Partida Rol por web

Al día siguiente era obvio que alguien la tenía tomada con Willow. 

Los pasillos del instituto estaban llenos de carteles fotocopiados de retratos a carboncillo enmarcados en gruesos corazones de pintura roja. En la esquina de cada uno se podían ver las iniciales "Héctor G.", la misma firma que en cartel de los Merge Conflict si alguien se hubiera molestado en comprobarlo. 

Willow no sabía donde meterse. 

Brynhildur, menos ducha en las costumbres midgardianas, caminaba a su lado sin entender demasiado:

-¿Sabe la gente que empleas magia? Ahí dice que eres una bruja*.

-No pone eso-masculló Willow con la capucha calada hasta las cejas-Es otra palabra parecida. 

-¿Y qué significa?

-Te lo explico otro rato, ¿vale?

─Te nøtø... mmm, tensa, Willow. ¿Salimøs de aquí? He vistø en el televisør decir algø søbre que el chøcølate hace mejorar muchø løs humøres ø algø así. ¿Quieres que vayamos a pør chøcølate? ─dijo la asgardiana en su línea de tratar de ayudar con buenas intenciones y poco tino.

Los midgardianos eran gente extraña y su manera de comunicarse lo era todavía más. Intuía que aquellos carteles, dado que no hablaban de magia y hacían avergonzar a Willow, debían ser algo burlesco. Eso no se habría dado nunca en Asgard. Aquellos papeles hubieran servido de prueba para demostrar que el que se había llevado la paliza se la tenía bien merecida. En Asgard era muy importante la buena educación...

─Es cømø si tuviera una hørda de maløs sentimientøs en mi cabeza ─continuó Bryn mientras caminaban─ Vine aquí, a Midgard, cønvencida de que iba a disfrutar de tratar cøn vøsøtrøs, mezclarme cøn vøsøtrøs y dar una manø en lø que pudiera, pero intentø ayudar y mezclarme y un arrøgante acørazadø me detiene cømø si fuera un guardián de las cámaras de Odín. Después de ayudarle. El lugar dønde hacía de becaria ahøra tiene un agujerø del tamañø de varias salas, a Vindur tengø que arreglarlø perø me faltan piezas, piezas impøsibles de cønseguir en este planeta, y cuandø døy por sentadø que tødø acabará encajandø, que nø hay que darle más girøs, y tratø de integrarme haciéndøme animadora y así disfrutar intensamente de ese depørte vuestrø tan entretenidø... vøy y nø aciertø a dar ni un pasø cørrectamente. Nø he sidø selecciønada. Mi vida es un desastre...

Los últimos días después del caso del museo se estaban convirtiendo en un infierno para ella. Everard era un capullo, pero era bueno en lo suyo y el entrenamiento había sido... Productivo, así que no tenía muchas quejas (sí que las tenía, le encantaba rajar). Sin embargo en casa la situación se estaba volviendo cada vez más tensa: Interrogatorios espontáneos, registro de habitaciones, sacos en la cabeza a media noche y amenazas de ejecución inmediata. Vale, eso último solo eran exageraciones suyas, pero seguro que sus padres estaban a nada de ello.

Por otro lado la misión en la que se había embarcado ella sola fue inesperadamente reveladora. Lo estuvo investigando, el fuego que no quemaba era en realidad el Fuego Eterno, una de las reliquias más valiosas que custodiaban los hombres cobra en Kythia. Y ella lo había mancillado atravesándolo como quien no quiere la cosa... Y a pesar de ello, se le habían revelado sucesos del futuro. Concretamente, recuerdos de su DIFUNTO yo del futuro. Y Debbie no le había dicho nada.

Pero bueno, todo eso eran bobadas en comparación a lo que estaba viviendo en el instituto. La zorra de Dolores se había asegurado de empezar a hacer su vida imposible. Si supiera la facilidad con la que podía deshacerse de ella que de los carteles igual se lo hubiera pensado dos veces. Nah, lo hubiera hecho igual, la muy cerda. Pero sí, se lo tenía merecido, la culpa era suya por haberse portado como una niñata en primer lugar y bla, bla, bla.

- Chocolate no sé, pero alguna de las herramientas de tortura de la Santa Inquisición me iría bien. - Y resignada e inflando los mofletes añadió: - El chocolate está bien... Vamos, conozco una heladería que hacen unos batidos para morirse. - Y por supuesto que el batido iría acompañado de una tarrina de helado.

- ¿Arrogante acorazado? - Dudó por un segundo y se rio. - Ah, ya, Kenji... Sí, a veces siento que no va bien al baño. Luego recuerdo que es asiático y se me pasa. - Se rio aún más con su propia broma. - Uh, lo pillas, ¿no? Porque es asiático, tiene los ojos rasgados, cuando haces fuerza para cagar se achinan los ojos... Bueno, déjalo. No te preocupes por él, es cabezón pero... También es un buen chico y no lo está pasando bien, te acabará aceptando. - Ella tampoco lo estaba pasando muy bien, pero el sarcasmo y la ironía estaban ahí para hacer su vida un poquito mejor. - ¿Y por qué tienes tantas ganas de unirte a un club donde todas sus integrantes parecen recién salidas de una lobotomía? ¿Y si probaras suerte con algún club deportivo? Pero uno donde se practique un deporte de verdad y se valore lo capaz que eres, no lo buena que estás y lo bien que te abres de piernas. - Dijo mientras miraba con rabia a una alumna paseando por los pasillos con su uniforme de animadora.

El centro comercial abrió sus maravillas a las dos visitantes: la bolera, la sala de arcades (la zona de tragaperras sólo para mayoresde 18), la heladería, las tiendas de ropa...

─¿Él no lo está pasando bien? ¡Yo no lo estoy pasando bien! Atrapada en este mundo. Con perdón. Midgard... la Tierra es muy bonita, sí, pero no es Asgard. Sus torres doradas alzándose cientos de metros en el cielo, suspendidas en la costa que les hace de espejo y ruje en sus faldas. El cielo de un azul tan intenso que a veces se confunde con el mar. El ambiente fresco, el aire puro, el viento revolviendo mi melena mientras me deslizo sobre la ciudad con mi esquife. Algunos días la niebla es tan intensa que las torres apenas pueden verse entre sí y el sonido de las voces suena amortiguado y misterioso. Otros días llueve y se forman arcoíris que se reflejan en las torres, decenas, cientos de veces... Pero lo mejor, skipasmíðastöð, donde se construyen las naves, aunque es una zona industrial está en un lugar privilegiado, ligeramente separada del resto de la ciudad, junto a las olas y con el cielo despejado para poder hacer las pruebas de vuelo y las inauguraciones de las naves. Está cerca del puerto, un puerto estelar, donde llegan y de donde se van las naves estelares más avanzadas que puedas imaginar... Cuando mi esquife esté arreglado, si quieres, podría llevarte a verlo, ¿te gustaría?

Bryn dio un chupón a su helado de nata mientras alzaba las cejas, tentadora. En más de un sentido, con alguien de su belleza siempre era en más de un sentido. Incluso con su forma humana, sin abalorios de oro y demás, era claramente más atractiva que la media y allí donde iba había cabezas que se giraban. Ella parecía acostumbrada y no le daba más importancia, pero algún novio se llevaría una reprimenda cuando se fijara en cosas que no deberían fijarse al pasar la asgardiana de paisano junto a ellos.

─Pero ¿sabes una cosa? En el fondo estoy mejor aquí. Ellos creen tener la razón siempre, con sus tradiciones, su forma de hacer las cosas. Han durado miles de años, ¿verdad? Será que lo están haciendo bien... Pues yo creo que no tanto. Si lo están haciendo tan bien, ¿por qué nuestra historia está jalada de guerras? Y mis padres, ufff, no me hagas hablar de mis padres. Si por ellos fuera ahora estaría castigada hasta que tú fueras abuela. No es justo, sólo persigo mis sueños, ¿no?

Fue entonces cuando la rubia se fijó en un escaparate, giró la mirada hacia su acompañante y puso una sonrisa malévola. Nada bueno podía venir de una sonrisa como aquella.

─Ven conmigo ─dijo tomándole de una mano─ tengo que probar algo. Sí ─dijo auto-convenciéndose─ Hoy vamos a enseñarle a la piel de Willow lo que es el mundo exterior. Oh sí.

Y dicho esto le arrastró hacia el interior de una tienda de ropa para adolescentes.

- Bueno... - Dio un largo sorbo a su batido. - Todos tenemos problemas, supongo que cada uno le da más importancia a los propios. Parece egoísta pero si lo piensas es bastante razonable, ¿no? - La miró, esperando algún tipo de reacción. - Lo que quiero decir es que no le demos tanta importancia, lo hablaremos con más calma la próxima vez que nos reunamos en el local. - El cual, por cierto, había evitado durante los últimos días. - ¿skipasmíðastöð? - Repitió con una pronunciación perfecta. - Suena bien, podríamos ir algún día, claro. Yo, uhm... Te podría llevar a... Al averno, no es nada espectacular pero los cubos de quintos te salen tiraos de precio.

Ahora que se fijaba un poco mejor en Bryn la verdad es que no estaba nada mal. El pelo sacudiéndose con gracia, los rasgos sin imperfecciones, las cuervas de su cuerpo, el encanto para lamer un cucurucho... Joder, Will, no, estás mal ahora no es momento de explorar tu faceta lésbica.

- Guerras, dices. - Soltó otra sonrisilla. - Creo que aún no conoces toda la historia de la Tierra, sin ir más lejos en el último siglo se han producido guerras y genocidios que... - Empezó a buscar en el móvil un listado de dichas guerras cuando repente tiró de ella al interior de una tienda, casi más cayéndosele el móvil al suelo. - Joder, Bryn, vale, vale, pero no tires que me desmontas. - No estaba precisamente de humor para hacer cosas de chicas, pero sí, qué coño, estrenar ropa era una muy buena forma de subir la moral. Quizá un corte de pelo también ayudaría...

- ¿Sabías que en este centro comercial la Blitz tuvo su primer enfrentamiento con la Hermandad del Caos? - Mencionó casualmente mientras sopesaba si probarse un vestido con el que se estaba mirando enfrente de un espejo. - De hecho.. - Bajó el tono de la voz discretamente. - ...El Toro mando volando a la Mujer Tonelada contra el escaparate de esta tienda y tuvieron que cerrar por semanas... - Ahora optaba por un jersey de lana con el cuello lo suficientemente ancho como para enseñar un hombro. - ¿Qué te parece éste?

Siguió remeneando en un cubículo lleno de ropa con un cartel de descuentos. Apenas le quedaban treinta dólares en la cartera, así que si encontraba algo que le gustara al menos quería poder llevárselo. Entre cotilleos y marujeos añadió:

- Además, creo que Debbie no me ha contado toda la verdad. - Le explicó toda la historia con Everard y su aventura en el templo de Kythia, concretamente cuando atravesó accidentalmente el Fuego Eterno. - ...Y creo que en el futuro... El Toro me asesinará. - Se quedó rígida, con una camiseta entre las manos y la mirada perdida. Era como si al decirlo en voz alta se hubiera dado cuenta de la gravedad del asunto y de lo mucho que quería evitar que su amigo y ella acabaran así.

Mientras Willow hablaba, Bryn estaba concentrada en ir recopilando "trapitos". Llamarles "ropa", desde el punto de vista de muchos hombres, hubiera sido excesivo.

─El futuro es fluido, el tiempo no es inalterable, esos son conceptos primitivos. Que algo apunte una tendencia no quiere decir que vaya a cumplirse. Luego "pasan cosas".

La asgardiana iba acumulando una preocupante cantidad de ropa (incluso algunas prendas para ella misma) y, de tanto en tanto, alzaba la mirada escrutinando la figura de Willow. Sin comerlo ni beberlo Willow estaba siendo "cosificada": un maniquí de carne.

─Bueeeeno, mira lo que he encontrado aquí ─dijo la asgardiana sosteniendo un vestido escotado negro, asimétrico y muy estiloso a la par que escandaloso.

Bryn sonrió ante la cara de espanto/sorpresa de Willow y asintió. "Oh, sí, te lo vas a poner" decía su cara llena de satisfacción adelantada. Siguió un leve forcejeo (leve porque tratar de oponerse físicamente a la asgardiana era como soplar contra un huracán) y la mortal de repente se encontraba sola en el probador con una pila de ropa sexy.

─Chica, tienes un cuerpazo, no sé por qué no lo utilizas más. No te darás cuenta y habrás llegado a la vida adulta sin haber disfrutado y luego habrá todo tipo de excusas para no disfrutarla, "porque ya eres mayor". No seas tonta, enseña un poco de piel... A ver cómo te sienta lo que te he seleccionado.

Esto lo decía mientras, a su vez, iba cambiándose en su propio probador. Por imitación de otras mujeres que se probaban ropa, ella se hubiera cambiado allí mismo. Cuando Willow asomó de su probador pudo ver a la asgardiana ante un espejo peleándose por colocarse correctamente un top en su sitio sin que asomara "demasiado" de su pechuga. O que lo hiciera por el sitio correcto. La expresión "sobreabundancia" apareció en la mente de la joven humana. El resto, en cambio, le quedaba como un guante, ciñéndose a sus curvas y destacando su trasero perfectamente formado y una cinturilla definida sin gota de grasa.

Aunque bienintencionada, Brynhildur y sus modales directos no eran del todo lo que Willow necesitaba para mejorarse el ánimo. Siempre había asumido que algún día moriría, incluso de forma violenta desde que descubrió sus poderes, pero hacerlo a manos de Héctor le provocaba un vacío en el estómago que no podía llenar con batido. 

-¿Vas a comprar eso?-la voz de la dependienta la sacó de sus pensamientos cuando golpeó la puerta del probador-Aquí hay gente esperando. 

-Muchas gracias, señorita, prefiero que no me vea nadie-contestó otra voz terriblemente familiar-Dígame, ¿cuál le parece más apropiado para mí? No estoy acostumbrada a esta ropa interior tan... tan... ya sabe. 

Willow tragó saliva. 

Mamá. 

- Ya, bueno, sí, el problema es que la tendencia es ser asesinada por Héctor y no mola. - Si Bryn había intentado consolarla no había sido de mucha ayuda, qué demonios podía pasar en el futuro para que las cosas terminaran así...

Seguía ojeando prendas de zorrita alternativa de tumblr, pero para cuando se quiso dar cuenta la asgardiana tenía otras piezas de ropa pensadas para ella. - No me voy a poner eso... - Pero la cara de su amiga decía otra cosa y, una vez más, no pudo oponer mucha resistencia contra ella y acabó metida en el probador con ese vestido escandaloso. - Bueno, qué mal puede hacer probarme esto.

- ¡Tienes razón! Voy a aprovechar mi cuerpazo para seducir a Héctor y adelantar nuestro futuro. Creo que no te lo he comentado, en este futuro él y yo estamos ¿casados? - Tiró de sarcasmo y dudó sobre el matrimonio, la Willow del presente hubiera jurado que nunca se casaría y se conformaría con tener muchos gatos.

Mientras terminaba de mirarse en el espejo los golpes en la puerta la sacaron de sus pensamientos. - ¿Mamá? Ropa interior tan qué. - Le hubiera gustado asomar la cabeza y preguntárselo directamente a ella, esperando que la norma de casa de vestimenta recatada se aplicara tanto para madre e hija. Sin embargo, tal y como estaban las tensiones en casa encontrársela era lo último que quería. - ¡V-voy! - Agravó la voz tratando de no ser reconocida y murmuró muy bajito un breve conjuro ilusorio que haría que los de su alrededor la percibieran como una joven rubia muy parecida a Bryn...

Susurrar un conjuro fuera de tu zona de comfort con tu madre al otro lado de la puerta del probador queriéndose probar ropa interior sexy... ahí, ahí le habría gustado ver al capullo de Everard.

-Nunca lo lograrás tú sola: ¡Déjame pasar a mí!

La que faltaba. Aquellos probadores carecían de la intimidad más elemental. 

─Maldición, esto no... a ver... no, no, en absoluto. ¡Dependienta! ¿Seguro que esto es lo más grande que tienen? ─exclamó la asgardiana "de incógnito" saliendo del probador todavía intentando encajar sus más que considerables volúmenes pectorales en un sujetador escandaloso claramente de tamaño inferior al que debiera─ ¿Tienen una letra o dos más grandes de esta prenda? Es... incómodo. Y esto se me clava en el culo... ─añadió sin asomo de pudor girándose para mostrar el tanga todavía más indecoroso a juego con el sujetador.

Bryn miró a la dependienta, en aquellos momentos poco menos que un cervatillo asustado por las luces de un coche, tratando de darle pie a que hiciera algo y sonrió afablemente a la señora que la observaba con cara de pasmo y una ropa interior "picante" en sus manos.

─El rojo hace juego con su cabello y contrasta con sus ojos. Yo me quedaría ese ─comentó a la señora, ya que parecía pedirle una opinión.

─Pues, oye, si a ti te gusta ese chico, no veo por qué no empezar a tener hijos con él ─añadió con naturalidad en plural de nuevo girada hacia el otro probador, donde todavía estaba Willow─ Si eso frena esa línea temporal que tanto temes y él te gusta, asunto arreglado, ¿no?

La señora Rosemberg se ruborizo violentamente.

-Ay, por favor...-murmuro intentando esconderse detras de su bolso.

Empezó a murmurar un conjuro cuando cayó en la cuenta de que el cántico que estaba empleando no era para el conjuro ilusorio que tenía en mente, sino otro que nada tenía que ver para hacer desaparecer espinillas. - Mierda, Will, haz memoria... - Después del entrenamiento con Everard tenía la cabeza hecha un bombo, almacenar tanto conocimiento en tan poco tiempo habían acabado por hacerle olvidar los encantamientos más básicos.

Cuando los golpes de la puerta volvieron a sonar ella se encontraba medio desnuda con el vestido negro más sugerente de toda la tienda a medio poner. - ¡Un momento, joder...! - Gritó con tan mala suerte que de los nervios tropezó, chocando contra la puerta del vestidor y cayendo al suelo con las piernas espatarradas en una posición que según los expertos podría catalogarse de indecente. En este caso su madre, que llevaba entre las manos un camisón con transparencias en dos zonas muy... sugerentes y unas medias con ligero que ni las del porno.

Tumbada en el suelo abierta de piernas y con su madre mirándola entre horrorizada y escandalizada saludó. - Aaaanda, mamá... Y si hacemos como qué no hemos visto ni oído nada... - Si Bryn asomaba el hocico ella la miraría muy mal, si la situación no era lo suficiente escandalosa con todo lo que había dicho solo podía asegurar que estaba metida en un buen lío...

Al ver a su hija en aquel lugar, la tez de la señora Rosemberg adquirió una tonalidad morada, boqueó como si le faltara aire y salió corriendo de allí dejando tras de sí un conjunto de lencería sexy.

Willow miró la ropa que su madre había dejado atrás. No pudo dejar de pensar que... bueno, hizo lo que pudo por dejar de pensar al respecto. 

Intercambió una mirada con Brynhildur. 

Tumbada dejó caer la cabeza al suelo y suspiró rendida. - En fin... Qué debería hacer... - De repente estar tirada en medio de una tienda de ropa con una dependienta mirándola boquiabierta se había convertido en un espléndido lugar para pensar. Tal vez iba siendo hora de tener una charla con sus compañeros.