Partida Rol por web

Álvar traga saliva ¡Pues claro que quiere entrar! Si continua fuera más tiempo, va a morir congelado; Está seguro. Sacudiendo sus temores con un movimiento de cabeza, da un paso dentro de la majada, pero... Un momento... Álvar se ha dado cuenta de algo, y con el pie derecho suspendido en el aire a unos centímetros del suelo de la majada, clavó la vista en la nieve, y sigue con sus ojos el objeto de su interés hasta lo alto del monte.

Su rostro adquiere una tonalidad cadavérica al comprender lo que está viendo "non pué ser... Ninguno non irie allá con aquesta nevada..."

Es entonces cuando vuelve a mirar a sus dos compañeros y se detiene un momento a buscar las palabras que ha de decirles.

—Mikel... Pelayo... Miren vuesas merçedes que... que cuido ver pisadas en la nieve... que exien d´aquís mesmo y suben allá al monte. Non tengo que sea husaje de aquestas tierras troçir por la elada en trasnochada. mucho es huebos de trancar bien el uço, pues quizás la comehombres anda aprés daquís...— Se sorprende así mismo desviando continuamente la mirada hacia todos los rincones de la majada, e incluso vigilando su espalda.

El sudor frío que brota en su frente empeora su sensación térmica, y no le queda más remedio que entrar en la majada...

Una vez que mi compañero las señala, son nítidas las huellas  - ¿como se me han podido pasar?, vaya despiste - lo cual, unido a la advertencia del lugareño da una nota lúgubre a la zona.

Cierto, lo mejor será que entremos y cerremos la puerta bien. Haremos guardias, yo haré la segunda. Ahora cenemos y descansemos lo que podamos. Al menos estamos bajo techo y con fuego.

Y sin más, me dispongo a sacar algo para cenar, mientras me acerco al fuego para quitarme la humedad de los huesos y entrar en calor antes de dormir. Si me toca la segunda guardia, mejor que aproveche todo el tiempo posible para descansar.

Pelayo apeló a la segunda guardia mientras la revelación de las huellas en la puerta de la majada hizo pensaros la situación. Mikel, voluntarioso, hizo la primera guardia. Antes de dormir, tomásteis unos troncos, hicísteis un fuego y comprobásteis que la chimenea expulsaba el aire correctamente. Aquello os parecía un lujo. Pelayo marchó hacia la puerta y corrió otro cerrojo que había por dentro. Era grueso y fuerte, por lo que por la entrada, al menos, nadie podría entrar. Y en estando uno en el jergón y otro en el suelo, que comenzásteis a dormir. Mikel comenzó la guardia.

La nieve seguía cayendo fuera.

Aaaah, ¡aaaaah! -gritos...- ¡Aaaaaaah! ¡Uuhhhhhhgggg! -los gritos no cesaban-. Et que en tu guardia los oías, no muy lejos de la cabaña, como si estuvieran monte arriba, más arriba de la choza. No eran lo suficientemente alto para que despertaran a una persona, pero tu allí, en medio de aquellos parajes y en completo silencio, los oías con claridad. Eran como... gritos de auxilio.

Cuando oí los gritos desperté a mis compañeros sin muchas sutilezas-¡Escuchad!¿Qué es eso?- Sabía que podían ser los ruidos de la noche, pero quería estar seguro. Si era el Mateo no creo que saliera de esta.

Cuando me despierta mi compañero, me parece que sólo han pasado unos segundos desde que me quedé dormido. Aún medio dormido, me pongo en pie y trato de aguzar el oido para escuchar los ruidos a los que se refiere.

Álvar distó mucho de tener un sueño tranquilo. Más bien fue convulso y lleno de oscuras y horribles entidades que lo acechaban. Por ello, cuando se despierta bruscamente a la voz de Mikel, en lugar de molestarse por la interrupción, agradece desde lo más hondo de su ser haber sido arrancado de las garras oscuras de las sombras que lo acechaban en sueños. 

Con todo, precisamente ese sueño tan inestable y ligero que estaba teniendo le ha capacitado para oír y procesar claramente las palabras de Mikel. ¿Escuchar? ¿Es que se había oído algo? Salir de una pesadilla para caer en otra; Su suerte no hacía más que empeorar.

—¿Oír? ¿Qué? ¿Do? ¿Será la comehombres?— La voz del goliardo tiembla mientras se incorpora en el suelo y tantea a su alrededor en busca del cuchillo.

Está terriblemente asustado.

Aaaah, ¡aaaaah! -gritos...- ¡Aaaaaaah! ¡Uuhhhhhhgggg! -eran como alaridos de dolor-. Mikel, que había estado poco tiempo de guardia, no se inventaba nada, y aquella tranquilidad acogedora de la cabaña permitía que dichas voces viajaran a través de la gélida ventisca hasta vuestros oídos. El sonido procedía de no muy lejos, aunque bajito por cierta distancia. No debía estar muy lejos de vosotros.

Las voces no cesaban.

Parecen gritos de dolor - mientras me apresto a ponerme la capa y prepararme para salir - Tenemos que salir a ver. No sería de buen cristiano dejar a alguien sin auxilio.

Una vez abrochada la capa, preparo el arco y coloco una flecha en él, sin tensar, lista par disparar. - Pero salgamos preparados - les digo a mis compañeros con un gesto que quiere ser una sonrisa y que espero que no se quede en una mueca.

Me encojo de hombros ante lo que dice Ramirez. No estoy yo muy convencido de ir a lidiar con lo que está causando ese sufrimiento. Bien podría tratarse de una lamia o algo peor, que en los bosques de noche ya se sabe que moran criaturas extrañas. Aún así cojo mi capa y mi hacha, puede que el Mateo tenga suerte.

Antes de salir me encojo en una esquina, me froto un ungüento en los ojos y digo-Otsoa begiak- Acto seguido me cubro con la capucha sin dejar ver mi rostro.

La mente de Álvar está dividida. No. No quiere salir de la majada. De ninguna manera, pues ni siquiera está convencido de que esas desvencijadas paredes les protejan de lo que acecha en el exterior. Por otra parte, parece que sus dos compañeros y principales garantes de su bienestar físico están dispuestos a salir, y no seguirlos implicará quedarse a solas en ese oscuro refugio a la espera de que algo pueda entrar a por él.

La resolución no se hace esperar, pues comprende que el sitio más seguro del que puede disponer ahora mismo es aquel punto cerca de esos dos hombres de armas.

—Albriçia, Álvar, ca la muerte aún tarda...— Susurra para sí, para infundirse valor.

Aquel verso era parte de una canción que su madre le cantaba en el lecho para que durmiese, y la creyó. La creyó con todas sus fuerzas, pues la muerte parecía lejana en aquellos días. Ahora que la nota tan cerca, necesita creerlo con más fuerza que nunca.

Repitiendo ese hechizo para sí, se levanta, tambaleante, con su daga en la mano, que tantas veces le ha valido la salvación en peleas callejeras, y traga saliva, listo apra salir fuera detrás de sus compañeros.

En medio de las deudas de Álvar, Míkel se puso la capa justo después de frotarse los párpados con los dos dedos, como si tuviera algo untado en ellos. Apenas dejó ver su rostro al salir afuera, y Pelayo y el goliardo fueron tras él. Los tres salísteis quedando el fuego encendido (al menos al volver tendríais la cabaña calentita) y notásteis el cortante frio de la ventisca. Al mirar por el camino que habíais venido, notásteis que estaba cubierto de nieve, y su descenso era impracticable. Claro que, los alaridos venían de arriba, y yendo como en contra del tiempo subísteis monte hacia arriba.

Iba en dirección a los gritos buscando el camino mas corto, si había un rastro dejé a mis compañeros que lo siguiesen y yo voy a su lado. Caso de no encontrarlo ninguno de nosotros sigo caminando en dirección a los gritos. Hacha de batalla en mano, preparado para lo que pueda suceder.

Pelayo dejó que Mikel se adelantara un poco, confiando en cubrirle desde la retaguardia con su arco si surgía algún problema. Observó con detenimiento la suelo, tratando de detectar los rastros que les condujesen hasta los gritos.

Fuera el frío es glacial, y Álvar hace lo que puede para arrebujarse en sus ropas, a pesar de que pronto queda claro que es un esfuerzo fútil. Bufando, aferra su daga con la mano derecha con tanta ansia que sus nudillos pierden el color de la carne. La sostiene frente a su rostro, mirando el filo como hipnotizado, porque sabe que si lo que quiera que haya allí corre hacia él, eso sería lo único que se interpondría entre él y la muerte.

Durante un momento respira hondo y casi consigue convencerse de que sus temores son infundados, y que tal vez ese campesino perdido se había asustado al verlos dentro de la majada y había huido gritando monte arriba, al ver que el descenso hacia la aldea era imposible por la nieve. Pero sólo durante un momento.

—Grado a Dios Padre ca asista nos... ¡curie vos, Mikel, Pelayo, non sabe mus la cueta que avrá arriba!

Álvar no tenía especial interés en subir...¡subir y subir! ¡qué despropósito, con la que estaba cayendo!, la nieve cada vez era más espesa, y los tomos a uno y otro lado de la vereda hacían complicado el ascenso. De hecho, Míkel perdió enseguida el rastro que habían comenzado a subir, mientras que Pelayo, quizá un poco más experimentado en ésto de seguir huellas u olores, no dudó al observar aquel constante caminar.

Tras unos minutos de ascenso, los alaridos eran cada vez mayores. Llegó un momento que estaba realmente cerca, y vísteis un bulto recostado en un tronco grande de un árbol: era un hombre. Estaba allí, medio tumbado y malherido. Al acercaros, el hombre parecía vivo (gritaba, aunque no prounciaba muy bien... de hecho no pronunciaba), y no tenía pinta de leñador, con lo que el tal Mateo, razón del pequeño viaje, no parecía ser. Una vez junto a él éste se percató de vuestra presencia, abrió los ojos de sorpresa y vísteis que llevaba unos hábitos de clérigo. Su rostro y manos se estaban congelando por la nieve. Una de sus manos la tenía puesta en la boca, y entre sus dedos... emanaban hilillos de sangre.

Me aparté un momento, froté mi brazalete y dije-Egindako hotza- No hubo suerte la primera vez, de modo que un poco más cabreado vuelvo a repetir el proceso-EGINDAKO HOTZA-Esta vez si, la sensación de calor recorre mi cuerpo calentándome al instante. Me quito la capa y cubro al hombre. Miro en todo momento al suelo, rehuyendo las miradas de mis compañeros, se que mis ojos ahora son los de una bestia y no quiero asustar a nadie. Acto seguido doy mi hacha de batalla a Álvar-Sujeta esto-le digo sin mirarle. Y cargo al hombre sobre mis hombros para llevarlo a la majada, allí podremos intentar curarle.

Os extraña sobremanera la actuación de Mikel: no porque sea "buen samaritano" y entregue su capa al tipo ese, sino porque... no tiene frío y está cayendo una nevada monumental... Además, os aparta la mirada constantemente. Es sin duda, algo muy extraño (al menos vuestros PJ se extrañan).

ok