Partida Rol por web

Allí, en el mesón de paredes esquina con la calle Atocha, es donde, y fijense vuesas mercedes, de como en aquella España, rencorosa y cruel, donde un voseo de más podía hacer dar con 7 palmos de tierra hasta al mismo valido del rey. Pero también es una España beneplácita, modesta e indulgente, donde amistades forjadas por una tarde de arrimar azumbre y disparar versos como balas, perduraban igual que las ligadas en trinchera.  

Me quedo unos segundos mirando al joven con algo de curiosidad de forma disimulada, para luego continuar mi camino en busca de los corchetes.

Miro al hombre y le saludo:

- Hola, discúlpeme, ¿es usted el mesonero?. Hay un hombre que necesita sus dotes de cirujano... Un mal encuentro con un hierro.

Esperaba que mi indirecta hubiese sido bastante clara.

Me atuso la cara meintras pienso que no sería mal negocio averiguar algo más sobre el revuelo ocasionado por esos lindos, más si llevan a la corchetería tras de ellos... Aunque no sé si pagarían mejor los alguaciles por llevarles bien mansos a los lindos, o los lindos por limpiarles el rastro a los alguaciles... Será cuestión de ver a cual dellos es más fácil encontrar por las calles de la villa.

Mientras llamo al mesonero para aflojar lo debido, observo atentamente al recién llegado, sin cuidado alguno de evitar que note mi vista puesta en él.

El hombre que regenta el mesón te mira con cara analizadora, estudiando tu ropa y maneras. Casi al perder la paciencia estabas cuando habló.-Si buscais quién cierre un corte limpio, acaba de salir buscando oficio, si buscais quién de bendiciones, la iglesia de la Magdalena está mas arriba, en la esquina de la calle.-

 Mientras espero a que el mesonero me responda, fijo mi atención en un valentón que me mira de manera insistente, pero lejos de aparentar enfado por su grosería, le dedico una sonrisa lobuna, como un lobo relamiéndose ante una oveja.

 Luego escucho la respuesta del mesonero y le respondo ceñudo:

 - ¿Y donde ha ido?. Ese desgraciado se desangrará como un cerdo si no lo atiende...

No es que me importe, pero no quiero que el amable hombre que dejé atrás pensara que no hice todo lo que pude para seguir sus instrucciones.

-Pues os habeis cruzado con él en el paso de la entrada.-El rudo mesonero hace un instante de silencio.-Calle arriba me ha parecido, si correis le alcanzareis, y no creo que cobre caro por atender una mojada a un lindo de bravería.-

 Toqué el ala de mi sombrero a modo de saludo agradecido y le respondí:

 - Gracias y que Dios os guarde.

 A continuación salí corriendo del local, en busca del hombre, siguiendo las instrucciones que me habían dado.

Mientras camino animado en busca de los corchetes, oigo los pasos de un hombre con mucha prisa. Me giro y observo consternado que se acerca hacia mí la misma persona que me acababa de cruzar en la puerta del mesón.

—¿Qué sucede? —pregunto mientras intenta recuperar el aliento.

 - ¿Es usted el cirujano?. -Le pregunto, esperando no haberme equivocado. - Hay un hombre herido y necesita atención médica.

Salgo del mesón, decidido a borrarle la socarrona sonrisa de la cara a ese mochuelo de la puerta, al que faltó poco para salir corriendo cual ánima ante el diablo... Puesto que oí lo que el tabernero le dijo, no tengo mucho problema en localizarlo. Al verlo hablar con el enlutado no puedo evitar que una expresión de sorpresa acuda a mi rostro... Al alcanzarlos, y sin mucha ceremonia, le digo, mientras pongo mi mano sobre el mango de mi estoque...

-Muchacho, espero que tengas buena razón para que aquella sonrisa no se quede permanentemente en tu cara...

 Suspirando, miro hacia el valentón y le respondo:

 - Vos empezasteis mirándome de malos modos. De todas formas, luego podremos hablar de ello, si queréis, ahora hay un hombre que necesita ayuda...

-Sí, puedo ayudarle. Conducidme hasta él -No necesito preguntar nada más. Si lo que busca es un cirujano, lo más probable es que a alguien se le haya atragantado una cuarta de acero toledano o que haya tenido algún tipo de accidente con algún animal, como mucho un golpe o una aparatosa caída. Pese a la desgracia, no puedo dejar de alegrarme, parece que en vez de encontrar trabajo, él me ha encontrado a mí. A ver si tengo la suerte de cobrar y todo, y sale el día redondo.

 Asentí agradecido y le señale la dirección:

 - Gracias, es por aquí, seguidme, si me hacéis el favor.

 A continuación me dispuse a guiarlo hasta el herido.

-No dudes que hablaremos de ello.

Mientras tanto, pienso que tal vez el herido que van a atender sea uno de los que llegó a mis oídos en el mesón.

Más vale no despegarme mucho destos personajes... Tal vez pueda sacar provecho de la situación más adelante...

-Si no le importa a vuestra merced -le digo al médico- permitid que os acompañe. Tengo no poco interés en conocer al hombre al que váis a auxiliar...

Y dicho esto me pongo a caminar junto a ellos.

Dicha la última palabra, el joven sonriente os conduce, calle abajo hasta el prado y mas allá, pues cerca del humilladero en un campo discreto, un hombre con bastante barriga, mostacho y toledana, levanta cabeza para ver quien se aproxima, y reconociendo al joven le hace señas de que se dé prisa en atender a un hombre tumbado en el suelo y herido.

De un vistazo reconoce al matarife enseguida, dejandole espacio para sus quehaceres y oficios.-Sepa vuacé-dice mientras se aparta-que fué lance justo, de mirar sin tocar excepto por la mojada.-
-Pardiez que tragiste ayuda en abundancia.-Le replica el barrigudo mostachón al joven sonriente.-Y vos quién sois, su ayudante?.-Pregunta al alto valentón señalando al enlutado hombre hipocrático*.

 Sonreí al barrigudo y le respondí, con mi habitual sonrisa en la cara:

 - Digamos que este buen hombre quiso acompañarnos. ¿Como se encuentra?. - Pregunto tanto a él como al doctor, mientras me aparto para que el hombre pueda hacer su trabajo.

—Es pronto para aventurarlo, vamos a ver.

Como me suponía, indigestión de acero y de orgullo, caso común como pocos. Me pongo de rodillas y hago una inspección del cuerpo en busca de la herida o heridas. Cuando encuentro el mal observo detenidamente la profundidad y su cercanía a órganos vitales. Me fijo también en si está infectada, la viabilidad del cosido, etc. Creo que llevo todo lo necesario para la operación.

—A este hombre hay que llevarlo a casa antes de operar, necesito un entorno limpio para coserlo, y alguien fuerte para sujetarlo mientras hago la operación. Lo que voy a hacer hace daño y hasta el hombre más templado puede hacer movimientos involuntarios. Tendrá que guardar cama hasta que sane. ¿Saben si hay por aquí algún lugar donde podamos pedir una camilla o carro para moverlo?

Me acerco al mocetón y le digo:

-¿Qué sabéis vos de este asunto? Parece turbio suceso, esa mojada no parece propia de lance amistoso, más bien parece que lo que se buscaba era mandar un saludo a San Pedro o a Caronte...

Ya en voz alta, me acerco al médico y le digo:

-Y si buscamos un mal vino de taberna y le anegamos hasta la sesera, ¿no llevaría mejor el trance? Tengo habitación en el mesón dende vueced ha comido, pero tal vez no sea lo más conveniente llevar a un medio muerto como si nada por las calles.

—De vino nada, si se tienen los suficientes hígados para entrar en estos lances, también se tienen para aguantar una zurcida de nada. Aunque haga daño, la cabeza cuanto más despejada mejor. En mi opinión el mejor sitio es su casa, si no la tiene me da igual si es en el mesón o cualesquiera hospital.