Partida Rol por web

—¡Eh, eh! ¡Por aquí, no seáis gilipollas, troncos! —Kenji dejó pasar la oportunidad de saltar al esquife de la asgardina y ponerse a salvo, porque quería evitar que aquello terminara en una masacre de adolescentes que todavía andaban con la testosterona por las nubes—. ¿La mayoría de vosotros no es capaz de placarme a mí y vais a echarles huevos a esos monstruos? ¡Venga, no me jodáis, venid conmigo y veréis como vuestras madres, hermanas y novias me dan las gracias luego!

Confiaba en que les entrarían ganas de partirle el hocico por bocazas y que le seguirían para poder tener esa oportunidad luego. Y también en que El Toro y Bool, que ya se habían puesto manos a la obra, se encargaran de despejar un poco el campo de enemigos. Dedicó un último vistazo al esquife, con una punzada de frustración.

Los primeros Hombres Cobra a los que El Toro les zurró la badana le sirvieron al superhéroe enmascarado para saber cuánta fuerza podía ejercer sin descoyuntarlos demasiado. En contra de lo que pudiera parecer, El Toro prefería no ejercer una fuerza mortal si podía evitarlo en contra de sus enemigos. El Toro le quitó a uno de los Hombres Cobra su arma por el procedimiento de machacar pistola y mano a la vez con un agarre brutal y luego le cogió por el cuello con la mano derecha y lo usó como escudo humano-serpentino para cubrirse de los disparos de sus compañeros y acercarse hasta el grueso del grupo de atacantes.

Una vez logró llegar al cuerpo a cuerpo con los Hombres Cobra, todo comenzó a ser más sencillo: los ofidios parecían depender demasiado de sus armas de rayos y no estaban tan preparados para la lucha a corta distancia. El Toro arrojó a su ya paralizado escudo contra un grupo de Hombres Cobra, derribándolos, y después comenzó a repartir dolor a sus compañeros a base de certeros golpes. Encontró apropiado soltar unos cuantos golpes cobra (con la mano abierta pero el pulgar hacia delante), un poco porque era temático, pero también porque eran movimientos rápidos, apropiados para la lucha contra muchos oponentes. Después hizo un fireman's carry con uno de los Hombres Cobra, giró sobre si mismo y, una vez tuvo suficiente inercia, utilizó el impulso para pillarlo por los pies y usarlo como maza giratoria contra sus compañeros. Finalmente, terminó arrojándolo hacia el portal, que atravesó haciendo un sonido que, curiosamente, sonaba mucho como un grito wilhelm; ese grito debía ser algo universal, usado en todos los mundos.

La lucha le estaba llevando muy cerca del portal, y El Toro se planteó la posibilidad de atravesarlo y tratar de salvar a la gente que se había ido hacia el otro lado, pero por el momento tenía a muchos enemigos que apalizar en este lado de la puerta dimensional. De todas formas, estuvo atento para tratar de impedir que se llevaran a más gente por ahí.

Sonrió satisfecha cuando los misiles golpearon de forma certera a su objetivo, tumbándolo al suelo y evitando que arrastrara hasta el portal la estatua de Hawthorne. Sin embargo, también consiguió llamar la atención de otros tantos y, como si de robots se trataran, giraron la vista hacía ella sin inmutarse y le apuntaron con las armas.

NdM: no repitáis lo que ya se ha dicho. Ya se ha dicho. 

Tal y como se había propuesto, esta vez no vacilaría y como si de una danza se tratara, empezó a articular brazos y piernas formando amplios arcos que terminaron en golpes en seco. El baile fue acompañado de unos cánticos en una lengua demoníaca originaria de Muspelheim, también conocido como el reino del fuego. De sus manos se formaron corrientes de llamas que engulleron el terreno de juego en un abrir y cerrar de ojos, además de varias explosiones que hicieron saltar por los aires tanto tierra del campo como hombres cobra a partes iguales. El resultado final fue un amplio círculo de llamas rodeando el portal, que con suerte contendría tanto a los reptiloides como a los jugadores con un exceso de testosterona que intentaran hacerles frente.

Sus pupilas se agrandaron todavía más, su respiración se aceleró y unas gotas de sudor se formaron en la frente, no solo como una consecuencia directa de sus propias llamas, sino porque aquel exceso de energía la había dejado agotada.

El campo de juego había pasado a ser, en un abrir y cerrar de ojos, un auténtico campo de batalla. Un caos de luces, humo y siseos espeluznantes hacia el que DJ se dirigía a todo correr. Para cuando alcanzó el círculo de fuego la mayoría de los asistentes al partido habían huido a través de los accesos de las gradas. Los que no se habían quedado paralizados, ya fuera por el miedo o por haber sido víctima de los funestos rayos que emitían aquellas armas interdimensionales. Tio Ken, tio Ken, ¿dónde estás, tío Ken? Al no portar su armadura no podía confiar en sus sensores para dar con él, por lo que debía fiarse de sus ojos en mitad de aquella humareda. Vamos, vamos, no estés muerto. La voz de Kenjiro llegó a sus oídos desde el otro lado del círculo. ¡Gotcha!

Dj se lanzó hacia adelante. Las llamaradas que brotaban del suelo parecían salir del mismísimo infierno. Cruzarlas era un suicidio, pero debía intentarlo. La muchacha respiró hondo. Reguló sus brazales para adaptarlos a una baja frecuencia y, soltando una ráfaga hacia la base de las llamas dispersó el aire a su alrededor mediante una onda de alta presión. Lo suficiente como para conseguir cruzar de una pieza. El interior del anillo de fuego no era mucho más alenatador que el exterior. Decenas de hombres cobra rodeaban a aquellos miembros de los dos equipos que habían decidido enfrentarse a la amenaza. Varios de ellos se vuelven para encararse hacia la intrusa y sisean con furia. DJ apuntó sus de-equalizadores hacia ellos.

- ¡Serpientes! - dijo al darse cuenta de un importante detalle. Los ofidios no poseen oídos y trabajan en un rango muy diferente de frecuencias - ¡¿Porqué tenían que ser serpientes?!

Estaba en clara desventaja, no se encontraba en su mejor momento y la suerte no parecía estar de su lado. Y por si fuera poco Kenjiro, ajeno al peligro mientras asiste a uno de sus compañeros caídos, está siendo apuntado por el arma de uno de aquellos escamosos invasores unos metros más allá. Y una mierda. La configuración de su brazal volvió a cambiar, pero esta vez no fueron sus generadores de ondas sino el sistema hidráulico de sus piernas el que sufrió un pequeño ajuste. Un siseo muy distinto al de aquellas criaturas brotó al tiempo que la muchacha ahogaba un gruñido de dolor. Sólo tenía una oportunidad. ¡PSSS! La presión se liberó a través de su piel dándole el impulso necesario para pasar como una centella entre los hombres cobra que se interponían entre ella y su amigo. Los cálculos probabilísticos pasaron con la misma celeridad por la pantalla, proponiendo la trayectoria óptima.

Paso #1: Sortear a sus enemigos.

Paso #2: Birlar el arma de uno de ellos.

Paso #3: Agarrar a Kenji por el cuello de la armadura.

Paso #4: Arrojarse al suelo en el momento preciso para evitar el disparo letal.

Paso #5: Darle a ese hombre cobra una cucharada de su propia medicina.

Cinco segundos. Tras sólo cinco segundos ambos se encontraban en el césped frente a la impertérrita estatua de una criatura 50% humana, 50% serpiente y 100% nadie-toca-al-tío-Ken. Las piernas le dolían una barbaridad por el esfuerzo. No podría volver a repetir aquella jugada al menos durante un tiempo. Pero al menos había conseguido lo que se había propuesto.

-... ¿Warhead?

-El mismo. Me lo has quitado de la boca, Jim. Ese tío, esa franquicia...

-No, no, está allí: va montado en un... cacharro volador.

-¡Por Belcebú!

Al otro lado del portal, el Rubí de la Cobra* brilló como una pequeña estrella y el portal empezó a crecer. 

El Toro, sujetando a un hombre cobra en cada mano, vio que al otro lado había un pequeño ejército marchando hacia ellos. O lo hacían hasta hacía un segundo cuando vieron cómo las gastaba el enmascarado. 

Por el cielo brumoso de Kythia se aproximaban varias aeronaves. 

Aquello iba a ser una invasión en toda regla. 

-¿Quién es el otro tipo, Hiro? El que va de luchador...

-Lo tengo visto de antes... es El Cuate o algo así: creo que está metido en las bandas latinas. Debería contratar a un asesor de imagen porque la única manera de que pueda representar un estereotipo más racista sería si llevara una chaqueta de Tequila José Cuervo y una banda de mariachis cantándole las gracias...

-¿Y la otra?¿La lolita gótica que tira rayos?¿Crees que es la misma que en estos carteles? Están por todas las instalaciones... es raro, juraría que venían con un número de teléfono. 

-¿Qué pone aquí? "Cree en ti mismo y conseguirás todo lo que te propongas"... en serio, Jim, algunos me critican por poner a caldo a los superhéroe pero es que lo piden a gritos: ¿Quieren mi atención? ¡La tienen, pero que no lloren luego!

No había que ser muy listo para sumar dos más dos y ver que el brillo de la joya del ídolo que se veía al otro lado del portal y el hecho de que éste se hubiera agrandado debían tener algo que ver. El Cuat... digooo, El Toro tuvo claro que tenían que cerrar el maldito portal, y lo antes posible.

Golpeó entre sí las cabezas de los dos Hombres Cobra que tenía cogidos por el cuello, dejándolos inconscientes y luego se los echó cada uno a un hombro mientras salía corriendo hacia el portal. Utilizó al primero como proyectil contra un grupo de enemigos que se interponía entre él y el portal y al segundo como maza contra otro grupo. Finalmente, saltó al interior de la selva de Kythia a través de la puerta.

Tan pronto como llegó al otro lado se dio cuenta del calor que hacía. Empezó a sudar casi inmediatamente, pero por suerte iba casi en pelotas, como Tarzán, así que se podía decir que estaba vestido para la ocasión. El ídolo no estaba demasiado lejos, y la joya seguía brillando en su pecho. 

El Toro arrancó de cuajo un arbolito y comenzó a correr a toda velocidad hacia el ídolo, como si fuera un caballero andante con una lanza llena de hojas y ramas de la que iban cayendo animalillos, frutos y lianas mientras el superhéroe enmascarado gritaba furioso. 

—Gracias, DJ —dijo Kenji mirando lo cerca que había estado de ser convertido en una estatua de piedra—. ¡Héctor se ha metido en el portal! ¡Tenemos que apoyarle! —buscó con desesperación el esquife de Bryn y comenzó a hacer señas con los brazos extendidos—. ¡Aquí, aquí!

No le hacía ni la menor gracia que su padre se hubiera plantado allí llevando su armadura; pero si aquello ayudaba a ganar la batalla no le importaba quedarse en segundo plano.

Pero ahora mismo, lo más importante era ponerse a salvo de las llamas que devoraban todo a su alrededor. Se quitó el casco que le estaba asfixiando de calor.

—DJ, ¿cómo has entrado? Tenemos que salir de aquí antes de que muramos abrasados —preguntó bastante acojonado.

Hablando de invadir espacios personales y meterse donde no le llamaban, Warhead estaba pilotando *su* esquife. Sin pensárselo 2 veces la asgardiana dio una orden mental al Vindur y éste viró bruscamente, saltándose cualquier comando manual que se hubiera dado, para trazar un rumbo cómodo para que Brynhildur recuperara su forma humanoide básica y abordara simultáneamente su estilizado vehículo volador.

─¿¡Quién te ha dado permiso para abordar mi nave!? ¡Tú serás lo que quieras ahí abajo, pero aquí la capitana soy yo! ─exclamó con voz atronadora y dedo acusador, sus ojos encedidos, un auténtico espectáculo de luces y sombras amenazadoras danzando en torno suyo¹. Un simple mortal seguramente se hubiera puesto a temblar o se le hubieran descontrolado los esfínteres.

Brynhildur, furiosa con el polizón pero consciente de los peligros que les rodeaban, no pudo sino asombrarse al ver magia muspelheimniana arrasando el cmapo de juego. Bool. De acuerdo. Afortunadamente a ella no le afectaba gracias a estar en el aire, pero había gente bastante menos afortunada en ese sentido...

─Cabeza-hierro, llama a *tu* grupo y diles que hay una estatua con un amuleto que parece ser el que ha abierto el portal, me da igual si te atribuyes el mérito del descubrimiento... ─dijo la asgardiana a voz en grito para que Warhead pudiera escucharle (sin darse cuenta todavía que a quien estaba hablando no era sino un caparazón vacío)─ Un momento... ¿Ese no es... tú? ─Dijo Bryn al percatarse de quién le estaba haciendo señas con los brazos desde el campo de juego, girando la cabeza estupefacta hacia la armadura metálica que le hacía compañía y achinó los ojos─ Ya entiendo.

Un poco enfadada consigo misma por no haberse dado cuenta antes, la asgardiana hizo virar bruscamente de nuevo su vehículo mientras se agarraba a un asidero en el borde del mismo y estiraba su mano. Sonreía: Iba a pescar a un midgardiano arrogante y alzarlo a toda velocidad por los aires. A ver de qué estaba hecho...

Del mismo modo que el portal se expandía también lo hacían sus llamas. Vio la aglomeración de gente en las gradas incapaz de abandonar el campo y puso los ojos en blanco. - Animales, hacer cartelitos sí, pero abandonar el campo no saben. - Sin embargo la responsable del incendio era ella y aunque bien había servido para crear una pantalla entre civiles y hombres cobra de nada servía si el humo y las llamas se cargaban a los estudiantes. Y aunque ella tuviera la misma destreza que el Joker para maquillarse, aún no había llegado a ese punto en el que se veía a sí misma como una villana.

Perdió de vista a El Toro y hacía un rato que no sabía nada del resto, sin embargo confió en el equipo y asumió su responsabilidad. Retrocedió hasta las gradas y extendió los brazos en horizontal, con las palmas de las manos abiertas. Pronunció en voz bien alta un conjuro defensivo, alzar la voz de aquella forma le ayudaba a proyectar mejor la energía arcana que usaba para sus hechizos, y en un abrir y cerrar de ojos una barrera purpúrea se extendió recubriendo la parte frontal de las gradas.

Las llamas chocaban violentamente contra la barrera, pero ésta no cedería siempre y cuando Willow centrara toda su atención en ella.

DJ sonrió ufana. Por fin algo le había salido bien.

- Es química básica - respondió a Kenjiro enseñando sus dispositivos - desplazas el exígeno mediante ondas sónicas rompiendo la cadena de combustión y... *silbido* ¡menudo apaño le ha hecho el abuelo al bólido de Bryn! ¡eh, Bryn! ¡aquí! ¿una ayudita?

DJ alzó los brazos al tiempo que Kenji. La asgardiana parecía dirigir el vehículo sin apenas poner un dedo sobre sus mandos, maniobrando con destreza. ¿Quién le habrá enseñado a conducir así? Lo cierto es que poner aire de por medio entre las llamas y aquellas criaturas parecía ser la opción más sensata si no querían acabar inmortalizados en piedra.

- Eh, ¿y El Toro? Estaba aquí hace un instante y... ¿no creerás que ha cruzado al otro lado? ¿no? - se preguntó visiblemente preocupada al no ver al enmascarado - ¡Ha cruzado al otro lado! ¡Pero...! ¡Argh! Va a hacer que le maten. ¡Debemos ayudarle!

Y con una torpe pantomima DJ intentó transmitir lo sucedido a la despampanante rubia que se dirigía hacia ellos. Quizá el esquife fuera su única opción para llegar a tiempo junto a su amigo y sacarlo antes de que la cosa se pusiera aún más fea.

El Vindur hizo una pasada sobre el campo en llamas. La valkyria cogió a Kenjiro y a DJ,  uno con cada mano y sin aparente esfuerzo, y los colocó a horcajadas sobre el compartimento de carga, encima de la Mark 8,  tirada de cualquier manera. 

El radar de DJ emitió un pitido: un objeto volador se aproximaba al estadio. No era algo raro en la Ciudad de los Héroes pero, según las lecturas preliminares, era Warhead. 

Oh, wait. 

* * *

La gente seguía saliendo del estadio con más o menos gracia ahora protegidos del fuego. Bool encontraba más sencillo ahora mantener el control. Everard le había enseñado bien. Incluso las palabras de la otra Bool le chirriaban menos en los oídos. 

"¡Detrás tuyo, desgraciada!¡Viene a por ti!"

Uno de los hombres cobra que quedaban en Halcyon City se había incorporado y se acercaba por su espalda con las fauces abiertas chorreando veneno. 

* * *

La primera fila de hombres cobra salió despedida en todas direcciones con el primer barrido del árbol. La segunda se dividió en dos con poca ceremonia. La tercera fila  emitió una algarabía de graznidos, siseos y chasquidos intentando reorganizarse: el Toro cortaba su formación como un cuchillo la mantequilla caliente. 

El escuadrón de naves se detuvo a gran altura. Una luz roja empezó a brillar en la nave, muy similar al rubí del Ídolo. El Toro intuyó que no se estaba preparando para abrir otro portal. 

El Toro estuvo tentado de arrojar el árbol que le servía como maza hacia el ídolo. Si lo arrojaba con suficiente fuerza, igual podría destruirlo de un solo golpe. Pero la luz roja de las naves no presagiaba nada bueno y no quería depender de un único tiro.

Así que optó por una estrategia distinta. Dejó caer el árbol hacia su espalda y aprovechó para salir corriendo hacia la parte más frondosa de la selva que encontró. La canopia de la selva debería ayudarle a ocultarse de las naves y, tan pronto como estuvo bajo el frondoso dosel arbóreo, saltó hacia uno de los árboles y comenzó a moverse saltando de rama en rama, ayudándose en algunos casos de las lianas, cual Tarzán de los bosques.

No perdió en ningún momento de vista su objetivo: acercarse lo máximo posible al ídolo

Algunos mechones del flequillo fueron cayéndose por la frente, pero era tal la concentración que debía y estaba invirtiendo para mantener una barrera de semejante tamaño que ni siquiera se permitió el esfuerzo de apartarse aquellos pelos de la cara.

Hasta que oyó un grito de alerta.

Se giró sorprendida y su cuerpo reaccionó lanzándose al suelo para evitar el ataque del reptiloide, ni si quiera le dio tiempo a pensar quién era el huevón como diría Héctor que la llamaba desgraciada o porque ahora no había ningún jugador con un exceso de testosterona que se dignara a ayudarla. Aunque tampoco la necesitaba, era una mujer fuerte, autosuficiente y usuaria de Twitter. ¿Acaso había algo que la empoderara más? Quizá raparse un lado de la cabeza o dejar de afeitarse las axilas... Volviendo al tema, el caso era que ahora tenía a un hombre cobra igual de predispuesto que hacía cinco segundo atrás en acabar con ella y la barrera se había disuelto igual de rápido que se había creado.

Aún tirada en el suelo, extendió un brazo hacía adelante y con un grito estiró el brazo hacía el campo, creando un campo enérgico similar al que había usado con la barrera y con el que trató de mandar volando de vuelta al terreno de juego al hombre cobra que se le acercaba.