Partida Rol por web

Entro en el local. No es tan distinto de los sitios que conozco. Básicamente lo de siempre; alcohol, chicas y juego.

Michael está en su ambiente y se le nota. Parece el amo del lugar y él se siente así, claramente. Sonrío cuando me ofrece el vaso de whisky y, aunque no me siento, lo cojo, hago un gesto con él hacia Michael como de agradecimiento y me lo bebo de un trago.

Pacho se me adelanta y le da las instrucciones, con demasiado detalle la última parte para mi gusto aunque no creo que nadie más le haya podido oir.

-Lo siento, Michael, es lo que dice Pancho, Jack nos quiere a todos fuera. Entiendo que te apetezca un poco de diversión...- comento mirando, descaradamente a la chica, de arriba a abajo -... pero esa parte tendrá que quedar para cuando acabemos lo que hemos venido a hacer- le digo sonriéndole

Mujeres, quién demonios las entiende...

Lonegan se sorprendió ante la decisión de Juanita de ir con Pancho, pero tampoco quiso darle más importancia. La prioridad ahora era encontrar al francés, resolver el asunto y cobrar lo prometido. Todo lo demás era secundario.

Cuando estaba llegando a la oficina, James salió por la puerta y le comentó que había dado con el paradero del francés, y que podríamos llegar allí en el mismo día. Así que Jack pasó a comentarle sobre los avances del resto del grupo.

-Está claro que esto es un pueblo pequeño y todos se conocen, porque todo el mundo ha conseguido información sobre como llegar a dar con la residencia del francés. Estábamos pensando en las posibilidades de qué hacer ahora que ya tenemos toda la información. Juanita y Pancho han ido a recoger a Maverick, que lo dejé echando una partida en el salón de juegos, mientras yo venía a ver que tal te iba a ti aquí en la oficina de correos. Si vamos ya, aun estamos a tiempo de reunirnos todos en el cuatro de picas y aprovechar para tomar algo y terminar de decidir que podemos hacer.

Podía sonar a invitación, pero tras terminar de hablar, Lonegan le hizo un gesto a McReady con la cabeza en dirección al salón de juegos y empezó a caminar en dirección a la entrada del local.

-Vamos pues-contestó James mientras echaba a andar-Por cierto. El tipo ese...parecía asustado al escuchar el nombre de "Bomont".

La llegada de pancho y Juanita arruinó la diversión de Maverick, que se vió casi arrastrado fuera del local sin poder recuperar ese último dolar del pecho de la camarera, mientras ella se despedía con un gesto de la mano, no especialmente triste.

Al tiempo que Maverick, Pancho y Juanita abandonaban de nuevo el local hacia la calle, McReady y Lonegan aparecerieron a su vez por la calle principal que daba hacia la estación de tren. Salvo por vosotros, la calle estaba igual de vacía que hacía unos minutos. Estábais a falta de un par de metros por reuniros todos de nuevo cuando una jarra de cerveza salió del Kaltes Bier atravesando una de sus ventanas, seguida por otra media docena de jarras; todas se estrelláron en el suelo de la calle haciéndose añicos y esparciéndo su contenido sobre la tierra seca que rápidamente drenó el líquido dorado. La calle se llenó entonces con multitud de gritos e improperios provenientes del destartalado saloon.

- Señores quizás no sea tan mala idea volver al casino y dejar que los ánimos se tranquilicen unos minutos ¿verdad? - sugirió Michael con una esperanzada sonrisa cuando las jarras empezaron a caer en la calle no muy lejos de ellos.

- Venga, os invito a un trago y esperamos allí, sólo serán unos minutos ¿si? - dijo intentándolo de nuevo. Más esperanzado. Como si sus propias palabras le alentaran de lo buena que era tal idea.

James se echó el sombrero para atrás y se pasó un pañuelo por la frente.

-Bueno...decidme que no tenéis nada que ver con eso de ahí dentro, por favor-dice James señalando hacia dentro-aunque tanto si es así como si no, será mejor que nos vayamos.

Salimos fuera del local, casi arrastrando a Michael y veo a Jack y James. Pero antes de que nos juntemos, un sonido de cristales rotos nos interrumpe. No es una jarra lanzada al azar, unas cuantas siguen su camino y no puede ser casualidad que todas acaben en la ventana ¿no?.

Hay una discusión en esa especie de cantina y Michael no pierde ni un segundo en intentar aprovechar la situación para lo que más le apetece ahora

-No. Salvo que Jack diga otra cosa, nos alojaremos del pueblo. Aquí tendremos problemas, estoy segura...- comento pesimista. Mi sensación como este lugar cada vez es peor

"Estoy deseando acabar con todo esto de una maldita vez"

-¿Para ir a dónde? Yo no he conseguido averiguar donde se encuentra la finca de "El Francés", y Beamount no se encuentra en el puebloooo.-

-Vive en esa finca, rodeado de sus hombres. Tenemos que averiguar dónde está..- Miro hacia el local en conflicto: -...aunque visto el percal, no creo que sea fácilito encontrar a alguien del pueblo dispuesto a cantar sobre esooo.-

James asintió.

-Pues venga, rápido. A los caballos. Yo tengo indicaciones de dónde está esa finca..."Le Parisienne". Un tanto vagas, pero creo que no nos resultará difícil seguirlas. Está apenas a unas horas en dirección a las montañas.

- Yo tengo indicaciones de dónde está esa finca..."Le Parisienne" - dijo James.

- ¿Y Jack? ¿no deberíamos esperarle? ¿quizás en el casino? - añadió con una sonrisa que parecía, más que otra cosa, un último gesto desesperado, casi una petición de auxilio.

Miró primero a James y luego a Juanita, que fruncía el ceño. Quizás por la ausencia de Jack, quizás por la insistencia, totalmente razonable por otro lado, del propio Maverick.

- ¿Si? - de forma resignada metió la cartera que había estado mostrando entreabierta, en el interior de la chaqueta. Por una vez que la suerte les sonreía desde que se había unido a la banda... desde luego aquellos tipos no sabían divertirse.

Jack escuchó al resto de sus compañeros, parecía claro que habría que ir a por el Francés a su terreno. Excepto Maverick, que seguía planteandose opciones de volver por el salón de juegos. Jack estaba decidido a salir cuanto antes a por el Francés, así que iba a dejárselo claro al resto. La ventaja podría ser el factor sorpresa, pues no debería tener la más remota idea de que iban a ir a su encuentro.

-No te preocupes Pancho, como dice James ya hemos conseguido la dirección exacta donde se encuentra "Le parisienne".-Jack se paró un momento, ante el vuelo de jarras de cerveza y la multitud enfurecida que salía del "Kaltes Bier", para luego continuar.-Y parece que en este pueblo es demasiado fácil buscarse problemas. Así que si estamos todos listos, iremos a visitar a nuestro viejo amigo a su finca y resolver todo este maldito asunto de una vez. Si alguien cree que necesitamos algo antes de salir éste es el momento, si no, vamos a por los caballos y salimos en dirección a "Le Parisienne".

Ignorando las sugerencias de Maverick y los aparentes problemas del pueblo, decidísteis continuar de inmediato hacia "Le Parisiene" en busca del Francés. Nada os interrumpió la salida del pueblo, salvo los incómodos gritos provenientes del Kaltes Bier que aumentaban en intensidad por momentos.

La cabalgada fue tranquila y sin incidentes. La tierra de aquella zona no era completamente seca, y cada poco rato aparecían setos y arbolillos cerca del camino, rodeados por pequeñas zonas de hierba. Tras algo más de una hora llegásteis a la cima de una colina desde donde pudísteis ver la hacienda de "Le Parisiene" en todo su esplendor. Sin duda era de los mejores terrenos de los alrededores; protegido en gran medida del clima a pocas yardas del pie de la montaña, de tierra fértil y verde, perfecta para cultivar o para el ganado.

Sin embargo no había tiempo de apreciar las tierras para admirarlas, pues el primer detalle que podía ver cualquier viajero incauto era que multitud de hombres rondaban por los límites y el interior de la finca. Aún sin pararos a contarlos, estábais seguros de que había varias decenas dispersas en pequeños grupos, abarcando tantos lugares de la hacienda como les era posible. Además, lla hacienda en sí era un terreno totalmente plano y muy abierto, con solo un puñado de árboles o pequeñas casetas desperdigadas a su alrededor; resultaría muy difícil conseguir acercarse sin ser vistos.

James se sacó un pañuelo y echándose el sombrero ligeramente hacia atrás, se secó el sudor de la frente mientra sobservaba desde lo alto.

-Vaya, vaya. Pues sí que se lo ha montado bien nuestro amigo el francés ¿Cuánta gente habrá ahí abajo?¿Veinte personas?¿Treinta? Espero que el Pierre nos eche de menos, porque de lo contrario podemos tener un problema. 

Michael resignado había cabalgado junto a los demás, intercambiándose a sorbos con Pancho una botella del mejor whisky, aquella con la que había invitado a Juanita y al mejicano pero que éstos no habían querido terminar en el local, con vasos, mesa y como caballeros.

No volvió a intentar volver al saloon, parecía claro que el jefe había tomado la decisión y a fin de cuentas aquel hombre le había salvado la vida en una ocasión y parecía ser el único capaz de hacerle volver a su tranquila y rentable vida anterior.

Cuando la hacienda quedó a la vista se limitó a silbar entre los dientes.

- Guau, señores, frente a nosotros hay poco menos que un ejército. Además apostaría... - se quedó pensando en esta úlima palabra. Cuanto más pensaba en ello más guapa le parecía la moza del saloon que había dejado atrás - estooo, que esos tipos son de la peor catadura. O mucho me equivoco o a los que les he ganado una pasta están ahí abajo, desean colgarme de las... - se quitó el sombrero - perdón señorita Juanita. Quería decir... colgarme, sin más.

- No creo que le hagan ascos a colgar junto a mi a cualquiera que pretenda entrar en la hacienda sin permiso.

- Añadiría que el señor, quien quiera que sea este francés, Pierre o parisienne o como quiera que le llamen, tiene un férreo control sobre sus hombres y sobre el pueblo entero. Habrá que buscar algún embuste para poder entrar ahí.

Por un instante pensó en sugerir volver al pueblo en busca de tal embuste, realmente creía que aquella sería una buena idea. Fulanas aparte. Pero el ceño de Lonegan hizo que se tragara la sugerencia antes de soltarla.

A Pancho no le gustaba nada lo que estaba viendo desde lo alto de la colina: -¡Hay señoooooorrr! ¡Esto es la guarida del coyoteee!- Había muchos hombres. Desperdigados, pero que acudirían pronto a ver que ocurría en cuanto escucharan un disparo.

-No lo veo nada claro. No señoooorr nooo.- La "falta de voluntad" del mexicano empezaba a hacerse patente: -¿Y no será mejor dejar atrás este asunto y largarnos con los bonos? Yo creo que en vez de plata vamos a recibir plomoooo...-

Miró a los demás miembros de la banda con cara de miedito, en espera de algún gesto de apoyo o aprobación que seguramente no se produciría.

Lonegan se quedó observando detenidamente todo lo que su vista podía abarcar de los terrenos que formaban parte de "Le Parisienne". Tenía la sensación de que se le estaba escapando algo, pero en general lo que tenían delante de ellos no le transmitía buenas sensaciones.

¿Factor sorpresa? ¡Y una mierda! ¿Cómo hemos podido ser tan estúpidos de pensar que sería una simple casa en medio de ninguna parte? El francés siempre pensaba a lo grande, y con este proyecto no iba a ser menos.

Desechando el seguir lamentándose por la situación, decidió que había que hablar sobre que hacer con el resto del grupo. Las circunstancias que teorizaban antes de salir de St. Elmo se habían vuelto bastante más hostiles, así que había que decidir con calma el siguiente paso a dar.

-Está claro que entrar por la fuerza sería un suicidio. Tenemos dos opciones, desde mi punto de vista: Una, tratar de llegar ahora hasta el francés de manera amistosa e intentar tener una conversación civilizada antes de que nadie desenfunde ningún arma. Dos, volver para St. Elmo e intentar buscar refuerzos. Por lo que hemos hablado con la gente no parecen estar contentos por como van las cosas desde que el francés se instaló por estas tierras, así que más de uno tendrá motivos para unirse a nuestra causa. La situación es complicada, no sé como lo veis los demás.

Tras explicar sus ideas, Lonegan se quedó observando al resto de sus compañeros, esperando sus respuestas.

Me subo al caballo casi de un salto. Estoy tan feliz por alejarme de este sitio que casi ni me planteo a dónde vamos, hasta que estamos allí.
Observo el tamaño de la Hacienda y a los que la cuidan. Y ya me está pareciendo bastante serio el asunto sin necesidad de los "añadidos" de Michael diciendo que le ha ganado al poker a aquellos con los que nos enfrentamos.
Me siento un poco como Pancho, pero lo atribuyo a que ambos llevamos sangre mexicana, supersticiosa y con falta de ambición. O así lo veo yo y no es como quiero ser.
Entonces Jack habla sobre cómo lo ve él y yo no puedo evitar inclinarme por la primera opción pero, sobre todo porque sigo sin estar segura...
-Alguien con toda esa seguridad guarda algo dentro, eso está claro y no creo que podamos entrar sin más. Pero sigo pensando que primero deberíamos probar a entrar por las buenas, sólo por confirmar que es el Francés... ¿Y si no es él? ¿Y si es y no nos recuerda? Acordaros de lo que dijo el del banco, a él no le reconoció... Puede que no sea Pierre, sólo alguien que se le parece y nos juguemos la vida para entrar ahí... para nada-

-No sé...-dice James-Si realmente nos la ha jugado, lo último que querrá Pierre será vernos por allí. Probablemente nos haga matar. Antes...o después de escucharnos. Yo le enviaría un mensaje por algún lugareño. Y a ver cómo responde. Aunque en realidad, solo conque sigamos preguntando por él en el pueblo, acabará sabiendo que lo andamos buscando. Cualquier cosa menos meterse en un sitio como ese sin saber como va a reaccionar cuando nos vea.
 

El viento mecía las ramas de algunos arbolillos cercanos mientras debatíais como actuar a continuación. A aquella distancia debíais de ser vagamente visibles, pero los hombres de la finca también deberían de mirar directamente en vuestra dirección para saber que había alguien allí parado. Mientras no os acercáseis más o hicierais algo que llamase la atención, por el momento estabais seguros de que no sabrían que alguien había pasado unos minutos cerca de allí.

Comenzásteis a escuchar ladridos de perro. Provenían de la finca, y eran lo suficientemente ruidosos para distinguirlos con claridad desde donde os encontrábais. Apenas duraron un minuto, y enseguida volvieron al silencio habitual, aunque aún con algún ladrido o aullido solitario que rompía de vez en cuando el silencio. La actividad de la finca no parecía alterada por el escándalo de los chuchos.

Te costó varios minutos, pero al fijarte en los movimientos repetitivos de las diminutas figuras como hormigas que se movían alrededor de la finca quedaste convencida de que el número de hombres rondaba los 30 indivíduos, divididos en grupos de 3 o 4 cada uno que, o bien vigilaban los límites del terreno, o bien se dedicaban a alguna tarea dentro de la hacienda.

Sin embargo, algo te llamó la atenció aún más poderosamente que el número de hombres que vigilaban los terrenos. A pesar de que hay terrenos de cultivo no han sido arados desde hace tiempo, tampoco reciben atención por parte de nadie en la hacienda ni tienen un solo fruto o planta aparte de malas hierbas que arruinan la tierra. Tampoco hay animales en los pastos, a pesar de tener cercados para que guardar el ganado, y un cobertizo para vacas, ovejas y animales similares.

Desde donde os encontrábais notabas un leve hedor a granja, por lo que debían de tener animales, pero te resultaba incomprensible el motivo por el que aquella cantidad de recursos con los que algunos buenos hombres solo podían soñar se estaba desperdiciando.