Partida Rol por web

—Encantada Señora. 

Dadas las presentaciones, no tuve oportunidad de decir más así que me dispongo a escuchar a la mujer mientras una sonrisa cálida se mantiene en mi rostro. Da la impresión de ser agradable, así que me aprovecho de ello para continuar con la conversación que la misma mujer ha iniciado de forma voluntaria. 

—Tal como dijo mi amigo, su hijo se encuentra muy bien dentro de lo que se espera—agregó—. Puede contarme si no es demasiada molestia, sobre estos sucesos que menciona. Al menos lo que le ha contado su hijo o lo que ha escuchado. Sería importante para nosotros. 

La mujer negó con la cabeza.

-Me temo querida que nunca me quiso contar nada-respondió-. Debía ser demasiado terrible y jamás quiso compartirlo conmigo por miedo a que mi corazón no lo aguantara. Y a veces creo que fue lo mejor, aunque siento no haberle podido ayudar más-Hizo una pequeña pausa y después continuó-. Allá por 1932 vino unos meses por casa y se pasaba los días encerrado en su estudio dibujando y pintando. Sé que escribió varias veces al señor Winston pero no obtuvo respuesta, quizás él hubiera podido ayudarle-apuntó-. Estaba muy nervioso. Algunas veces chillaba y vociferaba. Al final tenía miedo de mi propio hijo. Tenía heridas que no podía explicar. Entonces empezó a deambular por la propiedad al caer la tarde. Merodeaba por los terrenos con su pala, su cámara y su madeja de cordel, como... como un loco. Decidimos que sería mejor que regresase a Joy Grove. Es triste pero se sentía más seguro allí que en su propia casa.

- Lo que describe es una verdadera pena, pero le alegrará saber que ahora mismo se encuentra mucho mejor. - dijo George, intentando dar algo de alivio a aquella anciana madre que sufría por el bienestar de su hijo. - Hemos hablado con él, y es un hombre cuerdo y razonable. - dijo, aunque tras escuchar sobre aquello de las invocaciones y la bestia de las mil bocas... no estaba del todo seguro de ello. Pero ciertamente, más allá de aquellas pequeñas alucinaciones, Henslowe parecía bastante sano mentalmente hablando. - Y juzgando por lo que nos ha contado de sus... episodios de extravagancias en 1932, diría también que es bastante prudente. Aunque sea triste, probablemente el Señor Henslowe se siente más seguro en Joy Grove porque no quiere que usted sufra.

Terminó casi en un murmullo, preguntándose si Henslowe acabaría saliendo del manicomio en algún momento de su vida... y más importante, durante la vida de su madre. Por otra parte, algunas de las cosas que había mencionado la anciana le habían llamado la atención. Así que Henslowe se paseaba por los terrenos de la mansión con una pala, ¿eh? Tendrían que investigar un poco.

- Por cierto, su hijo nos habló de unos documentos que debería tener en su despacho. - comentó George como si acabase de recordarlo. - ¿Le importa que entremos? El Señor Currothers ya nos ha indicado dónde está.

-Oh, claro. Parecen buenas personas. Si mi Doug les pidió a ustedes que se encargasen de sus cosas sería por algo. No se a que documentos se refieren, cuando Doug volvió al sanatorio no toque nada de lo que dejó en su estudio ni sus notas ni sus dibujos así que allí seguirán-dijo asintiendo con la cabeza- Disculpen que no les pueda acompañar, pero mi salud me mantiene casi todo el tiempo encamada- Y con una sonrisa algo cansada añadió-. Solo espero que pasen a despedirse antes de marcharse.

De alguna manera entiendo el dolor de la mujer y por ello la escucho sin intervenir hasta que lo hizo mi compañero porque es evidente que aquello le acarrea un evento traumático que no es necesario profundizar. 

—Lo que ha dicho mi compañero, su hijo se encuentra muchísimo mejor y puede estar más que tranquila con la decisión que ha tomado. Siempre una madre sabe lo que debe hacer y usted hizo lo correcto—digo con dulzura, mostrándome comprensiva. 

Finalmente George piensa en ir al Despacho y realmente es una buena idea, así que asiento conforme cuando surge algún intercambio de miradas. 

—Muchas gracias señora por colaborar, ahora si nos permite iremos a leer los escritos de su hijo. No se preocupe, ya de por sí le agradezco por su predisposición. 

Y sin más, me retiro junto a mi compañero hacia aquel lugar. A ver que revelaciones surgen en medio de ello. 

Tras dar las gracias a la mujer, no sin antes garantizarle que pasarían por allí nuevamente al terminar, la pareja salió de la habitación para seguir por el pasillo de la segunda planta hasta el final. El suelo de madera crujía bajo el peso de los investigadores y cuando abrieron la puerta descubrieron que aquello no era el dormitorio de Douglas sino una especie de estudio donde probablemente llevaba a cabo sus trabajos, fueran cuales fueran.

Lo que más destacaba era la biblioteca que ocupaba toda una pared del mismo, repleta de libros de antropología, arqueología, comercio, economía americana, historia del arte y ocultismo. Había también un caballete con varios lienzos en blanco apoyados en el suelo al lado de un enorme escritorio con cajonera.

Por último lo que realmente desentonaba en aquella habitación era una pala apoyada contra una de las paredes.

- Hmph. - George hizo un sonido con su boca al entrar en aquel despacho y fijarse en aquello que más destacaba de todo: la pala. No tardó mucho en acercarse a ella, tomarla y examinarla. - Esto debe ser lo que ha mencionado la Señora Henslowe... me pregunto qué enterraría su hijo en los terrenos de la mansión. - murmuró, y alzó la vista hacia Julia. - Espero que no fuera la libreta que estamos buscando. Igualmente valdría la pena echar un vistazo más tarde por el jardín, ¿no crees?

Y dicho esto, George y Julia se repartieron el espacio de la habitación para comenzar a buscar cualquier cosa que les llamara la atención, pero en particular aquello que Henslowe les había pedido que buscaran. Buscó en cajones, estanterías... buscó incluso si había doble fondo en los cajones, algún compartimento secreto... Teniendo en cuenta la paranoia de aquel hombre, ¿cómo podían descartarlo? 

- Y... ¿tal vez buscamos una llave? - murmuró mientras buscaba. - Henslowe dijo algo así, ¿no? "Escondí mi libreta con una llave secreta"...

Admirada estoy de la biblioteca que allí delante tengo, pero no debo fascinarme con ello porque estamos investigando este lugar y encontrar la libreta de Douglas es vital. Así que tras asentir a su compañero cuando habla de la pala, rápidamente voy hacia los cajones del escritorio para ver si alguno está abierto o si tiene alguna parte secreta donde pudo haber escondido aquello. 

George hacía lo mismo, así que cuando él busca por un lado, yo por el otro. Incluso en la biblioteca misma por si algún libro está salido de más o tiene algo llamativo. 

—Si, en eso estoy. 

Los dos investigadores registraron la habitación. En un primer vistazo Julia ya vio varios tomos que le parecían interesantes, pero no tardó en prestar atención a uno de ellos: "Ritos de comunión en los cultos a la muerte victorianos". Se trataba de la edición descafeinada de 1912. Ese libro contenía rituales para comulgar con poderosos espíritus y otros seres, aparte de varios rituales de sacrificio. Pero no era el título o siquiera su contenido lo que le había llamado la atención sino el autor: Francis J. Hickering*. ¿No era ese el nombre al que se refirió Henslowe como la persona que les daría la llave de su secreto? Al abrir el libro vio que en su interior había una fotografía guardada tras la cubierta.

La fotografía era una imagen de bajo contraste de la casa de la hacienda Henslowe tomada desde el sudeste, con una extensión de descuidado jardín y ramas vencidas por el musgo a la vista. Hay una anotación raspada en la imagen: "#1"

En la parte trasera de la foto hay una lista escrita a mano:

2. Grant

3. John y Mary

4. Zachariah y Millicent

5. Otra vez al uno

Mientas Julia miraba la foto, George detectó algunas cosas que le llamaron la atención, ya que parecían fuera de lugar. Una pala, una linterna, una cámara, una madeja de cordel, un frasco de tinta azul y un pincel manchado de tinta. La pala y la linterna están recubiertas de barro seco. La cámara funcionaba perfectamente, pero necesita carrete. La tinta del frasco se ha secado atascando la tapa, y el pincel también se ha secado hasta quedar inutilizable. 
El cordel de la madeja tenía varios tramos manchados de tinta azul, separados entre sí por algo más de treinta centímetros de cordel. A su vez, en cada tramo de cordel limpio hay un nudo que lo divide más o menos por la mitad. Esto divide el cordel en cinco tramos de manchas de tinta o en cuatro tramos de cordel limpio con un nudo en medio de cada uno de ellos. Algo extraño, sin duda.

- Desde luego, este Henslowe hacía cosas muy raras en su época... - murmuró George, negando con la cabeza y volviéndose para ver a Julia, ya que ella estaba investigando la otra parte de la habitación. - Por aquí no hay ni rastro de la libreta que buscamos ni tampoco de la llave, pero sí que hay cosas extrañas. - dijo, señalando los objetos curiosos que había encontrado en aquel estudio. - La pala y la linterna debió utilizarlas para enterrar lo que quiera que quisiera enterrar en el jardín, pero los otros objetos...

George iba examinando la cámara mientras se acercaba a Julia, hasta que vio la fotografía que ella había encontrado.

- Hm, qué curioso y extraño todo. - murmuró. - El trozo de cuerda que me había llamado la atención podría estar relacionado con la fotografía, ¿no crees, Julia? - le dijo, acercándose para ver la anotación tras la fotografía. - La cuerda tiene cinco tramos marcados con tinta, mientras que en la fotografía está marcado el número uno, y anotados del dos al cinco por detrás. Podría ser coincidencia, pero me extrañaría mucho. - dijo. - Lo que no termino de comprender son las anotaciones. ¿Grant? ¿John, Mary, Zachariah, Millicent? - murmuró. - No me suena haber escuchado esos nombres antes... y sinceramente, me inquieta si realmente esos nombres están relacionados con algo que Henslowe enterró en el jardín.

Me quedo pensando en ello, quiero entender todo y a su vez darle un giro más a lo que estamos investigando. Así que mientras George habla sobre los cabos que va atando, yo intento asociar la foto con esos nombres. 

—Esta claro que tienen relación, quizás son más ubicaciones para ir a mirar. La primera es esa, pero hay otras cuatro casa más... Para luego volver al principio. 

Es lo que intento interpretar, aún así guardo esa foto y pienso en lo que hay en la vista. Está claro que algo enterraron en el jardín, la cuestión es saber que. 

—Hay que explorar el jardín. 

Una vez habían registrado y puesto en común lo que habían descubierto los dos investigadores bajaron por la escalera principal para examinar los exteriores de la casa.

La hacienda Henslowe se estaba hundiendo lentamente en el pantano con el que una vez lindó. Viejos pilares emergían de los matorrales, señalando el emplazamiento de un edificio desaparecido. Muros ruinosos delimitaban los bordes de antiguas estructuras. Un coche yacía sumergido en el barro. Había hojas pegadas por doquier, arrastradas aquí por una antigua tormenta. Los pájaros anidaban en las grietas de una desvencijada construcción anexa mientras los juncos crecían a través de  las astilladas paredes de una cabaña olvidada. El ruido de los insectos se propagaba desde el pantano, donde los investigadores podrían jurar ver caimanes flotando en la marisma como viejos troncos.

Comenzaron a dar la vuelta a la casa hasta colocarse en la que parecía el lugar desde el que se había tomado la foto. Allí, en el corazón de la propiedad, donde el terreno se inclinaba para adentrarse en el cieno de la orilla del pantano unas lápidas asomaban entre los juncos y la maleza. Algunas eran antiguas y discretas, otras eran altas cruces de piedra e incluso había un enorme ángel lloroso.

Más allá del pantano, en las aguas poco profundas al sur de la tierra firme que circunda la propiedad, una chimenea torcida surge desde la marisma. Podrían ser los restos de una casa más antigua incluso que la actual.

Una vez abandonaron la mansión y comenzaron a examinar el jardín que la rodeaba, George no pudo evitar torcer el gesto cuando vio tanto desperfecto junto. Aquel lugar necesitaba una reforma urgente, e incluso así puede que el lugar no sobreviviera mucho tiempo más. Tal vez resultaría más sencillo derribarlo todo y volverlo a construir, de hecho. Se preguntó cómo había terminado así un lugar que en su día debió haber sido imponente. Supongo, pensó George, que en algún momento dejó de importarles. Tampoco era como si la Señora Henslowe y Currothers pudieran hacer demasiado para salvar todo aquello a esas alturas.

- ¿Son eso caimanes? - preguntó George en voz alta al ver algo flotando en el pantano. Chasqueó la lengua. - Vayamos con cuidado.

George caminó junto a Julia intentando que sus pies no se hundieran demasiado en el barro del lugar, aunque era inevitable mancharlos. En cierto momento se percató de la presencia de las lápidas y se acercó a ellas para comprobar los nombres, tal vez se correspondiesen con los de la fotografía. Una fotografía cuya localización habían encontrado, así que buscó también por los alrededores.

El detective se acercó a mirar las tumbas que había, justo al lado del punto desde el que se había tomado la foto.

Se encontraba precisamente en aquel pequeño cementerio, justo sobre la tumba reservada a Douglas Henslowe. La tumba era un modesto bloque de piedra en el que se podía leer "Douglas Henslowe 1882-[en blanco]".

Aquel cementerio familiar albergaba 22 lápidas, pero la mayoría de las lápidas habían sido erosionadas por el tiempo y eran prácticamente ilegibles. Aun así consiguieron descifrar varias de ellas.

• David (1856-1921) y Virgina (1854-[en blanco]) Henslowe.
• Jonas Douglas Cokeridge (1897-1917)
• Grant Heslowe (1880-1917)
• Mary-Margaret (1880-1882) y Anne Marie (1882-1883) Henslowe.
• John (1873-1929) y Mary (1873-1929) Henslowe.
• James (1831-1879) y Mildred (1834-1881) Henslowe.
• Zachariah (1830-1862) y Millicent (1832-1899) Henslowe.

—La casa, allí debemos ir. 

Es que estoy un poco asqueada con el lugar, pero de alguna manera algo me dice que en el caso de no haber tumbas removidas, es que no hay nada que mirar ahí. Así que mejor era dirigirse hacia ese lugar, pese a lo que eran los alrededores y sus zapatos de taco no eran precisamente los mejores para andar ahí. 

Tal vez se encuentra alguna que otra respuesta, tengo fe de ello. Es evidente que era una información preciada y no estaría al alcance de cualquiera. Al menos intentó pensar como Douglas.