Partida Rol por web

Cuatro guardias te asaltaron mientras cazabas por los bosques de Moonguard,y ahora estás encerrada en el calabozo del castillo hasta a saber cuándo.

Escuchas la voz de alguien anciano fuera; parece estar sentado en una silla. Está hablando con alguien, pero no llegas a ver a la otra persona. De hecho, puede que esté hablando solo.

Aún estás algo aturdida del golpe que te han dado los guardias, pero llegas a escuchar algunas palabras...

Príncipe... Rey... Enfermo... Magia... Ayuda...

Y, de pronto, silencio. 

No entiende cómo la pillaron por sorpresa cuatro guardias mientras seguía un rastro para el desayuno, pero sea como sea lo hicieron y ahora sólo piensa en salir de allí. No soporta estar encerrada entre paredes. ¿Y dónde están mis cuervos Kuervin y Grajam? Espero que no anden lejos... 

Príncipe... Rey... Enfermo... Magia... Ayuda...

 La voz de un anciano le llegó a través de los muros de piedra, se acercó despacio a la pared para escuchar mejor. El rey enfermo. Katra había oído rumores en el viento sobre una enfermedad repentina que había aquejado al Rey. Entonces era cierto... pero el anciano hablaba de magia... 

No puede ser.  Pensó mientras se acomodaba cerca de la pared. En Moonguard se castiga la magia. Por eso vine aquí, para sobrevivir sin usarla, para hacerme más sabia y más fuerte. Quizá se refiera a que es un mal mágico lo que está matando al Rey... 

Sea como sea decide preguntar al anciano.

- Disculpe... Buen señor, ¿puede oirme?

El anciano se gira hacia ti, extrañado. No parecía haberse dado cuenta de tu presencia.

Ya llevo dos extranjeros hoy... ¿Tú también has atacado a un guardia, querida?

No sabes de qué está hablando, pero no parece importarle. Sigue mascullando cosas incomprensibles. 

Oh, pero querías decirle algo a este anciano, ¿No es así? Dime, dime, joven. 

El humano acerca la silla, arrastrándola hasta la puerta de la celda; aunque suficientemente lejos como para que no llegues a atacarle, al menos físicamente. Parece tener unos cuantos años de experiencia ahí. 

- Me temo que ha habido un error, yo no he atacado a nadie. Tan sólo estaba en el bosque rastreando mi desayuno cuando me sorprendieron y apresaron. No entiendo qué hago aquí. Si pudiera usted ayudarme y llevarme ante la autoridad competente aquí para poder explicarme... 

Esperaba que aquél anciano, aunque pareciera algo loco, se diera cuenta que no era una delincuente ni una asesina si le hablaba educadamente y apelaba a su compasión. Había escuchado los rumores de la enfermedad del Rey y estaba dispuesta a ofrecer sus servicios de curandera a cambio de su libertad. No había cruzado medio mundo para acabar su viaje personal encerrada en la celda de una ciudad humana conocida por su odio al resto de razas. Esperó la respuesta del anciano antes de mostrar su baza de healer. 

Señorita, aquí no hay autoridad competente; el príncipe está muy ocupado, así que los guardias se ocupan de todo.

Responde el anciano, quien parece estar esforzándose por oírte.

El hombre, volviéndose a alejar, se apoya en la pared, encendiendo una pipa.

No puedo dejarte salir, cariño; ya he dejado a un demonio suelto, otro prisionero más y acabo yo en tu lugar.

Este anciano no está muy cuerdo... ahora se pone a hablar de demonios... 

- Le aseguro que yo no soy ningún demonio, tan sólo quería desayunar... Mire, vamos a hacer una cosa. - Katra decide usar su tono de voz más convincente e intenta que esta vez le escuche. - Tienen encerrada a una gran curandera, mis artes sanadoras son buscadas por todos los confines de este mundo. Puedo aliviar incluso los males más extraños. Si me deja salir para hablar con el príncipe puedo intentar curar al Rey. He oído que está inconsciente y no se despierta. Es eso cierto? Porque dispongo de muchas maneras para poder curarlo. Y en todo caso, de no ser así, quizá pueda descubrir qué mal le aqueja o si ha sido algo malintencionado. Si no puede dejarme salir al menos comuníqueselo al príncipe. Por favor... -Termina poniendo su voz más dulce.

Hmm...

El anciano se queda en silencio, pensando. Te deja unos minutos en silencio, sola. De hecho, ahora que te fijas, el hombre se ha ido. 

Qué silencioso...

Poco tiempo después vuelve, buscando algo entre sus bolsillos. 

Ha tenido suerte, señorita. 

Te dice con una inocente sonrisa. Ves la puerta de la celda abrirse, al igual que tus grilletes. El anciano vuelve a su silla, dejando las llaves colgadas en la pared. 

Si sigues por esas escaleras llegarás a un largo pasillo; puedes preguntarle a algún guardia sobre dónde está el príncipe, aunque ya está avisado de ti. Estoy seguro de que tiene algo que explicarte. 

Perfecto! Este anciano ha subestimado mi poder de persuasión...  Katra sonríe para sí, pero no por sentirse orgullosa ni nada por el estilo, sino porque ha conseguido, por el momento al menos, salir de esa celda y moverse con algo de libertad por el castillo. Desde bien pequeña Katra no había soportado estar demasiado tiempo en un lugar cerrado, si no se mantenía en contacto con algo natural acababa perdiendo todas sus fuerzas. Suelta un suspiro de alivio cuando el anciano le abre los grilletes. Al salir de la celda se detiene por un momento y se gira hacia el anciano que ha vuelto a su silla.

- Muchas gracias señor. Ha sido usted muy amable conmigo. - Rebusca en su saco y le entrega un saquito de piel con una cuerdecita trenzada al anciano. - Me gustaría regalarle esto. Es el mejor tabaco de pipa de todo Nethlor, recogido especialmente por mi y curado al modo tradicional. Mi maestro lo fumaba... - Su semblante se vuelve oscuro y una intensa tristeza aparece en sus ojos.- En fin, él ya no lo puede disfrutar así que me gustaría que lo hiciera usted.

Sin esperar respuesta se encamina hacia el castillo escaleras arriba.

No le gustan las edificaciones de ningún tipo pero mientras recorre el largo pasillo con suelo labrado en piedra se detiene a mirar los tallados de las enormes piedras que adornan los arcos de las puertas. No puede evitar observar ese metal retorcido en bellas formas que encierra al fuego a cada paso que da. Los árboles muertos convertidos en puertas... Todo le recuerda que no hay cielo ni aire a su alrededor. Al fondo ve un guardia apostado en una columna.

Tengo que salir de aquí. Tengo que volver al bosque. Kuervin y Grajam deben estar preocupados, desde aquí apenas puedo sentirlos... Parada en medio del pasillo se debate entre echar a correr o acudir en presencia del príncipe. El guardia no parece haberla visto, quizá...

Pero piensa en el anciano que ha sido bueno con ella, se metería en un lío si se escapa, y piensa también en el rey, un enfermo, alguien necesitado de ayuda... 

" Siempre debes ayudar a sanar si tu habilidad lo permite. Nunca se abandona a quien desea vivir. Sólo la Madre Naturaleza puede decidir quién se queda y quién se va... pero nosotros los druidas debemos siempre hacer todo lo que esté a nuestro alcance para ayudar." 

Oye en su mente las palabras de su maestro tan claramente como si lo tuviera delante. Se ajusta la zamarra  al hombro y avanza con paso firme hacia el guardia. Ayudaré en lo que pueda al rey pero en cuanto pueda debo salir al exterior.

- Disculpe, señor guardia, creo que el príncipe me está esperando. Soy Katra, la prisionera que capturaron, debo decir que por error, en el bosque. ¿Puede usted decirme por dónde debo ir?