Partida Rol por web

Rubik observó cómo los primeros gaticos empezaban a salir por la ventana antes de volver a observar a los más pequeños. Convencido de que no serían capaces, de que tenían que buscar la manera de salir por la puerta, el pequeño llevó sus ojos de nuevo a Lin, esperando una contestación a sus palabras. Sin embargo toda la respuesta que recibió fue una mirada que no supo interpretar.

Dubitativo y temeroso se acercó al resquicio de la puerta que Marí había abierto, tratando de no dejar que ningún gatico se colase o se marchara sin que Lin diera el visto bueno. Miró hacia afuera y luego hacia dentro, intentando entender por qué no salían ya. Después de todo encontrar a Nemo más adelante era lo mismo que encontrarlo allí, y si lo intentaban ya quizá lo consiguieran sin encontrarse con el maldito carcelero.

Entre la algarabía formada por todos los gaticos, escuchaste una puerta cerrarse a lo lejos y unos pasos acercarse. Todavía no sonaban justo detrás de la puerta de la sala donde estabais pero parecía seguro que... ¡Nemo estaba volviendo!

Entre la algarabía formada por todos los gaticos, escuchaste una puerta cerrarse a lo lejos y unos pasos acercarse. Todavía no sonaban justo detrás de la puerta de la sala donde estabais pero parecía seguro que... ¡Nemo estaba volviendo!

Misi miró a la puerta, furioso. ¡Maldito memo, Ve a ver lo que pasa en la habitación no vengas aquí! Pero así eran los humanos. No serían capaces de ver un Pitbull ni aunque lo tuvieran delante ladrando. Pero al menos me dan comida rica.

Con un grácil salto se metió en una de las cajas para evitar ser visto. Cuando el peligro hubiera pasado vería lo que hacer. No podía abandonar a aquellos pobres gatitos. Ellos también se merecían tener a su humano, su casa, sus juguetes, sus mimos...

Cuando Nemo volviese a aquella habitación a hacer lo que fuese que estaba haciendo con el gatico, seguro que algo necesario, intentaría salir y llamar la atención del hombre saliendo de la habitación en silencio y haciendo ruido contra la puerta de la habitación donde estaban los demás encerrados.

Resaca subió sobre la mesa, nerviosa, viendo cómo algunos comenzaban a saltar a través de la misma, y cómo sus compañeros de misión no parecían dispuestos a escapar por ahí.

Había demasiados gaticos pequeños como para que todos pudiesen escapar así,  y si se iba dejando a tantos fuera quedaría con una cobarde. ¡Y Nemo ni siquiera tenía rulos! Así que, miró a los gaticos más grandes que aún quedaban dentro- Lleváos a los cachorros que podáis- maulló, antes de husmear sobre la mesa. 

Cualquier cosa que permitiese facilitar el salto a los demás, mejoraría las condiciones.

Los pasos siguieron acercándose por el pasillo, cada vez más y más cerca... Hasta que los escuchaste justo al otro lado de la puerta desde tu escondite. Temblaste un momento, seguro de que aquel humano Nemo sería tan memo de meterse en esa habitación... Los segundos se te hicieron eternos. Uno. Dos. Tres. Y los pasos pasaron de largo, continuando hacia la otra habitación, en la que habías dejado a los gaticos encerrados. Todo estaba saliendo según lo previsto, aunque... Todavía tenías que pensar cómo saldrías tú de allí. Y qué le contarías al Coronel Bigotes sobre la misión.

Tras el batacazo la pobre Angora turca recibe de buen grado la ayuda de Lin. Maulla en agradecimiento. Ahora tiene mal la garganta y una patita. Una faena de cuidado. Meresco unas vacasiones... Piensa frustrada observando como los gatetes se van por la ventana. Si fuera una sucia humana pondría los brazos en jarras, pero simplemente maulla muy pero que muy indignada. - ¡Y para eso me rompo el body! - Dice imitando a los jóvenes de la televisión.

Como puede se acerca a la ventana, dando mimitos a los gaticos que no consiguieron subir y aún esperaban debajo de la ventana. Pese a ser pequeñita está convencida de que desde el otro lado podría ayudar de algún modo. - Esperad gaticos... - Dice haciéndose un hueco y subiendo por la ventana. ¡Pero está tan cansada y mazada que no es capaz! De nuevo deleita al mundo con un ceño fruncido que derretiría al más rulado de los humanos.

Entre la algarabía formada por todos los gaticos, escuchaste una puerta cerrarse a lo lejos y unos pasos acercarse. Todavía no sonaban justo detrás de la puerta de la sala donde estabais pero parecía seguro que... ¡Nemo estaba volviendo!

Resaca había comenzado a examinar las herramientas que había sobre la mesa. Chismes de metal y madera que parecían instrumentos de tortura para gaticos. Al fin y al cabo estaban en una cárcel, ¿no? Sin embargo, no había nada lo suficientemente alto como para subirse en ello.

Y fue entonces cuando un sonido en la puerta acalló todos los sonidos de la sala. La algarabía felina cesó, todos los gaticos enmudecieron y...

...

El temible momento había llegado. El tiempo se había acabado y el humano Nemo entró de repente por la puerta, con su... Con su... ¡Con su cara de memo y sus manos de secuestrador de gaticos!

Al ver el percal que había montado dentro de la habitación el tipo se quedó congelado en la puerta, mirando hacia dentro, repasándoos a todos con una mirada atónita. Su mano empezó a dirigirse a la puerta sin mirarla, sólo palpándola. Y parecía tener intención de cerrarla. ¡Era vuestra última oportunidad, gaticos! 

Los gaticos presos dudaron un instante. Los que habían planeado la emboscada no habían llegado a ponerla en práctica. Algunos estuvieron rápidos y se colaron a toda velocidad entre las piernas del humano, otros parecían haberse congelado por el terror que le tenían y algunos más os miraban a vosotros, esperando que los que los habían sacado de las jaulas tomasen la iniciativa y les guiaran hacia la libertad.

Y era el momento. Ya no había vuelta atrás. Lo anhelaba...lo deseaba. Quizás fue egoista y pensó tanto en morir destrozando a ese humano como en liberar a los gaticos. Puede que él ya no saliera de allí, pero aquel humano recordaría el resto de su vida aquello y volvería a pensárselo antes de secuestrar a más gaticos. Estaba herido, también cansado. Pero aquello le producía un tic tac en su corazón, que extrañaba. La sangre bombeando con fuerza. El pelo erizado de forma innata. Aquel maullido grave, casi atroz que hacía pensar en todo menos en un gato...

Y saltó con todas sus fuerzas hacia el rostro de Nemo. Toda su frustración, todo el dolor acumulado de años viendo desaparecer a los cachorros de otros y los suyos propios. Por los perros...por los chinos...por las bípedas con rulos, por la perrera, por los niños lanza piedras. Toda aquella rabia pareció incluso inyectar sus ojos en sangre.

Era el momento...ya no había vuelta atrás...

Los ojos de Rubik estaban tan abiertos que podrían haberse salido de sus órbitas, y en ese estado giraban rápidamente en muchas direcciones. Si no llegaron a salirse fue, probablemente, porque sabían que de hacerlo pasarían de querer verlo todo y no alcanzar a no ver absolutamente nada. Miraban a los gaticos que salían por la ventana, y con las palabras de Lin aún en la cabeza casi sentía ganas de seguirlos. Miraban a los que quedaban dentro, a los cachorros. Miraban a Marí, que parecía haberse hecho daño. Y a Lin y a Nemo. Sobre todo a esos dos. Uno dispuesto a enfrentarse a aquel gigante, y el otro un monstruo como nunca había conocido antes. Aquel asqueroso parecía a punto de cerrar la puerta. Y de hacerlo... De hacerlo tendrían un problema.

- ¡Llevaos a los cachorros que podáis! - Coreó Rubik, recurriendo a destiempo a la última frase que había oído de los líderes de la manada. Entonces volvió a mirar alrededor, con el corazón latiendo a toda velocidad en el pecho. Neceistaba hacer algo, pero ni siquiera sabía qué. Podía marcharse por la puerta con los más pequeños. Aquello estaría bien: sería heroico y seguro. Pero la idea de dejar a Lin atrás... Por otro lado, si alguien sabía arreglárselas frente al Memo sería aquel enorme ejemplar. Y Rubik no dudaba que harían falta diez Memos para hacerle frente a su héroe. Aún así el idiota parecía a punto de cerrar la puerta, y eso no le gustaba nada.

Entonces todo sucedió a cámara lenta. O quizá no, pero así lo sintió él. Dejó su voz salir, tan potente como aguda. - ¡Todos fuera! - Maulló mientras comenzaba a trotar en dirección a la puerta. De camino sintió su pelaje agitarse con el propio viento que producía su carrera, sintió su rabo reaccionar a la cercanía de aquel humano, erizándose, sintió... Sintió ganas de detenerse y liberar a la paloma. Pero continuó. Y al pasar al lado de Marí la miró con su mejor expresión de adulto, que tampoco era demasiado buena. Con los ojos ben abiertos y las pupilas dilatadas se detuvo junto a ella y trató de poner voz grave mientras hablaba. Voz de despedida. Voz de héroe. - Guíalos hacia la salida. - Le pidió con gravedad, hablando como si fuera posible que no se volvieran a ver. - Te necesitan por si hay más puertas. - En realidad esperaba seguirlos sólo un instante después, pero antes había algo que tenía que hacer.

De nuevo los ojos de Rubik viajaron hacia el Memo. Hacia el pomo de la puerta. Hacia Lin. Hacia el pomo de la puerta. Hacia la mano del humano. Tenía que darles tiempo. Tenía que conseguir que salieran todos. De modo que dio dos pasos hacia atrás, estudiando el salto como el gato casero que en el fondo era. Entonces preparó su voz, trató de sacar unas uñas que no existían, y puso una vez más su cara de gato callejero y sin miedo a nada. Sólo por si acaso no era suficientemente convincente se tomó un instante, sólo un segundo, para despeinarse, e incluso pareció que se había pintado un par de líneas de pintura de guerra bajo los ojos.

- ¡¡¡¡CAMORRAAAA!!!! - Exclamó entonces, lanzándose a por aquel enorme animal con todo lo que tenía. A por su mano, dispuesto a evitar que cerrase la salida que tenían los cachorros.

Tras echar un vistazo a la puerta salí de mi escondite. Buen chico, Nemo. Me dirigí a la ventana abierta, sería un buen lugar de escape. Dediqué una última mirada al gatico que se encontraba plácidamente dormido y maullé suavemente antes de dirigirme a la salida hacia la libertad. Pronto las cosas te irán mucho mejor. Seguro que encuentras a unos humanos que te cuiden y te tratarán como a un rey.

Dicho esto me largué de ahí, meditando lo que debería hacer a continuación. Si alguno de los gaticos de la misión escapaba, probablemente le contaría lo sucedido al Coronel bigotes. Podría defenderme diciendo que intenté pararle, el Coronel era un gato tonto venido a más, pero tal vez los demás no me creyesen. Tal vez debería pasarme el resto de vida rodeado de atún y deliciosa comida envasada. No sonaba para nada mal.

Al ver a Nemo la gatica se volvió aún más blanca. También se quedó petrificada y con los ojos abiertos como dos focos azules. Azules y preciosos, por supuesto, pero muy asustada de ese humano, que era un demonio entre demonios. Ella sabe que no es una guerrera como Rubik o Lin, y como este primero le dijo, tenía que sacar a los gaticos. Está magullada, pero lo va a volver a intentar: hay que sacarlos como sea. 

Coge a un gatico del pescuezo como si fuese una mami y tira de él. - A ti te salvo como que me llamo Marí. - Susurra al gatico afortunado mientras lo trinca. Gira su cuello y ve alejarse hacia Nemo a Lin y a Rubik. Le gustaría despedirse de este, pero sabe que lo voverá a ver. Volveré a ver al gatico camorrista... 

Superando sus dolores salta con todas sus fuerzas con un pequeñito en la boca lamentándose por no poder salvar a más.

Paralizada se quedó la gatica oscura, al ver aquella figura mema alzarse en la puerta. Aquel humano tonto, aquel ladrón de gaticos, había hecho todo tipo de ruindades de calibre humano, y Resaca no podía evitar sentir cierto temor al contemplarlo. Pero también sentía rabia. Y al fin y al cabo, tal y como había pensado antes, ni siquiera tenía rulos. ¡Ni una escoba!. De manera que, irguiéndose sobre sus cuatro patas, dio un bufido amenazante, situándose a la cabeza de los cachorros. 

Resaca aprovechó aquel momento de distracción que proporcionaban Lin y Rúbik y llamó al orden- Gaticos, ¡corred hacia la puerta! ¡Salid!- maulló, mientras se desplazaba hacia la salida y cuidaba de que todos los más jóvenes llegasen al otro lado, volviendo a emitir un ronroneo al observar al gatazo, en pleno estado salvaje, desgraciándole la cara al humano de la cárcel de animales. 

El tiempo pareció ralentizarse y el gatazo y el cachorro se movieron al unísono, en una coreografía felina y letal. Lin saltó en vertical, sin preocuparse por la sangre que goteaba de sus patas traseras y sus zarpas se movieron rápido, ¡zas-zas!, marcando la cara de aquel humano memo con cuatro gruesas líneas en cada dirección. Las garras afiladas del gatico se clavaron con ahínco en la carne y el humano tan sólo pudo emitir un grito de dolor mientras alzaba un brazo para taparse el rostro.

Mientras tanto, Rubik se lanzó a por la mano que pretendía cerrar la puerta y, imitando a Lin, pegó un gran salto -grande para su tamaño, claro- y se quedó colgando con los dientes clavados en el dedo gordo del humano Nemo. Intentó patear con sus patitas de atrás, pero desde que los malditos humanos le habían extirpado las garritas ya no era lo mismo. Así que apretó y apretó con los dientes, haciendo que el humano aullara de dolor y sacudiese todo el brazo, intentando librarse de él.

Fue entonces cuando lo vio, mientras se balanceaba sin soltar su presa: una cuerda colgaba de la cintura de Nemo. Una cuerda que se movía ante sus ojos con cada movimiento del humano. Los ojos de Rubik siguieron la cuerda, hipnotizados por aquel vaivén y cuando soltó la mano del humano y cayó al suelo, lo hizo agazapado, con la mirada clavada en la cuerda.

Ajenas a la felinidad del pobre Rubik, Marí y Resaca no se habían quedado quietas, nada de eso. La más pequeñita del grupo había cogido entre sus dientes al cachorro más pequeño que había encontrado. Apenas le cabía en la boca su pellejo y sentía que se le iba a descoyuntar la mandíbula, pero estaba decidida a lograr su propósito. Se concentró muchísimo, movió el culete de un lado a otro, calculando la altura y... ¡alehop! Saltó hasta la ventana consiguiendo que el cachorrito no se cayera. Sin embargo, los cristales afilados rasgaron la piel de su tripita, haciendo que su blanco pelaje inmaculado empezase a teñirse de un rojo intenso con la sangre de la gatica. 

Resaca se había convertido de repente en la líder del grupo de gaticos que quedaban y a su voz, todos empezaron a seguirla en su huida por la puerta. Atrás quedaba aquel especímen de semental felino que había provocado ese olor a feromonas rodeando a la gatica negra.