Partida Rol por web

Notas de juego

Mucha razón recibirás el mensaje en esa escena, déjame introducirla.

Notas de juego

Creo que no tengo órdenes para Oso, Hikaru y el Predicador. ¿Quedan libres? 

Notas de juego

Tomada la decisión, disponéis los preparativos. La mejor conexión disponible para enlazar se encuentra en la propia cabina, donde los enlaces con el núcleo son los mejores disponibles y además contáis con pantallas y cierta comodidad. La otra alternativa era la enfermería, pero allí la conexión no habría sido tan buena.

Tic tac realiza los preparativos con eficiencia, como si dispusiera de un plan de vuelo, mientras su IA carga una canción adecuada para el viaje. Los dedos del afroamericano vuelan sobre las teclas mientras las primeras líneas de código bruto comienzan a desfilar por las pantallas dispuestas para la monitorización.

Un intercambio de miradas, un asentimiento seco de Sasuke. Y la última tecla es pulsada.

Comienza el enlace.

Un pasillo de datos brutos parece rodear a Hikaru mientras su uniforme de vuelo se desgarra en un millón de haces de bytes, dejando solo un obi negro. La simulación es de una precisión increíble, casi puede sentir el roce de la seda y el olor a jazmín.

Al final del largo pasillo, la espera un paisaje increíble. Una enorme necrópolis que brilla con las iridiscentes luces de las corrientes de datos. Sus muros y avenidas contienen tumbas y mausoleos de todas las culturas. En su centro, se alza una enorme y ominosa pirámide, el verdadero núcleo.

De repente, en el risco sobre el que se domina la necropolis hay alguien mas. Un hombre uniformado de mediana edad. Su piel es aceitunada y su nariz aguileña. Unos ojos negros como carbones miran a Hikaru con piedad. Tiende una mano hacia ella para intentar agarrarla.

- No deberías estar aquí. No deb...

No puede terminar la frase. Una fuerza incorpórea alza al extraño, que brilla en el aire como un holograma en descomposición, antes de ser succionado hacia la pirámide principal con un alarido de terror y agonía.

Notas de juego

Avanzais juntos hasta cruzar las puertas de entrada de la necropolis. De lejos se antojaba un laberinto de datos, que perdéis de vista al recorrer el lateral de la inmensa muralla, hasta la puerta. Antes de que la alcancéis, comienzan a caer algunos copos de nieve, que se agitan perezosamente en el aire.

Sobre la enorme arcada de piedra agrietada, alcanzáis a ver un enorme número grabado encima.

 

Las enorme puertas se abren con un estruendoso chirrido de par en par si que lleguéis a tocarlas, haciendo tronar el aire con el desplazamiento de su mole.

Cuando alcanzáis la arcada de la puerta, sin embargo, el laberinto de mausoleos que vistéis desde el risco ha desaparecido. Una empedrada avenida cubierta por la nieve casi os deslumbra. Como cadáveres abandonados en un campo de batalla helado, las estatuas rotas emergen aquí y allá junto con las cruces rotas y las agujas de metal oxidadas por el inclemente tiempo. Los rostros cincelados de héroes aun ataviados con sus uniformes del dominio os miran desde sus ojos cincelados en la infinidad de tumbas.

 

En lo que dura un parpadeo, justo durante ese instante en el que el paisaje fúnebre os absorbe, la puerta ha desaparecido. Miráis a vuestro alrededor y solo véis tumbas hasta el infinito. La pirámide tampoco se distingue por ninguna parte. Solo estáis vosotros y el cementerio cuajado de nombres y rostros.

Ah, y el llanto fúnebre de una niña arrastrado por el viento...

Notas de juego

Los dedos de Hikaru parecen tejer el aire en trazos de iridiscente luz azulada, mientras opera sobre la matriz de construcción del núcleo de Anubis. Una forma pixelada se va dibujando en el aire en torno a una gargola que descansa en el alero de una cripta, que se retuerce mientras es reescrita. Por fin suelta un último estertor y se derrumba. Cuando aterriza sobre el suelo nevado sin embargo no se hace pedazos. Lo hace suavidad sobre cuatro patas mientras mira ansiosamente a su nueva dueña.

 Busca. - Fue la cortante orden que recibió.

Con un gañido espectral y las orejas bien tiesas, el programa reescrito se puso en movimiento, internándose entre las tumbas. Les condujo entre marañas de espino en las que asomaban cráneos olvidados y mas allá de las piras ardientes que ardian por siempre con fuegos holográficos, siempre a través de la nieve.

De repente, el paisaje ha cambiado. Ahora les rodean santuarios Shintó y columnas de granito. Las tumbas han pasado a estar grabadas en delicados caracteres canji.

Podéis escuchar con claridad el llanto, un sonido desgarrado en el que la pena y la rabia se mezclan por igual. Sin embargo, antes de que podáis determinar su procedencia exacta, una voz autoritaria muerde el aire.

- Jūbun ni wa, anata no taido wa ataishinaide, Hikaru jūbundesu! - Seguida del inconfundible y cortante sonido de una bofetada, que acalla el llanto por completo.

Como si presintiera algún tipo de amenaza, el perro oni se detiene, venteando el aire y erizando el pelaje. Un gruñido escapa de su morro erizado de dientes mientras mira de nuevo a su ama, en busca de nuevas instrucciones.

Notas de juego

Hikaru parece hacer caso omiso de la advertencia de Tic tac mientras su sabueso reprogramado la conduce de vuelta a lo mas profundo del cementerio. El llanto de la niña no se ha vuelto a reproducir, y las columnas shintoistas desaparecen para dar lugar a otro escenario muy diferente.

Las tumbas de granito pasan a ser estelas encaladas, y las criptas están rematadas con redondeadas cúpulas. Arrastrado por el viento, se escucha la voz de un hombre santo llamando a la oración, acompañada por el sonido de una campana.

Como siempre, la simulación parece increíblemente realista. Tanto, que ambos os sobresaltáis cuando al cruzar una avenida, la imponente figura metálica de un dios egipcio cibernético se cruza con vosotros, ignorando vuestra presencia. Lleva en sus manos un ramo de flores fractales de pétalos negros. Sigue su camino hasta desaparecer de vuestra vista, atravesando el camino que seguíais de derecha a izquierda.

El sabueso de Hikaru se para, con las orejas gachas y aspecto de haberse acobardado por la aparición. Seguir adelante por el camino por el que os conducía el perro o intentar averiguar a donde lleva Anubis esas flores. Esas parecen vuestras opciones.

Notas de juego

La llamada a la oración va quedando atrás hasta casi desaparecer, y el camino se va tornando cada vez mas angosto y peor iluminado entre filas de tumbas cada vez mas angostas. El sonido de una fuente de agua termina por sustituir la llamada del muhacin, ignorada por los exploradores virtuales. De repente el sabueso se detiene.

Las tumbas finalizan abruptamente, sumergiéndose en las aguas de un lago de aguas lóbregas bajo las que se adivinan figuras fantasmales de tenue luminiscecia azulada. Al otro lado, entre la espesa vegetación y las suaves colinas, se adivina la cima de la pirámide. A ambos lados, la superficie del agua parece extenderse sin fin.

De repente, por encima del sonido del agua que se agita lamiendo las sepulturas, escucháis el lamento fúnebre de un saxofon, que desgrana notas tristes. Al mirar en la dirección de la que proviene el sonido, alcanzáis a ver una figura enjuta pero de gran estatura. Es un músico negro ataviado con un traje de luto barato, que tiene las rodillas y las coderas llenas de remiendos. Sobre la cabeza, lleva un sombrero de paja redondo tan ajustado a las sienes que no se le pueden ver los ojos. A su lado hay una pértiga y una barca que parece una lámina de datos brutos sin pulir, que destaca sobre el paisaje ficticio como un monolito de obsidiana en mitad de las montañas de la Luna.

Notas de juego

Anubis dice:

Mi núcleo de procesamiento se encuentra en la cubierta inferior, en un cuarto de seguridad sellado anexo a la sala de maquinas. Sin embargo dispongo de conexiones físicas a la totalidad de la nave y puedo usar como almacenamiento secundario cualquiera de sus terminales.

La voz parece detenerse unos segundos. Es usted la segunda persona de esta tripulación que me pregunta por esa ubicación, piloto. No puedo decir que me guste, es la típica pregunta de saboteador.

Notas el aire cargarse a tu alrededor, hacerse más denso. No es necesario decirlo pero soy una propiedad del Dominio y cualquier intento de sabotaje se consideraría un acto claro de rebeldía, y me permitiría defenderme por la fuerza.

En cuanto a la interacción, me veo obligado a dar explicaciones, lo que en un principio fue una mirada de curiosidad, se está desarrollando de modo automático, tal vez a partir de que Hikaru está programando sobre mi código, como está viendo.

La tecnólogo busca la razón por la que regreso a casa solo. Es una mujer curiosa y fascinante.

Ese es el motivo principal de este experimento. No puedo darle esa información porque no lo sé. Ya estuve hablando con ella del asunto, la conversación desembocó en este viaje suyo.

Cuando esa frase termina veis aparecer un par de figuras de dos metros de altura , ataviadas con armaduras , observaros con curiosidad.

No realicen acciones agresivas, déjenles curiosear un poco y se irán. Dice Anubis. Están marcados como autorizados, creo que les ha llamado la atención el Oni.

Notas de juego

Con una rápida combinación de teclas, Tic tac inicia la desconexión.

De inmediato, un inmenso torbellino se forma sobre el lago, inundando el aire con un rugido atronador que acalla cualquier otro sonido, mientras lápidas, árboles y trozos de mampostería vuelan aspirados por el titánico cono de destrucción.

Apelando a toda su frustración, Hikaru extendió sus manos y chorros de datos en bruto salieron disparados de sus dedos, emitiendo lineas incandescentes que se aferraron a los pliegues de la simulación que se destruia. A su lado, el perro Oni emitió un gañido y salió volando por el aire, aullando como un alma en pena antes de ser triturado por el apagado del sistema.

El viento huracanado laceró a la japonesa con la metralla arrastrada, mientras el obi se desgarraba y hacía pedazos hasta dejar solo un avatar puro de líneas de datos trenzadas cubiertas por algunos vestigios de piel, mientras todo se derrumba a su alrededor. El enorme torbellino se acerca en medio de una cacofonía ensordecedora, cegadora, que inunda todos sus sentidos.

Las líneas de datos que la mantienen volando en el aire como una cometa en una tempestad se van partiendo una a una, mientras ella brama de desesperación y rabia.

Y de repente, entre el caos de destrucción y escombros, emerge el viejo músico negro. Camina entre el holocausto sujetando su sombrero de paja, como si solo sintiera un fuerte viento, con el cuello del viejo traje subido, aferrado por sus sarmentosos dedos llenos de callos. Se acerca con esfuerzo hasta Sasuke, mientras su figura se difumina, como si fuera arenisca desgastada por un milenio de erosión. Solo es una bruma negra de datos en descomposición cuando alcanza a Hikaru, que se aferra desesperada a su último asidero.

El viejo músico mete una mano dentro de su americana, ya casi inexistente, y de su interior saca una lamina opaca de datos. Parece una foto borrosa, que se mantiene milagrosamente íntegra en la creciente oscuridad. Se agita entre sus dedos como si el viento estuviera a punto de arrancarla de cuajo para hacerla pedazos.

Haciendo un ultimo esfuerzo, se la tiende a la tecnóloga mientras sonríe dulcemente.

La última línea de datos se rompe.

Oscuridad.