Partida Rol por web

Jerry Willis está bañado en su propia sangre. Parte de ella ya está coagulada sobre su cara y brazos. Lo único que no es rojo o marrón son sus ojos, repletos de miedo. Un terror que le impide moverse mientras el lobo continúa atacándole.

Aprieta el gatillo de su arma y lo único que consigue es iluminar la situación para que el lobo tenga mejor visión para atacarlo.

La luna, en el cielo, se oculta, y ya no presta su luz a la carnicería, como si no quisiera presenciar la matanza.

Demasiados, hay demasiados lobos. Y siguen llegando más. Se amontonan sobre Willis y sobre Fox (¿Ese relincho que acaba de oír es de Lewis?)... O lo que quede de este último. Ya no oye la ropa desgarrada, sino la sangre borbotear. Siente que, si sigue luchando, terminarán todos como ellos dos, y no puede permitir eso, no señor. 

Tiene que hacerse justicia.

Como una medida desesperada, Ben hace caso al reverendo, y en cuanto el lobo que lo ha atacado chasquea sus mandíbulas a pocos centímetros de él, se coloca el rifle en la axila y se desliza hasta la hoguera apagada. 

Con manos temblorosas, busca en sus bolsillos. 

"Vamos... Vamos... Maldición..."

¡Ahá!

No sabe si funcionará, pero tal y como están las cosas, confiar en la sabiduría popular le parece mejor que nada. 

En sus manos, cerillas y tabaco. Esparce el tabaco lo mejor que puede sobre la madera amontonada y, cuando ya no queda más que echar, abre la caja de cerillas y comienza a a encenderlas, una a una y a colocarlas sobre la pira improvisada.

A pesar de que estás luchando literalmente por tu vida y de que el dolor que sientes en el brazo izquierdo es muy intenso, tu mente siempre perspicaz se da cuenta de una cosa: el lobo que ha abatido Coulon justo enfrente tuyo ha perdido su característico globo ocular negro. Su mirada profunda y oscura como el abismo se perdió, y ahora yace en el suelo con la mirada perdida y con el iris perfectamente distinguible del resto del ojo blanco.

Jerry Willis no es un cobarde. Se lo enseñó su padre, que había aprendido de su abuelo. Una larga estirpe de personas con más valor que sentido común.

Willis iba a desacerse de los lobos aunque le arrancaran el brazo por el camino y después iba a ayudar a sus compañeros. Apretó el gatillo de su arma, pero de nuevo falló. Falló por él, por su padre y su abuelo.

La situación se había complicado. Fox parecía estar acabado, Willis no estaba en muchas mejores condiciones, y los lobos seguían atacando y crecían en número.

-No es muy diferente de como nos fue en la batalla de Chattanooga -comento para mi mientras sigo avanzando hacia donde se encuentra Willis y apunto mi rifle- ¡aguanta hijo!

" Señores replieguense de inmediato a la fogata yo voy con Fox, una vaya con Jerry y el tercero libere a los caballos, tratemos de mantener a los lobos a raya y que dios tenga piedad de nosotros ... venga a nosostros tu reino ... hagase tu voluntad en la tierra como en el cielo ... " Entonces el predicador Allan Dewey se aproxima a Fox para arrastrarlo al fuego para protegerlo ante la disminución de la luz por cubrirse la luz de la luna por la nubes, mientras que dispara al lobo que se aproxima a este con su pistola mientras camina a paso seguro sin darle la espalda a los otros lobos que tiene cerca, trando de cubrir su retirada junto al ayudante del sheriff, sosteneindo en la mano el cuchillo que desde el disparo anterior preparó para usarlo solo si alguno de los lobos se les lanza

" Voy atratar de arrastrar a Fox al fuego, cubranme por favor señores! "

Dijo Dewey mientras que guardaba su pistola y usaba ambas manos para arrastrar el cuerpo de Fox tan rápidamente como le sea posible hacia el fuego

Después de que Coulon y Dewey hayan solucionado la crítica situación de Willis, la atención se centra en lo que está ocurriendo con Fox, cerca de la hoguera. El predicador dispara a uno de los lobos e inmediatamente se guarda su arma para tratar de arrastrar al voluminoso Representante de la Ley. Su petición de cobertura parece acertada porque de inmediato la bestia herida se gira hacia su atacante y se abalanza sobre Dewey, pero no logra alcanzarlo. El otro lobo prosigue con sus quehaceres encima de Fox.

Mientras tanto Coulon y Rumson sortean las fieras que tienen enfrente suyo.

En medio de tanta oscuridad una pequeña llama empieza a alzarse en la hoguera.

Una vez la llama ha prendido, Ben se permite un suspiro de alivio. Inhalar el profundo aroma del tabaco siempre le calma los nervios, y se promete que, cuando vuelva a Tombstone, se comprará un buen tabaco, de ese que no te destroza la garganta en cuanto aspiras un poco más de la cuenta...

Sus pensamientos se ven interrumpidos por una nueva acometida de la bestia encarada a él. Sin embargo, antes de que el lobo pueda impulsarse sobre sus cuartos traseros para lanzarse contra su yugular, el fuego comienza a iluminar la escena, intimidando al animal, que se distrae, dirigiendo su mirada a las ascuas y profiriendo un gruñido de amenaza.

Es en ese momento cuando Ben vuelve a oír un relincho ¿De quién? Dirige la mirada ¡Es Lewis! ¡Un lobo acaba de atacar a Lewis, que comienza a sangrar por uno de sus costados que ha recibido una brutal dentellada!

"¡Mierda! ¡Lewis, amigo!"

Piensa, y, como un rayo en la noche, se yergue cuan alto es mientras acciona la palanca del winchester, colocando la culata en su clavícula y apuntando al lobo que hostiga a su compañero. Antes de que pueda disparar, sin embargo, escucha: ¡Cúbranme, por favor, señores!

Ha sido Clanton quien ha hablado. Se gira. Está ayudando a Fox, tiene bastante mal aspecto. A duras penas, Clanton consigue evitar una dentellada, pero el ayudante del sheriff No tiene tanta suerte... Aun así... Fox no parece tener salvación, y quizás esos lobos se vuelvan en contra del asqueroso bandido en cuanto...

"Quizás estemos equivocados. Quizás la justicia no sea venganza, después de todo."

Mierda, mierda, mierda, Lewis... 

—¡JODER!— Grita.

Y un disparo resuena, como un trueno, en el fragor de la batalla, entre las fauces entrechocando y las garras que desgarran la carne.

El winchester humeante apunta al lobo que se encontraba sobre Fox. Tras acercarse a una distancia de tiro segura.

Inmediatamente, el antiguo Sheriff se vuelve hacia su montura.

La bala de Rumson entra y sale por el cuello de su víctima, que se desploma muerta sobre Fox. De repente, los cuatro lobos restantes alzan su negra mirada hacia el cielo y al unísono aúllan hacia la noche de los tiempos. Un aullido que poco a poco se vuelve como un grito humano, de dolor, de derrota, de odio.

Cuando los lobos bajan de nuevo la cabeza, las últimas notas de su espantoso grito aun resuenan por entre las rocas. Su mirada es salvaje y fiera, pero también nerviosa y natural. La oscuridad que envolvía sus iris ha desaparecido y ahora las cuatro bestias inspeccionan rápidamente la escena.

Como si Dios hubiera premiado la decisión de Rumson, el lobo que estaba mordiendo a Lewis decide arrancar a correr, y uno tras otro también lo hace el resto de la manada.

El disparo de Rumson parece tener un doble efecto, no sólo acaba con otro de los lobos, sino que, al parecer, podría tratarse del cabecilla de la manada, ya que el resto de lobos de pronto se detienen y aúllan antes de huir, pero lo hacen de una forma humana, lastimera, tanto que durante unos segundos ese aullido me hiela el alma. Pero no quiero arriesgarme, rápidamente cargo mi rifle y disparo al lobo más próximo, dándole de pleno

-¡Esto es por si pensáis volver, bestias del infierno!

Dicho esto corro rápidamente hacia dónde se encuentra Willis. Al llegar le examino para determinar el alcance de sus heridas

-¡Predicador, ocúpese de Fox!, Rumson, ¡asegura los caballos y luego ayuda al predicador!. ¡No bajéis la guardia, podrían volver!

En ese momento, la experiencia obtenida durante la Guerra Civil y su antiguo rango salen a la luz, dándo órdenes casi sin darse cuenta, de forma natural, porque aún sigue siendo un soldado del viejo sur.

El joven Jerry sólo puede levantar una mano ensangrentada. Está hecho una maraña de sangre y heridas abiertas. Tirado en el suelo. Lo único que da signos de vida es su pulmón funcionando y su temblorosa mano pidiendo ayuda.

Rápidamente examino el estado de Jerry, multitud de heridas cubren su cuerpo y a simple vista puedo ver que está muy grave.

-¡Traerme agua y algo que pueda servir para vendarle, rápido! -grito

Le voy abriendo la camisa y rasgando la ropa para facilitar la tarea.