un orbe invisible. El aura que se había formado en sus manos se extendió a varios de los cables que había tirados por el suelo, distorsionando el contorno de los mismos. Y como si hubieran cobrado vida propia, se alzaron en el aire y empezaron a perseguir a la intrusa.

- ¿Y por qué nos buscas a nosotros? - Preguntó alzando de más la voz, al fin y al cabo aún no eran reconocidos como superhéroes, si venía del futuro porqué motivo les buscaría a ellos.

Mientras tanto los cables siguieron alargándose violentamente hacía la chica. De los cables que esquivó algunos llegaron a clavarse en las paredes y otros tuvieron tiempo suficiente antes de chocar para redirigirse hacía la nueva posición del objetivo. Y justo en el momento que uno de los cables que usaba para conectar la guitarra a los amplificadores logró atrapar el pie de Debbie, vio brillar una luz desde sus mangas y un terrible pinchazo empezó a molerle la cabeza. En consecuencia perdió la concentración y llevó una mano a la cabeza abandonando la postura de manos necesaria para mantener el hechizo, provocando que todos los cables volvieran a caer al suelo inanimados.

Las palabras de Debbie Jay hicieron que Héctor dudara un instante. ¿Sería cierto? Willow había empezado a usar su magia para intentar detener a la chica con una serie de cables. Héctor se fue acercando despacio, hasta que vio que los cables se caían al suelo. Con una mirada confusa miró a Willow y vio que ésta se echaba las manos a la cabeza. 

Sin pensárselo dos veces, se puso la máscara, y se lanzó hacia la intrusa. —¿Qué es lo que le has hecho, hijueputa? —dijo, mientras se arrojaba contra ella, tratando de placarla y dejarla inmovilizada. Pero la chica era muy rápida y le esquivó con facilidad, haciendo que El Toro casi se estampara contra la pared. Sorprendido, el superhéroe enmascarado trató de atraparla de nuevo, pero parecía una tarea imposible: aunque le daba la impresión de estar siempre cerca de alcanzarla, la muchacha le esquivaba casi siempre en el último momento, lo cual no hacía sino enfadarle cada vez un poco más. 

Sin embargo, poco a poco comenzó a acorralarla contra una de las esquinas, hasta que llegó un momento en el que fintó un golpe hacia ella y, con rapidez, se dio la vuelta para lanzar una patada por el único sitio por donde creía que podía intentar escapar. Con satisfacción, El Toro notó cómo la alcanzaba... para al momento ver que el golpe no tenía el más mínimo efecto. Era probablemente la primera vez que pateaba a alguien y ese alguien se iba de rositas. No había sido como golpear algo duro y blindado sino algo más extraño: como darle a una almohada y sentir cómo la fuerza del golpe se disgregaba.

Debby Jay se había escapado de nuevo y El Toro comenzó a sospechar que iba a ser complicado vencerla si podía esquivar nueve de cada diez golpes y el décimo apenas la afectaba. —¿Qué demonios es usted, pendeja? —dijo El Toro mientras paraba un momento y examinaba a su rival.