Partida Rol por web

Paris, 1875

Elíseo de París

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17/09/2016, 19:02
Guillerme Thenard

El cansado párroco paseaba despacio, sin que nadie reparase en él. Iba buscando algo, un lugar conocido, y en cuanto lo encontró cesó en sus pasos y miró distraídamente hacia los lados. En unas décimas de segundo se encaminó por el callejón de la Rue Scribe, que daba a una verja por la que descendían unas pequeñas escaleras que daban directamente a las alcantarillas de la ciudad de París. Apenas algunos cazadores de ratas pasaban por ese mismo callejón para proporcionarse alimento y algún dinero; llevando una bolsa llena de esos pestilentes animales les daban unas monedas, ya que favorecían a la limpieza de la ciudad, y todo el mundo sabe que en las alcantarillas se esconden las ratas y demás seres inmundos. Lo que nadie sospecha es que un grupo de no-muertos se reúnen en las entrañas de la prestigiosa Ópera Garnier.

Cuando hubo andando durante diez minutos esquivando desperdicios, volvió a descender por unos escalones tallados en roca, hasta que llegó a un lago artificial que se situaba en la parte mas baja del edificio, realizado por los hombres para no abnegar de agua los cimientos de tan emblemática construcción. Nadie solía llegar tan lejos... y si lo hacían, no solían volver a la superficie.

El anciano se sacudió la túnica, y se intentó limpiar torpemente los zapatos, un gesto totalmente inútil que le hizo desistir en el intento. Allí se encontraba una enjuta figura, envuelta en una capa color gris perla, cuya cara estaba tapada. Lo único a la vista eran sus pequeños ojos, brillantes y vivaces, que le daban un aspecto aún más siniestro. 

El párroco forzó una sonrisa amistosa ante la visión de la Príncipe de París, y en sus ojos se dibujó una mirada de disculpa ante su desastroso aspecto.

- Monsier Thenard... contamos con una entrada a los sótanos dentro del edificio... mucho menos molesta que la de las alcantarillas. No creo que alguien como usted tenga problemas en utilizarla... en la Ópera siempre necesitan parsons... esas señoritas del cuerpo de ballet son devotas durante el día, aunque ciertamente muy disolutas durante la noche... no será muy difícil obtener una coartada.

Guillerme Thenard rió nerviosamente ante esa declaración y se empezó a atusar el pelo con insistencia, mientras el trozo de pergamino que llevaba en la mano ondeaba peligrosamente de un lado a otro. 

- Un humilde servidor no necesita de tales lujos, me conformo con no llamar la atención... y si alguien viese a un hombre de mi posición escabullirse de esa forma varias veces seguidas... - movió las manos ampliamente, como si quisiese apartar esa idea de su cabeza - pero le agradezco la sugerencia, mi príncipe - respondió sumisamente con una inclinación de cabeza y se quedó mirando el suelo.

Me aburres, Thenard, anda, dime qué es lo que traes ahí - dijo resoplando Elise de la Serre.

De repente, Guillerme recordó el motivo de su visita al Elíseo.

Mis disculpas, ¡es cierto, casi lo olvido! - dijo golpeándose la frente con la palma de la mano - mi príncipe, me encargó que hiciese una lista con las normas a seguir en el Elíseo... ciertos... - Guillerme intentaba encontrar la palabra adecuada - vástagos neonatos no las conocen todavía, y sus sires están siendo muy permisivos con ellos al no mostrárselas... pero aquí la traigo - agitó el pergamino mientras sacaba una pequeña punta de metal del bolsillo de su sotana - la pondré aquí para que nadie tenga excusa para no cumplirla.

El sacerdote se veía orgulloso de su trabajo, mientras que la cara horrible de Elise estaba contraída en una mueca de incredulidad, para después pasar a una de aburrimiento. Sus mejillas grises se arrugaban y estiraban en cada cambio, dándole un aspecto más horrible que el anterior.

- Ah.. bien, bien, haz lo que debas... ¿algo más?

- No mi príncipe, nada más - dijo mientras clavaba con ahínco en la dura pared de piedra ayudándose de una roca abandonada.

Márchate entonces, espero que esa lista tuya sirva para algo - dijo mientras se daba la vuelta para volver a sus asuntos, sin dedicarle ni una mirada más al pobre anciano.

Cualquiera que se acercase a ese anuncio, podría leer la apresurada pero estilizada letra de Guillerme Thenard, que rezaba así:

1) Está prohibida la violencia dentro del Elíseo, y por consiguiente no se permite la entrada de armas, que deberán dejarse en un pequeño armario a la entrada en caso de llevarlas encima. El sheriff se encargará de requisarlas bajo mandato expreso de la actual Príncipe de París, Elise de la Serre.

2) Ninguna obra de arte será destruida, bajo pena de muerte definitiva.

3) El Elíseo es territorio neutral, por el que cualquier vástago que lo desee puede reposar en él si así lo desea. 

4) La Mascarada sigue vigente, por lo que se prohibe la caza en las inmediaciones, al igual que el uso de disciplinas, tanto dentro como fuera de las cercanías al Elíseo.

5) No se considera correcto presentarse hambriento en el Elíseo, por lo que queda bajo responsabilidad del vástago su propia alimentación y su comportamiento en él. Así mismo, el comportamiento de los invitados quedan bajo responsabilidad del vástago que lo acompañe.

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02/10/2016, 14:37
Charlotte Babounisse

2 de octubre de 1975... sótanos de la Ópera Garnier.

Charlotte había sido la primera en llegar, con un suave tocado que realzaba aún más sus preciosas facciones y un vestido color pastel que destacaría en cualquier lugar. A pesar de que los sótanos de la recien estrenada Ópera Garnier eran fríos y sucios, ella parecía una nota de luz entre tanta sombra como la que se vertía allí. Permanecía divertidamente distraída, jugueteando con su propio guante, ajena por completo a si la reunión de esa noche era esencial o carecía totalmente de importancia.

De vez en cuando levantaba vagamente la mirada cuando aparecía cualquier vástago para sonreir educadamente y volver de inmediato a su aburrida tarea de colocar bien el encaje de sus pequeños guantes blancos. Parecía que todavía no había llegado apenas nadie. De vez en cuando se la escuchaba suspirar, mientras murmuraba pequeñas quejas a todo aquel que quisiera escucharla:

¡Qué aburrido! Esta noche tenía una cena importante... y a la señora de Valmont no se le dice que no tan facilmente... ¡espero que merezca la pena!...

Su dulce voz se perdía entre el murmullo de los vástagos que comenzaban a entrar.

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02/10/2016, 14:45
Guillerme Thenard

El anciano llevaba allí bastante tiempo, de pie, en su posición, arrastrando los pies de vez en cuando al caminar de un lado a otro de manera impaciente. Miraba a cada uno de los vástagos que entraban en el Elíseo, y de vez en cuando chasqueaba la lengua en señal de desaprobación. Cuando las voces se alzaban por encima del nivel normal en las conversaciones que comenzaban a mantenerse, llamaba al orden. Todo parecía indicar que Elise de la Serre aún no había llegado.

Notas de juego

Existen dos maneras de entrar en el Elíseo de la ciudad de París. 

1) La entrada principal, dentro de la misma Ópera, que se encuentra bajando las escaleras y accediendo por una pequeña puerta de servicio que da directamente a los sótanos. Hay que bajar tres niveles de escaleras y atravesar un pequeño túnel hasta llegar a un lago artificial subterráneo. Allí, en una pequeña y ruinosa construcción al lado del lago, se encuentra el Elíseo.

                                           

2) Por medio de la puerta que da a las alcantarillas en un callejón de la rue Scribe, tras atravesar una puerta de reja da lugar a una serie de túneles por donde circulan las aguas residuales de la ciudad. Tras recorrer varios cientos de metros y descender por algunos escalones, se llega al lago artificial, que se encuentra en las entrañas de la Ópera Garnier.

                                                            

                                                   

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02/10/2016, 16:01
Jean Batiste Dussoir

El toreador tras levantarse esa mañana, fue directamente a lavarse, no tenía nada especial que hacer, por lo que se demoró todo cuanto gustó en su relajante baño. Después de ello, mientras se ajustaba su elegante peinado en frente del espejo, alguien llamó a la puerta, y al parecer nadie le abría; por lo que equipado solamente con su toalla tapándole la mitad inferior de su atlético cuerpo fue a recibir la visita, la cual era para su sorpresa uno de los mensajeros de la príncipe de París, con un nota que confirmaba la característica letra de Elise de la Serre.

Tras despachar al muchacho dándole algunas monedas, se centró en la carta, la cual no parecía presagiar nada nuevo; por lo que vistiéndose a toda prisa, partió sin demora hacia el Elíseo, cogió un carruaje en la oscura noche parisina y se bajo en la fastuosa Ópera Garnier.

Al llegar se dirigió a la puerta principal, pues a alguien como él ni se le pasaba por la cabeza poner un pie en las asquerosas cloacas para entrar por la entrada secundaria. Por ello, moviéndose con su soltura felina, se coló entre los escasos grupos de humanos que aún permanecían allí para finalmente llegar a la parte baja de la escalera y echando un último vistazo para asegurarse que estaba sólo, entró en el oculto pasadizo...

Así fue como entró finalmente al Elíseo, tras cruzar el bello lago de cristalinas aguas, vio como algunos vampiros ya empezaban a acudir al lugar. Distinguió con la mirada a su bella sire, la cual debió haberse levantado muy temprano esa noche, por lo que con su paso elegante y su mirada embaucadora fue acercándose a la toreador hasta sentarse a su lado y decirle en un tono un tanto informal y relajado:

-Buenas noches mi sire, veo que habéis venido con prontitud, con tanta como para no avisarme... y eso que vivimos en la misma casa... -decía un tanto molesto de que su superiora hubiera pasado de él, en el fondo se lo merecía seguramente, pero creía que aquello ya estaba olvidado; por lo que pese a su crítica rápidamente relajó su rostro y le dijo en un tono más serio y formal- ¿sabéis algo del motivo de esta reunión? Creo que esta vez va a ser algo gordo... -concluyó el joven a modo de presagio.

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02/10/2016, 21:05
Pierre Garand

Recibo el mensaje y tras entregar las monedas de rigor al mensajero, me apresuro a tratar de darle vida a mi lánguido rostro y acicalarme adecuadamente para la ocasión, tomo mi diligencia para que me traslade a los aledaños de la Ópera.

Los violentos bufidos de mis caballos, tan oscuros y azabaches como la misma noche, se conjuntan al estruendo de sus cascos, retumbando sobre el frío adoquinado de las calles de París hasta dejarme en las proximidades de la Ópera. Desciendo con la cautela que me caracteriza, miro a lado y lado de la calle antes de descender de la caballeriza e indicar al cochero que ya puede abandonar el lugar.

Callejeo un poco, dando algunas vueltas de rigor antes de aproximarme a nuestra Sede y Eliseo; es un hábito adquirido para detectar cualquier tipo de vigilancia o seguimiento al que pudiera verme sometido. Por fin, seguro de no ser objeto de tal diligencia, me acerco a la entrada principal de la Ópera, dedico un leve gesto al conserje habitual que responde al saludo desde la fría distancia que le manda la prudencia al hallarse ante una Criatura tan inquietante como yo... él no lo sabe, y ha sido debidamente instruido por Thenard al respecto, pero muchos de los distinguidos personajes que acceden al edificio que tan celosamente custodia exceden lo sobrenatural. 

Penetro el Hall y, tras dejar mis armas en una dependencia adecuada y con el mismo cuidado y precauciones adoptadas antes de llegar a la Ópera, espero a que el nivel esté vacío y no haya, más allá de los del conserje, ojos ajenos a nuestros intereses vigilando mis movimientos.

Por fin bajo el tramo de escaleras que antecede a la escuálida puerta de servicio que me traslada a los niveles inferiores... ahora si, mis pasos apresurados repiquetean escaleras abajo hasta alcanzar el más profundo de los mismos; cruzo el túnel que me conduce al insospechado lago anejo al Eliseo y accedo al mismo.

Varios Vástagos se arremolinan inquietos en su interior: Dedico un somero gesto a Madamme Babounisse y su Chiquillo Dussoir, ya inmersos en sus habituales intrigas; me dirijo directamente a Monsieur Thenard al que ofrezco una educada reverencia antes de mostrarle la epístola con la horripilante y característica caligrafía de Elise de la Serre: Sin duda algo grave ha de haber motivado tan repentina convocatoria - le musito a mi Sire - Por Dios, confío que no lo sea en exceso! - pliego la carta, devolviéndola a su bolsillo interior y permaneciendo, junto al Guardián, en un rincón visible del Eliseo: Un sitio discreto pero que me permita contemplar el baile de marionetas que suelen ser este tipo de acontecimientos imprevistos.

Notas de juego

Me he tomado la libertad de suponer que el conserje de la Ópera ha de tratarse de algún ghoul debidamente adiestrado para custodiar un recinto tan especial para lo que a nuestros intereses respecta.

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02/10/2016, 23:30
Madame Lepourine

 Fuera de aqui, este no es lugar para un mocoso... con sumo cuidado para no hacerle daño, revuelve el pelo al mensajero y lo envía de vuelta a la calle. No se trata de tacañería, si no de lógica: Madame de Lepourine no da dinero a los hombres, si no a la inversa. 

 Da unas palmadas llamando a las chicas.

 Me voy a la Ópera. Traedme la mejor capa que tengamos. Julienne, ¿aún tienes aquel vestido turquesa?

 La Madame sonríe satisfecha mientras un par de las meretrices la ayudan a vestirse y maquillarse. Todo se hace aceleradamente. El hall se está llenando de caballeros y hay mucho trabajo que hacer. 

 Madame abandona el Val por el jardín de invierno, procurando no llamar la atención. No conviene que los clientes sepan que las chicas estan solas, sin su protección. Aquel mensaje ha sido tan improvisto como inadecuado.

 Toma un coche de caballos que paga al contado al cochero y se traslada a la Ópera de París. Esta tentada de entrar por las cuevas, pero finalmente se decide por la entrada principal para no rasgar su precioso vestido. Aguarda al pie de las escaleras, entre las sombras, una oportunidad discreta para deslizarse hacia los sótanos y el preciado Elíseo.

 Por supuesto, el clan de la Rosa ya está allí casi al completo. Observa algún sangre azul y ese chalado de Garand. Sonríe a los toreador sin recibir un saludo por respuesta y se sienta a esperar, ligeramente alejada del resto. No pertenece a su clase social y no hace falta ver la diferencia en los vestidos para verlo. Sin embargo, Madame de Lepourine sabe cual es su lugar. Y qué se espera de ella...

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03/10/2016, 19:54
Jacqueline Desmouline

Desmouline comenzó a leer la nota del muchacho, le dio un par de monedas como era costumbre, y una vez se hubo marchado, termino de leer la pequeña misiva. Era clara y concisa.

Se preparo con ayuda de sus sirvientas, con uno de sus elegantes vestidos, uno adecuado para acudir a la opera. Su posición en la sociedad le hacia gozar de buenas vestimentas y no había razón para no vanagloriarse de ello, en la época en la que vivian, cualquier mujer de su estatus estaba en la obligación social de ser refinada y ostentosa. Se empolvo el rostro, se coloco sus guantes y utilizo unos finos zapatos a juego con el maquillaje.

Una vez lista, había pasado una larga hora, bajo a la puerta principal de su mansión para acudir al encuentro montada en su carruaje. Un coche tirado por cuatro caballos en el que el negro y el dorado contrastaban con el interior de terciopelo rojo. enseguida, estuvieron en camino. Al cabo de un largo rato, la mansión no estaba precisamente en el centro de la ciudad, se detuvieron ante la entrada principal del edificio. La Ópera Garnier es un edificio espectacular capaz de transmitir la riqueza y la magnificencia de la ciudad de Paris y de las gentes que a ella acudían.

La fachada principal no dejaba de sorprender a Madame Desmouline, sus fuertes columnas y arcos, culminados en lo mas alto por sendas estatuas doradas que refulgían a la luz de la noche reflejando los faroles y  luces del propio edificio. La estatua de apolo coronaba todo y sobresalía encima de un tejado abovedado de cobre. Una gran obra para una gran ciudad.

El interior no era menos espectacular. El hall de entrada esta adornado con vistosas monocromías, tapices y amplias alfombras. Multitud de lámparas lo alumbraban todo dando un esplendor extra al ya recargado habitáculo.  Todo confluía en la gran escalera de mármol blanco con una balaustrada de mármol verde y rojo que subía al nivel superior.

Jacqueline, tras dejarse ver entre la sociedad parisina, se escabullo por las escaleras que bajaban, y salió por una pequeña puerta de servicio, procurando no ser vista. Esas escaleras bajaban a un pequeño reservorio de concreto que pretendía evitar la humedad que se generaba. Los cimientos eran profundos y mas abajo, aunque no todos lo sabían, un lago se extendía.

Llego por fin al lugar de reunión, allí ya se encontraban otros "compañeros" esperando para que el encuentro diese comienzo. Madame Desmouline, saludo con un simple gesto a los presentes antes de tomar asiento.

 

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04/10/2016, 11:03
Guillerme Thenard

El párroco sonríe ante la presencia de su querido chiquillo, y con una mirada cansada asiente a sus palabras.

- Yo también lo espero... tiempos oscuros se ciernen sobre nosotros, Pierre... 

Por un momento deja a un lado sus labores como Guardián y se retira levemente a hablar en privado con Pierre.

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04/10/2016, 11:09
Guillerme Thenard

Apartándose levemente, le hizo una leve señal a su chiquillo para que lo siguiese, y allí, aunque a la vista de todos, comenzó a hablarle en un ligero susurro:

He visto a mademoiselle de la Serre extraña... - el anciano se mesaba su corta y blanquecina barba una y otra vez en señal de ligero nerviosismo - lleva tiempo reuniéndose con vástagos... poco recomendables. Esos Ravnos quieren su trozo de poder... y no me fio, no me fio - el anciano parecía cada vez más aliviado al poder compartir sus preocupaciones con Pierre - la otra noche, por casualidad, los vi reunidos, hablando acaloradamente, y ahora esta reunión... - Guillerme se queda brevemente callado, observando con cautela a los vástagos que siguen llegando.

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04/10/2016, 11:17
Charlotte Babounisse

La joven toreador dedica una sonrisa sensual a su chiquillo.

¡Jean! ¡Pensé que aún dormías! - su voz era dulce, como la de un gatito ronroneante - perdóname, querido... pensé que sería otra aburrida reunión de Elise y que no te mandarían mensaje a ti también - acompañaba sus gestos con leves sonrisas, mientras comenzaba a abanicarse con su precioso abanico de encaje, más por costumbre que por necesidad - y que tendrías cosas más importantes que hacer que venir aquí a escuchar aburridos discursos - su voz cada vez sonaba más fuerte, como si quisiese asegurarse de que no solo la escuchaba Jean. 

De repente, se levantó, y agarrándose del brazo de su chiquillo, comenzó de nuevo a hablar en voz alta.

Jean, querido, ayúdame a colocarme bien este maldito corsé, con las prisas de ese niño me he vestido demasiado rápido - mientras se alejaba con Jean a un sitio más apartado para colocarse bien la ropa.

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04/10/2016, 11:23
Charlotte Babounisse

Cuando estuvieron lejos de la vista y oídos de vástagos indiscretos, a Charlotte le cambió el rostro.

- Huye de aquí, Jean, corre - sus órdenes estaban claras, aunque Jean podría o no hacerle caso... - Olvídate de Eleine, o ráptala y llévatela, pero ten por seguro que entonces te encontrarán. Vete, aún no ha llegado Elise - su voz sonaba desesperada en un susurro angustiado que apenas podía acallar.

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04/10/2016, 12:09
Condesa de Merteuil

Algunos vástagos más comenzaron a llegar, entre ellos, una presencia novedosa, alguien que hacía mucho tiempo había abandonado la ciudad de París en la búsqueda de un lugar más tranquilo en el que establecerse.

Ante los ojos incrédulos de algunos vástagos, y para sorpresa de la propia Jacqueline Desmouline, apareció por el umbral de la última escalera que bajaba al lago la Condesa de Merteuil, antigua primogénita Ventrue ampliamente conocida por todos. Sonrió ante la propia expectación generada, y los murmullos comenzaron a abrirse paso.

¿Qué hace aquí? ¡se fue hace años! 

Se escuchaba por doquier el ruido incesante de las habladurías, pero nadie se atrevía a darle la bienvenida. Totalmente encantada por el efecto creado, la condesa avanzó hacia su chiquilla, y dándole dos cortos besos en la mejilla, comenzó a hablarle.

¡Querida! ¡te veo estupenda! ¡cuánto me alegra que hayas hecho buena cuenta de la fortuna que te dejé! - hablaba sin tapujos - aunque ese rosa de las mejillas no te sienta nada bien... nunca has sabido arreglarte a la moda, querida... - mira alrededor, encantada - ¡vaya! no llego tarde a la reunión, ¿verdad? ¡qué bella casualidad! Una pasa por París para saludar a su querida chiquilla y se ve arrastrada a este cenagal nauseabundo que ahora llamáis Elíseo... el antiguo estaba mejor, si me permites la impertinencia... ¡pero qué digo! ¡qué me vas a decir tú, ingrata! -  su dedo acusador señalaba a su chiquilla de manera incesante, mientras no paraba de parlotear. Pronto todo el mundo recordó lo insoportable que podía llegar a ser mademoiselle Mertuil. - ¡ni una carta! ¡con la de cosas que están...! - de repente guardó silencio, con una sonrisa pícara en los labios, como si ese pequeño descuido que había estado a punto de cometer no fuese un descuido como tal. Cuidadosamente, y esperando cualquier tipo de reacción por parte de su chiquilla o de cualquiera, bajó la mirada y se mesó el vestido, mientras no dejaba de sonreir. 

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04/10/2016, 12:24
Jean Batiste Dussoir
Sólo para el director

Jean se encontraba bastante sorprendido ante las declaraciones de su sire, es cierto que nunca había profesado un gran amor por ella, pero con el tiempo había aprendido a respetarla, y en cierto modo le importaba, por lo que ante tamaña advertencia y con el rostro un tanto desconcertado le dijo en un susurro:

-¿Pero.. pero qué pasa Charlotte? Si corremos tanto peligro ¿por qué no huyes también? -decía un tanto preocupado por ella, pues ahora entendía el verdadero motivo por el cual no le había avisado esa mañana...

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04/10/2016, 12:30
Charlotte Babounisse

Su sire comenzaba a estar cada vez más nerviosa, mientras echaba miradas histéricas a los alrededores antes de responder.

- ¡Porque tú, desde el principio, fuiste la clave! ¡te busca a ti! - su mano enguantada se cernió sobre el musculoso brazo de Jean, agarrándolo - vete Jean, sal de París, o sino no vivirás para contarlo... y Eleinne tampoco. 

Con esta declaración, Charlotte hizo un ademán por volver a su sitio.

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04/10/2016, 13:05
Jean Batiste Dussoir
Sólo para el director

Ante la mención de su amada, el rostro del toreador se tornó en miedo, no entendía nada de todo aquello, y qué es lo que la príncipe quería de él. No obstante, el aviso de su sire parecía bastante sincero, por lo que sin apenas dudarlo le dijo a modo de despedida:

-No entiendo nada Charlotte, pero si hay tanto en juego no dudaré de vos, gracias por todo lo que me habéis enseñado... -dijo mientras le agarraba la mano y le depositaba un suave beso para acto seguido girarse y salir de aquella reunión lo antes posible; no obstante, en el último momento antes de la separación se giró y le dijo con cierto cariño- cuidaos mucho mi sire ... -concluyó definitivamente y se escabulló entre los presentes sin llamar mucho la atención, en dirección a la entrada por la que había bajado.

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04/10/2016, 13:13
Jean Batiste Dussoir

Pese al ajetreado ambiente, y las numerosas presencias que van acudiendo al Elíseo, se puede observar como el joven toreador abandona la sala por la misma entrada por la que descendió. Su rostro no refleja ninguna emoción ...

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04/10/2016, 15:15
Victor Herblay

El olor nauseabundo parecía ocupar cada rincón de las alcantarillas. Arriba, en la superficie, ya se había hecho de noche. Pero aquí abajo, entre los deshechos y residuos de esta sociedad decadente y vigorosa a partes iguales, apenas se notaba la diferencia. Había zonas mejor cuidadas, con las pasarelas lateras casi intactas, con menos mugre por las redondeadas paredes y por donde se podía avanzar erguido y sin tener que pisar los excrementos. Incluso había pasadizos con alguna antorcha a mano para poder alejar las sombras.

Pero aquella noche, como en otras tantas noches de su existencia, Victor Herblay había optado por una ruta más larga por el submundo. Había salido de su guarida y seguido por debajo de la calle Scribe hacia las partes más antiguas. Allí las ratas le conocían. Ya estaban acostumbrados a ver esa sombra impenetrable moverse en el túnel, sin forma aparente, sin presencia física… Y cuando aparecía, muchas huyeron. Pero alguna siempre se quedaba congelada.

Como una nube negra, la oscura figura rodeó a la rata y una mano con forma de garra salió de repente y la cogió con sorprendente delicadeza. Las ratas le habían hecho compañía en los largos años de su soledad antes de ser rescatado. Para él, eran tal vez más nobles que los mortales y desde luego mucho más que algunos de los vástagos con los que se esperaba encontrar. Victor guardó la rata en su bolsillo y siguió avanzando sin hacer ningún esfuerzo en evitar pisar la suciedad.

Los pliegues de su larga capa tenían un color marrón y el hedor que desprendía con cada uno de sus movimientos era indescriptible. Era alto, pero caminaba encorvado, casi arrastrando una pierna. Al pasar por un cruce, donde algo de la luz artificial de las lámparas se filtraba desde la calle hasta las profundidades, se detuvo un instante. Y entonces Victor Herblay emergió de las sombras que le rodeaban, aunque su rostro seguía oculto. Tan solo el brillo de sus ojos negros pudo verse por debajo de su capucha.  

De entre los pliegues de su capa sacó la grotesca máscara plateada del Sénéchal. Un regalo para recordar la eterna condena. La usaba para tratar con los demás invitados a la reunión. Había cierta ironía en ocultar el horror de su rostro verdadero en presencia de monstruos inhumanos con una máscara con forma de cráneo. Pero era cierto que la máscara le confirmaba su estatus, y le otorgaba cierto poder entre los Vástagos. O le protegía, según el caso. Al mismo tiempo les facilitaba tener que tratar cara a cara con un ser tan abominable y desagradable, aunque no era algo que le preocupaba en exceso. Disfrutaba viendo cómo se retorcían de asco los demás. Porque al final, todos ellos llevaban una máscara de algún tipo.

Mientras su rostro invisible desaparecía detrás de la máscara, Victor pensó en la nota que había recibido. Escuetas habían sido las palabras de la Príncipe. Ella no compartía sus secretos. Y le gustaba mover desde las sombras los hilos invisibles que tejían el destino de los Vástagos. Aún así, el asunto parecía importante.

El Senescal ya estaba listo. Siguió avanzando hasta la escalera que bajaba hasta el lago artificial, y entró en el recinto de la Ópera Garnier.

Vio que varios habían llegado antes que él, y no tuvo más remedio que dedicar un saludo general tanto a los que se lo merecían como a los que no. Lo hizo sin pronunciar palabra, simplemente moviendo la cabeza en dirección a los presentes. Luego se quedó de momento de pie, con la cabeza ladeada y las manos escondidas dentro de la chaqueta.

-La p...Rinci…, comenzó a hablar no con poca dificultad y se detuvo. Comenzó a balancearse entre un pie y el otro de forma nerviosa. –Rínci-Pe, intentó de nuevo midiendo con cuidado sus siguientes palabras, -nos ha … traído aquí. Un asunto de … gran i-portancia, sin duda.

Y se quedó en silencio.

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04/10/2016, 16:51
Pierre Garand
Sólo para el director

Esos Ravnos quieren su trozo de poder... y no me fio, no me fio. La otra noche, por casualidad, los vi reunidos, hablando acaloradamente, y ahora esta reunión...

Ravnos reclamando su porción de pastel... Reflexiono, la mano fija en el mentón, preocupado. Añadir un plato a compartir en nuestra mesa abarrotada de comensales excesivamente voraces no resulta, sin duda, la mejor de las noticias... Mas que De La Serre había demostrado la virtud de saber navegar en aguas revueltas y merecía un crédito, una confianza que no podía desdeñarse tan fácilmente: Si ella había decidido formar alianza con esos gitanos, algún beneficio o precaución habría en ello.
Qué le preocupa, Thenard... - murmullo en confianza, cogiendo el brazo de mi Sire para acortar la distancia entre nosotros y hacerlo partícipe del apoyo que siempre le profeso - ...hable sin miedo, sabe que en mi solo cuenta con un aliado - apostillo.

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04/10/2016, 16:55
Pierre Garand

A pesar de hallarme en un rincón, platicando secretamente con Thenard, no me pasan en absoluto desapercibidos los recientes movimientos en el tablero:

Tras reunirse privadamente con su Primogénita, Dussoir desaparece fugazmente, abandonando las dependencias en que debe producirse la reunión que estimo de gran importancia.

El Senescal por fin arriba al lugar tan silencioso como me tiene habituado y de manera diría que absolutamente contrapuesta al evidente pavoneo de la sorprendente Condesa de Merteuil, cuya altanera presencia a nadie puede pasar por alto.

¡qué bella casualidad! Una pasa por París para saludar a su querida chiquilla y se ve arrastrada a este cenagal nauseabundo que ahora llamáis Elíseo...

Ja! Profundas arrugas surcan mi frente: Es demasiado obvio para cualquiera que esté en sus cabales, que la presencia de Meteuil puede ser debida a cualquier circunstancia menos la casualidad. Muy probablemente ligada a la reunión que vamos a mantener. Demasiadas abejas reina en este enjambre!

Prosigo mi charla con Thenard, muy pendiente de lo que me cuenta pero sin perder de vista los sucesos que acontecen en el Eliseo.

Notas de juego

No sabía si marcar a Dussoir. Como ha marchado no está entre los destinatarios... obviamente si hace falta edito y lo incluyo!

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04/10/2016, 22:16
Jacqueline Desmouline

Jacqueline se sorprendió de ver a su creadora, la persona que la convirtió en lo que era, la que le saco de su vida de penurias y la abrazo en la oscuridad que le hizo ver la verdadera luz. Su adiestramiento y posterior partida, dejo a Mademosille Desmouline a cargo de una, nada desdeñable, fortuna. Ella volvía a reencontrase con su primogénita, sus sentimientos eran contrariados, hacia mucho tiempo de su separación y no creía en las casualidades.

- Mi señora, cuanto gusto volver a verla - dijo forzando la sonrisa, en realidad se sentía intimidada por ella - La moda de parís avanzan a pasos agigantados, ¡no creerías las cosas que están de moda! - dijo contestando al comentario sobre sus mejillas, seguía a la defensiva.

Cuando la condesa menciono el lugar de reunión, su estado y su ubicación, pudo estar en parte de acuerdo con ella. Había muchos edificios en Paris como para tener que reunirse en los sótanos de uno de ellos. Sin embargo no podría darle la razón, la insufrible señora lo seria mas aun si lo hacia.

- No hubiera sabido donde enviarla, querida - dijo contestando al comentario de la falta de correspondencia - No me dijiste donde te instalarías... - termino por decir ignorando la casi metedura de pata que protagonizo, si es que era tal cosa, la querida condesa.

Tras una sonrisa, volvió a su silla, donde esperaría los acontecimientos que estaban por llegar.