Partida Rol por web

Muy frustrada, pero en demasía cruzo el arco por mi espalda y avanzo con la espada mientras escucho a Brennan alentarme para que vaya de cacería. Pero no sé que diantres me sucede, no doy con ninguna flecha y estos esqueletos le están dando unos buenos golpes a Helena. Así que me uno al meollo, ya sea para repartir o recibir, pero al menos de apoyo. 

De igual manera la rabia me domina, es inevitable. No puedo tener tanta mala suerte con mis movimientos, no entiendo como puede estar pasándome esto o es el cansancio de dormir poco, al punto de que el cuerpo no rinda en absoluto. 

 La batalla no estaba mostrando ser fácil. Los ataques de los esqueletos eran salvajes y constantes, y las habilidades de los miembros del grupo no estaban del todo afinadas. En un momento, fue Helena la que cayó víctima de esta desventaja del grupo al ser herida gravemente por aquellas bestias muertas. Frenni lanzó un grito desgarrador.

- ¡HELENA!

 El bardo estaba desolado por la visión de la guerrera tirada en el suelo, con sangre en su cabeza y en su vientre. Frenni no paró de tocar su flautín, pues le daba a sus compañeros una ventaja que, de perderla, se encontrarían en una peor situación. Pero el sonido de su melodía era más agrio y desesperado, visiblemente ofuscado por ver a la muchacha a la que había traído a la expedición en aquel lamentable estado.

Felsom sabía que se encontraban en una clara desventaja numérica, sobre todo al haber sido herida Helena por los esqueletos. Ver a la camarera caer gravemente herida le hizo plantearse al nigromante que quizá fuera el momento de empezar a retroceder nuevamente sobre sus pasos, pues no estaba demasiado convencido de que pudieran conseguir derrotar a los esqueletos.

Tomando su ballesta y colocando en ella un nuevo virote, Felsom apuntó con ella en dirección a uno de los esqueletos que iba a la cabeza del grupo, disparando una nueva flecha. No obstante, aquel disparo fue tan malo que el nigromante no quiso cerciorarse ni siquiera hacia donde se dirigía y procedió a amartillar de nuevo la ballesta para colocar otro virote.

-¡Vamos, matad a alguno mientras aún podáis! -exclamó, temeroso.

El druida en un movimiento ágil golpea a los esqueletos más cercanos, aquellos que habían herido a Helena, estos reciben un contundente golpe partiéndolos en trozos; por otra parte, la suerte no acompañaba en sus golpes a Elen, aunque logró algo de tiempo para que los esqueletos no llegaran de lleno a rematar a la guerrera, la pícara se acerca esquivando el cuerpo de Helena y adelantando a Brennan ataca a uno de los dos esqueletos restantes, este cruza su arma bloqueando el golpe de la Elfa; Felsom intenta disparar con su ballesta esperando asestar un golpe al esqueleto más lejano, pero la flecha se desvía de su rumbo y golpea uno de los cofres en el interior.

El esqueleto frente a la Elfa intenta contraatacar con su arma, pero esta es más rápida que su movimiento y puede ver cómo el intento de golpe pasa por un lado dejando un ligero viento en su rostro tras el movimiento, el esqueleto de más atrás, tensa el arco y dispara una flecha en dirección al nigromante, pero por suerte la flecha roza un tramo de la pared de piedra de la caverna y se desvía perdiendo su objetivo inicial.

Hektor palemea el hombro de Felsom y pasando por el lado de Frenni levanta sus manos canalizando una especie de energía que recorre sus brazos para luego concentrarse en la punta de sus manos y así salir proyectado hacia el esqueleto arquero un misil mágico que lo fulmina de golpe; el mago gira su rostro hacia el Nigromante dedicándole media sonrisa, como vanagloriándose por su actuación.

Afortunadamente, lo peor del combate parecía haber pasado ya, y Brennan se encontró de pronto con que, después de haber abatido con el barrido de su lanza a dos de los esqueletos, tan sólo quedaba una de esas aberraciones en pie, tratando sin éxito de alcanzar a Elentirell.

Y dándole a él la espalda.

Sonriendo, recolocó las manos sobre el astil de su bastón, lo alzó hasta casi tocar el techo de la cueva, y luego lo descargó con todas sus fuerzas sobre la calavera del esqueleto. Un golpe muy poco elegante, pero terriblemente efectivo, que con un fuerte crujido, quebró y atravesó los huesos hasta que toda la criatura se derrumbó, privada de la magia que la animaba.

-Se te veía algo apurada. –Dijo a la elfa, con una media sonrisa, pero luego su expresión se oscureció al mirar a su alrededor. Magos que habían gastado su magia, un bardo que sólo intervenía para cantar, Gealach herida y la camarera en un estado aún peor. Sólo él y Elentirell quedaban en condiciones de luchar, y no estaba seguro de que pudieran afrontar el siguiente desafío.

 Una vez que el peligro de los esqueletos fue finalmente finiquitado con los últimos espadazos de Brennan, el grupo finalmente encontraba un pequeño intermedio de paz en todo el caos que les había tocado enfrentar. Después de los hombres lagartos y los esqueletos, solo los dioses podrían saber qué sería lo siguiente contra lo que tendrían que enfrentarse. Pero era mejor no pensar en ello hasta que... bueno, tuvieran que enfrentarse a ello. Por el momento restaba recuperarse de la batalla.

 Frenni se dirigió rápidamente hacia Helena, chequeando con la mirada si la chica tenía algún sangrado profundo que pudiera taponar con su ropa o tuviese que hacer algún torniquete. Pero, a primera vista, no pareciera que ninguna extremidad se le fuese a caer a la camarera convertida en tornado. Eso elevó un poco los ánimos del bardo, que quizá no supo contener la emoción y habló con demasiada liviandad.

- ¡Helena! ¿Estás bien? Has... estado... ¡INCREÍBLE! La forma en la que luchas... pareces una profesional. En defensa y en ataque... tu agilidad y tu seguridad... ¡Todo digno de crear poemas y canciones en tu honor! Definitivamente has sido una gran adición al grupo... ¿no creen, chicos?

Finalmente, Brennan había acabado con el último de los esqueletos, aunque después de haber tenido que hacer frente a los hombres-reptiles, Felsom empezaba a estar plenamente convencido de que aún no habían acabado con todos los desafíos que les aguardaban en aquel lugar. No le importó mucho que pudiera haber compañeros heridos, el nigromante sabía que debían continuar avanzando cuanto antes.

-Revisemos qué hay en los cofres de esa sala y continuemos -apremió a sus compañeros, mientras amartillaba su ballesta para colocar en ella otro virote-. Antes de que aparezcan más hombres-reptiles...

No sé que me está sucediendo pero no me gusta en absoluto mostrarme tan débil y no dudo en apretar los dientes cuando escucho a Frenni cantar, es que así no nos sirve. Además Helena estaba tendida en el suelo y ya había ido el gnomo al rescata mientras Brennan se dirige a mi. Con una sonrisa afilada, lo miro a los ojos y me acerco a su lado tras derrotar al último esqueleto que está en pie. 

—¿Algún problema con ello?—digo en susurro muy cerca de su rostro—. Pierdes mucho tiempo mirándome. 

Claramente lo provoco desde esa corta distancia que podría casi nuestros labios rozarse y al escuchar a Felsom, rápidamente me separo estando de acuerdo con la idea de que debemos revisar los cofres y salir de allí para no tentar más a la suerte ya que cada vez somos menos. 

—Vamos, es hora de ver que encontramos. 

Los últimos ecos del combate apenas se habían apagado, y cada cual se entregaba a sus reflexiones. Felsom, a la necesidad de saquear aquel lugar y ponerse en marcha, Brennan, a sus posibilidades de sobrevivir a otro combate.

Y Frenni, a Helena.

-Desde luego. –Contestó al discurso del mediano, desviando la mirada hacia la inconsciente camarera, sin tener muy claro si estaba ya muerta o no, y añadió con toda la seriedad de la que fue capaz. –Una pelea increíble. Si tuviera que pensar en algún fallo, sería la parte en la que le han hundido una espada en las tripas, pero es un asunto menor.

Elentirell, por su parte, reaccionó tal y como esperaba a su peque provocación y se encaró con él. Cerca. Peligrosamente cerca.

-Me sobraba tiempo después de romper esqueletos. –Se jactó, sintiendo el cálido aliento de la elfa casi sobre sus labios, y trató de que su voz no se alterase para responder en el mismo tono. -¿Tanto te importa si te…?

Estaba a punto de seguir hablando, cuando un sordo gruñido les interrumpió. Se trataba de Gealach, que se había acercado a ambos y miraba a la elfa con sus ojos del color del ámbar entrecerrados y el pelo erizado. Sin embargo, pasados unos momentos, la esbelta loba pasó al lado de Elentirell, ignorándola, y hundió con decisión sus colmillos en la pierna de Brennan.

-¡Gealach, demonios, para ya! –Se quejó, apartándose de golpe de Elentirell y llevándose la mano a la pierna, por la que corría un hilillo de sangre. La loba herida, por su parte, lo observó visiblemente satisfecha.

-Vale, vamos a ver qué hay aquí y busquemos un sitio para descansar. –Gruñó finalmente, de peor humor, mirando a su alrededor en busca de un posible botín.

El mediano golpea suavemente las mejillas de la guerrera intentando despertarla, esta abre los ojos lentamente, para mirar a la cara al Bardo, trata de esbozar una sonrisa pero de su boca brota un poco de sangre, su respiración es dificultosa, aunque intenta ponerse de pie, no logra del todo reunir fuerzas para levantarse, Hektor por su parte acude con rapidez y con un trozo de tela de su túnica, intenta detener la hemorragia en el vientre de Helena, luego le quita el cinto y con este presiona la compresa improvisada. A pesar de que la herida fue profunda, parece que no tocó ningún órgano vital o arteria, el sangrado para lentamente, aunque esto no quiere decir que pueda moverse con mucha libertad.

Ahora el resto del grupo ha ingresado a la habitación de donde habían salido los esqueletos; Brennan levanta la mirada y pasa la vista por cada uno de los rincones, sin dejar detalle alguno; si sus ojos no lo engañan, esta pequeña pero atestada sala, guarda el tesoro del culto; teniendo en cuenta la ornamentación y los cofres, se puede notar que al pasar de los años han logrado reunir muchas cosas de valor. En la sala hay cuatro cofres, haciendo un poco de fuerza para levantar su tapa, se enteran que están asegurados; a simple vista se nota una cerradura tosca, de llave sencilla en tres de estos, solo hay uno que parece tener una cerradura bastante compleja, que contiene combinación de símbolos.

Felsom comenzó a reír compulsivamente cuando regresaron a la sala del tesoro en la que habían visto a los esqueletos en un primer momento, aunque ya libre de toda clase de peligros. Los cuatro cofres continuaban cerrados, aunque confiaba en que las capacidades de Elentirell serían suficientes para abrirlos.

-¡Vamos, elfa! ¡Confiamos en tus capacidades! -exclamó el nigromante, apremiando a la pícara para que se ocupase de abrir los cofres. Después, todos vieron cómo Felsom comenzaba a morderse las uñas compulsivamente mientras murmuraba, más para sí que hablando con los demás-: Muchos pergaminos de hechizos, muchos pergaminos de hechizos...

—No me importa...

Es la única respuesta que le ofrezco a Brennan mientras voy avanzando entre los esqueletos que ahora están en el suelo. Mi atención no se desvía en Frenni y Helena, simplemente esos cofres ahora iluminan mis ojos. Así que me encamino hacia ellos mientras le guiño un ojo a Felsom cuando me motiva a que vaya a abrirlos. 

—Voy, voy. Después les cobro por mis servicios. 

No puedo evitar el hecho de bromear con ello y tras sacar las herramientas de ladrón, me acomodo delante del cofre y que la magia comience a surgir, pero desde la presteza de mis manos y la pericia. 

Años haciendo esto, me resulta divertido, motivador. 

Elentirell con mucha presteza se acerca a los cofres, y como si se trataran de simples cajas de mercancía burda, abre con sus herramientas cada una de las cerraduras; luego de haber desbloqueado los cofres, se dispone a abrir uno por uno, todos tenían la mirada fija en cada movimiento de la Elfa; el primer cofre dejaba ver un interior repleto de monedas de oro y de plata; el segundo cofre contiene monedas de plata y sobre éstas hay un vial con un líquido púrpura; al acercarse al tercer cofre y abrirlo encuentran más monedas de plata y sobre éstas cuatro pergaminos enrollados con una cinta púrpura; el ultimo cofre y un poco más grande, contiene un montón más de monedas de plata y un escudo de acero reluciente sobre éstas, al abrir este último, la tapa golpea algo detrás de las cortinas y se resbala hasta caer al suelo; todos prenden sus alarmas instintivamente pero luego de mirar en dirección al ruido, se percatan que tan solo es una lanza, que brilla con el mismo fulgor que el escudo.

Parece que la fortuna les sonríe a los aventureros, hasta el momento no se escuchan pasos ni nada por el estilo, tal vez el momento de retomar el aliento ha llegado; Brennan trató hasta su último esfuerzo por recordar en qué lugar había visto aquellos símbolos, pero su mente no trajo nada que le pudiera ayudar para resolver aquel enigma.

 Ver que Helena ya se encontraba estable luego de la ayuda de Hektor y de Frenni dejaba al gnomo más tranquilo, pudiéndose enfocar en la compañera elfa que se encontraba a punto de revelar cuáles eran los tesoros que aguardaban al grupo. Frenni no era una persona muy codiciosa, pero una buena aventura merecía una buena recompensa. Era una simple regla. Al la increíble cantidad de monedas que había ante ellos, el pequeño no pudo evitar dar unos cuantos saltos de alegría.

- ¡WOW! ¡Miren ese botín, compañeros! ¡Solo los dioses han probado el festín que nos vamos a dar con esta fortuna!

 Frenni pensaba en alguna buena comida de celebración, con frutas, carnes, pan y vino en cantidades abismales. Aunque para alguien de su tamaño, no hacía falta gastar demasiado para comer mucho. Sin embargo, todavía la travesía no terminaba, y había una compañera que necesitaba asistencia.

- Oh, por cierto... si encuentran alguna... cosa curadora en esos cofres... se la podríamos dar a Helena, ¿no?

Brennan pudo ver cómo las manos de Elentirell parecían volar alrededor de los cerrojos de los cofres, que se soltaban con tanta facilidad que podría llegar a parecer que nunca habían estado realmente cerrados. Al parecer, la elfa tenía mucha más habilidad en ese tipo de trabajos que en un combate contra los no-muertos.

-Eres buena. -Murmuró, detrás de ella, mientras el tercer cerrojo caía al suelo.

Al abrir las tapas, descubrieron un pequeño tesoro en forma de monedas, lo que provocó que Brennan alzara ligeramente las cejas, sorprendido. Incluso los esqueletos parecían poca protección para tal cantidad de dinero. Pero al fin y al cabo, las monedas sólo eran monedas. Metal para comprar más metal, algo que ni le servía ni deseaba especialmente. Poco era lo que él podría sacar de ese tesoro.

Torció el gesto especialmente al ver la lanza y el escudo hechizados, e inconscientemente su mirada se desvió hacia su propio armamento, hacia la madera golpeada y desgastada que conformaba tanto su escudo como su arma. Lanzando una maldición en voz baja hacia todos los herreros del mundo, apartó la mirada. Ninguno de los dos objetos le servía de nada, pues el juramento de no usar metal alguno forma parte inherente de su conexión con la naturaleza. Empuñarlos equivaldría a perder irremediablemente su magia, por lo que supuso que sería la camarera quien terminaría por usarlos.

-El animal que devora toda su comida sin pensar en cuándo volverá a comer suele terminar muriendo de hambre. -Contestó cuando Frenni sugirió usar toda la sanación posible en Helena. -Yo no gastaría nada de curación si no es necesario. Es mejor salir de aquí y descansar. Si puedo dormir algo, podré curar vuestras heridas.

Después, sacudió la cabeza, incapaz de encontrar un significado a los símbolos del último cofre, y en un arrebato de frustración, levantó su lanza para tratar de romperlo. Pero antes de que llegase a hacerlo, el recuerdo del gong acudió a él, y durante un momento se quedó inmóvil, con las manos en alto, antes de bajar lentamente el arma, sin golpear.

-La última vez que Helena dio un golpe a algo raro, Kenzil acabó muerto y el resto casi. -Dijo, para que el resto explicaran el motivo de haber contenido el golpe. -Creo que será mejor que éste nos lo llevemos entero, al menos hasta que sepamos qué es.

-Y que salgamos de aquí deprisa. -Añadió. -Antes de que los dueños de esto vengan a buscarlo.

Felsom prácticamente se lanzó sobre los pergaminos para examinarlos y observar de qué tipo de hechizos se trataba. Sin duda le serían de utilidad para lo que estuviera por venir, aunque le hizo especial gracia observar que uno de ellos servía para conferir a alguien el aspecto de un lobo.

-¡Con esto, podemos buscarle un amiguito a Gealach, aunque sea temporalmente! -exclamó el nigromante, riéndose, mientras se frotaba sus huesudas manos.

Tras esto, se guardó todos sus pergaminos en su bolsa de viaje, echándose el macuto a la espalda. No obstante, Felsom tenía la sensación de que aún no habían llegado hasta el fondo en aquel edificio.

-¿Estamos seguros de que hemos registrado todas las salas? Puede que aún queden más puertas secretas y hombres-reptiles en este lugar. Es extraño que no haya sabido nada sobre lo que le sucedió al Hermano Lucius.

-Yo también pienso que no hemos acabado aquí, Felsom. –Contestó al nigromante, mientras se colocaba la lanza a la espalda y probaba a levantar el cofre lleno de extraños símbolos. -Pero si nos metemos en otra pelea, podemos salir mucho peor que de esta. Vámonos ahora, y volvamos mañana.

A pesar de sus palabras, la voz de Brennan no parecía ni asustada ni demasiado preocupada. De hecho, como acostumbraba, sus palabras eran tan llanas y sinceras como el flujo de un río.

-Por cierto… ¿nadie tiene ni idea de qué pueden ser estas runas? –Preguntó, señalando al cierre del cofre. –Kenzil ya no está para ayudar.

Muy conforme con el interior de los cofres, sonrío divertida mientras escucho las palabras de Brennan, momento en el cual me incorporo y desde la cercanía, lo miro con cierto aire travieso y peligroso. 

—Y otras cosas más, a ver si te dejan descubrirlas. 

Después miro lo que tenemos delante, a los ladrones nos encanta el dinero pero más aún los objetos extraños. Así que un tanto pensativa, niego con la cabeza al escuchar a Frenni y estoy en duda con respecto a la propuesta de Felsom y lo que sugiere el elfo. 

—Yo me atrevería a seguir explorando, puedes curar a tu loba—digo a Brennan—. Frenni puede quedarse aquí y vamos el resto a explorar. No es por ambición, pero si hay cofres así... ¿Que más habrá?

Aunque Hektor intenta detener la hemorragia y estabilizar a Helena, no es suficiente, la camarera vuelve a quedar inconsciente, el Druida y Felsom intentan llevar uno de los cofres para llevarlo fuera del lugar, por su parte Hektor le indica al mediano que le ayude a cargar a Helena.

-Ven Frenni, ayúdame a cargarla, es mejor que la saquemos de aquí, no sería bueno que muriera en un lugar como este, al menos si va a morir que muera en una casa fuera de este sucio lugar-, aunque el vagabundo intenta reunir fuerzas para levantar a la camarera no le es posible hacerlo, parece que la mujer pesa más de lo que pensaba y la armadura no es que ayude mucho a la tarea.