Partida Rol por web

A ambos os choca un poco que un ser como Horst asegure ser hijo de Beory y guardián de un lugar sagrado. Primero porque Beory suele manifestarse en la verde naturaleza exuberante antes que en un yermo helado, y segundo porque las criaturas de Beory suelen ser bondadosas y serenas.

"Quienes veneran a la diosa Beory, casi exclusivamente druidas, lo hacen mediante el cuidado de la naturaleza. Es una diosa neutral, muy antigua, que no se decanta por el bien ni el mal, ni tampoco por la vida o la muerte. Consideran que el ciclo de la vida debe conservarse sin interferir en él, a menos no de un modo injusto, o que desequilibre el estado natural de las cosas. Verán igual de aberrante alguien que destruya la naturaleza como alguien que preserve la vida por encima de todo, se ven a sí mismos como "cuidadores" de la naturaleza. Representan a la diosa con un círculo verde o una mujer similar a una venus paleolítica, y es la principal deidad de la Vieja Fe de los druidas."

Me adelanto un poco y me dirijo al noble - Discúlpenos noble guardián Horst, tan sólo estamos de paso, si nos lo permite, proseguiremos nuestro camino y no le causaremos molestia alguna- 

Las palabras de Horst avivan mi curiosidad, más la cautela me impide indagar sobre ello, al menos por ahora.

—Disculpad, guardián Horst, pues nada sabíamos sobre ello. Como ella dice, estamos en medio de un viaje y no pretendemos dañar este lugar a nuestro paso. No deseamos estar aquí más que lo imprescindible. Cazaremos sólo para comer, haremos fuego para calentarnos y protegernos de depredadores, y nos cobijaremos lo mejor posible del frío durante la noche. Y daremos gracias a Beory por concedernos sus dones y permitirnos pasar por aquí sin mayores problemas.

Sabedor de que estos animales huelen las emociones, trato de mantener una respiración y pulso calmados y constantes, hablar despacio y mantenerme sosegado. 

Dio un paso atrás cuando la grandiosa figura del licántropo se muestra ante nosotros, sabiendo que esta ocasión la espada no será de utilidad alguna. No contra una criatura cómo esa. Aquel viaje estaba siendo tan extraño... como si los cuentos que las madres recitaban para asustar a los niños para que se fueran a dormir cobrasen vida. Pero allí estábamos, rodeados de lobos y con una enorme bestia que nos preguntaba.

Me quedé callada sabiendo que mis compañeros tendrían más cosas que decir. Ese nunca había sido mi fuerte y mi arma no estaba siendo útil durante el viaje. Así que dejé que fueran ellos los que tomaran las riendas de la conversación mientras de reojo observaba los que se movían a nuestro alrededor aún sin perder la esperanza de defenderme contra ellos si nos atacaban.

—Y quizá con vuestra ayuda nuestra salida podría ser prematura —digo alzando la voz por primera vez, no sin tragar saliva después de hacerlo algo acongojada —. Estos cañones nos son desconocidos y andamos perdidos entre sus grietas. Si con su conocimiento puede guiarnos los abandonaremos lo antes posible. No tenemos intención de hacer mal alguno ni profanar un lugar sagrado.

Me quedo mirándole, esperando que nuestras palabras no sean mal tomadas por la enorme criatura.

Horst no está satisfecho con vuestras palabras, y lo muestra gruñendo. Parece confuso y en desacuerdo con lo que decís, fijando su ardiente mirada, refleja furia al tiempo que curiosidad, en vuestros ojos. Los lobos, que se reparten a vuestro alrededor, parecen impacientes y miran a su amo a cada instante.

- Grr. De paso... Mi ayudagrr... ¿A dóndegrr? ¡NO! No pagrrecéis perdidogrrs. Este grramino sólo llevagrr a un lugagrr. Grrr. Un lugrrar sagrrado. ¡El hogrrar de esa bestiagrr! El Templo de... ¡Grrr! Un lugrrar segrretogrr. Grr. Aungrre vosotros... grronocéis su existenciagrr. Pegrro ¿grrómogrr? Grr. ¿Por eso ese mapagrr grre puedo olegrr? ¿Sois lagrrones? Grr. Huelogrr hiegrrbas... ¿Por grré vais al templogrr? ¡GGRRR!

Tras este último gruñido, que os hiela la sangre, los lobos blancos empiezan a excitarse y a dar pequeños pasos describiendo círculos en torno a vosotros.

Tienes la sensación de que esta criatura de monstruosa apariencia que tienes frente a ti no es más que una víctima de algo más poderoso que él. Piensas que puede que haya algo que se pueda hacer para ponerle a vuestro favor, aunque no sabes cómo.

Ese templo debe ser el lugar al que os dirigís, donde se esconde el valioso tesoro que salvará a tu hermano. Horst parece conocerlo, aunque dice que una bestia habita en él.

Tienes claro que algo no encaja en Horst. Os está mintiendo. Él no puede ser el señor de estas tierras tal como asegura, aquí no hay nada. Más bien parece un mercenario con sus lobos blancos en busca de algo. Ese templo del que habla, ¿está aquí para protegerlo o para saquearlo? Ese mismo templo ¿es a donde os lleva Fardhinn?

Os dais cuenta de que los lobos se están excitando cada vez más, con cada gruñido que Horst les suelta. Son grandes y fuertes, y os superan en número. Sin contar a su amo, que debe ser un terrible rival. Fardhinn aún tienes tu arco tensado y Skadi tu espadón firmemente sujeto con ambas manos. Estáis preparados para lo inevitable, cuando esos lobos se abalancen sobre vosotros estaréis preparados.

Cuanto más observaba y escuchaba la gran bestia menos creía en sus palabras, habían demasiadas cosas que no me cuadraban en su discurso. Pese al miedo que sentía, la amenaza de que me pudiese robar mis pertenencias era mayor. Aumentaba en mí el valor al ver que a quien nos enfrentábamos, en cierta manera, no era mucho más distinto ni superior que nosotros, razonaba y mentía, por lo que también tendría una debilidad, todavía teníamos la posibilidad de salir de esa situación.

Di un paso atrás y advertí a mi compañera -Skadi, ¿recuerdas lo que me habías dicho antes? *- rápidamente me dirigí a Fardhinn – Ahora es el momento- le dije mientras acercaba todo lo posible mi antorcha a mi compañero para que pudiese prenderla con mayor facilidad.

Aquel era un callejón sin salida. La bestia no parecía entrar en razón con nosotros y sus compañeros de cuatro patas cada vez estaban más nerviosos, en cualquier momento se abalanzarían sobre nosotros. ¿Pero por qué no iban a hacerlo? Si no éramos más que unos intrusos en sus tierras sagradas, nada más que carne para saciar sus estómagos. Pero como un jabalí: cuando está acorralado es cuando más peligrosa se vuelve su rabia. 

Las palabras de Militsa me hicieron asentir, en parte sorprendida y en parte incluso motivada. Esta vez no era la loca que alzaba su espada sola contra sus enemigos, ellos también lo habían visto. Y yo puede que fuera una bandida, así es, pero cuando daba mi palabra no la rompía.

Doy entonces un paso al frente y clavo mi bota sobre la nieve, lanzando el primer espadazo contra uno de los lobos que se aproxima. Si vamos a pelear, mejor lanzar el primer ataque.

—¡No! ¡Esperad! —grito al tiempo que trato de mantener el arco presto. 

Mi corazón se agitaba conforme los cánidos se animan con los gruñidos del licántropo. La conversación no iba por buen camino y lo que mis compañeras acaban de pedir me parece un auténtico suicidio en estas circunstancias.

—Disculpa, Horst. No estamos perdidos... mas bien algo confusos, y cansados —respondo con semblante grave—. No te voy a mentir, Horst. Nuestro destino es ese lugar que mencionas y el mapa es nuestra guía. No tenía constancia de que fuera un templo sagrado. En cualquier caso, necesito algo de esas ruinas para salvar a mi hermano de un final fatal y si he hecho todo este camino es porque pretendo darlo todo para conseguirlo. Necesito la ayuda de ellas para llegar allí, sí, aunque creo que no soy el único que necesita ayuda.

Hago una pausa, tratando de interpretar la reacción del hombre lobo.

—Mencionas que es un lugar sagrado, un templo, y el hogar de una bestia. No parece que te agrade su presencia. Además, me da la impresión, y disculpa si resulta ofensivo, que no estás cómodo con tu condición. Mi compañera podría decirte algo sobre una posible cura —digo antes de girarme hacia Militsa, convidándola a hablar con unos movimientos de cabeza—. ¿No crees que podríamos llegar a un entendimiento?

Tanto sanadora como bandida se preparan para luchar, algo inminente e inevitable, siguiendo al pie de la letra lo previsto hace apenas unas horas. El cazador, en cambio, no sigue lo pactado con sus compañeras, tratando en vano de detenerlas e ignorando la señal de Militsa. Sabiéndose en inferioridad y temeroso de enfrentamiento termine en suicidio, opta por forzar la vía diplomática.

Militsa, protegida por la valentía de su compañera, espera inútilmente con la antorcha apagada extendida hacia Fardhinn, que trata desesperadamente de revertir la situación. Antes de que el cazador termine de pronunciar sus palabras, las guardas plateadas de la espada bastarda de Skadi centellean cuando con fuerza golpean al lobo que tiene más cerca. El certero golpe cercena de un tajo la cabeza del animal, que rueda sobre el blanco suelo como declaración de intenciones. En cualquier caso, el discurso del cazador no parecía ser el apropiado, puesto que Horst, con su rostro cargado de furia, lanza un aullido que hace temblar las paredes del desfiladero y que de ellas se desprendan cascotes de nieve. Los lobos obedecen y terminan por abalanzarse frenéticamente sobre vosotros.

Horst muestra sus colmillos, alentando a sus feroces criaturas a destriparos. Uno de ellos, con los ojos inyectados de rabia, lanza un directo mordisco contra Fardhinn, quien consigue reaccionar evitándolo por poco. Otro salta contra Skadi, mientras los demás están a punto de atacaros.

—¡Joder! ¡Mierda! —mascullo cabreado una vez mas por no haber podido eludir el conflicto, al tiempo que dejo caer la flecha y echo mano del pedernal.

—Trae esa maldita antorcha —bufo a Militsa mientras trato nerviosamente de producir las chispas que generen el fuego.

Cuando por fin prende la antorcha el cazador, no le digo nada, pero en mi expresión se nota el desacuerdo por haber actuado por libre, sin tener en cuenta en lo que habíamos quedado.

Me acerco un poco a Skadi, sin entorpecerla, pero tratando de ayudarla en la medida de mis posibilidades.

Me sitúo a su derecha y con la antorcha encendida dibujo en el aire una barrera que nos abarque e interponiéndola entre uno de los lobos y nosotras.

Ya no hay nada más que pueda hacer, puedo volver a ser yo misma sin pensar en las consecuencias de mis actos ni en lo que nos deparará el futuro. Solo existe el presente, la espada, los colmillos y la sangre... una sangre que salpica contra la blanca nieve de una forma que me resulta incluso hermosa. Después de la derrota contra la elfa estaba más necesitada de nunca de una victoria, sabiendo que si fracasaba no tendría oportunidad de hallar otra. 

De nuevo alzo mi espada bastarda sujeta con ambas manos y me lanzo contra el lobo más cercano sabiendo que se nos van a echar encima.

—¡Sea lo que sea que tengas preparado es momento de hacerlo! —grito viendo como la sangre vuelve a brotar de la bestia, aunque esta vez el golpe no es tan certero.

Fardhinn sueltas la flecha que tenías preparada para encender la antorcha de tu compañera. Esto te cuesta la ventaja, y eres embestido por dos lobos y mordido con fuerza por el más grande, que te apresa uno de tus brazos, dejándote sólo la opción de luchar con una mano y cuerpo a cuerpo.

Militsa te interpones entre uno de los lobos y la bandida, agitando la antorcha y haciendo que el animal retroceda, al menos has ganado algo de tiempo. Por tu parte Skadi haces un buen corte al lobo que se te viene encima, aunque no es tan contundente como el anterior y el animal consigue alcanzarte junto a otro miembro de la jauría.

Dos feroces lobos de las nieves tienen a Fardhinn contra la pared, otros dos, uno de ellos herido, rodean a Skadi y el último duda ante la visión del abrasador fuego de la antorcha de Militsa. Horst sigue aullando, pero ahora no sólo lo hace a su jauría que os ataca, sino que lanza bramidos en todas direcciones. Su aullido parece una especie de llamada además de un sobrecogedor grito de guerra.

No puedo evitar emitir un grito ahogado al recibir la dentellada del lobo. Aprieto los dientes mientras pienso una vez más que quizá habría sido mejor venir solo.

Como por instinto suelto el pedernal y al desenvainar la espada corta dibujo un arco ascendente para herir al lobo que me tiene el brazo apresado.