Partida Rol por web

Cuando parecía seguro y, es más, cierta alegría al encontrar a uno de los mineros vivos, me acerco a él mientras caminaba a grandes zancadas, haciéndome tener que, casi correr a ratos, para mantener el ritmo

Yo soy el padre Beltrán. Con quien has tenido el places de hablar es Goyo, guardaespaldas de la Dama Jimena comento señalando a la Dama. El caballero es Teodoro de Torre Quebrada, y ese de ahí es Aritz, un trampero.

Parece que los designios del señor hicieron que aquí nos juntarámos, pues en la mina entramos para guarecernos de un tremenda tormenta. 

Que ahora empiezo a entender por què murmuro para mí, mientras miraba hacia arriba durante unos segundos antes de volver la atención al minero el caso es que al adentrarnos buscando el calor cuando hayamos la capilla, o zona de descanso, donde encontramos al sacerdote mal herido, rodeado de sangre y vísceras. En su lecho de muerte nos pidió que salváramos a los mineros, pero nada sabíamos de que la mano de Lucifer había tocado de esta manera la questa mina.

Cada vez estoy más seguro de que nos ha reunido para combatir y erradicar el mal que se adueñado de este lugar, y alejemos al maligno de nuestra tierra.

Dejo que el padre Beltrán le explique al minero nuestras desventuras. Gruño malhumorado al ver que el barbudo minero no tiene más idea que nosotros para salir de este entuerto. Miro a lady Jimena a ver cómo va. A estas alturas su vida no me importa tanto como la mía y estoy un poco cabreado con ella por haber insistido en meternos en esta ratonera. Maldita suerte.

Sigo al minero en silencio y con el hacha y el escudo preparados.

Teodoro hizo un breve saludo al escuchar su nombre de boca del párroco. Ante la imposibilidad de volver atrás se colocó tras el minero y le dijo -Avancemos pues, et que Dios nos de fuerzas para nuestro empeño.

   Avanzáis por el tunel minero, hasta llegar a lo que parece una caverna, donde podéis tener algo más de espacio. Durante la excavación de la mina, parece ser que los mineros encontraron esta oquedad natural en la montaña por cuyo centro corre un arroyuelo de un lado a otro, formando una pequeña charca natural en el centro de la misma.

   Para aprovechar la existencia de esta corriente de agua, parece que se decidieron a crear aquí una forja para reparar los materiales de excavación y tal vez comprobar la solidez del hierro que se extrae de sus vetas. De esta forma, dentro de la corriente de agua hay un pequeño molino de agua que, mediante un sistema de contrapesas y poleas, debe de mover una gran maza de metal sobre un yunque que sirve de martillo pilón, ya sea para triturar el mineral o para dar forma al metal a base de golpearlo. Junto al molino, hay una fragua para calentar el metal.

   Naturalmente, ahora mismo la fragua está casi apagada y el molino está parado, pues si había herrero que trabajara aquí, ningún rastro de él se ve en la caverna. Una luz lejana parece indicar que el tunel minero continua, pasando esta caverna.

Al final de la galería, una pequeña herrería aprovechando un pequeño salto de agua subterráneo, algo muy típico de nuestra profesión.

- Antes de nosotros ya estuvieron equí otros. Paez que no hay demasiado que aprovechar, ta to parao, y lo que queremos ahora ye salir d'equí - digo mientras compruebo todo el material de herrería -. Deberíamos tar muy necesitaos para poner en marcha esti yunque, ye posible que las vibraciones de los golpes hagan que se formen más derrumbes.

Continúo caminando hasta el otro lado de la caverna para proseguir con nuestro camino, quizá a la libertad. Es nuestro último camino.

- Entos Padre, ¿quien yera esi sacerdote malherido, no tengo recuerdu de su presencia nel pozu - le pregunto al párroco -. Y ¿qué vos paso con les escaleres?-

Teodoro escuchó con educación lo que el minero comentaba, pero sin entender ni jota. Tampoco le interesaban demasiado las herramientas con las que no sabía ni lo que hacer, así que asintió para no parecer estúpido y pregunto -¿Avanzamos entonces?

-Avancemos a ver dónde nos lleva el minero-escupo al suelo y me encojo de hombros-tampoco tenemos muchas más opciones.- ​Digo resignado, sin perder de vista al minero que no me fío un pelo de el. Que hasta ahora todos estaban muertos y el extrañamente vivo, quien me dice a mí que no es el culpable de que los muertos se levanten y a lo mejor nos lleva a una muerte segura.

Me encojo de hombros, un tanto avergonzado ante la pregunta del minero

pues no nos dijo su nombre el capellán. Con las pocas fuerzas que tenía nos alentó a salvar a los mineros, poco más pudo decirnos.

mientras caminaba junto al resto, fui pensando en cuál sería su nombre. Si salían de allí con vida, debería de haber registros de los trabajadores que había allá abajo, y seguro que figuraría.

   Tras entrar en la caverna, Xuan Calleja y Beltrán hablan brevemente, mientras Goyo el Don Teodoro sugieren continuar.

   Estáis a punto de poneros en marcha, cuando la fragua, casi apagada, de repente se ilumina al avivarse las brasas, sin que el fuelle le de aire ni se mueva. Una llamas salen de las brasas recién reanimadas ¡y las brasas saltan de la forja en todas direcciones!

   - Socorrro, ayuda.- Una de esas malditas brasas ha ido a caer en.. en... ¡justo en el canalillo!

   Por si la situación no fuera suficientemente bochornasa, otras caen en mi vestido y empieza a prender fuego mi falda.

   - ¡Ayudadme, por favor! -

Primero me sonrío al ver el canalillo en llamas y voy presto a apagarlo, de paso toco un poco de carne. Cuando el vestido se pone en llamas lo rajo, aunque sea indecoroso más vale una noble semidesnuda que no muerta y la hago rodar por el suelo hasta que el fuego se apaga. Una vez apagado el fuego agarro a la señora por la cintura y la miro fijamente con mi bonita -¿Está bien señora?-después escupo al suelo y poco a poco, cuando va recuperando la dignidad aparto la mano de la cintura, muy lentamente y saboreando cada instante.

Tan tranquilamente estamos hablando, de repente, de entre las brasas, surge una llamarada junto a una pequeña explosión que proyecta algunas brasas. Pongo un brazo delante de mi cara para protegerla, y doy un salto para atrás para evitar algunas brasas, pero parece que no todos hemos tenido la suerte de evitar esos fragmentos voladores.

Más concretamente la mujer que viaja dentro del grupo, esa que parece una señora bien, recibe uno de los trozos directamente en el escote y comienza a pedir ayuda, su guardia se echa sobre ella, para quitarle el pedazo llevando sus manos a la carne donde ha caído el pedazo y rasgando las ropas que han recibido el impacto de otros.

- ¿Que mi manto fue eso? En la mio vida vi yo un fueu comportase de forma tan extraña - digo -. Venga, vamos continuar, quedanos equí nun va a traenos na más que desgracies.

Desde el otro extremo de la sala, agité la mano invitando a mis improvisados compañeros a acompañarme en el siguiente tramo. Lo que está sucediendo es, sin duda, extraño e inesperado. Casi hubiera preferido que la mina hubiera sido tomada por el cuélebre antes que tener que presenciar sucesos tan extraños como los que me habían contado los extranjeros.

Teodoro vio con horror como las brasas se avivavan e iban a caer a Lady Jimena, y cuando estaba presto a socorrerla vio como Goyo se adelantaba y se aprovechaba de ello como buen villano. Iba a darle un sermón sobre lo que no deben hacer los villanos con los nobles que Dios ha dispuesto que manden sobre ellos, cuando volvió a acordarse de la situación en la que estaban. Ahora ya no había señores y vasallos si no vivos y muertos, así que no tenía sentido crear discusiones en el grupo, por lo que soltó un - Disculpate con la señora por esos tocamientos et prosigamos el camino antes de que salgamos todos fogareados* desta sala.

Miro al caballero con una medio sonrisa, escupo al suelo y me quito la capa y cubro a la señora-​¿Disculparme de qué? yo sólo he apagao el fuego.-​Niego la mayor sabiendo que en otras circunstancias me habrían dado de latigazos, pero ahora, entre la vida y la muerte soy muy necesario y no podemos andarnos con hostias. Vuelvo a escupir al suelo-¿Nos movemos?

   ... ¿nos movemos?....

   Apenas se ha apagado el eco de los últimas palabras de Goyo, cuando una súbita ráfaga de viento hace girar en redondo como una peonza* al minero Xuan Calleja, al mismo tiempo que levanta las faldas a Lady Jimena Gijón**, ráfaga que sigue su camino y se remolina alrededor del párroco Beltrán ¡elevándolo por los aires ante vuestros ojos! El viento lleva dos o tres varas en diagonal al buen párraco... para desvanecerse. Beltrán cae en un montón de lo que era ceniza y escoria de la fragua, ahora fria y mojada forma una especie de barro putrefacto en el que se hunde sin daño salvo para su honra.

    Mientras el párroco alza la cabeza y se levanta de la pila de barro y ceniza, Xuan deja de girar y roja de vergüenza Jimena intenta recuperar la dignidad una risa burlona resuena en la caverna y en el centro, arrastrando briznas de musgo podrido y ceniza mojada os parece distinguir un par de ojos en medio de masa una de aire y viento que gira sobre si misma, como si tuviera vida propia.

   La impresión es demasiado fuerte y todos sentís como vuestras creencias cotidianas cecen ante el empuje del mundo irracional...

-No se preocupe, Goy... ¿¡Virgen Santa, qué está pasando!? -exclamó asustada la noble dama. Se había ruborizado por los efectos del aire aunque el efecto duró poco puesto que empalideció al ver aquella extraña nube que se había formado.

Apenas he dejado la capa sobre los hombros de la señora y pasa la cosa más extraña que haya visto en la vida....quitando que los muertos se levanten claro. TOmo el hacha y el escudo y miro a los ojos a lo que cojones sea eso. Escupo al suelo y pregunto-¿Quién eres y qué quieres?-NO es que tenga muchas ganas de parlamentar, soy más de ataque directo y reventar al enemigo a hachazos, pero me da que en esta situación no va a ser posible. Mientras espero respuesta de la criatura giro un momento la cabeza y digo no muy alto a la señora y al resto-Salid cagando leches

Teodoro no podía creer lo que estaba viendo, el viento estaba cogiendo forma y parecía ser agresivo, así que dejó de pensar en la estéril discusión de si Goyo se había o no excedido en su trato con la señora y gritó un -Todos al tunel donde podemos bloquearlo -  y corriendo se internó una veintena de pasos, tras lo que desenvainó el arma y se dio la vuelta por si a "eso" se le ocurría seguirlos tunel adentro.