Partida Rol por web

Las palabras de Sichen hicieron reflexionar a Ulthor, quien se detuvo un momento. Luego intervino Darius. El arquero elfo asintió y se caló la capucha de su capa, convirtiéndose en simple humanoide en vez de en peligroso elfo. Dejaría, igualmente, que fuera el humano el que asomara primero, pero convenía echar un vistazo a los alrededores, por si el grupo se había perdido algo o había algún peligro que había logrado evadirse de la iglesia.

Oh, Moradin... ¿Es muy larga esa historia que estás contando?-Y mira al resto de aventureros para contestar a su propia pregunta con una suposición más que cierta-Sí, me parece que es muy larga.

En fila, el heterogéneo grupo va abandonando la sala y volviendo al pasillo. Atrás queda la vitrina y los trozos de tela con las que ataron el cadáver al pilar. Atrás también queda el cadáver.

Un momento... me parece que se nos olvida alto. Nah, impresiones mías.

Tras un infructuoso registro, mira a Ulthor y observa como abandona la sala con el humano. No le dice nada, pero le asiente a modo de aprobación.

- Esperad. Taluta sacará cadáver de este sitio. Y también deberíamos sacar armadura. Seguro que sacamos buen oro por ella

Se acerca al destrozado Vórtimer y se lo echa al hombro antes de seguir al mediano y el alcalde.

- Esperadme - dice el gnomo avanzando tras la (para él) gigantesca orca mientras la linterna remarca sombras en las paredes al son del movimiento - no tengo intención de salir hasta haber encontrado algo que valga la pena... vaya, quiero decir además de vosotros y el enano del techo.

- No me ha quedado claro si tenía aprecio a ese Gregor, pero no creo que deba preocuparse de un rescate porque le han matado - continúa diciendo tan pancho -a mi no me pareció más que un embustero, y además por su culpa perdí mi ballesta. Cuando ya tenía acorralado a ese bicho inmundo con mi martillo no se le ocurrió otra cosa que provocar una avalancha que nos empujó montaña abajo, y el muy cerdo se largó dejándome tirado...

poco a poco su voz se entremezcla con la del mediano, provocando extraños ecos que reverberan por la cavernosa estancia

Sichen y Drassil tienen las dos únicas linternas, después de que la de Darius se rompiese. El humano y el elfo avanzan a oscuras por las escaleras, guiándose con las manos en las paredes, hasta que llegan a la sala. Ulthor ya ha visto lo que había en ella y se limita a aconsejar a Darius que siga recto para encontrar la puerta. Se abre sin que las visagras chirríen, contrariando las teorías de Drassil cuando estuvo aquí. A pesar del óxido, son puertas que se usan a diario, y el propio párroco se encargaba de aplicar aceite con frecuencia.

Darius abre la puerta y la luz del mediodía resbala verticalmente sin cegarles. Aún así, sus ojos llevan un par de minutos en la oscuridad, y necesitan de unos segundos para acostumbrarse a la claridad. Una vez que su vista se adapta, obtienen la visión de la plaza del Yunque. Varias casas de piedra cierran la plaza, dejando sitio entre ellas a varias calles, más o menos pequeñas.

Hay gente. Unas quince personas. La mayoría enanos y humanos, con ropas humildes, de ambos sexos. Todas con miradas de preocupación, asustadas cuando vieron abrir la puerta por temor a lo que pudiera salir de dentro. Darius no es alguien demasiado conocido. No suele pasearse por las calles desde que hace unos tres o cuatro días llegase a Homlet. Las pocas personas que le recuerdan, explican a las demás que el humano solía acompañar a los aventureros contratados por el alcalde. Y la explicación, a modo de cotilleo, se extiende como un murmullo. Ulthor nota miradas de odio por ser un elfo, pero nada comparado con los insultos vividos en frente de la alcaldía. El miedo les vuelve mansos.

El centro de la plaza está presidida por un yunque sobre una peana de piedra, a modo de escultura artística. Como variedad a otras ocasiones, sobre el yunque descansa un animal muerto. Un gato, o una comadreja, es difícil de determinar, ya que está desgarrado e irreconocible.

Al cerrar la puerta de la iglesia tras de sí, ambos aventureros comprueban también que hay una gran aspa de sangre pintada sobre la madera, la misma señal que había en la casa de Cléquetto. En lugar de usar a Duribius, el guarda asesinado a las puertas de la alcaldía, parece que en esta ocasión usaron la sangre del bicho peludo que dejaron en el yunque para pintar.

Darius reconoce entre los expectadores a dos individuos: el humano Onzanio, aquel vendedor de objetos mágicos que vendió la capa y los anillos a Wilbur; y el mediano Willemberg, aquel tendero local que les ayudó a disfrazarse como elfos para asaltar el carruaje del recaudador de impuestos Gregor, en esa absurda pantomima para robar un cofre de carbón que el alcalde creyó oro.

Descendieron por las escaleras hasta una sala alargada, llena de bancos. En el extremo opuesto a las escaleras, había un púlpito desde el que dar misa. Sichen miró a la derecha desde el púlpito. Una puerta entreabierta parecía dar a un pequeño almacén. Del lado opuesto, a la izquierda, una puerta sin abrir que debía dar al dormitorio del cura.

Nadie tocará esa armadura. De momento... Tal vez Vórtimer hiciera testamento. No sé, algo en plan: "...y con mi vieja armadura, quiero que la vendan y construyan un orfanato". ¿Eh? ¡La armadura! La de la vitrina era su vieja armadura de la guerra, pero se paseaba por ahí con una coraza más de gala y menos funcional. Era de oro, o por lo menos forjada en una aleación rica en oro. Esa armadura si que era buena para vender. Oh, ya lo creo. Con eso saldaba yo todas las deudas del ayuntamiento con Hacienda. Jojojo...

Taluta posó el cadáver en la tarima y empezó a trastear con el juego de llaves que encontró en el interior del yelmo. La única con el tamaño adecuado para una puerta, era le mediana. Las dos pequeñas tenían que abrir cosas de menor envergadura. Aún así, la orca se quedó mirando las llaves sin saber cuál sería la correcta.

Gregor era del tipo de persona que sacaba de quicio a los demás. En toda su vida creo que solo le cayó bien a su madre, y solo en el momento de parirle, porque dejaba de cargar con ese repelente en el vientre. Aún así, Gregor era Funcionario Real. Los recaudadores de impuestos no mueren sin que los poderosos hagan preguntas y toquen las narices. No sé si me entiendes, Simur. Es un lío político con el que tendré que lidiar. Pero ese ya no será problema vuestro, sino mío.

El alcalde parecía más interesado en la nimia historia de Sichen que en el elocuente y tan bien explicado relato de los hechos que hacía Drassil. Sintiéndose ignorado, el mediano giró el picaporte y abrió la puerta, que no estaba cerrada con llave. Dejó así en agua de borrajas todo el ejercicio mental de Taluta buscando la llave correcta.

Por cierto... ¿Cómo murió ese idiota de Gregor?

En el interior había una cama. No un camastro, sino una cama de las buenas. Con colchón y todo. En una habitación más lujosa quizás también habría lucido un pomposo dosel. Lo que no tenía era sábanas, y la manta estaba arrugada en el suelo, como si alguien hubiese tirado de ella y la hubiese tirado a un lado. A los pies de la cama había un baúl, que se debía corresponder con una de las llaves pequeñas, y en el escritorio había un cajón también con cerradura, para la tercera llave.

-Maldición -masculló entre dientes el elfo- sería mucho pedir que alguien viera ese tipo de cosas, ¿verdad? ¿Nadie ha visto nada en plena mañana? Si quieres preguntar tú, a lo mejor no te apalizan. Voy a informar a los otros...

Dicho esto y dejando la puerta abierta tras de sí para disponer de algo de luz con el que bajar las escaleras, Ulthor se encaminó nuevamente a hablar con los demás.

ulthor, Avisa al alcalde de que suba aquí inmediatamente, no he de ser yo quien les de la noticia de lo sucedido abajo... Intentare tranquilizarlos hasta que volváis 

Creyendo que el elfo le ha oído se vuelve hacia la multitud para intentar ganar tiempo hasta que el alcalde se ocupe

BUENAS GENTES DE HOLMET!! - Dice volviéndose hacia la multitud, alzando la voz y ambas manos -  me llamo Darius, Darius Balzar, es normal que muchos de vosotros no me reconozcáis, pero trabajo para la alcaldía y por extensión para vosotros, el alcalde esta en el templo, y estoy seguro que subirá en pocos minutos para explicaros la situación como su posición exige. - Hace una pausa intentando calibrar los animos - Os rogaría que esperaseis unos minutos, muchas gracias.

Ignora casi por completo las palabras del alcalde, que sólo escucha como un susurro de fondo. El enano habla demasiado, y casi siempre de personas a las que no conoce. Ya en la habitación del cura, se acerca hasta el baúl y tras buscar algún posible mecanismo en el mismo, introduce las llaves pequeñas en la cerradura hasta encontrar la que corresponda. Tal vez sean para abrir otra cosa, pero parece que tiene sentido.

Disculpe, señor Balzar...-dice un enano acercándose con paso dubitativo hacia Darius-¿Porqué el párroco no ha abierto hoy la iglesia, como es habitual? ¿Le ha pasado algo?

Holmet intenta ignorar al enano viendo por encima de su cabeza en busca de la Autoridad. Según recuerda, la ciudad contaba con un algüacil (Esvatt), sus dos ayudantes (Barcliff y Nazarett) y los dos guardias que custodiaban día y noche la alcaldía (Guzmán y Doribius).

Esvatt y Barcliff murieron cuando llevaron la carreta a la mina, para recoger los cuerpos de los mineros zombificados. Tenían flechas primitivas clavadas en el cuerpo, casi con toda seguridad de la tribu de trogloditas terrosos que le han declarado la guerra al pueblo.

Doribius ha muerto esta mañana, ante la alcaldía, con marcas de garras en su cuerpo.

Guzmán fue a hacer un recado para Drassil, no se sabe muy bien a qué ni a dónde.

El único que queda es Nazarett, un humano recién ascendido a Algüacil con una pinta de despreocupado que no inspira mucha confianza. El poco diligente hombre debe de estar durmiendo la moña, porque no se le vió ni en el corrillo que se formó ante la alcaldía ni ante el corrillo que se formó en la plaza del yunque. En esa plaza, los ojos siguen clavados en Darius y en las respuestas que pueda dar de lo sucedido.

Dentro del baúl está el peto dorado al que Cléquetto hacía referencia. También hay dos pares de botas, un par de túnicas para oficiar misa perfectamente dobladas y una muda de ropa más de calle. En ese momento se escuchan pasos que vienen de las escaleras. Es Ulthor, con las últimas novedades del exterior.

Nuevamente, el elfo camina despacio y a oscuras. La iglesia tiene a los dos pequeños héroes moviendo sus focos al fondo. Taluta parece que está dentro de la habitación del párroco, y ha posado el cadáver del cura sobre la tarima del púlpito. El alcalde también sigue allí.

Ulthor regresó a la sala, saliendo del área de penumbras superior. Era portador de malas noticias.

-Alcalde, debería subir a calmar los ánimos. Darius está arriba tratando de hablar con ellos. No me pregunte cómo ni cuando, pero sobre el yunque de la plaza hay un animal muerto con la sangre del cual se ha pintado una gran aspa de sangre en la puerta de la iglesia.

 Taluta, deberías bajar el cuerpo de Vórtimer y subirlo arriba, que no quede aquí abajo, después saldremos a los alrededores de la iglesia en busca de algun rastro. Alguien de nosotros debería quedar siempre con el alcalde, ¿Jilokasina? Aunque viniera un impostor con malas intenciones, puedes ver el aura de la gente... deberías ir siempre con Clequetto y incluso sacudírsela después de mear.... - Drassil que hablaba mientras caminaba por la estancia siguiendo con su búsqueda de pistas se le erizó el vello de la nuca y se dió media vuelta alzando ambas manos - Osea es una expresión , no querría que la hermana de Lynn hiciera algo tan impúdico, de veras, ya sabes que a veces se me va la .... ah bueno

- Llega Ulthor y Drassil espera la salida de Clequetto mientras mira a Taluta esperando que suba a la capilla el cuerpo del enano en un pis-pas.... él mismo era físicamente imposible

- No se si os interesará, pero cuando llegué al pueblo el animal y la marca ya estaban ahí, y la puerta de la iglesia aún estaba cerrada.

mientras el gnomo hablaba registraba la habitación, en aquél momento había dejado la mochila en el suelo para levantar el colchón, después fue hacia el cajón y dio unos cuantos tirones intentando abrirlo.

- No es que me haya colado sin permiso, es solo que la gente del pueblo estaba preocupada por el cura. ¿Podéis pasarme ese par de llaves para que abra esto?

En cualquier caso, los enanos no dejamos que las elfas toquen el mango de nuestro martillo. Y esa sí que no es solo una expresión. Pero si necesitáis a alguien para seguir rastros os puedo recomendar a Parceo... Ahm, vale. No. No he dicho nada.

De acuero. Ya subo. No me miréis así.

¿Sabéis?-farfulló mientras se alejaba-La plaza del Yunque es un mote local para la plaza del Mercado. Como en cualquier otro pueblo, ese sitio es un bullicio desde primera hora de la mañana. Mi hermano ya debía estar muy lejos cuando toda esa gente se arremolinó curiosa en torno a la puerta ensangrent...

La voz de Cléquetto suena ya muy lejana como para entender lo que dice. Ha subido a apaciguar a su gente y comunicar el fallecimiento del viejo párroco Vórtimer. Mientras, entre las llaves que encontró Taluta, una sirve para abrir el cajón del escritorio. Allí se guarda un pequeño diario, una pluma y un par de tinteros. Pasando las hojas fugazmente, Sichen comprueba que está escrito con runas enanas. Es obvio, teniendo en cuenta al autor.

Lanza las llaves al gnomo y se acerca al cadáver del párroco para volver a cargar con él. Al parecer le han tomado por una mula de carga, pero teniendo en cuenta que todos son unos debiluchos lo puede comprender.

- Taluta vuelve ahora, va a dejar a cura donde le dicen

Sale por la sala con Vórtimer al hombro y lo deposita con poco cuidado donde le han indicado

Taluta y el alcalde suben las escaleras. En lo alto hay una habitación circular con seis estatuas de enanos. Taluta deja allí el cuerpo del alcalde. Cruzando una puerta llegan al centro del pueblo, una plaza con unas quince personas (humanos y enanos en su mayoría, aunque también hay un par de medianos). Darius está hablando con uno de ellos.

¿Porqué me contesta con evasivas? ¡¿Qué le ha pasado a Vórtimer?!

Tranquilo, joven... Cóluben te llamabas, ¿verdad? Bien, escuchadme. ¡ESCUCHADME TODOS! ¡UN ASESINO HA MATADO A SANGRE FRÍA A DOS DE NUESTROS VECINOS! ¡A NUESTRO RESPETADO PÁRROCO Y A DORIBIUS! ¡PERO NO VA A SALIR IMPUNE DE SUS CRÍMENES! HE CONTRATADO A UNOS AVENTUREROS PARA QUE LE DEN CAPTURA. RECORDAD EL TOQUE DE QUEDA. CUANDO ANOCHEZCA, CERRAD PUERTAS Y VENTANAS. NECESITAMOS DE VUESTRA MÁXIMA COLABORACIÓN. Willemberg, ¿puedes prestarnos una padiola para transportar los cuerpos hasta el muelle?

¿Gratis?-pregunta el mediano-Oh, de acuerdo.

Taluta comprueba que está todo como dijo Ulthor: la cruz de sangre en la puerta y el animalejo muerto en el centro de la plaza, sobre un yunque conmemorativo sobre peana de piedra.

Coincidiendo con la ausencia del alcalde, Sichen echa un vistazo al diario de Vórtimer y lo lee en voz alta. Al abrir una página al azar, los dedos le llevan a las hojas más desgastadas. Seguramente un capítulo de su vida que el párroco se ha obligado a leer día tras día durante mucho, mucho tiempo. El gnomo lee en voz alta:

Hoy de nuevo visité a mi amigo Ugberd. Su enfermedad sigue avanzando. Falta poco para que

la primavera deshiele la nieve que bloquea el camino y que podamos mandar a un mensajero

en busca de un clérigo más capaz que yo para curar a Ugberd. Falta aún menos tiempo para

que la Parca se lo lleve. Morirá en unos días. Pero solo habrá un hijo que le sobreviva.

Al salir de la alcaldía esta noche, vi a Martíl y Cléquetto discutiendo en una callejuela. Esos dos

desagradecidos ni siquiera son capaces de dedicarle un minuto a su padre moribundo. Cléquetto

lanzó un conjuro que hizo caer a su hermano mayor en un profundo sueño. Los ojos de Martíl me

miraron fijamente por encima del hombro de Cléquetto antes de que sus párpados se cerrasen.

Después Cléquetto lo apuñaló a sangre fría. La serpiente de ese caenita aprendiz de mago salió de

las sombras para comerse a Martíl y deshacerse del cuerpo.

Y yo ahora debo elegir. Mañana puedo presentarme ante Ugberd y darle la mala noticia... O callar,

que Ugberd siga pensando que la rivalidad entre sus hijos son solo cosas de niños, y que se vaya al

palacio de Moradin con el espíritu tranquilo.