Partida Rol por web

Aquel sonido que se escuchó por encima de los cansinos ladridos del perrete consiguió paralizar por un segundo a Misi de miedo. Esa voz humana sonaba inconfundiblemente a señora con rulos. ¿Porqué no les habían avisado de que la señora tenía rulos?

Se debatió entre ir a por el perro o tratar de despistar a la señora cuando saliese, pero al ver que Rubik no conseguía reaccionar a tiempo, decidió decantarse por el perro. Que no tenga rulos, que no tenga rulos... Pensaba, acercándose detrás de Lin. Aquel gato gigante estaba curtido en batallas, pero Misi creía que él también podría estar a la altura. A ver si consigo arreglarle esos ojos.

Con un poco de suerte no habría que enfrentarse a la señora con rulos y al perrete a la vez. 

- ¿Q...Qué es eso?- maulló Resaca, de pronto más asustada de lo que le hubiera gustado admitir- Suena... Suena a señora con rulos- añadió, sintiendo un escalofrío al imaginarse a la hembra humana de pelo enrollado en tubos de plástico, escoba en mano... Las señoras con rulos eran temibles. Las señoras con rulos reaccionaban de manera peligrosa ante los gatos que, según ellas, daban mala suerte. Gritaban. Saltaban. Y se agitaban como si tuviesen dentro muchas bolas de pelo. Y... ¿Linda? 

Miró al perrete, que corría tras Rubik, estupefacta- ¿Esa cosa es una hembra?-dijo, casi sin pensarlo, para acto seguido correr detrás de Lin y de Misi, queriendo adelantarlos para que no la pillase la señora con rulos.

Marí saltó sobre el capó del coche con una agilidad asombrosa en una gatica tan pequeña. Sobre sus cuatro patas, sin hacer apenas ruido y con su pelaje blanco perfectamente limpio. 

Mientras tanto, el perrete había conseguido echarse encima de Rubik ante los titubeos del gatico. El engendro dejó de ladrar para jadear con ansia y sus mandíbulas babeantes se abrieron y se cerraron como un resorte buscando el lomo del cachorro. Sin embargo, estaba demasiado nervioso y apenas consiguió atrapar algunos pelos entre sus dientes retorcidos, sin llegar a morder a Rubik. 

Lin, Misi y Resaca terminaron de recorrer la distancia que los separaba del perrete. Los dos gaticos parecían dispuestos a atacarlo sin titubear. El perrete por su parte se había quedado algo confuso y empezó a gruñir hacia Rubik. Parecía dispuesto a repetir su ataque con el mismo gatico que se había fijado como objetivo entre ceja y ceja.

En aquel momento la puerta de la casa de la señora Potts se abrió y las peores sospechas se hicieron realidad cuando de ella salió una señora con rulos... ¡Y escoba!

- ¡Linda! ¿¡Linda!? ¿Dónde estás? ¿Qué está pasando ahí? - Su voz estridente os llegó desde el jardín. Todavía no se había movido, pero sus ojos de humana cegata escrutaban el patio en el que os encontrabais a través de la valla. Y por cómo fruncía la nariz y entrecerraba los ojos parecía dispuesta a acercarse para ver mejor.

¿Garras afiladas da alguna bonificación al daño?

La gatica se siente triunfante encima del coche. Está blanca e impecable, además de a salvo del perrete. De la mujer de los rulos no sabe pues aún no conoce a esa especie muy bien, pero prometen ser terribles con un rodillo de amasar en la mano y una gran lanzadora de pinzas de la ropa. Nerviosa y extasiada por su salto anima a Lin y a Rubik. - ¡Vamos chicos! ¡Dadle duro a ese bicho!

Rubik corrió. Corrió como si estuviera hecho de viento. Corrió como si estuviera viendo una cuerda delante de sí, huyendo de él. Corrió con toda la velocidad que le permitían sus patas... O eso creía. De repente sintió el desagradable hedor de aquel perrete demoníaco cerca de él, pisándole los talones, y un instante después sus dientes cerrarse... Sin llegar a alcanzarle. Como debía ser. Como un buen gatico callejero y camorrista, se había librado del mordisco de aquel horrible animal.

Ahora, durante un instante se planteó si darse la vuelta y plantarle cara, pero Lin y Misi ya estaban cubriéndole. Desde el capó del carro de metal Marí los animaba, y eso le dio el valor suficiente para... Seguir corriendo. No porque le diera miedo, no, sino porque alguien tenía que hacer de cebo. Sí, eso. Rubik se sacrificaba honorablemente y no por miedo para que Lin y Misi pudieran atacarle sin temer nada. Y su sacrificio tenía forma de carrera. Trataba de reunirse con Marí, de ponerse a salvo, y lo hacía con toda la velocidad que le permitían sus patas y la sensación de tener al engendro encima.

La garra de Lin se movió con rapidez, directa a los ojos del perrete. Y acertó de pleno, vaya si acertó. La piel del engendro se desgarró bajo las afiladas uñas del enorme gatico y la sangre empezó a brotar incluso antes de que Lin terminase su veloz movimiento. 

El bicho aulló de dolor. Un aullido agudo y estridente que probablemente a los humanos les resultaría lastimero. Misi atacó entonces, justo después de Lin. Pero sus patas parecían estar estropeadas. El gatico de color canela no terminaba de comprender qué pasaba con sus garras. Ni siquiera llegó a golpear al perrete, preocupado como estaba por no poder sacar las uñas. 

Mientras tanto, Rubik había conseguido reunirse con Marí al pie del carro de metal y la gatica blanca animaba desde su posición privilegiada sobre el capó a los gaticos que se enfrentaban al perrete. Resaca por su parte... ¿Dónde estaba Resaca? ¿Seguía corriendo, huyendo de la señora con rulos? Con la emoción por el combate, nadie lo tenía muy claro.

Ante el aullido del perrete, la señora con rulos echó a correr en dirección a la valla, a toda la velocidad que le permitían sus zapatillas de estar por casa, las que vestía con unos calcetines de deporte, modelo protección-de-tobillos-contra-zarpazos-de-gaticos. 

Llegó allí y se puso de puntillas para asomarse por encima, con la escoba en la mano. Entrecerró los ojos para tratar de distinguir algo entre las sombras de la oscuridad con esos ojos tan poco apropiados. 

- ¡¿Pero qué coño?! - La mujer empezó a aullar como una loca, al mismo ritmo que el perrete que con el rabo entre las piernas y emitiendo quejidos lastimeros empezó a recular, tratando de acercarse a ella. - ¡Linda! ¡Linda! ¡Malditos gatos asquerosos! ¡Os voy a matar a todos! ¡Voy a llamar a la perrera y os van a envenenar! ¡Ven aquí, Linda! ¡Ven con mamá! - La señora movió la cabeza a toda velocidad, a un lado y luego al otro. Era evidente que su lento cerebro de humana estaba intentando encontrar alguna forma de pasar al otro lado para daros vuestro merecido. Mientras buscaba, seguía profiriendo amenazas. Y eso que todavía no había visto la cara del perrete. Por la pinta que tenía, ahora además de birojo iba a ser tuerto. - ¡Como os pille os voy a matar! ¡A escobazos! ¡Sucios! ¡Asquerosos!

Lin observó como aquel engendro de perro reculaba, momento que aprovechó para comprobar que Rubik estaba con Marí. Miró un instante a Misi e hizo un gesto hacia el carro de metal. Parecía el mejor y único momento para pasar al patio de la cárcel de gaticos. -¡¡Cachorros...!!- Bramó, más que maulló. -...¡¡Pasad al patio de la cárcel!!- Dijo reculando agazapado con si estuviese a punto de saltar sobre algo o alguien, sin apartar la vista de donde la bruja chillona podía hacer su aparición, mientras sus uñas rascaban el suelo para tenerlas más afiladas aún. Por el gesto de Lin, parecía dispuesto también a encarar a aquella bruja con rulos y escoba de ser necesario para cubrir a los cachorros sobre todo, pero también al resto.

Resaca, que en un principio se había acercado a donde se encontraban el perrete y los cachorros, corrió más atemorizada de lo que la vergüenza la dejaba demostrar, huyendo de la señora con rulos y escoba. Esas humanas, que parecían calcomanías las unas de las otras, pobraban sus pesadillas en aquellas terroríficas noches en las que su humano se olvidaba de ponerle la comida. 

Podía enfrentar perretes, mendigos, borrachos, ¡incluso niños! Pero las señoras con rulos... Eso era algo serio. De manera que, aunque se mantuvo cerca de la acción, comenzó a acercarse al muro. Cuanto antes huyera de ahí y del alcance del cepillo mejor. Los gatos negros y las escobas no se llevaban bien. 

- ¡Vamos, ya habéis oido a Lin! ¡Corred!- dijo, tratando de aparentar normalidad y suficiencia.

Rubik corrió, corrió, corrió y siguió corriendo durante lo que le parecieron horas. De camino escuchó el aullido cargado de dolor de aquel monstruo, pero sólo por si acaso siguió corriendo. Si ninguno de los suyos se quejaba era porque las cosas iban bien. Continuó a toda velocidad y más rápido todavía y las horas se convirtieron en días, en semanas y en años. Y cuando unos segundos más tarde llegó al lado de aquel carro de metal se detuvo, impaciente, antes de echar la vista atrás.

Al ver a aquella señora asomándose por encima de la valla el gatico miró a los lados, buscando dónde esconderse. Debajo del carro de metal era una buena opción, pero seguro que la señora de los rulos podía llegar con aquel palo. Escuchó entonces la orden de Lin y, orgulloso, sacó pecho.

- ¡Ya está hecho! - Afirmó, contento de haber conseguido hacer lo que le decía aquel gatico incluso antes de que lo ordenase. Los ojillos del gatico pasaron de uno a otro de sus compañeros, mostrando su satisfacción, antes de recordar el peligro en el que se encontraban. Entonces repasó los alrededores, buscando cualquier ruta válida, ya fuera para escapar o para esconderse. Además tenían que conseguir entrar en la cárcel de animales fuera como fuera.

Cuando Marí vio a su compañero Rubik abajo de su refugio, pegado a una de las ruedas, se fijó bien en él desde el borde. Parecía estar buscadno algo o examinando el terreno: propio de Rubik, el gatico camorrista. Sintiéndose una gatica consentida saltó abajo y se situó de golpe al lado de Rubik. 

- ¡Alehop! - Dice la gatica al tocar el suelo. Asiente a Rubik y se pone a mirar de un lado a otro del mismo modo que él. - Acerquémonos a la cársel. -  Propongo a Rubik ansiosa, sin casi haber buscado nada en esta posición.

El perrete cruzó la valla de vuelta a su jardín y la señora Potts abandonó su escrutinio para agacharse a recogerlo. Fue sencillo determinar en qué momento vio su estado, porque empezó a gritar como una loca. Peor que una loca. Como una loca con rulos.

- ¡Ay, Linda! ¡Ay, mi bebé! ¡Mi pobre cosita bonita! ¿Qué te han hecho esas bestias? - Podíais ver que estaba meciendo a aquel bicharraco entre sus brazos. - ¡Voy a llamar a la perrera ahora mismo para que se encarguen de ellos! ¡Y luego nos vamos al veterinario de urgencia!

Volvió a mirar hacia vuestro lado de la valla y movió la escoba con un gesto amenazante. - ¡Malditos bichos de mierda! ¡Os van a envenenar como merecéis! ¡Asquerosos! - Tras proferir esos insultos empezó a caminar hacia la casa, sin dejar de murmurar por lo bajo palabras que os resultaban inaudibles entre los aullidos del perrete.

Rubik y Marí empezaron a mirar a su alrededor valorando las opciones. Para esconderse la opción más obvia era la parte inferior del carro de metal, aunque también sería la más obvia a la hora de buscarlos.

Entonces los dos gaticos más pequeños se dieron cuenta de que la puerta del cobertizo estaba entreabierta.

Y cuando Marí empezó a mirar hacia la cárcel de animales, pudieron ver que había una ventana en la parte baja, casi en el suelo. Debía ser el sótano del que les había hablado Piper, el lugar donde estaban los gaticos secuestrados. La ventana estaba entreabierta, pero de ella salía luz. Alguien debía estar dentro.

La señora de rulos daba verdadero miedo. Chillaba incluso más que su perro, pero algo en ella, probablemente aquellos rulos, daba a entender que era peligrosa. Misi corrió tras los gatetes, tan rápido como pudo. Había que alejarse de los rulos cuanto antes, nunca traían nada bueno.

¡Va a llamar a la perrera! Maulló Misi, con urgencia. ¡Tenemos que darnos prisa! No tenía mucha idea de lo que era eso de la perrera, pero sonaba muy peligroso. Seguro que traían muchos perros para darles caza.