Partida Rol por web

Tras sacar a Mungo, Ella no paró a descansar, simplemente, en un rápido movimiento ató a su cintura la cuerda y la tiró hacia su compañero Grimrow.

- Agarrarla y sujetadla bien fuerte!

En cuanto comprobó cómo agarraba la cuerda, se zambulló en las aguas oscuras para tratar de buscar a sus compañeros.

Las repentinas desapariciones impresionaron a Balmut. Reculó con recelo. No podía creer que no estuvieran allí donde los habían visto sumergirse, pero tampoco pensaba tirarse a lo desconocido sin saber como combatirlo. Quizás si tuvieran otra cuerda... llegó a pensar, viendo a Ella atarse para lanzarse al rescate. La imagen transcurría como en un segundo plano y no fue del todo consciente. Su cabeza intentaba recordar alguna historia que pudiera tener algo que ver con lo que acababa de ver. Si es que acaso alguien había sobrevivido a algo parecido, lo hubiera contado y hubiera llegado a sus oídos... No conseguiría más que el relato de lo que acababa de ver. ¿Pues quienes sabrían como reaccionar? Puede que el mago. 

Cuando la beórnida se sumergió despertó de su estupor y se lanzó hacia Grimrow para ayudarle a sostener la cuerda. Recorrió la superficie con la mirada intentando descubrir burbujas que pudieran señalar la posición de sus compañeros. No sabía como ayudar y solo podía confiar en que Ella lograse rescatarlos. 

Ella se sumergió en las aguas en cuanto sus compañeros sujetaron la cuerda con la que ella misma se había amarrado para evitar desaparecer del mismo modo que Farald y Krôlin, si es que esas aguas eran capaces de engullir personas. Las aguas oscuras se volcaron sobre ella, impidiéndole ver nada. Buceó tanteando con las manos en busca de alguna pista pero parecía que aquella tarea fuera a resultar imposible. Salió del agua para tomar aire y volvió a sumergirse una vez más, decidida a no dar su brazo a torcer hasta encontrar a sus compañeros.

Su segundo intento no parecía que fuera a ser mejor que el primero, pero de pronto sintió una corriente de agua más fría que fluía frente a ella, se dirigió hacía allí y pudo ver como el agua se aclaraba y al fin lograba ver algo, una especie de abertura en el suelo del estanque, como una grieta por la que podría introducirse. Trató de dirigirse hacía allí, segura de que sus compañeros habían tomado ese camino, pero la cuerda tiró de ella impidiéndole avanzar más.

Mungo se miró las ropas. Todavía tenía lentejas de agua —muy típicas de pantanos como aquel— por todo el chaleco y la camisa, amén de manchas de lodo. Cuando vio a Ella sumergirse en el agua, tardó unos segundos en darse cuenta de lo que había sucedido y se precipitó a la cuerda junto a Balmut. Tenían que sacar a sus compañeros de allí o se ahogarían.

Sin pensar en el peligro que corría, Ella se hundió en las oscuras aguas del lago. Bajo el agua abrió los ojos y aguantando la respiración buscó desesperadamente a sus compañeros. El oscura agua y el fango revuelto desde luego no facilitó esa búsqueda, a tientas, desesperada,  trataba de tantear algo con sus manos, pero el oxígeno se le acababa y Ella sentía arder sus pulmones, pero tenía que encontrarlos!

Salió fuera del agua, cogió aire y volvió a hundirse en el agua. Bucéo hundiéndose más profundamente y sintió una extraña corriente de agua fría, se dejó arrastrar por la corriente y pudo contemplar una leve luz, se fijó y vio algo parecido a una grieta en el suelo del pantano, decidida a dejarse guiar por la corriente, en el último instante sintió un tirón, la cuerda no daba más de sí.

Volvió a la superficie, y entre bocanadas comenzó a coger aire y recuperarse. Empapada en agua, empezó a sentir el frío del agua en su cuerpo, miró a sus compañeros y habló.

- Creo que nuestros compañeros se han hundido – respiró hondo recuperando su aliento normal – he visto a través del agua, en el suelo del pantano, una grieta, el agua tiene una corriente que te arrastra hacia allí, creo que el agua se los tragó.

Ella ascendió a la superficie. Sola. La angustia creció en el pecho de Balmut. Las palabras de la beórnida no ayudaron. 

- No podremos alcanzarles desde aquí... - era más una suposición para sí mismo. - ¿Has visto que hay al otro lado? - La pregunta no tenía mucho sentido. Si lo supiera ya lo hubiera dicho. Y se le ocurrían dos opciones para intentar rescatar a sus compañeros. No le gustaba ninguna. - Tiene que haber otro acceso. - O eso quería pensar. - Y es posible que los emisarios también estén abajo. - Inzim les había llevado hasta allí siguiendo su rastro. El hombre del bosque lo miró. El perro lobo estaba intranquilo y se movía de un lado a otro a lo largo de la orilla con intención de encontrar a los miembros desaparecidos. - O tendremos que bajar... - dijo sin mucho animo. No quería hacerlo, la grieta podía conducirles por un túnel demasiado largo en el que solo encontrarían la muerte. Quizás todos se hubieran ahogado ya. Malgastar más vidas era un error. 

Soltó la cuerda y salió del agua. Miró hacia las cornejas, por si presentaban algún cambio en su actitud, y oteó los alrededores para intentar descubrir en qué dirección bajaban las corrientes de agua. Era lo único que tenía y podía no servir para nada. Si habían encontrado un lugar donde poder respirar ahí abajo tendrían que aguantar. 

- Podrían haber muerto ya - dijo esta vez, había perdido su característica sonrisa - Pero si no lo están, tenemos que encontrarlos - añadió serio.

Se culpaba por no haber podido agarrar al enano. Se le había escapado de entre sus dedos justo antes de hundirse en aquella aguas. Tenían que encontrar a sus compañeros, quizás Balmunt tenia razón y eso les llevase, además, a encontrar al resto de enanos. Pero su primera preocupación era la desaparición de sus nuevos amigos.

- Esa campana suena muy lejana, pero podemos tratar de encontrarla... - sugirió - Creo que podría arrojarnos algo de luz y darnos alguna pista - no sabia como expresarse. - Por su bien, espero que allí abajo - señalo al agua - haya algún tipo de caverna, cueva, algo que pueda mantenerlos con vida.

Grimrow, rechazó la cuerda que le tendía Balmut, tendría que apañárselas con el elfo.

Ella no podría dar con el Krölin y con Farald, así que, al igual que hiciera ella, se zambulló en las aguas tratando de encontrar a Farald y sacarlo a flote. Jamás se perdonaría no conseguir rescatar a su amigo de la infancia.

La imagen era ciertamente desoladora. Se encontraban en un angustioso pantano de aguas turbulentas y tan oscuras como la noche, junto a los vestigios de un pueblo fantasma cuyos habitantes habían muerto cientos de años atrás, alrededor de lo que en tiempos remotos hubiera sido un estanque donde las aguas eran más profundas y por las cuales sus compañeros habían desaparecido introduciéndose poseídos por el extraño tañido de una campana. Y por si fuera poco, cientos de ojos les observaban desde las alturas con expectación. Las cornejas se mantenían en las ramas de los árboles, seguían en silencio pero su presencia les generaba mucha desconfianza.

Ella regresó con la noticia de que en la profundidad de las aguas del estanque había encontrado una especie de grieta subterránea por la que le llegaba una corriente algo más fría de agua. No pudo alcanzarla debido a la cuerda que la sujetaba, así que salió de nuevo a la superficie para alertar al resto. El grupo comenzó a discutir cuál sería la mejor opción para dar el siguiente paso, pues adentrarse en el estanque a través de aquella grieta no les terminaba de convencer, pero Grimrow de inmediato se sumergió en las aguas tras el rastro descubierto por la beórnida.

Balmut avanzaba de un lado a otro intentando encontrar una solución. Le incomodaba la multitud de cornejas observándole desde las alturas y deseaba abandonar aquel lugar. Consideró la sugerencia del elfo. Se preguntó si habría campana y a qué sería capaz de obligarles si estuviesen más cerca. Pero no encontró una mejor alternativa. Y quería respuestas.

- Busquemosla. - 

Dio un silbido para atraer la atención de Inzim, que se acercó hasta él de una carrera y se sacudió el agua. Al mirar hacia el estanque se dio cuenta de que faltaba Grimrow. La cuerda seguía atando a Ella y nadie parecía sujetarla. Hubiera corrido hacia el interior del agua si creyera poder hacer algo útil. Sin embargo se quedo a la espera de que volviera a aparecer en la superficie. Y a que el resto del grupo se preparara para ir en busca de aquella campana.

Grimrow no se quería dar por vencido, y al igual que había hecho Ella, se sumergía incansable una y otra vez en las aguas turbias con la esperanza de encontrar a su buen amigo Farald. Pero tras varios intentos, se sintió realmente frustrado por no poder encontrarle. Bajo el agua era imposible ver nada y cuanto más se movía, más agitaba la tierra y suciedad del estanque, y por consiguiente, el agua se volvía cada vez más revuelta, dificultando la búsqueda enormemente. Finalmente, Grimrow tuvo que desistir y regresar a la superficie casi exhausto y sin llegar a comprender cómo Ella podría haber visto algo allí abajo.

En la superficie, a la orilla del estanque, el elfo proponía ir a buscar la campana por los alrededores, ignorando la grieta que había descubierto Ella en el fondo del estanque y por la cual suponía que habían desaparecido sus compañeros en las turbias aguas. Balmut secundó la idea y llamó a Inzim para que le siguiera. El perro sacudió el agua de su cuerpo hacía todas las direcciones y corrió de vuelta con su amo esperando su recompensa a modo de caricia y la siguiente tarea a realizar, jadeando con la lengua fuera y una expresión afable en el rostro canino.

Entre tanto, las cornejas vigilaban cada uno de sus movimientos desde las alturas, dispuestas a seguir los pasos del grupo con la intención de no perderles de vista. Un pequeño grupo de ellas se trasladaba de rama en rama, y de árbol en árbol, en la dirección en la que se movían Balmut y Cuidoron, mientras que el grueso de aquella particular bandada esperaban en las ramas sobre las cabezas del resto de la compañía. Aunque ninguna de ellas abrió el pico de nuevo para emitir graznido alguno.

Empapada en la fría agua del estanque, Ella contempló el incansable esfuerzo de Grimrow por encontrar a sus compañeros, sin embargo, volvió a la orilla del estanque sin conseguir su objetivo.

- No desesperes Grimrow, los vamos a encontrar sin duda!

Apoyó una mano en los hombros del hombretón mientras observaba al elfo y explorador moverse.

- ¿Creéis conveniente que nos separemos? Unos buscan la campana y otros hacen guardia aquí?

Ella preguntó a sus compañeros mientras desenroscaba la cuerda de su cadera.

—No sé yo si será buena idea separarnos en un terreno como este —comentó Mungo mientras todavía se sacudía lentejas de agua que se le habían enredado en el vello de los pies —, pero si creéis que será lo mejor, me presento voluntario para explorar la zona. Lo que sea con tal de secarme un poco esta inmundicia.

Imaginó que su compañera de caza también querría aprovechar para estirar las piernas y secarse, por lo que se acercó a ella mientras seguía hablando:

—Tenemos que encontrarles… Espero que Krölin y los demás se encuentren bien.

El hombre del bosque tendió la mano sobre su compañero canino antes de movilizarse. De reojo vio como un grupo de cornejas se disponía a seguirlos y se sintió aún más incómodo. La situación empezaba a poner al límite su calma. Respiró hondo antes de responder a sus compañeros. 

- No creo que vuelvan. ¿Podrián regresar contra corriente? -

Para Balmut habían desaparecido demasiado rápido y suponía que les sería imposible regresar, pero era Ella quien había experimentado la fuerza de la corriente. Además... tampoco podían saber si seguían vivos. Separarse siempre era una mala idea en el Bosque Negro. 

- Deberíamos seguir juntos. - 

El joven no quiso alejarse demasiado hasta que todos se unieran a la marcha e inició su búsqueda por las cercanías. Hizo un gesto hacia sus ojos a Inzim y después señaló en una dirección. El perro-lobo se dirigió hacia allí mientras olisqueaba el entorno, actuando de avanzadilla. 

-...y perder de vista esos pajaros... - añadió para sí. 

Ella observó a Balmut y su inseparable compañero Inzim como salían hacia el exterior del lago y escuchaba su pregunta.

- No creo que se pueda volver por la abertura que vi, no por la corriente, sino más bien por lo difícil que sería pasar por esa abertura luchando contra el agua, creo que sería imposible.

Empezó a andar en pos de sus compañeros mientras taciturnos buscaban una pista, un destello que les marcara el camino a seguir, algo para continuar este viaje. Sentía como el bosque negro cada vez se hacía más pesado en su interior, poco a poco su cerebro volvió a antiguos pensamientos recordando el motivo de su viaje... Volvía a recorrer a oscuras aquel bosque, algo o alguien le seguía, su respiración agitada vibraba en los tímpanos, unos pesados pasos seguían su camino, Ella se agitaba, pero a pesar de todo cada vez andaba más despacio, sudando, aterrada….

“...y perder de vista esos pájaros”

Ella volvió a la realidad y escuchó esa última frase, apoyo su mano en el hombro del mediano y tratando de infundir valor a sus palabras dijo.

- Totalmente de acuerdo, quietos,  en este lago no hacemos nada.

Inzim salió disparado hacía la dirección que su amo le había señalando y comenzó a olfatear el suelo como loco en busca de un olor que no se le había olvidado. El sabueso de Balmut era lo suficientemente terco como para no olvidar ni perder un rastro hasta haber dado con su final o encontrar aquello que estuviera buscando. Inzim olfateó con su hocico cada rama, piedra, árbol y objeto con que se encontró en su camino y comenzó a guiar al grupo entre los árboles. Las cornejas les iban siguiendo para desdicha de todos, pero por el momento no mostraban ninguna actitud hostil, era como si solamente quisieran espiarles para saber a dónde se dirigían. Inzim comenzó a olfatear cerca de uno de los árboles y se movía inquieto de aquí para allá en busca del rastro que sabía que tenía que localizar. Una de sus patas delanteras se mantenía en posición elevada, lo cual demostraba cierta inseguridad, la cabeza lobuna del perro alzó las orejas y olfateó el aire que había a su izquierda y de nuevo se puso en marcha. Todos fueron tras él, seguros de que había encontrado algo, pero lo que no esperaban era que tras dar un pequeño rodeo les condujera de nuevo al camino por el que habían seguido el rastro de los enanos y de nuevo al estanque donde habían desaparecido sus compañeros apenas hacía unos minutos.

Inzim se sentó junto a la orilla del estanque y miró a su compañero humano mientras gemía intranquilo. Se volvió a levantar y caminó en círculos antes de volver a sentarse. Su mirada se dirigía de las aguas mansas de la superficie del estanque a los ojos de Balmut y vuelta al estanque mientras lloriqueaba de un modo muy agudo. Balmur trató de indicarle que olvidara el rastro de los enanos y sus compañeros desaparecidos en las aguas y buscase la misteriosa campana que había sonado desde algún lugar profundo y oscuro anteriormente. Pero el perro no se movió de allí y continuó con la vista clavada en el estanque.

Allí estaban de nuevo. En el mismo estanque bajo la atenta vigilancia de las cornejas. Balmut vio confirmadas sus sospechas sobre los emisarios enanos. Habían sufrido la misma desgracia que sus compañeros. Y le asaltaba una duda, ¿habría otra forma de descender? Sin saber si estaban vivos no tenía la menor intención de sumergirse en el agua, no se arriesgaría por la esperanza de que siguieran con vida. 

El hombre del bosque se acercó a Inzim y acarició sus orejas mientras sacaba un poco de comida para ofrecerle.

- Prefiero seguir buscando la campana. U otra entrada. - miró a sus compañeros con disgusto. - Aunque nuestro camino parece estar condenado a este lago. - 

Si no existía esa otra entrada ¿por dónde iban a salir una vez cruzaran la grieta? No podía dejarse llevar por los deseos del Bosque Negro. Ya había arrastrado a demasiados al fondo del estanque... 

—Cualquier cosa que nos lleve a nuestros compañeros —comentó Mungo. Y cualquier cosa que no conlleve volver a empaparse en esas aguas tan turbias y ominosas, pensó para sí.

Comenzaba a sospechar qué había podido pasar con los enanos. Sin embargo, también sospechaba que todo aquello le quedaba grande; especialmente ahora que más de media compañía había sido tragada por aquel lago.

—Espero que se encuentren bien, pero temo que hayan encontrado el mismo destino que los enanos. ¡Pero no debemos rendirnos!

Los pasos les devolvieron al mismo sitio. Ella se hundió, no podía más, el ambiente cerrado del bosque negro estaba acabando con sus ánimos, sus fuerzas parecían esfumarse por momentos, su equipaje empezaba a pesarle como un orco a los hombros.

Se sentó al lado de Mungo, frente al lago, hundió su cabeza entre las rodillas. No sabía que pasos seguir, no sabía qué decir para tratar de mantener el ánimo en el grupo y encima, las ropas empapadas empezaban a hacerle tiritar de frío.

Levantó la vista y miro al lago, esa agua oscura, impenetrable, que escondía una opción en su interior, pero desde luego, nada apetecible.

- Solo veo una opción – señaló al centro del lago – entrar ahí y dejarnos arrastrar por la corriente como el resto, estoy segura de que a los enanos les pasó exactamente lo mismo.

Se levantó, estiró sus largas piernas y sonrió a sus compañeros tratando de demostrar una seguridad que en realidad no tenía.