Partida Rol por web

Seguiste a la mujer a lo largo de las calles. Caminaba deprisa y miraba en todas direcciones, desconfiadamente. Por otro lado, no te costó demasiado identificar en dónde estabais. Era tu barrio y aquella... era la casa de esa tal Samantha, si mal no recordabas, y de ese loco que había intentado acuchillarte, Ed.

Eso volvió a hacerte dudar. Ed era ahora tan peligroso como ese tal Fred.

Pero a pesar de todo, la mujer parecía estar tan segura, que la seguiste. Precisamente, cuando llegasteis a casa de Ed, visteis que salía de ella no él, sino Samantha. 

Samantha estaba saliendo de la casa de Ed para dirigirse a ver a su padre cuando aparecieron delante de ella el capullo de Gaspar y una extraña mujer.

-Hola, tú eres Samantha, ¿verdad? Bien, bien. Todavía estás aquí. He venido a ayudaros. Debemos reunir a todos si queremos salvaros. Es vuestra única oportunidad. Yo soy Emma. 

La mujer parecía estar muy segura de lo que decía, aunque el rostro de Gaspar era más de confusión. Desde luego, estabas en peligro, vistas las heridas que llevabas encima y lo que estaba sucediendo a tu alrededor que no terminabas de comprender.

Esa mujer era como la loca de los gatos, por eso cuando me asaltó me aparté levemente de un saltito.

Miré a Gaspar extrañada, pero tras lo que había pasado, verle casi me parecía un alivio. ¿Era el único que estaba vivo? Joder, ya podía haber sido Delilah! ¿Es que me voy a rodear de capullos hasta el fin de mis días? Estaba claro que solo los buenos mueren...

-Miré... no se ofenda pero...¿ de que residencia de ancianos se ha escapado?- Quise apartarme pero su rostro firme y, tras analizar sus palabras me lo pensé dos veces.- Vale...- dije mirando a Gaspar.- Como sea una puta broma, vieja...

La mujer casi sonrió al oír a Sam.

-No, no me he escapado de ninguna parte. Entiendo vuestras reticencias, pero deberíais acompañarme. Si no lo intentamos entre todos, puede que no tengamos fuerza suficiente -os dijo, mirando hacia la casa de Ed -. Edward no está en su casa. Debe encontrarse... sí, quizás en la comisaría. Será mejor que nos demos prisa o lo perderemos también a él.

Gaspar levantó los hombros, negó con la cabeza y arqueando las cejas le devolvió a Samantha una mirada de "Yo tampoco entiendo muy bien qué está pasando" al ver que la chica parecía estar igual de confundida que él con respecto a la misteriosa anciana. Emma le había hablado de los sueños antes de que él le dijese nada sobre ellos y sabía su nombre, por alguna razón. O había perdido completamente la cabeza y todo aquello transcurría en su imaginación sin ninguna pista sensorial de que así fuese o algo muy extraño estaba sucediendo. Frunció el ceño al escuchar a Emma decir que Edward estaría en la comisaría.

—En la... ¿comisaría? —preguntó confundido—. ¿Por qué? —El paramédico le había aconsejado que hiciese la denuncia, pero aún no había hecho nada, ¿quizás el médico había visitado la comisaría? Lo que había pasado en el instituto era... ¿real? ¿en verdad había estado en el instituto? Le había quedado muy claro que en la realidad en que vivía algo o alguien lo había apuñalado mientras dormía, pero aún no creía que hubiese sido Edward, pues cuando se lo encontró allí sentía la misma sensación que había tenido en el sueño anterior. «No» pensó. «Debe tratarse de una coincidencia». Tenía miles de preguntas para la anciana en la que aún no confiaba totalmente, pero de momento parecía que se encontraban en una suerte de reclutamiento en el que los reclutados eran compañeros de clase.

Mientras hablabais, la mujer siguió caminando hasta llegar a la comisaría. Cuando estabais cerca de la puerta, se detuvo y cerró los ojos un instante.

-Sí, está aquí dentro -confirmó con seguridad, abriendo de nuevo los ojos y mirandoos. Entonces, sonrió un momento -. Debéis tener confianza. Solo entre todos conseguiréis vencerlo, y podéis hacerlo si os mantenéis unidos.

Para tu sorpresa, DeShawn se desvaneció, como si de repente se hubiera vuelto invisible, igual que había sucedido con Gaspar. ¿Estaba muerto? ¿Había huido?

Dando una serie de pequeños brincos, Freddy avanzó desde donde estaba, a tu espalda, hasta donde hasta hacía unos momentos, se encontraba DeShawn. Se agachó y acercó la nariz para olfatear.

-Yo no huelo nada, así que supongo que no está por aquí.

Después, introdujo una mano en el suelo, como si de verdad hubiese una abertura en él, hasta el hombro. Cuando sacó el brazo, negó con la cabeza.

-Tampoco hay nada por aquí.

Finalmente, se puso en pie y se encogió de hombros.

-Pues debe ser eso. Será que has acabado con él.

Freddy se acercó a ti sin poder dejar de reirse y volvió a colocar su brazo alrededor de tu cuello.

-Creo que lo has hecho estupendamente, Ed. Eres mi digno sucesor. Yo soy la proyección de la mentira en que vives, júzgame y senténciame pero siempre estaré viviendo en ti -te dijo, en medio de otra gran risotada -. Ahora quizás estés interesado en buscar al resto de tus amigos.

Freddy se fijó entonces en el guante que había aparecido en tu mano y miró la suya. Ambas eran iguales.

-Supongo que será mejor, entonces, qué despiertes -te dijo, acercándose y chasqueando los dedos.

Volviste a aparecer en la sala de detención. Seguías esposado y estabas solo. Pero esta vez, había algo diferente. Tu mano llevaba todavía el guante con las cuchillas. Al mirar a tu alrededor, no viste que hubiese nadie cerca o mirándote. Quizás al otro lado de aquel gigantesco espejo, pero hubieras jurado que no.

Miraste entonces de nuevo tus cuchillas. Tú no eras como ese tío, pero lo eras al mismo tiempo. Llevabas sus mismas armas y deseabas matar. Querías comprobar el sabor de la muerte, de una muerte real, y algo en tu interior te empujaba a ello.

Al mismo tiempo, otra parte de ti parecía estar confusa y te recordaba otras cosas. Alex, Samantha... tu madre. ¡Tu madre estaba muerta, ahora podías recordarlo, y tu padre pensaba que tú lo habías hecho!

Sentiste entonces volver la locura de la desesperación y la rabia por la incomprensión, y eso hizo que matar o escapar fuese más importante que nunca; más... que cualquier otra cosa.

En el mismo momento en que pensabas que todo iba a desaparecer, reapareciste en tu cama. Era todo tan confuso y extraño, que ni siquiera podías aspirar a entender lo que estaba sucediendo. ¿Estabas vivo?

Eso creías. 

Habías visto como ese loco de Edward parecía hacerse amigo del otro loco y parecía estar dispuesto a atacarte. Una locura detrás de otra. Y por si aquello fuera poco, volvías a estar en aquella realidad que parecía estar desmoronándose a tu alrededor.

Miraste entonces por la ventana y viste que estaba anocheciendo. En tu mente, también todo estaba oscureciéndose. ¿Qué podías hacer?

Y cuando mi brazo descendío nuevamente, preparando una de aquella chuchillas del guante para cercenar la oreja de mi compañero de clase, este se esfumó ante mis ojos. - ¿Pero que mier...?

Ya era la segunda vez que me pasaba y no me molaba nada.

Y aquel tipo de la cara quemada y el sombrero, mi pasajero oscuro, saltó a comprobar donde se había metido.

- ¿Acabar con él? Si solo le amputé la mano... nadie muere por eso hoy en día. - Dije fustrado, sintiendo en mi interior que quería más, mucho más. Su miedo, su sangre... me completaban, me daban vida... era como una jodida droga y necesitaba más de ella.

- El resto de mis amigos... si... - Susurré con una sonrisa endiablada y la mirada casi perdida a las palabras de aquel tipo.

Y me dijo aquello sobre despertar. - ¡Espera cómo te...!

- llamas...? - Susurré desperanto con dolor en mis hombros y una mala postura. Estaba sentado en una incómoda silla y mis brazos descansaban sobre una mesa. Me fui despertando poco a poco y al ir a tirar con mi mano para limpiarme los ojos, noté como esta estaba limitada, atada a algo.

Me reincorporé sentándome en la silla, recordando entonces donde estaba: la sala de interrogatorios. Me habían dejado esposado a la mesa, me habían leído mis derechos y en algún momento, debilitado por el llanto por la pérdida de mi madre, me debí quedar dormido. - Madre... no...

A pesar de los horrores del sueño, a pesar de verla morir de nuevo en él, la satisfacción con la que me había despertado tras dejar salir a ese pasajero oscuro de mí y actuar como él, me devolvieron la vida hasta que regresé a la realidad.

Entonces miré mis manos encadenas y lo vi. No podía ser. Ese guante... había estado en mi sueño, pero... no era mío y era imposible que estuviese allí. Además, con las esposas puestas, era imposible quitármelo, más aún ponérmelo salvo que alguien lo hiciese mientras dormía... y eso me asustó.

- ¡Socorro! - Exclamé mirando aquel guante con horror y viendo como sus cuchillas brillaban con la luz de la sala. - ¡Que alguien venga por Dios! ¡¡¡Emily!!! - Grité el nombre de aquella mujer con toda la fuerza que puede. - ¡¡¡Emily!!! - Estaba tan acojonado que no sabía a quien recurrir.

Mi padre no era una opción y... - Mi abogado...- ¡Quiero a mi abogado! ¡¿Dónde se ha metido?! - Grité en último lugar. Debería confiar en que vienese el amigo me mi madre, "mi tío" y esperar que él lograse resolverlo todo... si es que me creía.

—En la... ¿comisaría? —preguntó confundido—. ¿Por qué?

- Porque allí estará mi padre que es poli, caranchoa!- dije frunciendo el ceño, con mi pose habitual, con c ierto desdén y desprecio.

Y papá lo arreglará todo. Pensé para mi misma. Estaba tan sumamente confundida que me dejé llevar por la vieja de los gatos, hasta llegar a la entrada de la comisaría de policía, donde supuestamente estaba Edward. ¿ Que copño habría hecho el gilipoyas este ahora para que lo metieran entre rejas?¿Masturbarse en público?

-¿Acabar con quien?- pregunté ya interesada.- ¿Quien nos está haciendo esto?

-Eso ahora no importa -os dijo la mujer, entrando en la comisaría. Nada más hacerlo, escuchasteis los gritos de Ed provenientes de alguna parte del interior.

Una mujer joven, una policía, apareció resoplando.

-Ese Edward debe haberse vuelto loco. Voy a ver qué le ocurre.

En el momento en que pasaba por delante de vosotros, la mujer que os había llevado hasta allí la agarró del brazo.

-Perdone. Somos amigos de Ed. ¿Dónde está?

La chica os recorrió con la mirada.

-Encerrado. Su madre ha sido asesinada y él es el principal acusado. ¿Quién es usted?

-Soy Madam Gabor. Estos son Samantha y Gaspar, amigos suyos. Yo puedo ayudarle. ¿Podríamos verlo?

-Eso depende de lo que le ocurra. Esperen aquí.

Después de hablar con vosotros, se dirigió al interior para ver lo que sucedía.

La puerta se abrió al poco de empezar a gritar y la joven, Emily, apareció delante. Entró y sin cerrar la puerta, se acercó a ti hasta colocarse justo a tu lado.

-Está bien. ¿Qué te ocurre, Edward? ¿A qué viene tanto grito?

En ese momento, vio el guante en tu mano. Por su mirada estaba claro que no comprendía de dónde había salido, pero sin duda, en aquel mismo segundo en el que lo vio, supo que algo no iba bien.

¿Cuchillas? ¿En los dedos? ¿Pero qué es eso?

Su mano se movió con rapidez para sacar su revolver mientras su cuerpo intentaba recordar su entrenamiento: agilidad de movimientos, reacciones rápidas e instintivas, supervivencia.

-¡QUIETO!

Mientras la mano de Edward intentó movierse para decirle que no se preocupara, que no era culpa suya. Quería decirle que se había dormido y que al despertar, su mano había aparecido con aquel guante lleno de cuchillas, pero que no había hecho nada malo. ¡Necesitaba que la creyese!

-¿De dónde... has... sacado... eso? -te preguntó.

Cuando entró Emily, vi la salvación ante mí. Pero esa sensación duró poco, puesto que su grito y el arma desenfundada apuntándome directamente me lo decían todo.

- Idiota. Debí fingir que dormía.- Pensé fugazmente mientras que trataba de controlar mis nervios y mi miedo.

- ¿Quieto? Si no me puedo mover con los grilletes en la mesa. - Pareció decirle mi mirada a Emily, pero de mi boca no salió ninguna palabra.

Estaba tan asustado en aquel momento que sentía que me iba a orinar encima. Era lo que me faltaba para completar el día, tener a alguien apuntándome con un arma de fuego y lo peor de todo es que tenía motivos para ello.

- ¡Joder! ¡No lo sé! - La respondí al final a su pregunta, con mi mirada cargada de miedo y mis ojos nuevamente empañados en lágrimas. - ¡Eso intento decirte! ¡Me dormí y me desperté con esta mierda puesta! - Exclamé nervioso. - ¡Te juro que no es mío! - Salvo minutos antes, en el sueño aquel donde cercenaba la mano a DeShawn mientras que el tipo de la cara de queso fundido me alentaba a seguir...

- ¡Algún hijo de puta de esta comisaría quiere culparme por esos asesinatos y me está jodiendo! - Exclamé asustado, dando la única explicación lógica que tenía para ella y para mí.- ¡Mira mis manos! - Alcé con brusquedad mis muñecas, sintiendo el fuerte tirón en ellas y haciéndome daño con el metal de las esposas al frenarse en seco con el límite que marcaba aquella barra de acero en la mesa de interrogatorios.

- ¿Cómo voy a moverme? ¿Cómo me lo he podido poner yo solo? - La miré a los ojos, casi suplicando que me creyese y a punto de quebrarme de nuevo. - Que alguien me lo quite, por favor... y que venga mi... - madre -... abogado.- Dije en un sollozo, aguantando el tipo lo poco que podía ya.

Cada vez me sentía más débil e indefenso, nada comparado con la sensación de poder que tuve en aquel sueño, con aquella intensa sensación que me otorgó aquel guante que aún llevaba puesto. No entendía como era posible, pero tampoco quería comprenderlo en aquel momento.

Solo quería estar con mi madre, abrazarme a ella como aquella misma mañana y que me dijese que todo iba a salir bien, que no había sido más que una pesadilla.

Lo había llamado caranchoa. Con un insulto así normalmente las cosas escalarían, incluso con alguien relativamente tranquilo como lo era él, pero se trataba de una chica, con lo cual debió contenerse. Justo cuando se disponía a responder al insulto de Samantha, quien claramente no había entendido que su pregunta iba a por qué estaría Edward en la comisaría, llegaron al lugar en cuestión, y la anciana dijo algo extraño una vez más. Gaspar seguía sin entender qué estaba sucediendo. Por algún motivo, esa sensación sólo se había intensificado con el pasar del tiempo en lugar de disminuir, como habría deseado. ¿Que sólo lograrían vencerlo unido? Samantha se le adelantó, preguntando exactamente lo que pasaba por su mente: ¿vencer a quién? Tampoco entendía cómo era que la anciana podía asegurar con tanta vehemencia que Edward estaba allí dentro con tan solo pegar una ojeada a la fachada del edificio, pero la pregunta de la chica rubia era más importante en aquel momento. Desafortunadamente no pareció serlo para Emma, quien sin prestarle ninguna atención entró en el edificio.

Los gritos de Edward lo hicieron estremecerse un poco, y miró a Samantha con el ceño fruncido y los ojos bien abiertos, con cierta desconfianza en la mirada. ¿Edward había asesinado a su madre? ¿Se había vuelto loco?

—E...Emma, ¿verdad? —preguntó dirigiéndose a la anciana—. ¿Cómo sabías que Gaspar estaría aquí? Y... ¿quién ese ese al que debemos vencer? —inquirió con cautela.

-Hola, tú eres Samantha, ¿verdad? Bien, bien. Todavía estás aquí. He venido a ayudaros. Debemos reunir a todos si queremos salvaros. Es vuestra única oportunidad. Yo soy Emma.

Siempre narro en tercera persona, idk.

La mujer se volvió hacia Gaspar.

-Eso... es algo que ahora mismo no puedo responderte. En cuanto a quién está detrás de vosotros, pensaba que a estas alturas ya lo sabríais. Es Fred. Fred Krueger . Bueno, quizás no hayáis oído hablar de él, pero es un asesino... o lo era, porque está muerto. Pero su maldad todavía sobrevive en el mundo de los sueños.