Partida Rol por web

El pasillo resultó ser más estrecho de lo que Farald creía pero por fortuna no tuvieron ningún inconveniente aparte de sufrir unos tropiezos a causa de los guijarros diseminados por el suelo y de tener que lidiar con el denso olor a humedad y podredumbre.

-Coincido con Ella, debemos regresar -dijo el hombre de Valle tras el comentario de la beórnida- Si los otros pasillos son iguales que este, sugiero que los investiguemos primero y rápido para así asegurarnos de no dejar atrás nada importante... ni a ningún posible enemigo. Una vez que terminemos, le echaremos un vistazo a ese pasillo con escaleras.

La falta de espacio incomodó a Balmut. No era capaz de ver bien por donde caminaba y tenía la sensación de que ante cualquier peligro se chocarían entre ellos, entorpeciéndose. La situación le obligó a quedar algo retrasado en la retaguardia del grupo para sentirse más aliviado. La libertad para maniobrar era importante en su supervivencia. 

El hombre del bosque no prestó demasiada atención a los habitáculos que servían de celdas. Los emisarios que buscaban no estaban en ninguna de ellas. Y en cuanto los demás empezaron a dar la vuelta reculó para volver a la sala de donde venían. Evitó tener que apretujarse en el estrecho pasillo para dejarles pasar.

- Hay que encontrar a los enanos. - 

El joven explorador no estaba demasiado conforme con recorrer todos los pasajes. Podían evitarse algún peligro al no adentrarse en alguno y los enanos podían necesitar ayuda con urgencia. No sabían de cuanto tiempo disponían. Y por desgracia tampoco sabía el camino más directo para localizarlos. 

- Sí, Balmunt, es nuestra prioridad, pero como dice Farald, mejor asegurarnos que esos pasillos están vacíos antes de tomar alguno de los otros que tienen pinta de ser más largos - dijo Grimrow a la vez que se acercaba al siguiente.

—Lamento no ser de demasiada ayuda, amigos. Os juro que he oído hablar de estas cavernas antes, pero todavía no soy capaz de recordar la canción con claridad. Pero estoy de acuerdo con Grimrow. Debemos asegurarnos de que estos pasillos no ocultan ningún peligro antes de lanzarnos a ciegas hacia el peligro —dijo Bullfrog, tras asentir ante el comentario de su compañero.

-No te preocupes amigo Mungo, a veces la memoria es caprichosa y por más que lo intentemos no recordamos algo hasta que es tarde -le dijo Farald al hobbit para que dejara de preocuparse.

Acto seguido, el hombre de Valle se dirigió hacia su compañero de los bosques.

-Balmut, comprendo tu preocupación pero tampoco podemos lanzarnos ciegamente sin tomar precauciones -le dijo el bárdido- Si quieres, podemos dividirnos en dos grupos y así terminar más rápido: Grimrow, Ella y yo nos encargaremos de los pasillos de la derecha y tu, Krölin, Cuidoron y Mungo de los de la izquierda. Una vez nos hayamos asegurado de que no haya nada, nos volveremos a reunir para inspeccionar juntos el pasillo de las escaleras y luego el primero de la izquierda.

Ya fuera del estrecho pasillo, Ella escuchó a Mungo y acto seguido puso una mano en su hombro, dandole ánimos y quitandole hierro.

- Estoy totalmente de acuerdo con Farald, solamente se me ocurriría que si alguno de nosotros ve algo peligroso, grite para alertar al otro grupo, os parece?

Balmut gruñó. El grupo funcionaba de forma distinta y tendría que adaptarse. A pesar de la incomodidad creciente que suponía alargar su estancia en aquellas catacumbas. Para el hombre del bosque era crucial la brevedad en las incursiones sobre territorio enemigo. Más si debía introducirse en espacios cerrados.

- Debemos permanecer juntos. - 

Se pronunció con tono seco. Parecía que aquel punto que todos parecían haber acordado al principio también flaqueaba. Mayores preocupaciones para el explorador. 

Pese a que Balmut no parecía estar muy conforme con los siguientes pasos a dar, el grupo se dirigió hacía otro de los estrechos pasillos que tan mala espina le daban al explorador de los hombres del bosque. Tal vez fuera aquel lugar húmedo, oscuro y estrecho y el hecho de no estar acostumbrado a lugares tan distintos de la amplitud y frondosidad del bosque, pero el hecho de cambiar el aire puro y fresco de su hogar por aquel viciado y pútrido olor le tenían en constante alerta.

Mientras se dirigían al salón de la chimenea para tomar otro de los pasillos estrechos como punto a seguir, Mungo hacía esfuerzos por recordar la letra de la canción cuya melodía resonaba en su cabeza desde que habían llegado al pantano. Algo le decía que la letra que recordaba no era del todo exacta, faltaban muchos versos y su mente había tratado de completar los que recordaba con frases que no eran las de la canción. Trató de pensar y recapacitar sobre todos los puntos del viaje que le habían recordado aquella intranquila melodía que los abuelos contaban en su hogar para asustar a los niños que no querían dormir. Varios elementos desfilaron por su cabeza, desde las cornejas hasta los sauces, y por supuesto las aguas cenagosas del pantano. Ella tocó su hombro para consolarlo y sugirió al grupo dar algún grito como contraseña si veían algún peligro. Eso le recordó las contraseñas que él y sus primos inventaban para sus juegos: ladridos de perro, graznidos de grajo o maullidos de gato. ¡Y entonces como el resplandor de un rayo el primer verso de la canción vino a su mente tan nítido y claro como una mañana de verano!

Las sombras donde moran los Labios Maulladores
son negras y húmedas como la tinta,
Y lenta y suavemente hacen sonar su campana,
mientras tú te hundes en el limo.

Mungo lo recordaba claramente, no le cabía duda de aquel verso era así. Uno tras otros los versos iban fluyendo por su mente y las palabras se agolpaban en su cabeza. Tenía que detenerse a ordenarlas para que los versos mantuvieran el orden original pero supo de inmediato que aquellas eran las palabras exactas. Incluso veía en su mente a su abuelo cantando aquella cantinela.

Te hundes en el barro,
tú que te atreves a llamar a su puerta.
Mientras las gárgolas sonrientes observan
y fluyen las aguas venenosas.

Entretanto Farald dirigía al grupo por el siguiente pasillo seguido de Grimrow, ambos hombres caminaban con resolución decidios a explorar aquellos estrechos pasillos antes de seguir con los otros que presuponían más largos. Balmut, no muy convencido cerraba el grupo manteniéndose en la retaguardia junto con Ella, a quien parecía incomodarle la estrechez de aquellas aberturas.

Junto a la corrompida ribera del río
lloran los sauces colgantes,
y las cornejas se yerguen siniestramente
graznando en sueños.

Mientras que Farald y Grimrow parecían de la opinión de que si había algo allí escondido entre las sombras acechando para hacerles daño debían descubrirlo y enfrentarlo cuanto antes para ahorrarse problemas después, Balmut creía que era mejor evitar aquel peligro y que podrían ahorrarse problemas si dejaban las cosas como estaban.

Más allá de las Montrañas de Merlock, tras un largo y fatigoso camino,
en un valle mohoso donde los árboles son grises,
junto a un estanque de orillas oscuras sin viento ni mareas,
sin sol y sin luna, se esconden los Labios Maulladores.

El pasillo que ahora exploraban era bastante similar al anterior, estrecho y angosto, húmedo y frío, de aire viciado y putrefacto. Las mismas cámaras se encontraban a ambos lados a modo de celdas o habitáculos estrechos llenos de restos podridos de comida y tan oscuras como la mismísima noche. 

Las cavernas donde los Labios Maulladores se reúnen
son profundas, húmedas y frías,
iluminadas con una enfermiza vela;
y allí es donde cuentan su oro.

Las llamas de las antorchas improvisadas que habían creado aprovechando los leños y restos de la hoguera proyectaban sombras temblorosas contra la piedra de las paredes. Sobre sus cabezas, el techo se encontraba a no mucha altura y, al igual que ocurría en las otras cámaras que habían visitado hasta ahora, el agua corría por la piedra de su superficie manteniendo ese tono húmedo y viscoso.

Sus paredes son húmedas, sus techos gotean;
sus pies sobre el suelo
se mueven suavemente con un flip-flap,
mientras se deslizan hacía la puerta.

Llegaron a la segunda de aquellas celdas, al igual que el resto era un agujero húmedo y sucio, lleno de porquería y restos de comida. En esta ocasión la mugre y los restos se acumulaban hasta formar un gran montón negro de desperdicios en una de las esquinas de la celda.

Se asoman fuera astutamente; con un crac
sus sensibles dedos crujen.
Y cuando han terminado,
tus huesos se llevan en un saco.

Continuaron avanzando, internándose en el estrecho pasillo, hasta alcanzar la siguiente de las celdas. Al parecer habían sido construidas siguiendo el mismo patrón que el anterior de los pasillos. Por lo que estaban seguros que encontrarían un par más de habitáculos como esos a cada lado y después una pared que les cerraría el paso, del mismo modo que en el anterior pasillo. Un gran montón de restos se acumulaba en una de las esquinas de forma similar a la anterior celda.

Más allá de las Montañas Merlock, tras un largo y solitario camino,
a través del Río Podrido y del Pantano de Tode,
y a través del bosque de árboles colgantes y la Hierba del Ahorcado,
vas a buscar a los Labios Maulladores, y ellos te comerán.

Mungo acababa de comprenderlo todo, quiso gritar para advertir al resto pero ya no había tiempo. Unos ojos pálidos y brillantes se iluminaron en la parte superior de aquel montón de mugre, que se alzó desvelando una forma humanoide que se tambaleaba hacía ellos con no buenas intenciones. Lo más aterrador de todo eran aquellos ojos pálidos que parecían brillar como un espejo que refleja la luz de la luna en mitad de la noche. Atrás, Balmut notaba como unos dedos largos, huesudos y viscosos se deslizaban por su cuello con sigilo para después apretar con una fuerza sobrehumana, con la clara intención de partirle la nuca antes de que siquiera tuviera tiempo de morir ahogado. El hombre de los Bosques se sobresaltó por la desagradable sorpresa pero era cierto ¡habían dejado atrás a otro!

No sin reparos, Ella siguió al grupo con Balmunt detrás suyo. El tizón a forma de antorcha alumbraba ligeramente las pequeñas estancias que se encontraban también en este pasillo. Escuchó detrás de ella un leve gemido y al girar rápidamente la vista vio un ser oscuro de ojos plateados agarrando a su compañero por el  cuello. Reaccionó por instinto, sin pensar, agarró el hacha largo y atacó sin miramientos a ese ser.
 

Balmut se tuvo que conformar con que el grupo no se dividiera. Desconocían el tipo de peligros que existían en aquellas cavernas y lo mejor era enfrentarlos juntos. Mayor probabilidad de éxito. No se hicieron esperar...

El hombre del bosque no lo sintió hasta que fue demasiado tarde y ya le asía del cuello para partírselo. Vivir en constante peligro le habían pulido los reflejos. Intentó zafarse antes de que un "crac" acabase con su vida. Con las armas siempre prestas se podía adivinar cual sería su siguiente movimiento. 

¡Claro, eso es! 

Todo empezaba a tener sentido ahora que recordaba la canción verso por verso. Estrofa por estrofa, como una profecía terrible, aquella melodía parecía entretejer cada retal de penumbra que envolvía aquel lúgubre lugar. ¡Y las criaturas que allí moraban! No obstante, aquella epifanía llegó demasiado tarde. Antes de aquel viaje se habría quedado de piedra al ver a aquel ser atacando a Balmut. Pero él ya no era el mismo hobbit que había salido de aventuras, ¡había dado muerte a un troll! No a cualquier conejo del bosque o a un salmón del río. No. Era un ser del que solo había oído hablar en cuentos e historias de boca de los más ancianos.

De un vistazo rápido buscó una forma de deshacerse de las criaturas (una trampilla, alguna cuerda para hacerlos tropezar…).

- ¡Detrás de mi Farald! - gritó para que su compañero pudiera hacer uso de su arco y él se encargaba de cubrir el ataque de vanguardia y estudiaba el pasaje para poder atacar en superioridad numérica a la extraña criatura.

Espada y escudo en mano no lo dudó, dando un paso adelante atacó.

Krölin se sobresaltó al aparecer esas criaturas de en mitad de la oscuridad. Tuvo un momento de duda por la sorpresa del ataque, sin embargo vió que el grupo reaccionó de forma espectacular. Cuando quiso darse cuenta, Ella y Mungo ya habían lanzado su ataque al enemigo de la retaguardia y Grimrow hacía lo mismo con el ser que tenía justo delante suyo. El enano desenvainó su espada corta, usar una piqueta en un sitio cerrado era aparatoso. Hizo un movimiento rápido, avanzando con un pié y retrocediendo, fué mas como un acto reflejo defensivo, no quería acercarse a esa criatura. El ataque no hizo mas que pasar por delante de la criatura, quizás hubiera podido confundirlo un poco para ayudar a algún compañero a herirlo.

El pasillo por el cual avanzaron resultó ser igual que el anterior pero en esta ocasión no estaban solos. Tomándolos totalmente por sorpresa, una criatura de ojos pálidos y movimientos torpes surgió de su escondite y se dispuso a atacarles. Sin embargo, no estaba sola ya que en la retaguardia, otro extraño ser había agarrado del cuello a Balmut y se disponía a partirselo.

Viendo que Ella y Mungo acudían en ayuda del hombre de los bosques, Farald siguió el consejo de su compañero Grimrow y tomando su lanza y su escudo se colocó detrás de él. A pesar de que siempre destacó más en el uso del arco que en de la lanza o la espada, el bárdido estaba dispuesto a ayudar a sus compañeros en todo lo que pudiera, incluso reemplazando al enano o a su amigo en la primera línea.

Al conseguir liberarse se alejó del enemigo para evaluar la situación. Habían sido emboscados y percibía a alguno de sus compañeros por las cercanías. No había muchas opciones, por lo que alzó el escudo y balanceó su hacha. No se sentía igual de cómodo combatiendo en aquel estrecho pasadizo. Aunque su mente se olvidó de todo eso para centrarse en el combate inminente. 

- Aprisionar a tu presa puede ser peligroso... - pensó, repitiendo las palabras que uno de sus antiguos compañeros de caza usaba cuando actuaba como maestro. 

Se centró en detener el ataque de su rival, pero al ver el hueco en la defensa... 

A pesar de que las mandos nudosas de dedos largos que aferraban su cuello con fuerza eran manos expertas en el arte de partir cuellos, Balmut había vivido en constante tensión toda su vida pendiente de los peligros que le acechaban en todas direcciones. Gracias a eso logró escabullirse de las manos que se esforzaban en apresarle con tan dañinas intenciones. El hombre del bosque se agachó y se retorció para zafarse de su presa y en cuanto logró hacerlo dio un par de pasos a un lado por el estrecho pasillo para tomar distancia y encarar al enemigo.

La situación no era muy favorable, con una criatura cerrándoles el paso hacía delante y la otra la retirada de vuelta al salón principal. Afortunadamente, las voces de alarma alertaron enseguida al grupo y casi todos estuvieron listos para atacar antes que las criaturas lo hicieran. Incluso Balmut se recolocó con gran rapidez y preparó sus armas para la escaramuza. La estrechez del pasillo limitaba sus movimientos y les impedía hacer uso de arco y flecha con la seguridad de no herir a uno de sus propios compañeros.

Mungo había recordado al fin la letra de la vieja canción que alertaba de aquellas criaturas a los que su pueblo llamaba Labios Maulladores. Pero no había sido lo suficientemente rápido como para que aquello sirviera para alertar al grupo de alguna forma. Aún así sí que pudo llamar la atención de uno de sus compañeros en cuanto vio aparecer a la criatura. Quiso buscar alguna cosa con la que ganar algo de ventaja, pero en aquellos pasillos, con tamaña oscuridad, no había mucho que pudiera servir.

—¡Kröllin, cuidado! ¡Creo que esas criaturas son las que atacaron a Balin y a su compañero! —exclamó mientras sacaba su daga de caza y procuraba mantenerse cerca de sus compañeros.

Había un viejo refrán que decía que, para protegerse del lobo, lo mejor era mantener al rebaño unido. Ellos harían lo mismo en aquel estrecho túnel.

Balmut se mueve habilmente y rápidamente se suelta de ese ser espezlunante. Ella, en un rápido movimiento se coloca en frente de ese ser agarrando su hacha y su escudo, preparada para atacar.

El enano reacció al grito de si compañero Mungo y se giró rápidamente. Sacó su espada corta de su funda y la mostró frente al enemigo. Era un ser bastante extraño, más aún que ese Troll del día anterior.

La situación se había vuelto algo caótica y confusa durante aquellos primeros instantes, en los que el grupo no sabía muy bien qué estaba ocurriendo. Afortunadamente, la rápida reacción que habían tenido les había servido para evitar ser sorprendidos. Incluso Balmut, que había notado los dedos largos y huesudos de la criatura entorno a su cuello, había logrado zafarse rápidamente.

Cuando el hombre del bosque se giró para contraatacar con su hacha vio como Ella se abalanzaba sobre la criatura y con un poderoso ataque lograba hundir el filo de su hacha en el pecho de aquel maligno ser. El golpe había sido tan brutal, que la criatura cayó despedida de espaldas contra el suelo pero ya estaba muerta antes de tocarlo. Allí quedó tendida, sin vida, mientras Mungo se sumaba al grupo para defender a Balmut. No había sido necesaria mayor intervención.

A sus espaldas, Farald se veía sorprendido por otra de las criaturas que habían surgido de las sombras. Grimrow salió a su encuentro espada en mano, pero el Labio Maullador alzó un brazo para defenderse y logró desviar la hoja. Krôlin se sumó a la pelea, pero la estrechez de los pasillos dificultó sus pasos y su golpe se quedó demasiado lejos de suponer una amenaza siquiera para la criatura. En ese momento, aquel ser emergido de las profundidades más oscuras de aquella cueva, se lanzó sobre Grimrow con la sorprendente intención de intentar morderlo. Mostrando unos terribles dientes afilados y una apestosa boca neguzca, la criatura intentó morder en el cuello al hombre del Lago, pero éste logró esquivar el ataque con ayuda de su escudo y repeler a la criatura de vuelta a su posición.