Partida Rol por web

Mientras los gaticos organizaban la cadena felina, Misi se había metido por la ventana de aquella habitación y con sus dientecitos había tironeado de los cables que tenía aquel gatico dormido clavados en la pata, hasta arrancarlos. Una gotita de sangre había salido del sitio donde la aguja salió y manchó su patita.

Sin embargo, el gatico ni se inmutó. Parecía estar completamente dormido, como un peso muerto.

Misi miró el cuerpo del gatico dormido. Era enorme, casi de su tamaño. No iba a poder sacarlo por la ventana, ni siquiera entre dos gaticos fuertes. Levantar aquel peso muerto hasta la mesa que daba al jardín era imposible, había que pensar otra forma de salvar al gatico sin pito. ¿Tal vez empujar la mesa?

Sino no podrían hacer nada por él. Solo esconderlo y esperar que Nemo no lo encontrase, se despertase y se escapase por sus propios medios.

Resaca empezó a pasarle cachorritos a Rubik y entre ambos lograron sacar a tres de ellos. Mientras tanto, otros dos de los gaticos más grandes saltaron por la ventana e imitaron a Resaca y Rubik, pasandose dos gaticos más. 

Misi, por su parte, estudiaba alguna manera de salvar a aquel gatico sin pito que parecía tan profundamente dormido. Trató de empujar la mesa sobre la que estaba, pero parecía imposible, quizá estuviera clavada al suelo, o tal vez pesara demasiado. Así que se subió a la mesa y empujó al gatico, que cayó al suelo como un peso muerto, para después coger su pellejo con los dientes y arrastrarlo hasta una de las jaulas que había en la pared, donde lo escondió.

Desde el interior de la habitación se escuchó con claridad un rugido de aquel humano memo que salía al patio en busca del gatazo que se había enfrentado a él. ¡Qué predecibles eran esos humanos!

Los cachorritos que faltaban se arremolinaban alrededor de Resaca y sus dos ayudantes, esperando su turno y empujándose unos a otros para que llegase antes. Uno de ellos se estaba entreteniendo dando unos adorables saltitos y cazando la cola de Resaca desde debajo de la mesa. 

Mientras Rubik ayudaba a sacar aquellos gaticos desde arriba de la ventana y Marí los recibía a lametones, la puerta que daba al patio se abrió con tanta fuerza que rebotó contra la pared con un sonido metálico. Y por ella salió el humano memo más enfadado de la historia de los humanos memos. Su cara estaba roja, casi granate, y sus ojos centelleaban inyectados en sangre. Tenía una mano en su entrepierna, frotándosela como si aún le doliese, y un palo en las manos con una especie de red gigante al final, como los que solían llevar los malditos humanos de la perrera. 

- ¡Ven, aquí! ¡Gato cabrón! - Gritó, con los ojos fijos en Lin, que ya le estaba esperando. Y sin hacer caso del resto de gaticos, totalmente cegado por el gatazo que lo había provocado, se lanzó a por él, dispuesto a darle una buena patada si lo alcanzaba.

A toda prisa Rubik fue dejando a los cachorritos cada vez más cerca de Marí. De vez en cuando sus ojos se desviaban hacia el interior, donde Misi se estaba encargando del gatico dormido. Estaba claro que todos estaban haciendo un buen equipo. Sin embargo en determinado momento sus ojos se abrieron sobremanera y sus pupilas se dilataron, moviéndose para seguir algo concreto con la mirada.

- ¡El Memo está aquí! - Dijo, dando un pasito pequeño atrás para que los gaticos de dentro pudieran salir con los pequeños que quedaban en la boca. - ¡Rápido, Lin lo está entreteniendo! ¡Tenemos que irnos!

Lin lo miró...Miró a los gaticos...aún caía un pequeño hilo de sangre por su nariz, aunque la sangre de sus patas traseras ya comenzaban adquirir ese color marrón indicativo de que se estaba secando, coagulando, formando mechones tiesos de pelo alrededor de las heridas. Se le notaba cansado, pero al ver a los gaticos saliendo, al ver a los gaticos siendo gaticos, cierta cara de felicidad se dibujo en su rostro gatuno.

El grito de Nemo lo alertó. Más por reacción que por fuerzas comenzó a correr en dirección opuesta para aumentar su distancia. Pero Lin no había venido para no asegurarse, así que cuando obtuvo ventaja suficiente se detuvo de nuevo para mirar a Nemo e incitarle a que le volviese a seguir.

No tenía claro lo que podría aguantar, pero los cachorros y sus camaradas debían escapar. Sabía que aún estando en plena forma era un casi imposible derrotar al humano. Menos ahora. Su oportunidad ya había pasado, pero Lin no se rendiría...Nemo debía morir, aunque él lo hiciese también.

La carretera era la única opción de conseguirlo...

Tras esconder al gato lo mejor que pudo, Misi se dirigió hacia los cachorrillos. Había que darse prisa, los perros iban a venir de un momento a otro. ¡Arriba! Maulló, cogiendo a uno de los tres gaticos que faltaban con la intención de salir por al ventana.

La situación se iba de madre: Nemo había vuelto, y aún quedaban gaticos en las cercanías. Si ese sucio canalla los cogiese... Marí no se encuentra con las fuerzas suficientes como para cargar con los cachorretes, pero sí que aún puede mover el esqueleto. Con toda la velocidad que puede desarrollar se pone en cabeza de los peqeños, con intención de guiarlos hacia un lugar seguro.

- ¡Seguidme chicuelines! - Exclama con la intención de dirigirse al sitio por donde entraron antes ella y Rubik. - ¡Es hora de mover el esqueleto!

Lo cierto es que el tal Nemo no debía estar en muy buena forma. Eso o el dolor de huevos provocado por el cabezazo de Lin lo había dejado tocado, porque empezó a intentar perseguir al gatico en una postura muy extraña, como con las piernas medio abiertas y flexionadas. 

Apenas corrió un par de metros antes de detenerse, haciendo muecas con la boca, para buscar a Lin con la mirada. El gatazo se encontraba a unos metros de él, lamiéndose sus genitales con una tranquilidad provocadora.

- Arrrrggggg - Gruñó aquel humano memo antes de echar a correr de nuevo, intentando alcanzar al gatico.

Mientras tanto, Marí había comenzado a guiar a los gaticos hacia la valla, con la intención de ayudarlos a salir por ella y de la ventana habían salido dos gaticos con cachorros entre los dientes. Dentro de aquella habitación ya sólo quedaban Misi, Resaca y un cachorro.

Misi cogió a uno de esos cachorros con los dientes y empezó a mover los cuartos traseros, calculando el salto hasta la ventana. Desgraciadamente calculó mal y no llegó hasta ella. Saltó hasta la mitad de la pared y volvió a caer sobre la mesa. 

Mientras tanto los dos gaticos que habían estado pasando gaticos a los de arriba cogieron un cachorro cada uno y saltaron. Uno de los dos salió a la primera, pero el otro se golpeó una patita trasera con el marco de la ventana y casi casi estuvo a punto de caerse dentro de nuevo.

Dentro sólo quedaban Misi, el cachorro que tenía entre los dientes y... ¿Resaca? ¿Dónde había ido Resaca? Al buscarla con la mirada los otros gaticos la vieron. Estaba acercándose hacia un aparato que había sobre la otra mesa, agazapada, en una postura que delataba a la cazadora que llevaba dentro, con los ojos totalmente fijos en la pared, toda su atención capturada por una lucecita roja que aparecía y desaparecía, parpadeante. 

Y en aquel momento un sonido sorprendió a todos los gaticos. Era un sonido que daba miedo, mucho miedo. Tanto miedo o más que las señoras con rulos. Incluso más que las señoras con rulos y escobas. ¡Era el sonido inconfundible de la furgoneta de la perrera!

Aquel vehículo del infierno se acercaba desde el final de la calle y parecía dirigirse directo hacia el lugar donde se encontraban nuestros gaticos. ¡Esos malditos humanos memos tendrían esos aparatos que pitaban al acercarlos a los cuellos de los gaticos! ¡Y los clasificarían según a saber qué criterio maligno para dividirlos y llevar a unos a sus casas y a otros a una cárcel aún peor que la de Nemo! Los rumores sobre esas cárceles eran terribles. Decían que los gaticos que allí entraban... ¡No salían más!

Resaca se preparó para saltar a través de la ventana, pero quiso mirar primero hacia atrás, por si algún gatico más se había quedado rezagado. Y entonces lo vio, durante un instante, y parpadeó, con las orejas tiesas. ¿Era aquello lo que ella estaba pensando?

El punto rojo volvía a aparecer, y su cuerpo se agazapó casi automáticamente, mientras sus pupilas, absolútamente dilatadas, se fijaban en la luz brillante, que una vez más se esfumaba. La luz brillante debía morir. La luz brillante era el enemigo. La luz brillante era muy lista y siempre se escapaba. Aparecía, y desaparecía, como ahora. ¡PODÍA IRSE Y APARECER EN CUALQUIER PARTE! Pero esta vez... ¡Ahhh! Esta vez... Sí, esta era la definitiva. ¡ESTA VEZ LA ATRAPARÍA Y LA DESTROZARÍA POR CREERSE SUPERIOR!

Sí, la oportunidad estaba al alcance de sus zarpas, pensó Resaca, mientras agitaba la cola, moviendo sus homóplatos hacia arriba y hacia abajo, alternativamente, tensándose, encogiéndose, preparándose... Ohhh... Ahí estaba otra vez... Era tan brillante. Tan redonda... Tan... Tan... ¡Qué demonios!

El cuerpo de la gatica saltó finalmente como un resorte, y sus zarpas se abalanzaron sobre la presa intangible y fugaz. ¿Había desaparecido otra vez? ¿Dónde? ¿DÓNDE ESTABA ESA MALDITA LUZ ESCURRIDIZA? Se preguntó, mientras daba una vuelta sobre si misma. Y entonces, lo escuchó. La luz volvía a aparecer frente a ella, hipnotizándola, diciéndole "Resaca, estoy aquí, otra vez, riéndome de ti mientras intentas cazarme", y Resaca deseaba hacerle tragar esos maullidos... Pero... La perrera. ¡La perrera era algo serio!

De manera que, sacudiéndose, y ligeramente aturdida, se alejó, despacio, de aquel punto brillante, dedicándole una mirada de odio que tan sólo los gaticos eran capaces de expresar como raza superior. Volverían a verse. Y entonces sí... Entonces... Ella reiría la última. O eso pensó, justo antes de saltar por la ventana para seguir a los demás gaticos.

Con los chiquiturris por detrás sigue en cabeza y es la primera en cruzar la valla sin dificultades. Desde el otro lado los ayuda con agarrándolos por el pescuezo como una mami si tienen problemas, y si no los sigue liderando hacia la calleta. - Tengan cuidado con la señoras de rulos... - Les dice con una gravedad patente en su mirada tierna.

- ¡Vamos! - Maulló Rubik en dirección a Misi, animándolo. - ¡Os esperamos al otro lado de la valla! - Añadió entonces, incluyendo al cachorro en su afirmación. Luego dedicó una mirada a Lin, que seguía encargándose de que el Memo no fuera un problema para todos ellos. Estaba claro que tenían suerte de contar con un héroe así. Y algún día esperaba ser como él. Aunque estaba claro que tenía mucho que practicar, hoy se iba con un montón de cosas aprendidas para ejercitar cómodamente en casa y que sin duda serían la sensación en el barrio.

Entonces el gatico corrió rápidamente en dirección al cobertizo antes de gritar desde la puerta. - ¡Nos vamos! - Dijo, esperando que aquel aviso fuera suficiente para el cachorro que se había refugiado allí. Después de eso se dio prisa en caminar hacia la valla y, tras dedicar una última mirada a lo que dejaba atrás, cruzar.

¡Gggesaca! Maulló penosamente Misi aún con el gatico entre sus dientes. ¡Cógelo, no puedo iegag con él! Le apremió, acercándoselo a la ventana.

Si no le ayudaba iba a tener que intentar hacerlo por su propia cuenta, buscar otra salida o esconder al gatico con el gatico sin picha y ninguna de esas opciones parecía demasiado buena.