Partida Rol por web

Me caigo de culo al recibir la descarga de moco en el ojo. Me la quito como puedo con un gesto de asco-agh-DEspués me incorporo y escucho a la bárbara que parece la jefa- nosotros ser grandes guerreros, yo muy rápido-hago un par de voltretas hacia atrás y la rueda lateral. He imitado como hablan intentando no hacerles burla, pero me hace gracia y sin querer las imito.

Cuando Khazlian habla de seguir el rastro, yo asiento, como si supiera algo de seguir rastros. Luego me quedo mirando a Namib que intenta hablar con los animales-¿por qué a ella no la moquean?

Te hará bien a la piel Kail.  

¿Verdad?  Y se ríe volteando a ver conspirativamente a las auroxes.

Bien contestó la bárbara a los presuntos guerreros. No se molestó ni tan siquiera en ver si tenían armas, pues ella supuso que sí tenían. Acarició con un gesto rápido a las criaturas que cuidaba, y éstas dejaron de prestar atención a los recién llegados para seguirla. Estaba claro que se había ganado su respeto desde pequeñas, y ahora la seguirían a cualquier parte.

Acompañar a mi. Yo mostrar sangre tampoco se detuvo a ver si la acompañaban.

Ese paseo no fue largo, pero los visitantes no podían ir al lado de la bárbara. Sus animales la acompañaban como si fuera una más del rebaño.

Aquí señaló al suelo, donde había un tronco a modo de banco. Por fin, tras muchos intentos, lograron llegar a primera fila, y lo vieron. Una mancha roja cubría parte del tronco, pero era muy extraña. Más que sangre, parecía un trozo de tela.

Mereelu se mantuvo en silencio mientras hablaban, pues no creía necesaria su intervención. Ella no era una guerrera, sino una mujer de religión, por lo que estimo conveniente que fueran los guerreros quienes hablaran. Aunque a juzgar por el circo que montaron a cuenta de cierta sustancia viscosa arrojada al ojo del joven feérico, empezaba a dudarlo un poco.

Su atención se centró más cuando comenzaron a hablar de sangre. Seguirla podía ser una buena idea, pero el tiempo corría si querían hacerlo, pues no sabían cuanta distancia tendrían que recorrer y encontrar gotas de sangre en el paisaje no sería trabajo fácil si la criatura no había sido herida gravemente.

Por suerte, la bárbara se puso en camino pronto y los guió hasta donde habían herido a la criatura. La varu tuvo serios problemas para llegar hasta donde indicaba la mujer. Los animales le cerraban el paso y pasar entre ellas no fue una experiencia muy agradable para ella. 

Cuando pudo, Mereelu examinó la sangre, la tocó y miró alrededor por si veía alguna mancha más.

Es de todos conocido que el olfato de los gnomos es prodigioso, y de las gnomas aún más, así que tomando una ramita la agitó al aire, tratando de captar claves microscópicas de su composición a través de su naríz.  Le dio a oler la rama a las aurox para ver si le podían dar una pista más.  Seguían sin hablar con ella. 

Fuí incómodo por el camino, dificultado por las Aurox, pero la verdad que me lo estaba pasando bien, era la aventura con la que había soñado toda mi vida.

Cuando llegamos al charco de sangre me acuclillé ante el, como si supiese que hacer. Vi a Namib que intentaba captar la esencia de la sangre, y ni corto ni perezoso hice lo propio. Cogí otra ramita y me puse a intentar captar los olores. Me sentía un poco ridículo, pero tampoco sabía que hacer. Miré a Kházlian, el parecía un tipo rudo y experto en estas lides. Me puse a ver lo que hacía y si me cuadraba lo imitaría. Sería un yan y todo eso, pero era lo más parecido a un guerrero que había conocido...bueno, fuera de los fanfarrones de taberna, que todos se las dan de grandes guerreros. De modo que le tendí la ramita con sangre a Khazlian para ver que hacía.

Tuve que darle algún que otro empujón a las criaturas que formaban el rebaño para abrirme paso, aquella caminata se estaba haciendo insufriblemente lenta al tener que sortear a esos bichos. Nada de agresividad con ellos, no vaya ser que la bárbara se enfadara conmigo y a saber qué me haría.

Al llegar a la mancha, aparecieron los curiosos, y yo no me iba a pelear para acercarme a examinarla. Tarde o temprano tendría mi turno para poder inspeccionar por mi cuenta. Cuando el pequeño feérico me acercó la rama, la aparté tocándola con el dorso de la mano, nuevamente intentando no ser brusco. Me puse en cuclillas y humedecí las yemas de los dedos en el líquido, frotando un poco los dedos y llevándomelos hasta la nariz para olerlo. No sin antes retirar el turbante y dejándolo a la altura de mis labios. Si la criatura había atacado esta misma noche, el rastro tendría que estar fresco.

-¿En que dirección huyó? -pregunto a la bárbara tras volver a cubrirme la cara y ponerme de pie usando al feérico como apoyo, aunque realmente lo que quería era limpiarme los dedos en su ropa-.

Las criaturas se apartaron de Namib con una mezcla de sentimientos de terror y furia cuando les aproximó la sangre en el palo. Bufaron mientras negaban con la cabeza, y en esos momentos no se mostraban tan amables o curiosas como hacía unos instantes.

La sangre era densa y oscura. Olía a sangre reseca, podrida, como si llevase mucho tiempo allí. La textura era dificil de comprender. ¿La sangre no debía ser líquida? Por qué, entonces, ¿parecía que fuera algo más gelatinoso o elástico?

Drack se miró la herida que le había provocado la criatura, y por su espalda le recorrió un escalofrío. El temor por convertirse en lo que fuera aquella criatura le iba a provocar más de una pesadilla.

Creo que por allí hay una mancha más, pero no veo más a unos pasos de distancia, alejándose del rebaño, otra mancha de sangre del mismo estilo.

La textura de la sangre era realmente extraña, me preguntaba si realmente sería sangre o alguna otra clase de fluido corporal. O qué clase de criatura podría segregar semejante sustancia.

Entonces, Drack llamó nuestra atención sobre otra mancha de sangre y seguí sus pasos en dirección a donde indicaba.

Tiro el palo a un lado e imito a Khazlian, metiendo la mano en la sangre y llevándomela a los morros. Hago como que me entero de algo. Cuando se apoya en mí, me molesta, pero me callo. Luego me levanto y me limpio la sangre en el pantalón. Voy corriendo a la otra mancha de sangre, miro al resto pero no digo nada.

Tras olisquear la sangre y limpiarme en el feérico, vuelvo a cubrirme la cara con el turbante, buscando la siguiente mancha para seguir el rastro de la criatura. Nadie podía darnos una descripción de lo que podía ser, por lo que perseguirla en la noche era la única forma de saber qué era. Esperaba sacar alguna información valiosa antes de continuar.

Namib analizó cual faérica todas las pistas disponibles, las evidentes y las ocultas.

Aylandris se había quedado pasmada viendo a aquellos seres extraños con los que Namib estaba intentando relacionarse. Nunca los había visto ni oído hablar de ellos y tenía miles de preguntas que hacer... pero, cuando se volvió para hacerselas a Khazlian, este y los demás ya no estaban a su altura, sino que habían seguido a la barbara un poco más allá y andaban mirando algo.

Arrugó el ceño, se tragó sus preguntas para más adelante, y se acercó al resto que le impedían la visión de lo que hubiera más adelante. En un primer momento fue imposible ver nada, todos se arremolinaban alrededor de lo que fuera que había más adelante. Y no fue solo hasta que pareció que les llamaba la atención otra cosa, cuando se fueron alejando del lugar y dejando sitio para que ella mirara.

Puso sus ojos a la misma altura que aquella cosa que había oído llamar 'sangre' y parpardeó sorprendida. Aquello no era como la sangre que ella conocía... Inclinó la cabeza a un lado intentando relacionar aquello que sus ojos veían con algo que le sonara, con algo de lo que hubiera escuchado hablar en algún momento....

Era muy complicado determinar de quien podría ser esa sangre. Al fin y al cabo, una varu que apenas había salido del agua no había conocido mucho mundo. Pero Meerelu no estaba sola. Nunca lo había estado. Quizá sus conocimientos eran limitados, pero no los del dios que iluminaba sus pasos. Y es que el Séptimo pocas veces abandonaba a sus fieles, por muy maligno que se considerase.

Así, por inspiración de la Sombra, de la Serpiente, Meerelu supo cosas. Esa sangre tenía mezclas, trazas humanas, trazas mágicas y trazas lobunas. Y, lo más curioso de todo, esa sangre había abandonado la fe de cualquier dios hacía mucho tiempo. Pero los dioses, cegados e ignorantes, le dejaban vagar en libertad.

Ese ser era el culpable. Meerelu lo sabía. Pero, ¿podría compartirlo?

La mente jugaba con las ideas de Aylandris. ¿Qué podría adivinar de una mancha de sangre espesa? Ella no sabía de esas cosas, no conocía criaturas así, pues cuando tenía que comer, la sangre era normal. Quizá de varios colores, pero nunca así.

Pero no perdió la esperanza y, su descubrimiento, aunque pequeño, la dio fuerzas en el corazón. Esa sangre olía como el dragón que le había regalado Shela, esa sangre olía como la magia que hacía esa yan... Esa sangre estaba llena de magia.

La mente jugaba con las ideas de Kail. ¿Qué podría adivinar de una mancha de sangre espesa? ¿A qué podía oler un poco de sangre? Sus conocimentos no iban tan lejos, sus manos no se manchaban de sangre... Pero no sólo era es lo que había que descubrir. Algo que parecían no haberse dado cuenta ninguno de los allí presentes. Una zona de barro y una huella en ella. Una huella más grande que el pie de Kail, con cuatro dedos en los extremos y unas garras sobre ellos.

¿Por qué hasta esa sangre tenía que recordarte a Shela? ¿Por qué? ¿En qué se iba a parecer a un trozo de sangre densa, que parecía un trozo de tela, a su amiga la maga?

A Khazlian le faltaba negar con la cabeza mientras se retiraba de nuevo a su desierto. El mundo estaba loco y, con él, le arrastraban a su locura.

Y, entonces, lo descubrió. No le recordaba a Shela. Le recordaba a magia. Esa sangre era mágica.

A una criatura tan dulce como lo era la gnoma, la sangre no le decía nada. Salvo que era rara y desconocida para ella. Con algo de frustración, pues no había podido hablar con los animales y creía no servir de ayuda para descubrir el siguiente paso a dar, retrocedió, algo decaída. Pero la esperanza siempre aparece cuando nadie la llama, y allí estaba. Junto a un tronco cercano, un mechón de pelo. Gris, marrón y negro. Más que pelo, era pelaje, pelaje de una criatura.