Partida Rol por web

Una vez llegaron a la finca, el monje Zerebos se separó un tanto de la órbita grupal en que se había inserido todo el trayecto. Su percepción requería calma y silencio. Con ello, sus sentidos se agudizaban enormemente. Volteó la edificación y sus alrededores, buscando por mayores y menores deficiencias de esta en sus fachadas. Especialmente observó cómo las puertas y ventanas habían sido tapiadas con posterioridad. Había alguna de ellas aún con clavos nuevos no oxidados por el paso de los años y las lluvias? Se escuchaban respiraciones, palabras o chasquidos de maderos del suelo en su interior? Podía encontrar algún tipo de rendija o ventanal inferior que conectaba el exterior con algún sótano?

Los materiales de la finca estaban calcinados en su superficie; un incendio devastador habría asolado la finca de los Irrica. ¿Quién les hubiera querido tan mal?

Buscó el grupo de maderas más sueltos para decidirse a abrirlos, lo menos ruidosamente y más sutilmente posible (a poder ser cerca del suelo, donde aún algunos matojos y altas malas hierbas podrían ocultar posteriormente el allanamiento), y se dispuso a entrar, avisando a Jiro y a Jarlan...

Si para colmo de no estar entusiasmada con la visita a una casa en ruinas, el viaje hacia la finca de los Irrica le había parecido el más tedioso en años. Dormitaba encima de uno de los caballos.

Espero que haya algo algo de acción a partir de ahora, si no no me va a quedar otra que entablar conversación con uno de estos, o peor: contigo. Agachó la cabeza apesadumbrada. 

*Me temo que vas a tener que aceptar cualquier situación a la que te toque enfrentarte, Circe.* 

Haciendo gestos con la mano se burló de la espada, para acto seguido descender grácilmente de la montura. Un tanto despreocupada escuchaba lo que había recabado Jiro durante el trayecto.

Así que una potente magia sobrenatural...  Murmuraba mientras mantenía la mirada en la edificación. Quizá algún resquicio sea aún perceptible.  Sus ojos se tornaron color cyan a la vez que pronunciaba unas palabras.*

Jiro se acercó por detrás junto al resto. Trató de estar atento a los sonidos. Viendo que el monje tomaba la delantera fue tras él, quería estar cerca por si resultaba herido. Entendía que todos entrarían salvo el extraño Mercorian que era el menos protegido.

El ruido de las maderas que arranca Zerebos es lo único que oyes.

Te parece escuchar uno o dos pasos dentro de la casa. Pero no estas segura.

Quizá fuese un presentimiento o imaginaciones suyas, pero del interior de la residencia parecía provenir un sonido casi imperceptible, similar a unos pasos, como si alguien - o algo - se encontrase una de las habitaciones. Por ello, se apresuró a informar sus compañeros, en especial a Zerebos, que se encontraba a punto de acceder al edificio. 

El de la barba, ándate con cuidado al retirar esas tablas. Tengo la impresión de que pueden estar esperándonos ahí dentro, así que id preparados en caso de que así sea. O... haced lo que queráis, mientras no salgamos mal parados ni mi espada ni, especialmente, yo... Se miraba las uñas, esperando encontrar algún defecto por octava vez ese día.

Como si supiera lo que de verdad estaba haciendo, desenvainó su arma y esperó una respuesta del grupo. 

Antes de que el monje pudiera retirar los tablones, el clérigo decidió detenerlo, colocó para ello una mano en su hombro.

- Puedo ver lo que hay al otro lado*, necesitaré un minuto de tiempo. Si saben que venimos les va a dar tiempo igual a prepararse así que puede ser lo mejor.

Pensando que podrían obtener alguna información útil se dispuso a concentrarse, tratando de que sus sentidos fueran más allá de aquella barrera. Quizás eran simples animales lo que esperaba allí dentro pero tampoco quería desaprovechar sus poderes divinos si podían facilitarles alguna ventaja.

Jiro estaba examinando la puerta, quizás nos estábamos pasando de precavidos, pero este lugar no me daba buenas sensaciones así que seguiremos de esta manera, todos menos Circe claro que parece que todo le causa hastio, sin duda tiene habilidades pero parece que se esfuerza mucho por ocultarlas.

- Esperamos tu señal Jiro.

Mientras vigilaba los alrededores, todo el mundo le decía que era un poco maniático, pero mientras no le pillaran por sorpresa para él estaba bien.

Durante la reunión consideró que no fue necesario realizar más preguntas, después de todo los objetivos fueron establecidos con claridad y ahora quedaba simplemente llevar a cabo la arriesgada expedición. Fueron dos semanas de viaje, en que tal vez las conversaciones no dieron pie a algo espontaneo por el estrés que suele generar el mantener una mente enfocada con un solo objetivo fijo.

Recibieron las indicaciones de donde encontrar a Beckett y sin más emprendieron avanzada hasta llegar al lugar. Descendieron y el estaba preparado con su bastón para combatir en caso de ser necesario, posando sus cinco sentidos en aquel lugar ante la mínima señal de peligro.

Al avanzar se posiciona cerca de Circe, observando como Zerebo y Jiro se adelantaron para ingresar al lugar. Escuchando la advertencia dada por la Magus

-Lo mejor será movernos con cautela, por algo la señorita Circe ha dado esta advertencia-.

Manteniendo su alerta a pesar de considerar que uno de ellos inevitablemente deberá convertirse en cebo del enemigo para estudiar de mejor manera a lo que están por enfrentarse. Concluyendo que su mejor opción será preparar un ataque de proyectiles mágicos al momento de aparecer una amenaza directa.

Después del primer crujido al empezar a quitar maderas de una de las ventanas traseras, Zerebos nota la mano en el hombro de Jiro pidiendole unos instantes.

Este coloca la mano en el muro y se concentra, tras la advertiencia de Circe.

Jarlan y Melcorian permanecen atentos a posibles ataques mientras.

Tras un minuto Jiro suelta la pared y susurra.

- Veo una sala grande, sucia, con restos de muebles rotos por el suelo. Restos de un incendio de hace tiempo. Un enorme cuadro de un noble, dos grandes escaleras que ascienden al piso superior y cuatros puertas.

Viendo todo aquello y que semejaba una sala normal, no parecía haber inconveniente alguno para continuar.

- No parece haber peligro, entremos y vayamos puerta por puerta. Si en algún momento notamos algo raro puedo otear a través de nuevo.

Aclaró al monje que era quien tomaba la delantera.

Ya han logrado entrar, de momento parece que el interior está lo bastante entero como para ir por dentro, pero tendremos que avanzar con cuidado no vaya a caerse algún muro encima nuestro.

- Pues registremos, no arrimarse mucho a las paredes que lo mismo están en mal estado, si hay algún rastro Colmillo lo olerá.

La inusual intranquilidad del monje Zerebos le había sorprendido hasta a sí mismo. El rastro del recuerdo de su hermana le había sido extremadamente presente las últimas noches. La mano de Jiro le recordó que, aunque sus propios sentidos no parecían haber detectado sonido alguno en los intersticios de la casa, podría haber eludido alguna señal. Si bien no había hablado mucho a lo largo del viaje, había tenido un par de conversaciones agradables con el clérigo. Tras el comentario de Circe, Jiro postró su mano en el muro colindante a la ventana donde el monje había detectado los tablones más sueltos del alrededor del edificio, también asestado al marco de la antigua ventana con clavos relativamente nuevos.

- Adelante -dijo en voz alta pero casi susurrando a sus compañeros, mostrando la apertura en la ventana, habiéndo sacado cinco tablones para poder acceder encorvados a la finca-, no nos demoremos. Mas paso atento, pues cualquier chirrido que produzcamos, cualquier mota de polvo que eliminemos, marcará nuestro rastro aquí. Quizá deberíamos otear primero las cuatro habitaciones del piso inferior antes de subir arriba. 

Zerebos observó el cuadro del noble, un Irrica. Buscó asimismo en el pavimento, con restos incinerados de mobiliario de buena casa. ¿Habría algún objeto entre los restos? Registraría la primera sala, dado que sus compañeros parecían acceder a la gran sala uno tras otro...

Circe observa el salón tras lanzar un hechizo, mientras los demás permaneis atentos ...

Repentinamente, la figura del cuadro parece animarse y empeza a hablar.

- ¡TÚ! ¡NO TE ATREVAS A ENFRETARTE A LOS IRRICA EN NUESTRA PROPIA CASA! ¡GUSANO! ¡ATENTE A LAS CONSECUENCIAS!

Murmura cuatro palabras que no entendeís, y una figura hecha de oscuridad empieza a formarse.

De poco servía que pudiera mirar dentro de las salas si el mobiliario del lugar estaba maldito. ¿Iba a pasarles esto a menudo? Esa figura que les hablaba era un Irrica y conocía a quien les estaba atacando.

- ¿A quién le hablas, Irrica?

No esperaba recibir respuesta, tan sólo se preparó con su martillo por si tenía que emplearlo. Se manifestaba una sombra y significaba que estaban enfrentándose a lo sobrenatural. A una mansión encantada. Suspiró disgustado, no era el tipo de aventura que quería aunque ya no había más opciones que emplearse a fondo.

Lo que era una casa abandonada y sola resulta que es más animada de lo que parece.

- Coño, un cuadro parlante! Ya lo que me faltaba por ver!

Esa cosa podía ser peligrosa, sería sólida? Daba igual, aferro su espadón mientras Colmillo permanece a su lado, seguramente sus compañeros con más conocimientos arcanos sabrían que hacer.

Una vez dentro, el paso del tiempo se hacía aún más patente. Todo mantenía cierta armonía salvo una cosa: el cuadro del noble que había mencionado Jiro.  Un mal presentimiento recorrió su cuerpo en cuanto puso un pie en el interior. 

Hay algo en la cara de ese tipo que me da mala espina...

Y como si de una premonición se tratase, el Irrica del retrato cobró vida para invocar ante ellos un ser de oscuridad. 

¡¿A quién llamas gusanos?! ¡¿Eh?! ¡¿Lo dices tú, que tu familia está extinta y ya no sois nadie desde hace años?! 

Quizá se tomará demasiado a pecho aquellas amenazas. 

Así que esto es lo que llevo sintiendo desde que llegamos.