Partida Rol por web

Con los pies en el suelo Jerry se sintió más seguro. Agarró con fuerza las riendas de Emerald mientras intentaba hacerla avanzar mientras el mundo comenzaba a arremolinarse a su alrededor en una mezcla de tierra, aire y matojos. Con el pañuelo puesto a modo de barrera el chico apenas veía nada, así que lo subía y bajaba para otear buscando a sus compañeros de viaje.

El viejo Coulom salía arrastrado por su caballo y Rumson y Fox trataban de acercarse más. Jerry dudó, pero al otear una roca grande, una especie de cornisa que podía servir de parapeto, avanzó hacia ella.

—¡Allí! ¡A cubierto! ¡Allí!

Hizo gestos con el brazo y gritó lo que pudo para hacerse oír en medio del poder de los elementos que el Señor enviaba contra los hombres de buena voluntad.

-¡¡¡IRONSIDE!!! ¡¡¡VEN MUCHACHO!!! -grito intentando que mi caballo me escuche y siga mi voz, acto seguido silbo, mientras camino poco a poco hacia el risco. Pero mi caballo no regresa, y a cada minuto que pasa sin verlo ni oír su relincho, más mi desesperación crece.

Estoy jodido, bien jodido

-¡¡¡IRONSIDEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!!!

Cuando el frente de la tormenta os barre, estáis claramente desperdigados. Willis ha llegado a la cornisa de piedras e intenta cubrirse al costado de su caballo. El predicador ya le esperaba y está bien tumbado junto a su montura. Unos metros más alejados, Rumson está ayudando a incorporarse a Fox. Sus caballos están a su lado, dubitativos.

Por último Coulon está solo a campo abierto, volviendo medio agachado junto al resto del grupo.

Cuando la cortina de viento pasa por encima de vosotros la ropa se os llena de polvo, los ojos os lloran sin remedio, la arenisca se abre camino en vuestra nariz y hacia dentro de la boca. Os faltan manos para cubrir vuestros ojos, pañuelos, nariz, sombrero y agarrar los caballos. El aire os rasca la piel como si de una lija se tratara y notáis como todo tipo de brancas y piedrecillas golpean vuestros ropajes. La visibilidad queda reducida a unos pocos pasos.

De repente una gran sombra aparece de entre la tormenta. Salta por encima del risco con gran empuje, pasando sobre las cabezas de los que allí están refugiados. Vuestros caballos padecen un nuevo ataque de pánico. De un vistazo podéis ver una gran elipse negra que finalmente  golpea contra el suelo con estruendo. Ahora os dais cuenta de que se trata de una enorme esfera metálica encima de un carruaje tirado por dos caballos. Conduciendo el vehículo hay dos hombres que llevan sus caras cubiertas con un pañuelo.

El carruaje va frenando su carrera poco a poco. La tormenta parece que se ha suavizado un poco y podéis ver entre la arena que uno de los conductores es un hombre delgado y extremadamente pálido. El otro parece bastante más grande. Los dos llevan sombreros de ala ancha y se giran para mirar en vuestra dirección.

Pasan unos segundos antes de que podáis abrir mejor los ojos y el carruaje ya se ha parado, quedando de costado a vosotros. Mientras se bajan los pañuelos los dos hombres se miran extrañados.

Cuándo el conductor más grueso se quita el pañuelo, podéis ver como su cara está terriblemente quemada. Algunos huesos tampoco parecen estar en su sitio.

- ¡Que cojones…! ¿¡Qué ha ocurrido aquí!? ¿¡De dónde coño han salido éstos!?

El chico trató de agarrar las riendas del caballo antes de que se fuera encabritado a volver a comer el heno del pueblo... sin éxito. Aquellas bestias cuadrúpedas no eran lo suyo.

Con cierto esfuerzo llego hasta donde se encuentran mis compañeros, mientras voy mirando hacia atrás y grito el nombre de mi caballo, aunque me da la sensación que la tormenta se lleva mis palabras.

-¡¡¡IRONSIDEEEEEEEEEEEEE!!!- grito de nuevo para acto seguido volver a silbar.

De pronto veo aparecer un carruaje con dos personas. Instintivamente me llevo la mano hacia mi pistola, mientras con la otra me sigo tapando el rostro.

¿Quienes serán?

Uno de los conductores se quita el pañuelo y todos podemos ver su rostro desfigurado por lo que parece ser obra del fuego. Este ha pasado lo suyo

Poco a poco me uno a mis compañeros pero me quedo un poco apartado, pendiente de la vuelta de mi caballo y de los conductores, con la mano en la culata de mi revólver, listo para desenfundar, mientras espero a que Fox diga algo.

Ben traga saliva, la tormenta es realmente un engendro infernal. Intenta colocarse detrás de Lewis para amortiguar un poco el viento, no puede abandonar a Fox ahí tirado, y menos con aquel extraño de la cara quemada tan cerca de ahí.

—¡No queremos problemas! ¡Tenemos un hombre herido aquí, así que si vais a ayudarnos, sois bienvenidos, si no, continuad vuestro camino!— Grita para hacerse oir por encima del vendaval, cubriéndose el rostro con el brazo para evitar que la arena le entre en la boca.

Corto y conciso. Así lo había expuesto, y al distinguir la mano de Coulon en su pistolera, teme por lo que pueda pasar, pero espera que se imponga el sentido común. Algo que no abunda tras la frontera.

El viento continua barriéndolo todo a vuestro alrededor, aunque ya no teméis perder el equilibrio. Volvéis a estar más o menos reunidos, a un tiro de piedra.

Aunque la tormenta limita bastante la visibilidad, podéis ver claramente unos grabados en el lateral del carruaje:

Es el símbolo de la famosa y poderosa Agencia de Detectives Pinkerton’s, una empresa que proporciona todo tipo de servicios de seguridad siendo el más habitual el de cazarrecompensas.

Aun así es inevitable que vuestras miradas se dirijan constantemente en la enorme esfera metálica que hay encima del carruaje. Una elipse brillante y oscura a la vez, una presencia perturbadora y magnetizante. Delante de todo ello, dos fuertes caballos de color pardo totalmente templados a pesar de la situación.

Mientras tanto ya es evidente que Ted Fox está consciente y hace gestos para levantarse. Poco a poco lo va consiguiendo aunque no sin dolor. Después de que su sombrero se haya perdido en la tormenta su incipiente calva ha quedado al descubierto.

Después de un buen esfuerzo para levantar su poderosa talla del suelo, enfrenta su mirada con los desconocidos. Un pequeño reguero de sangre baja por su sien derecha.

- Uf… ough… uf… Gracias Rumson.

¡Sálvame Dios! ¿Cómo podéis marchar con esta tormenta? ¡Os podríais haber llevado a cualquiera de nosotros por delante!

Puedes ver como Fox tiene una pequeña brecha en la cabeza, nada grave. Su hombro izquierdo parecía haberse dislocado con la caída, pero al levantarse se ha puesto solo a sitio.

Después de quitarse también el pañuelo de la cara, se mira a Fox con media sonrisa. Ignorando sus quejas, y volviéndose hacia Rumson contesta:

- Este hombre ya llevaba la herida de casa, una enorme panza que lo deja en un inútil para cabalgar. No voy a pedir disculpas, ni a él ni a ninguno de vosotros.

Mirando a su compañero, continúa:

- Lo ves hermanito, tu fea cara ha hecho caerse a nuestro valiente Representante de la Ley al suelo. Deberías presentarle tus disculpas.

Apenas conteniendo una carcajada, suelta:

- ¡Que se las pida nuestra madre! ¡Ella me hizo así!

- Bueno, basta ya. Como veis estamos trabajando y ya se sabe que “un Pinkerton siempre caza a su hombre”.

Conoces bien a la Agencia de Detectives Pinkerton’s, porqué fue tu primera opción de trabajo cuando dejaste la oficina del sheriff en Globe. Es una empresa gigante con personal en todos los estados. Sus tareas pueden ser de cazarrecompensas, investigación privada, protección de caravanas, disolución de vagas obreras o manifestaciones, apoyo al ejército etc. Durante la Guerra Civil se encargaron de la protección personal del Presidente.

Tu paso por Pinkerton’s no fue una mala época, los pagos eran generosos y los peligros propios del trabajo no era ningún problema para ti. En cambio la violencia extrema que usaban algunos de tus compañeros y la extensión del rumor de que tú habías sido el ejecutor a sangre fría de la banda de Clanton pronto empezaron a incomodarte.

Finalmente tuviste claro de que no habría paz para ti si te quedabas quieto, y decidiste dejar la Agencia atrás.

Lo último que sabes es que en Ohio están estudiando ilegalizar la Agencia porque ya tienen más hombres y capacidad de fuego que el propio Ejercito Regular.