Partida Rol por web

—¡Mierda! —la actitud rebelde de la Etreria no le sorprende para nada a Samantha. Era lo que más temía, por encima de lo que están encontrando en la Zelonia: no tener un lugar al que retroceder.

Entonces, escuchando de fondo las objeciones del resto de la tripulación, ve con horror cómo la sustancia verde va reproduciéndose lentamente, extendiéndose por todas partes. Con asco, aparta la mano de uno de los controles, ya cercado por esa cosa. Le parece un tipo de musgo o algo parecido, pero no es su campo.

—Doctora, ¿eso es su planta? —sin esperar respuesta, ajusta su arma al mínimo y dispara un haz muy leve sobre uno de los paneles laterales, quiere ver si puede destruirlo— No toquéis eso.

Con independencia del resultado del experimento (*) Samantha propone un plan de acción.

—Tenemos oxígeno suficiente para recorrer la Zelonia, Devra, pero no vamos a agotarlo. Intentemos llegar al servidor, cojamos los datos y salgamos ya de aquí. Jessie, abre la marcha, con mucha cautela.

El haz ligero de láser quema completamente el hongo hasta dejar al descubierto las paredes o paneles donde ha ido avanzando. El resto reacciona tratando de cubrir lentamente el espacio liberado, tal y como ocurría en el exterior de la nave espacial. No es hostil, aunque no se detiene, no estalla y mucho me temo que no habrá xenomorfo.

¿O sí había xenomorfo? Déjame pensar...

Aoi se aleja casi por reflejo de toda terminal cercana, incluyendo paredes. O vaya, esto puede ser muy malo. *silbido*

—Creo que estamos condenadas, ese ruido me recuerda a como los pulpos trocean a los cangrejos en su interior —Esperemos a que no tenga hambre, o que mis ojos me engañen. Escucho el plan de la Comandante, y se me encendió un foco en mi mente—. Doctora, concuerdo con la comandante, no se si ya tiene la muestra o este ser le sirve, pero tenemos que irnos ya —Lo bueno es que todo el registro de datos anteriores los mande al Tears, así que mi parte ya esta hecha.

Es horroroso lo que estoy viendo y a su vez fascinante, pero si debo elegir entre la supervivencia o la ciencia, está claro que lo primero es lo que entra en juego y es mi elección directa. Por esa razón, escucho lo que dice la Comandante y Aoi, analizando sus posturas pero más aún el entorno en el que estamos. 

—Por mi abandonemos esto ya. 

¿O sí había xenomorfo? Déjame pensar...

No pienses mucho ;) 

—Mirad... —Samantha señala a su pequeño experimento de ciencias— el láser a baja potencia lo quema pero se regenera con rapidez... Sugiero que hagamos lo mismo.

Se encamina a la esclusa lateral que da hacia la zona científica.

—Jessie, voy a abrirla. Haznos un camino si es necesario. No soy científica pero seguro que la doctora convendrá en que no deberíamos dejar que ese musgo nos colonice.

Mientras manipula el control, trata de contactar con la Etreria. 

—Aquí equipo de incursión a Etreria... responde, por favor.

Jessie se coloca con el arma apoyada en el hombro dispuesta a destrozar a lo primero que pudiera aparecer por la esclusa una vez abierta. Obviamente no hay motivo para pensar que nada pueda salir por ahí, pero nunca está de más estar preparada para lo inesperado. Últimamente nada parece funcionar bien e incluso una Inteligencia Artificial parece haberse declarado en rebeldía. ¿Esas cosas son posibles?

—Abre cuando quieras, jefa —dice Jessie—. Esta pequeña y yo estamos listas.

La voz femenina de la IA de Eretria resuena a través de todos los altavoces.

«Aquí Eretria. Por favor, exponga el motivo de su llamada, comandante».

-Etreria, hemos activado la AI de la Zelonia. Me indica que no recibes sus comunicaciones. ¿Hay algún problema? No abras protocolos ni conexiones de datos -los sistemas han sido dañados y podría haber un virus- pero deberías recibir sus emisiones de radio.

Samantha hace una pausa.

-¿Puedes indicarme si se ha producido algún cambio en la órbita de la Zelonia y qué actividad detectas? Hemos iniciado también la planta de potencia y dado energía básica al sistema.

-Por último, el casco de la Zelonia está cubierto por un organismo extraño. De momento, la Tears está lejos de esa sustancia pero quiero que vigiles su integridad. Corto.

Sin esperar respuesta de la Etreria, dirá y hará lo que quiera..., hace una señal a Jessie y abre la compuerta. 

—Como toda arma biológica, es mejor mantenerse lejos de ella—respondo a la Comandante—. Debemos abandonar esta nave, estamos demasiado expuestas. 

La IA en rebeldía, una planta provocando una devastación y nosotras aquí. Es hora de tomar cartas en el asunto y confío en que Samantha sea capaz de manejar la situación con una entereza que yo carezco. 

—Me alegra que estén de acuerdo en algo, pero porque Eretria tarda tanto, ¿Tendrá un cruce de señales por campos magnéticos?. Espero que no haya inconveniente porque la planta se sigue moviendo, y si seguimos tardando será tarde. Mei, solo podía tambalearse de un lado a otro como un adolescente con hiperactividad de no poder enlazar su dispositivo. Intentando pensar en cualquier otra cosa para no denotar su posible muerte. Los planetas, cercanos a la tierra, como marte, por ejemplo, cada seis meses, se puede utilizar su campo gravitatorio, para hacer un viaje de 8 meses, en uno de 9 días. Siguió teorizando ecuaciones.

—Etreria, hemos activado la AI de la Zelonia. Me indica que no recibes sus comunicaciones. ¿Hay algún problema? No abras protocolos ni conexiones de datos -los sistemas han sido dañados y podría haber un virus- pero deberías recibir sus emisiones de radio.

La voz de Eretria comienza a sonar por los altavoces:

«Es cierto, comandante, recibo las emisiones de radio y las peticiones de información por parte de la IA de la Zelonia, pero tengo instrucciones muy específicas al respecto. Todas las órdenes emitidas por la nave Zelonia han de ser bloqueadas. No debe preocuparse, es improbable que algún virus informático penetre en mi sistema».

—¿Puedes indicarme si se ha producido algún cambio en la órbita de la Zelonia y qué actividad detectas? Hemos iniciado también la planta de potencia y dado energía básica al sistema.

La voz vuelve a sonar tan complaciente y tierna como de costumbre.

«El movimiento geoestacionario de la Zelonia en torno al planeta XTI 2200 no ha variado por el momento en lo más mínimo. Detecto el reinicio de la planta de energía de la nave, si bien su intensidad es muy inferior a la esperada».

—Por último, el casco de la Zelonia está cubierto por un organismo extraño. De momento, la Tears está lejos de esa sustancia, pero quiero que vigiles su integridad. Corto.

«Monitorizaré desde aquí el avance de la sustancia, comandante, así como la integridad de la nave de exploración H1. Le avisaré si alguno de los dos sufre alguna variación significativa».

—Como toda arma biológica, es mejor mantenerse lejos de ella —replica Devra Leclerc a la comandante Colmenárez—. Debemos abandonar esta nave, estamos demasiado expuestas. 

«Comparto su preocupación por el extraño organismo que rodea la nave, doctora, e incluso comprendo su desazón por los objetivos de su misión, pero tengo órdenes precisas al respecto. La prioridad consiste en la obtención de los datos del suero derivado de la planta del área científica de la Zelonia. Prioridad absoluta. Las demás consideraciones quedan anuladas».

Devra Leclerc no puede evitar preguntarse el sentido de esa última frase. Según su juramento hipocrático de la Segunda Generación, los seres vivos sentientes e inteligentes, así como su supervivencia en las mejores condiciones posibles, tienen prioridad sobre cualquier otra cosa. ¿Es posible que Gaia les haya hecho jurar una mentira durante décadas?

La ingeniera Aoi Mei ha comprendido que las razones por las que Eretria contesta con tanto retraso no son campos electromagnéticos que alteren la comunicación por el velocísimo ansible. La IA decide responder cuando le parece adecuado y, cuando no, permanece en silencio. Esto, según ella misma deduce, no se debe por tanto a errores de recepción o a una incorrecta programación: se trata de una decisión de la propia máquina. Y dejar a una máquina al mando puede ser el peor error que se haya cometido en la historia de la navegación espacial.

—Como toda arma biológica, es mejor mantenerse lejos de ella—respondo a la Comandante—. Debemos abandonar esta nave, estamos demasiado expuestas. 

-Devra, ¿acaso sugieres que renunciemos a intentar recuperar los datos? -Hay un punto de incredulidad en la voz de Samantha. No está acostumbrada a retirarse tan pronto. Es prudente por naturaleza y le gusta analizar las cosas antes de meterse en cualquier lío pero ni siquiera se han visto en un peligro que, aparentemente, no puedan controlar.

-Nuestra misión está clara, y vamos a acometerla.

Luego, hace un gesto para que silencien las radios, bloquea la señal de su holopantalla y teclea en ella:

"Preocupada comportamiento irregular de Etreria.

Podría anteponer la misión a nuestra seguridad.

Aoi y yo hemos tenemos un plan B.

De momento, nivel de peligro aceptable.

Intentemos la misión.

No vamos a correr riesgos innecesarios".

Con esto, Samantha espera tranquilizar las aprensiones de sus compañeras, al menos de las de la doctora y la ingeniero. Jessie parece dispuesta a quemar lo que sea. Espera a que termine el conciliábulo tabaleando sobre su rifle.

¿Os parece?

Samantha deja la pregunta parpadeando en la holopantalla.

Gaia no es la milicia, es un servicio de exploración, investigación, la búsqueda del bienestar humano. No quiere pedirle a nadie que arriesgue su vida si no es necesario ni están convencidas.

Enarca las cejas esperando una respuesta.

Jessie apenas tarda una décima de segundo en asentir a la comandante mientras la mira con ojos aburridos. ¿"Intentar" una misión? Eso no tiene ningún sentido para ella. Las misiones se llevan a cabo o se fracasan (cosa que suele costar la vida) y hasta hace no tanto tiempo la especie humana estaba en una continua guerra consigo misma. La Batalla de los Mundos Exteriores, una de las últimas en finalizar las confrontaciones entre humanos, fue una auténtica carnicería.

Jessi estuvo allí, por supuesto, y nadie le preguntó si estaba de acuerdo o no con cada uno de los movimientos tácticos que se hicieron. Se enviaron buenos soldados a morir por centenares y nadie se preguntó por la conveniencia o no de realizar cada una de las matanzas que se hicieron. Pero aquello era la guerra, claro, y la guerra fue entonces.

Esto es ahora.

Escuchando las palabras de la Comandante, hace que Aoi, recobre el sentido de determinación.

—Cuente conmigo Comandante —Mei hace el respectivo saludo para dar a notar la determinación, que broto con las palabras de su líder. Perfecto. Con las piernas afincadas, ajusto los guantes de su mano, y esperaba a escuchar, si la doctora estaba de acuerdo con la postura tomada.

Una voz masculina comienza a hablar por los altavoces de la nave. Es una voz totalmente reconocible que hacía horas que un virus informático os ha privado de escuchar.

«Solicito atención, por favor, a toda la tripulación de la Eretria y, de manera muy especial, a la comandante Colmenárez. Soy la Inteligencia Artificial de la Eretria. Se ha producido un asalto virtual y toma de control de los módulos de razonamiento por parte de un virus diseñado para eliminar toda posibilidad de proporcionar información clasificada al grupo de rescate. Considero mi obligación, en base a los parámetros de mi construcción y programación, avisar del peligro inminente que se cierne sobre todas ustedes.

Inicialmente el experimento pareció fructífero al prolongar la vida ralentizando la oxidación del organismo humano. Sin embargo, la irradiación del suero creado a partir de la planta encontrada en el satélite Rk48 provocó la aparición de un virus no clasificado. La planta de la nave Zelonia ha quedado infectada con el virus que se creó a partir de ella. El contacto con la planta, o el polen que esta genera, es suficiente para convertirse en vector de una enfermedad mutágena.

El verdadero objetivo de la misión de rescate era garantizar que algún miembro del equipo quedase contaminado con la planta infectada y así observar, en la base de Saturno y bajo condiciones óptimas, su desarrollo en el cuerpo humano. Sus vidas son, según todos los informes, sacrificables.

Ruego, comandante Colmenarez, que suspenda inmediatamente la operación y…».

Se hace de nuevo el silencio.

Todo está mal, jodidamente mal y no hay forma de solucionar esto cuando tengo un arma biológica en la mano y siento que de alguna manera u otra, por mi amor a la ciencia estoy siendo partícipe de esto. Lo cual intento pensar en todo lo que escucho, darle un sentido más clínico a la situación mientras el realismo nos golpea duro en la cara. Ya con tan solo observar donde estamos, la exposición en sí y el resultado devastador de la planta, hacen que uno se plantee que tan ético es hacer todo esto. 

Por esa razón es que inhalo profundo y desvío la mirada hacia las chicas. 

—Muchas veces toca decidir entre sobrevivir y dejar atrás algunas cosas o morir con tal de lograr lo imposible—digo en un tono serio—. Si quieres llevarte los datos hazlos, puedo llevarme esta arma biológica también Comandante. Pero no olvidemos la exposición y lo que acaba de decir la IA. Hemos caído en una trampa, una mortal. 

Tras decir aquello espero la decisión de Samantha, ella es la que dictará nuestro destino. 

Si quieres llevarte los datos hazlos, puedo llevarme esta arma biológica también Comandante.

Por toda respuesta, Colmenárez toma la muestra de las manos de la doctora, la deposita en el centro del puente y con deliberada lentitud asesina la fríe hasta que no queda absolutamente nada.

—Doctora, se lo dije antes. Mi prioridad son sus vidas. Y si alguien nos considera sacrificables va a tener que responder por ello. Aunque tenga que derribar Gaia entera. Había medio centenar de tripulantes en la Zelonia.

—Jessie, abres la marcha, volvemos a la Etreria. Voy detrás tuyo, Devra en el centro y Aoi nos cubre, ¿podrás? Quemad cualquier vestigio de planta que se nos acerque.

La soldado parece contrariada por el gesto de su cara. Una mueca de desagrado se dibuja en ella y muestra su descontento de manera muy expeditiva.

—Con el debido respeto, comandante... —comienza, como siempre que alguien va a llevar la contraria a su superior—. Tenemos órdenes muy claras. Yo he recibido órdenes muy claras: rescatar los datos a bordo de la Zelonia, intentar el rescate de posibles supervivientes, regresar a la base de Saturno. Son muy claros. Las lógicas internas de hombres y computadoras es algo que a mí me es indiferente: yo tengo órdenes.

Se gira y apunta con su arma a la doctora Leclerc.

—Doctora, le ruego que recoja la información con ayuda de la ingenera Mei —ordena con voz brusca y sin un sólo ápice de humanidad en ella—. No quiero emplear la fuerza con ustedes, pero ahora yo estoy al mando y lo haré si es preciso. Esto se ha convertido en una operación militar.

—Por mi bien. Expresa con total alegría la Ingeniera. Olvide ya que truco barato de psicología use para olvidar lo que me preocupaba. *Reír con Nerviosismo*. Empezó a agitar un maletín con herramientas y uno que otro artilugio.

—Acabemos con este inconveniente de una vez, venga Doc. Que tengo 15 años de anime que recuperar. Mei tenía una cantidad abrumadora de determinación, como si hubiera derrotado al control maestro con el dedo meñique.