Partida Rol por web

Gliriel se sentó en la tierra fría un poco desganado, y se sacó la mochila de la espalda.
Woo.. Ya se me estaban entumeciendo los hombros.
Pronto sacó las raciones -que estaba comenzando a odiar- y un odre lleno de agua. También sacó el odre que tenía Kuznak en las alforjas.

Mientras comía y alimentaba a Kuznak, escuchaba con interés los versos de Arianne. Cuando terminó de comer se recostó en el suelo, utilizando la mochila de almohada, y con un brazo sobre el lomo de su perro, que estaba acostado a su lado.
Vamos debemos reponer todas las fuerzas, estoy seguro que el peligro que afrontaremos más adelante será el peor de todos...

Sin duda tenía muchas ganas de salir de la cueva cuanto antes, pero estaba tan desganado que no le molestaría quedarse ahi acostado un buen rato.

Mientras hablaban y almorzaban tranquilamente, el sonido de golpes, golpes que al bárbaro en un comienzo le parecieron los de una lucha, al menos algún tipo de arma golpeando contra un objeto o persona, no sabría decir bien qué. Su instinto le hizo levantarse al instante dejando caer la piedra de afilar con su arma lista en sus manos y dispuesto a buscar a sus compañeros. Sin embargo algo no cuadraba en aquel sonido, en una lucha se habrían escuchado gritos, estaba seguro que Gliadel les habría llamado, o acaso pensaba el clérigo erigirse con toda la gloria en uno de sus momentos de autoconfirmación.

Tras dar nuevamente un par de pasos volvió a detenerse confuso. No aquello que escuchaba el joven no era el entrechocar de las armas, el sonido era casi rítmico, como el golpear de una fragua, solo que era contra madera contra lo que se estaban peleando. Sonriente y nuevamente relajado Rakas volvió a sus sitió y continuó con su labor maldiciendo entre dientes. - Por las barbas de mis antepasados y los siete infiernos, es que no saben coger algo de madera sin armar tanto jaleo. Parece que Gliadel le ha cogido algo de miedo al agua y pretende que nos quedemos aquí arrimados a un buen fuego.

Aquella idea no le desagradaba, pero aun era pronto para volver a descansar, y aquella jornada apenas si habían avanzado en sus investigaciones, el bárbaro no tenía pensado permanecer mucho más tiempo allí abajo, o arriba, donde fuera. Él tenía claro que su próximo descanso sería al raso bajo las estrellas, bajo un manto de hojas o el techo de la posada, pero nada que le recordara a una jodida tumba. - Ecthe tiene razón, debemos decidir ya que hacer, no sólo ella sino nosotros, seguir de nuevo por el río o decidirnos de una vez a entrar en la cueva de abajo, no pienso volver a dormir en estas putas cuevas, estoy harto de la humedad y de sentirme como si estuviera enterrado vivo.

Finalmente el clérigo y el hechicero retornaron con el resto del grupo, llevando suficientes restos de camastros como para hacer una fogata más que importante.

Aparentemente el razonamiento del bárbaro había sido el correcto. Estaban en perfecto estado... exceptuendo el rojizo resplandor de sus mejillas que indicaban que había ejercitado sus músculos con ganas

-¡Bien, bien! -Menzo aplaudía al clérigo y al hechicero que traían la leña. -Es cosa buena esa de secarnos y calentarnos un poco, desentumecer los músculos y tomar decisiones alrededor de la fogata-sacó un trozo de queso sudoróso de sus raciones y le lanzó un mordisco hasta la corteza. -Freo que fedemos de i a pof el fotin y defpuef toma lof botef de fuevo.

Arza se había mantenido en su silencio habitual desde el rescate de Arianne, y decidió romperlo por fin.
Estoy de acuerdo con Menzo; volvemos a por el tesoro y lo cargamos entre los dos botes. Una vez repartidos todos entre ambos miramos la mejor forma de pasar igual que antes, los dos botes atados para que pase lo que pase no nos separemos. Además como los pequeños amigos de Menzo y Gliriel están con nosotros, no tenemos por qué volver si encontramos otra salida.
Al terminar decidió terminar pronto su desayuno, otra ración de viaje para asegurarse de que su equipo estaba en condiciones.

Al referirse a ella, Arianne se manifestó, la verdad es que nadie me espera fuera, no tenía prisa alguna, y no es que este sitio me plazca, pero me comprometí a ayudar a unas gentes, seguía tumbada con la testa apoyada sobre su mochila, así que me gustaría quedarme, si no os importa, y ayudaros en la medida de lo posible a acabar con lo que sea que more aquí dentro... de esa manera cumpliría su palabra, cosa que se sentía en la obligación de realizar, a pesar de que el pagador de la encomienda a esas alturas se hallase más que ahogado. ¡Pobre hombre! Cerró los ojos y colocó sus manos bajo la nuca, descansaría un poco mientras se decidían. Tenía una sensación extraña, aunque se encontraba minada vitalmente, la comida y la leche templada le habían sentado bien.

De lo que dedujo de la conversación que se produjo a continuación en su entorno, por lo visto, habían encontrado de camino un botín, pero lo habían dejado atrás y hablaban a cerca de recogerlo antes de continuar avanzando por el río, así que Arianne no abrió la boca al respecto, aquel punto les concernía tan sólo a ellos y su opinión no le pareció que viniese a cuento. ¿Pertenecería ese botín al que se referían a sus indeseables antiguos moradores, aquellos ladrones sanguinarios de los que se había perdido la pista? Vete tú a saber... No podía evitar que la curiosidad la asaltase.

Mientras todos ellos decidían que hacer primero y que después, comenzó a tararear muy bajito y suave una tonadilla que desde siempre había tenido el don de reconfortarla. Desconectó un poco de su conversación y se perdió en sus pensamientos, poco a poco la tonada cambió a un ritmo nuevo, como si se le estuvieran ocurriendo notas improvisadas que la enriqueciesen, incluso a pesar de hallarse semi dormida.

Con la madera pudieron prender una gran fogata que no solo los calentó, sino que iluminó el lugar. Fue agradable, por un rato, olvidarse de la luz de las antorchas y poder observar a su alrededor en un radio más amplio

Poco a poco iban haciendo planes y preparándose para continuar la exploración

Se había acomodado tanto y con el reconfortante calor de fuego se había quedado dormido por un momento. Se despertó desconcertado, un rápido vistazo volvió a ponerlo en situación. Se levantó -vamos, que ya hemos descansado bastante, yo creo que debemos seguir con los botes, si ya desechamos el ir por el otro tunel dos veces por que cambiar ahora de opinión- se acercó a los botes y comprobó que todo estubiese en orden mientras los demás decidían que querían hacer. -Si lo preferís podemos dividirnos y probar por los dos caminos-, el tono de su voz mostraba que esto era mas una broma que algo que se pudiese tomar en serio.

Tras el tranquilo parentesis y ligero almuerzo, Rakas se puso en pie tras ver que el mago hacía lo propio. - Yo estoy con Ecthelion, si Arianne se siente recuperada deberíamos ponernos ya en camino, volvamos a los botes. - El bárbaro iba recogiendo sus armas y utensilios, guardando algunos en su mochila y otros en el morral, si antes habían decidido dejar aquella cueva en busca en una entrada más cómoda, no tenía razón de ser que ahora cambiaran de opinión. - Además si el botín es muy grande tened en cuenta que no entraremos todos en las barcas, dejemoslo de momento, no creo que nadie se aventure a entrar en este lugar salvo que sean nuevos orcos a los que matar.

Con dos grandes zancadas se aproximo a los botes y depositó en uno de estos sus pertenencias, tras esto se tumbó en el suelo y estirando ambos brazos haciendo una especie de cuenco con sus manos, las introdujo en el río llenándolas y limpiándose con esta la cara.

¡Ariane se sentirá mejor si Gliadel le da la maldita poción de una vez por todas! Dijo Menzo algo alterado al ver cómo el clérigo no terminaba de decidirse con la curación de la nueva acompañante.