Partida Rol por web

Anélope se paseó en los alrededores del albergue. En un lateral había un cobertizo con algunas jaulas, en una de ellas había un pokemon ave al que rápidamente señalaste con tu pokedex. Estaba herido y tenía una pata vendada aunque entrecerró los ojos, agresivo y preparado cuando Anne asomó el hocico en el cobertizo.

  Spearow- Come bichos en zona de hierba. Agita sus cortas alas muy rápido para mantenerse en el aire.

No había mucho que hacer con él así que te alejaste de allí, los alrededores ya mostraban los árboles típicos del bosque verde, había una charca pero estaba vacía. Salvo un comedero colocado por el guardabosques, no encontraste más indicios de lugares en los que pudieran haber pokemon.

No tardó en anochecer, y te encontrabas aún por allí, por suerte con tu linterna. El cielo estaba muy ligeramente nublado, las finas y grises nubes eran insuficientes para ocultar la luna llena, pero sí para esconder las estrellas. No habían muchos ruidos en el bosque salvo el graznido o ulular de algún ave... tal como dijo el guardabosques sacar por aquí a tu Jigglypuff sin duda atraería depredadores, pero ¿y luego qué?

Anélope comenzó a internarse en el bosque, con la linterna en la mano, cogió una rama gruesa y caminó hasta alejarse de las luces de la cabaña y la ciudad. Comenzó a escuchar por los alrededores, buscando un sitio algo húmedo, donde encontrarse con pokemon bichos, y buscó zonas con telarañas en las copas de los árboles. Al fin y al cabo ahí eran donde ponían sus crisalidas para convertirse en kakuna o metapods.  El bosque estaba lleno de árboles, bajos y de copas espesas, pero a suficiente distancia para que los rayos de luna aún pudieran iluminar los senderos.

Un cartel llamó la atención a Anélope, se acercó y había una señal de warning ¡Peligro, Beedrill cerca!.

Así que con algo de cuidado se giró alejándose de la zona, tras un rato caminando un mechón de seda se le enganchó en la sudadera azul y la entrenadora sonrió. Estaba claro, que por ahí había cerca un Caterpie o un weedle. Sacó su azúcar y su cantimplora y con un pañuelo remojado en el agua, hizo una especie de pasta de azúcar, la empezó a restregar desde el árbol donde veía que comenzaba el hilo de seda hasta un arbusto que bien podía cobijarla. Y ahí esperó, con la linterna apagada y el tronco en las manos.

Casi fluorético aparece perezoso siguiendo de forma matemática y meticulosa el hilo de seda un gusano verde. Cabecea de lado a lado, parece que avanza casi a ciegas de no ser por el brillo de la luna. Su antena rosa tiembla tirando de su cabeza hacia adelante y su cuerpo ondea por el tronco bajando hacia el montoncito de azúcar mojada que había en la base del árbol.

El ruido de un pokemon cercano, audible para todos le hizo detenerse en seco. Pero la calma aparente le animó a continuar hasta casi enterrar la cabeza en el azucar húmeda. Su cuerpo contorsionaba feliz ante el mágico hallazgo, y sorbía aquel néctar con fruición.

Sus repugnantes y grandes ojos negros se entornaban con felicidad, ajeno al desastre que se cernía sobre la vida que había conocido hasta entonces.

Anélope miró al bicho, repugnante y viscoso que reptaba hacía su cebo. No pudo evitar hacer un mohín de tristeza, era taaaan horribleee que deseaba abrazarlo y achucharlo. Pero la entrenadora sabía que para hacer tuyo ése pokemon, porque evidentemente, con ella dentro de una pokeball estaría mejor que en la libertad, debía pegarle una paliza skin y debilitarlo.

Asi que silenciosamente, y tal y como había planeado, se asomó por encima del arbustro y palo en mano como leyenda Arturica le golpeó en la Cocorota. -¡Ya eres mío!.- murmuró entre dientes. Y miró al Pokemon, para ver si tenía que hacer ya la danza de la alegría o no.

El Caterpie gimió y casi tuvo que detenerse para correr y abrazarle, pero Anélope aguantó estoica, con lágrimas en los ojos. 

El gusano suelta un chillidito, como el de un plástico quemado al fuego. Penoso y lastimero. Cae rodando por la raíz del árbol retorciéndose sobre sí mismo, como un niño que recibe su primera patada en el estómago, solo que el chillidito del gusano se va apagando más y más conforme se retuerce mucho más de lo que esperarías.

Anélope lanza su pokeball, está completamente inmóvil por lo que sería imposible fallar, la pokeball le golpea directamente y con violencia directamente en la cabeza a lo que el gusano lanza un nuevo gemidito...

El gusano se convierte en una luz roja y se desvanece para entrar en la pokeball que instantáneamente vuelve a manos de Anélope... ha sido fácil, muy fácil. Siendo lo más difícil encontrarlos y gracias al cebo de azúcar ha sido facilísimo.

Anélope se puso a hacer el baile de la alegría mientras lloraba desconsolada por culpa del remordimiento de haber apaleado a un bicho asqueroso y achuchable. Entonces miró alrededor, atenta a lo que había, al fin y al cabo, mientras esperaba a que apareciera el Caterpie, había escuchado el sonido de un pokemon extraño en las cercanías. Así que comenzó a acercarse hacía donde había escuchado el sonido.

Vuelves a escuchar el ruido, es como el viento. Pero no ves nada, está muy oscuro y aún con tu linterna solo ves árboles y arbustos en todas direcciones. Una rama te golpea en la cara y el viento produce ruidos horribles en la oscuridad, o quizá no es el viento, es como si algo se moviera en el bosque.

Un momento. Ahí hay algo, alumbras con la linterna y FLASH un destello cegador te hace apartar la vista. Otra linterna te enfoca directamente a los ojos, tu queja hace que el muchacho baje la linterna y podais así distinguir la identidad de vuestras siluetas. Es Marthy, y trae un cesto de mimbre de doble tapa, por una de ellas se adivina una jaula de rejilla.

HOLA ANÉLOPE ¿Ha habido suerte? Yo fuí al nido que te dije y aunque me costó bastante conseguir sacar de él a un pokemon gusano. Te lo enseña sin reparo dentro de la jaula, es realmente rarísimo y está envuelto en seda.

Usé a mi caterpie para inmovilizarlo. Pero no tengo pokeballs. Mañana iré a comprar una ¿Y tú qué?

¿Volvemos al albergue?

Anélope sonrió con todos sus dientes y se señaló a si misma con el pulgar levantando bien arriba la nariz. -¡Pues claro!.- afirmó. - He capturado un Caterpie. Debería llevarlo al hospital, creo que iré ahora, casi lo reviento... pobrecito mío...- dijo cogiendo su pokeball y haciéndole mimitos. - Cuchi-cuchi-cú!.- 

Luego sacó la Pokedex y la pasó por donde estaba el bicho de Marthy para saber qué pokemon era. - He escuchado un pokemon cerca... podríamos ir a investigar aunque creo... que es un poco tarde... y mi bicho feo y monoso me necesita.-

Anélope comenzó a caminar hacia el alberge cerca del otro entrenador. - ¿Has encontrado a otro entrenador u pokemon?.- 

   La Pokédex enciende su lucecita instantáneamente cuando el láser pasa sobre el pokemon de la jaula, y lee a un volumen prudente la descripción de éste mostrando un par de imágenes de él.

   Wurmple- Tipo:Bicho. Wurmple usa las púas del lomo para raspar los troncos de los árboles, quitarles la corteza y beber la savia que emanan. Este Pokémon tiene unas ventosas rematándole los pies, con las que se adhiere al cristal sin resbalarse.

Uaaau, tienes una pokedex. ¡Qué pasada Anélope!

 ¿Como la has conseguido? - Seguramente no esperabas una pregunta así, pero es cierto, ¿De donde te venía ese afán por convertirte en entrenadora pokemon? ¿De donde sacaste una pokedex? El camino al albergue se hace muy ameno con Marthy hablando contigo, es un chico que de repente se ha interesado mucho por ti, no solo te has presentado por primera vez en el bosque verde y capturaste un gusano si no que además llevas una pokedex... eres una auténtica promesa

¿Vas a seguir viniendo a entrenar al bosque verde?

Anélope rió encantada, ahora era ella la que molaba, así que le empezó a hablar sobre su camino de entrenadora.Sobre como su madre había sido una enfermera de pokemons y le habían traido un jigglypuff sietemesino y lo habían abandonado, así que Anélope lo había adoptado como suyo y se había convertido en un pokemon fuerte y vigoroso, le explicó que su pokedex se la habían regalado unos familiares y que todas sus ganas de ser entrenadora era por leer la revista superentrenador y las peliculas que se habían hecho sobre el entrenador más guay de todo el mundo: Gary de pueblo paleta. Le explicó la ambición de querer tener la biblioteca pokemon más completa posible y conseguir ser la mejora entrenadora pokemon del mundo, unos sueños poco ambiciosos, vaya. -... y por eso te quería acompañar al nido, porque así podría sacar más información...- le dijo como indirecta muy directa. Luego se giró hacia él, y con las palmas juntas como un rezó le dijo con voz dulce.- poooor favooooor... llévame allí y así podré actualizaaaarla....- 

Y así Marthy y Anélope volvieron al refugio, una vez ahí, la entrenadora se metió directamente en la cama, después de despedirse ya que tenía que madrugar para ir corriendo a la ciudad y llegar la primera al hospital para ayudar a su caterpie.

No hubo sueños, la noche pasó en un suspiro. Cuando Anélope escuchaba las chanzas y bromas de los entrenadores que se preparaban para entrenar en el bosque, ella tenía la sensación de haberse metido en la cama hacía tan solo un minuto. La hora del desayuno le pasó por encima y cuando consiguió incorporarse.... diantes, no había nadie en las literas vecinas.

Al bajar encontró el guardabosques-  Lo siento, pero no ha quedado desayuno, tendrás que esperar a la comida.

Anélope tuvo que marcharse, con el estómago encogido y rugiente. El camino a Ciudad Plateada era largo pero estaba bien preparado para peatones y pudo hacerlo en cuatro horas. Anélope fué directa al Centro Pokemon. La arquitectura del edificio era espectacular, nada que tuvieran en Pueblo Encina, evidentemente, al entrar una jovencita enfermera se presentó.

Buenos días, bienvenida al centro pokemon, ¿En qué podemos ayudarte?

Había una caja para donativos, pero el servicio era gratuito. En aquel momento no había nadie esperando y la enfermera estaba a disposición de Anélope.

-Holaaa enfermeraa. Soy Anélope. Acabo de empezar mi camino como la mejor entrenadora pokemon del mundo mundial.- la saludé enseñando todos los dientes.- Necesito que me cures a mi Caterpie, me gustaría dar un donativo pero la verdad es que acabo de empezar... cuando pueda dar algo daré el doble por hoy.- dije levantando el puño de forma heroica.-

Esperé a que estuviera sano y le pregunté a la enfermera. - ¿Cuál es la mejor forma de hacer evolucionar un caterpie? ¿Cómo puedo hacer que mi Jigglypuff se haga grande y fuerte?.-

Una vez salí con mi pokemon sano y mis dudas aclaradas volví a girarme a la enfermera con más dudas. - ¡Ay! ¿Qué puedo encontrar en ésta ciudad?.- 

Esto es ciudad plateada. Todos los grandes entrenadores que pasan por aquí se dirigen como mínimo al gimnasio de Ciudad Plateada. En los gimnasios pueden entrenarse a los pokemon y conseguir una medalla para la gran Liga Pokemon

La enfermera Joy rió divertida cuando un pokemon tras el mostrador pasaba corriendo entre sus pies y tiraba al suelo unos rollos de papel antes de desaparecer tras una puerta - Justo aquí al lado está la tienda pokemon si necesitas algo, y si tienes algún problema al principio de la gran avenida está la comisaría, estarán encantados de ayudarte con cualquier cosa.

Si lo que te interesan son los pokemon de tipo bicho, te recomiendo vayas al albergue del Bosque Verde.

Ah y si estás interesada en el museo de Ciudad Plateada hay una gran exposición pokemon. Aunque aún no he ido.

 Estos días están siendo muy tranquilos por aquí

Anélope silvó cuando dijo que había un gimnasio pokemon. Pero aún no sabía ni atacar con su jigglypuff, pero quizás fuere un buen sitio para ir a que le enseñaran...

- ¿Y solo hay pokemon tipo bicho por aquí?.- preguntó antes de despedirse de la enfermera levantándo las faldas de su sudadera.

Se acercó a la tienda pokemon y preguntó por los precios de las cañas.

La gran avenida está muy concurrida, hay mucha gente que va y viene. Un grupo de chicos estudiantes agarrados a una cuerda de grupo pasa a tu lado siguiendo a una profesora que guía el camino con una banderita. Entras en la tienda, tu primera tienda pokemon, no hay mucha cosa donde elegir, pero leer las etiquetas te fascina pues todo cuanto ves parece muy útil (toma los precios de la escena 0.1).

No hay nadie en la tienda, así que eres libre de comprar lo que desees y necesites
 

- Holaaaaa.- saludó al entrar, va directa al mostrador. - ¿Sabéis donde venden cañas para pokemons?.

Mientras le contesta chafardea las cosas que tiene por la tienda. Le compra un par de pokeballs y se marcha hacia el gym. Va preguntando por la calle hasta que llega al lugar, casi ni admira la arquitectura del sitio de los nervios que tiene y cuando llega al descansillo, se quita el polvo de encima y entra aguantándo la respiración.

Busca algún lugar donde haya información y sino se acerca a algún hombre o mujer que parezca que sepa.

- Hola, mi nombre en Anelópe, quiero ser entrenadora pokemon y preguntaba si aquí me podrían enseñar a ayudar a mis pokemons a descubrir sus habilidades, ataques... eso... por favor no te me quedes mirando...- pregunta tartamudeando y enrojeciendo a cada palabra.

Hola joven entrenadora. Hasta donde yo sé hay cañas de pesca en las tiendas de ciudad Celeste, siguiendo la ruta del este. Si eres entrenadora llevarás un mapa de la ruta en tu pokedex. - El tendero te da dos pokeball nuevas y brillantes.

Si te refieres a enseñarles a pelear, cada entrenador tiene sus propios métodos, pero si eres novata y necesitas ayuda te recomiendo ir al gimnasio de Ciudad Plateada, aunque es un poco caro apuntarse.

Agradezco al tendero y salgo.

Va preguntando por la calle hasta que llega al lugar, casi ni admira la arquitectura del sitio de los nervios que tiene y cuando llega al descansillo, se quita el polvo de encima y entra aguantándo la respiración.

Busca algún lugar donde haya información y sino se acerca a algún hombre o mujer que parezca que sepa.

- Hola, mi nombre en Anelópe, quiero ser entrenadora pokemon y preguntaba si aquí me podrían enseñar a ayudar a mis pokemons a descubrir sus habilidades, ataques... eso... por favor no te me quedes mirando...- pregunta tartamudeando y enrojeciendo a cada palabra. -Me han dicho que aquí me puedo apuntar... ¿Cuánto costaría la matricula?

El gimnasio es un enorme cubo de piedra maciza, nada especial salvo el espectacular tamaño y el hecho de que todo parezca una sola piedra excavada.

Un tipo con chaqueta de cuero y unas cadenas se te acerca con aire chulesco. El interior se ve como unos pasillos de paredes de piedra incompletas que dejan el techo abierto, como un laberinto pero ordenador. A los lados hay varias salas sin puertas se puede oír a algún entrenador por allí pero no está muy lleno.

Hola chiquitilla. ¿Has venido a entrenar? ¿O a retar al líder del gimnasio?

Entrenar son 50 pokeyens si lo haces por tu cuenta 150 pokeyens si necesitas ayuda.

El chico llevaba un cinturón bandolera, y en él habían cuatro pokeball.

Anélope se quedó con la boca abierta, virgen santa del camino seco, éso le iba a costar caro, miró sus dos pokeballs, aún tenían mucho camino por recorrer antes de poder pagarse ésas clases, por otra parte... ¿Cómo iba a conseguir dinero?

-Aparte de la medalla del gimnasio... ¿Hay algún premio aparte?.- preguntó juntanto la punta de sus dedos. Aquello también estaba fuera de su alcance, su jiggly ni siquiera sabía cantar ni pegar un cabezazo, así que tendría que entrenar ella sola.