Partida Rol por web

 El niño te sonríe y te susurra:

—Vamos.

Te guía a través de los pasillos, te hace pasar agachado por recepción mientras él enfoca la linterna justo al suelo bajo el que pasa para que no alumbre donde pueda ser visible, por si acaso está el guardia fumando tras el mostrador y pasáis al pasillo de las chicas. Allí, abre un par de puertas sin éxito; no consigues localizar a Amanda, pero no despertáis a nadie. Finalmente, tras una de las puertas, una niña ya despierta os mira sobresaltada. Es Amanda, el niño de la linterna da un paso hacia adentro y apaga la linterna por si acaso el guardia decide pasear por los pasillos.

—Vamos, entra —te susurra.

«A Gari se lo han llevado a la zona de los chicos, que está por el otro lado» pienso mientras me giro hacia la puerta.

Entonces la puerta se abre y yo tiempo. Pero es Gari con otro niño. Miro al otro niño. Lo miro mucho, hasta que decido que no es otraMarta, lleva una linterna. Seguro que es bueno.

—Gari, Gari. Está aquí. ¿Qué vamos a hacer? ¿Y Raquel?— digo asustada, mirando hacia los lados.

El otro chico el que me sigue preocupando, aunque me siento mejor al tomar la mano de Amanda. No me fío de que se haya ofrecido a ayudarme sin mas ni mas. Eso no es muy habitual que se diga.

Esta aquí, si. Tenemos que marcharnos y buscar a Rachel.Hay rejas en las ventanas, pero igual hay alguna que no tenga. Miro de forma interrogativa al chico de la linterna a ver si sabe de alguna.

 El niño piensa un instante, se le ve nervioso. Luego, tras un pequeño gesto de felicidad, asiente y os dice:

—¡Seguidme! —luego duda un momento, por pillarlo fuera de la habitación le va a caer un castigo terrible, como le pillen ayudándoos a escapar... prefiere no pensar en qué le va a pasar. No obstante, vuestras caras aterrorizadas, bien merecen un duro castigo —Al cuerno el castigo —añade, antes de echar a corretear por el pasillo.

Miro si Amanda esta ya vestida como yo para poder salir a la calle y luego dejo que el chico se separe unos metros de nosotros antes de susurrar al oído de Amanda.

No me fío de el. Nos esta ayudando y no nos conoce.

   La figura sonríe malignamente, visiblemente feliz. 

—Claro que no, Raquel. Disfruta tanto como quieras, hazles todo el daño que desees. Tanto tiempo como desees. Son tuyos. Tus juguetes. Hasta que te canses —sentencia con una risilla entre dientes.

El hombre da un paso hacia ti, Marta se acerca a él y te sonríe fraternalmente. Puedes ver que su herida se reduce a una línea blanca, como una cicatriz antigua, que casi parece disminuir según la miras.

—Allá vamos —susurra el hombre.

Las paredes de la habitación comienzan a deshacerse, como un torrente de arena impulsado por el viento. Todo se retuerce en una extraña espiral y no sientes nada. Como si no estuvieras dentro de ti, mientras sucede. Ves cómo la figura del hombre se estira, se espiraliza y desaparece confundida entre la arena del suelo y de las paredes; cómo le sucede lo mismo a Marta, y cómo te sucede lo mismo. No duele, no produce ninguna sensación. Sólo sucede. De pronto todo está a oscuras, absolutamente a oscuras; ni un mísero rayo de luz. Pero ves, no sabes cómo, pero distingues las calles pasando por encima de ti, ¿o por debajo? Es difícil situar los puntos, pero pasan junto a ti a velocidad pasmosa. Distingues el edificio donde Clarice dejó a Gari y a Amanda, te acercas a toda la velocidad a la puerta. La atravesáis y, a tu lado, el hombre sonríe. Ya estáis dentro, el camino ya está hecho.

—Tu turno —murmura Marta con una sonrisa de arpía.

Contra todo pronóstico, no vais a las habitaciones; sino que voláis en sombra por el pasillo. Ansiosos, hambrientos. Unos niños corren con una luz enfocada hacia adelante, hacia los baños de las niñas, donde un ventanuco pequeño da salida afuera si se tienen las ansias necesarias y la ayuda de alguien desde dentro. Adelantáis a los niños con facilidad y el señor espera de pie delante del ventanuco. Vosotras, Marta y tú, todavía estáis en ese extraño lugar de arena y oscuridad, empezando a formaros con suprema lentitud. En la puerta, bloqueando toda salida posible una vez que los niños entren en la trampa.

 El niño se dirige al baño de las chicas.

—Hay... —coge aire porque los pulmones le arden del esfuerzo y el miedo— hay un ventanuco. No es muy grande y no es fácil trepar por él, pero... pero es el único que no tiene —vuelve a coger aire— rejas. Si os empujo desde dentro, es posible que consigáis salir, pero... luego... ya no sé qué podéis hacer. ¿Vale?

Acto seguido, entra al baño y os dirige al ventanuco por el que se cuela la pálida y resplandeciente luz de la luna.

Sonrio mucho, despues miro a Marta.- No sabia que ser mala era tan divertido. Siento habertelo hecho pasar mal, ya no creo que seas tonta. Has sido la mas lista de todos y yo quiero aprender de ti... hermanita.-digo tendiendole la mano para aparecer juntas.

- ¿Que te parece si les hacemos creer que me has cogido?.- pregunto divertida

 Sonríe con gesto malicioso y asiente.

—Claro, me encantaría, hermana —dice mientras te estrecha la mano, y luego, como compungida, añade—. Yo también siento habéroslo hecho pasar mal, pero había que hacerlo para comprobar quién merecía la pena.

Pronto intercambiais vuestra posición por la del hombre. Ahora estáis vosotras bajo el ventanuco, materializándoos rápidamente, mientras el hombre, ahora incorpóreo, se dirige a la puerta.

Cita:

—Pero tampoco parece ser como otraMarta— susurro a Gari mientras corro por los pasillos, con la linterna alumbrándonos. Mientras tengamos una linterna, todo irá bien.

Miro el ventanuco midiéndolo. El niño nos dice la verdad, podemos pasar por allí.

—Vale, yo iré primero. Así puedo avisar su hay algo raro debajo—

Ya...pero yo nunca vi que Marta no era Marta. La miro un segundo y suspiro asintiendo. Ella parece saber mejor que yo si es o no es. Solo espero que no se equivoque.

Cierro la puerta del baño por dentro y miro con el ceño fruncido el ventanuco.No me hace gracia que Amanda este sola fuera o dentro venido el caso.

Espera. Le digo mientras me subo a un lavabo para mirar el exterior y asegurarme de que no haya nada fuera que pueda parecer raro.

Si veo todo en orden le ayudo a pasar y luego voy yo.

 En cuanto estáis todos en el baño y Garikoitz cierra la puerta, de entre las sombras de debajo del ventanuco surge la aterrorizada cara de Raquel y una mano pálida y terrible la agarra del cuello. Cuando asoma completamente, podéis ver el férreo rostro de Marta detrás.

—Bienvenidos, chicos, me parece que os he traído una sorpresita.

Ahora, ante la puerta, bloqueando la otra salida posible, se materializa la alta figura del señor malvado.

Una trampa, una emboscada.

El niño de la linterna parece absolutamente aterrorizado. Completamente inocente.

Con toda la sangre fria que soy capaz de reunir abro el grifo de agua y tomando toda la que puedo en las manos como un cuenco se la lanzo al hombre oscuro al rostro.

Si mataba a la bruja del Mago de Oz...porque no le haría daño a el?. También es una especie de brujo malo.

Derritete, cabrón. Mas enfadado por que las chicas estén en peligro, le digo una de las palabras prohibidas que me valieron una tanda de latigazos cuando me la oyeron usar los frailes.

Miro como Gari le echa agua a la cara. Como es un monstruo de arena, no tengo muy claro qué hace, pero da igual.

Lo alumbro a la cara con la linterna para intentar deslumbrarlo, y corro hacia Raquel paraz ayudarla a liberarse*.

—¡Gol, ayúdanos!— pido al perro.

 El señor malvado parpadea incómodo para sacarse las gotas de los ojos y luego se pasa una mano por la cara para quitarse el agua. Parece absolutamente sorprendido, aunque el ceño ligeramente fruncido parece indicar que no le ha gustado mucho la sensación del agua fría a medianoche.

Luego, ante la luz, hace sombra con la mano; parece que sólo está dejando que las cosas sigan su curso.

La mano de Marta flaquea un instante cuando el señor malvado se tapa la vista para no ver directamente la luz y Raquel consigue zafarse. Tanto Marta como el señor malvado se muestran sorprendidos y, durante un instante, la sombra de la duda cruza sus ojos. «Esto sí que no estaba previsto», parecen querer decir.

Miro a Gari, el agua no le ha gustado, eso es bueno. Y Raquel ha conseguido soltarse. Pero no escucho a Gol, eso no me gusta. Muevo la linterna para volver a cegarlo.

—Raquel, hay una salida por la ventana, sal por ahí, Gari te ayudará— susrro a mi amigo.

Miro mal al pesado del Hombre Malo. Estoy harta de que me persiga, harta.

—Déjame en paz. Ya vale de comerte cachos de mi. En los centros comerciales hay bufetes libres. Quiero mis dedos de vuelta, y que nos dejes y paz— digo en tono autoritario*.

Mientras Raquel reacciona, abro el grifo del agua a tope y pongo parte del dedo en la boquilla, desviando el agua en un chorro directo a los ojos del hombre oscuro.

Es agua bendita...esa también mata demonios no?. Según los frailes así es, así que tiene que funcionar.

Sólo os mira mal. Muy mal. La arena empieza a moverse, traída de quién sabe dónde; empieza a ondear en el aire, a dibujar su danza maldita.

Es todo muy raro, hace nada estaba en mi nuevo cuarto y ahora estoy de nuevo con mis viejos compañeros.

Me suelto de Marta y me aparto de ella con horror.- ¡No Amanda, no! Fuera esta Gol, Gol ahora es malo... Marta lo ha hecho malo y vigila fuera que nadie escape. Es un monstruo con enormes dientes... Se comio a una de mis nuevas compañeras de cuarto cuando intentamos escapar del nuevo orfanato.

Las lagrimas caen por mi cara angustiada. Despues veo al niño.- ¡No le tires agua! El agua les enfada pero no hace nada mas...

vuelvo a mirar a Amanda, le cogo fuerte de la mano.-Se que piensas que soy mala pero no lo soy, de verdad, Marta me conto que un hombre le hacia cosas malas y que ese hombre te queria a ti y a mi tambien. Marta queria cambiarnos por ella para ser libre de ese hombre pero lo fastiamos todo.