Partida Rol por web

No voy por tí...le digo mentalmente a aquella voz sabiendo que podría escuchar hasta mis propios pensamientos...sino por mí...
Voy a casa, ya está bien por hoy, demasiado trajín, me daré una buena ducha y a la cama, a ver si así se me quitan las neuras que me han entrado con toda esa mierda, joder, que viaje más raro he tenido...necesito dormir...y mañana, será otro día... la he cagado bien, bien, bien con Andres, esos dos hijoputas y con el coche...espero que mañana lo vea todo más claro y pueda arreglarlo...al menos lo de Andres...pienso mientras voy caminando, sin poder sentir odio y rencor al volver a pensar en Paula y lo que me había hecho...

A medida que vas recorriendo las calles en dirección a tu casa, notas como tu cuerpo poco a poco deja de estar tan embotado, e incluso te asalta una sensación de agotamiento extremo.

Se te está pasando todo lo que llevabas encima.

Las calles vacías de la ciudad, dónde apenas llegas a ver a diez personas en todo el trayecto te sumen en un extraño estado de semiinconsciencia. Parece que simplemente te dejas llevar, ni siquiera piensas. Sólo te despistas ligeramente cuando algún coche pasa.

Por fin llegas a la avenida que conduce a tu piso. Las farolas parecen hacer un pasillo de luces, y no puedes reprimir el deseo subconsciente de andar por el centro de la vía. No hay coches. No hay gente. Sólo tu andando en ese curioso pasillo de luces. El ruido de tus pisadas es tu único acompañante, ya que hasta la voz ha decidido permanecer callada en todo el trayecto.

No tarda mucho en aparecer un coche en la avenida. Vuelves a la acera. Esto no es una película, ni una ensoñación. La vida es así de puta, a veces. El coche pasa a toda velocidad por tu lado, con la música a todo trapo.

No sabes muy bien porqué pero te sientes estúpido.

Llegas por fin a tu bloque de pisos. Subir las escaleras no es precisamente lo que más te apetezca en el mundo, pero quieres dormir. Dormir y olvidar esta mierda de noche. Olvidarla para siempre.

Llegas al piso, y conforme cierras la puerta, vas quitándote la ropa, tirándola por el suelo. Ya la recogerás mañana. Entras en el baño, y te metes en la ducha. No te reconforta especialmente. Te sienta bien físicamente, pero sigues estando machacado mentalmente.

Necesitas dormir.

Apenas te has secado el pelo, te metes en la cama, y dejas que el sueño te atrape.

Tras la primera hora de sueño reparador, más parecido a un coma autoinducido que a otra cosa por la profundidad del sueño, el ruido de una moto que pasa por la calle sin silenciador en el tubo de escape te despierta.

Vuelves a dormirte, aunque esta vez te cuesta algo más.
Hace demasiado calor en el cuarto.

Sueñas.

Sueñas que eres un mendigo que vive en la inmundicia y duerme bajo un puente, junto al desagüe de unas cloacas nauseabundas, donde la humedad te corroe los huesos. El mendigo que eres tu se despierta y se pone de pie, pero no tiene cabeza, su cuello acaba en un muñón gangrenado.

Te despiertas de golpe gritando horrorizado, poniéndote en pié de un salto. Estás recubierto de sudor.

Vas al servicio y te lavas la cara, no tienes ganas de volver a ducharte, aunque te haría falta. Te asomas a una ventana, y el frío aire nocturno te hace recordar lo cansado que aun estás, así que vuelves a la cama.

Sueñas.

Sueñas que tu cabeza viaja en mullidos almohadones, siendo transportada por un harén de bailarinas exóticas y alojándose en los mejores hoteles, eres un hombre (o una cabeza) rico y poderoso, no te privas de nada y dispones de todos los lujos imaginables.

Sonríes desde tu deshecha cama.

Dolor de cabeza. Lengua pastosa. Cansancio.

Joder, ayer te pillaste una cogorza de las gordas...

Te revuelves en la cama. No tienes ninguna gana de levantarte, pero el sol que entra por la ventana te impide dormir. Miras el reloj de la mesilla... más de las 12... si que estás reventado, si... no sueles dormir tanto. En la silla está tu ropa hecha un ovillo. Supones que apenas fuiste capaz de ducharte, y luego te echaste a dormir.

Te quedas boca arriba, mirando el techo. Sientes el hormigueo de tu cuerpo, síntoma de una noche muy completa. Intentas recordar que pasó ayer. Una nube negra bloquea tu memoria.

- "Si que tuvo que ser gorda... joder... el cumpleaños de Lolo, si, era eso... el capullo llegó tarde, para variar, je. Estabamos de botellón, yo estaba hablando con Andrés y..."

Un dolor punzante te recorre la cabeza, desde la nuca a la frente.

- "Joder... estabamos de palique, y nos fuimos aparte, a empezar bien la noche... ¿que fué lo que me comentó?... no recuerdo muy bien..."

El dolor vuelve. Te ves a ti mismo, dándole un pueñetazo a Andrés. En un instante la imagen cambia, es Paula, riéndose de ti mientras te señala. Vuelve a cambiar, ahora grita asustada... Ahora te ves a ti mismo... tienes una mirada extraña...

El dolor cesa.

- "La hostia... que puta mierda... joder..."

Intentas recordar, pero no puedes. No eres capaz de recordar nada más de la noche anterior.

Tras mucho esfuerzo, intento levantarme de la cama. Trato de despejarme, pero mi cabeza no hace más que dar vueltas a lo mismo. ¿Qué pasó anoche con Andrés? -Algo haría para merecérselo. -Un pie en el suelo... mis brazos apenas me sostienen, pero por fin consigo incorporarme. El otro pie en el suelo... -Seguro que la mierda era mala, este hijo puta se cree que me puede pasar cualquier cosa. -Me incorporo, con un leve crujido de espalda y una ligera exclamación. Estiro mis brazos, todos mis músculos. Pero en mi cabeza siguen flotando las imágenes de la noche anterior. No soy capaz de convencerme a mi mismo de que todo eso es normal. ¿Quizá sea la imagen de Paula lo que me descuadra? -Mejor será que le de un toque al Andrés...

Me acerco a la silla. Desenredo los pantalones del resto de la bola de ropa, y meto la mano en su bolsillo derecho. Allí está el móvil, como siempre. Al desbloquearlo, me llevo una sorpresa. -¡Mierda! -Juanjo me ha llamado por lo menos seis veces. -Pero, ¿qué puto día es hoy? -Sin pensar, pulso el botón verde para devolver la llamada. Casi de forma mecánica, empiezo a ponerme los boxers y los pantalones con la mano libre.

- Tengo hambre.

-¿Hambre? Pero... ¿quién coño eres tú? -Mi mano sigue sujetando mi móvil mientras me visto. Mi pregunta se dirige al extraño que he escuchado hablar. Pero, ¿quién es? ¿Qué hace aquí? Apenas presto atención al móvil. Me siento muy confuso, desorientado. No sé si quiero escuchar sus explicaciones en realidad, o darle una hostia, o salir corriendo y esconderme.

- ¡Tengo hambre!