Partida Rol por web

Dugan era hombre de buen juicio, o al menos alguien pragmático. Pero el sentido común de un hombre podía distar mucho de otro, como con Baert, que no se cuestionó ni por un momento poder lucir sus talentos como lanzador de cuchillos en la corte. El cuchillo se clavó en el trasero del jabalí que, pese a todo, siguió corriendo como si nada. Baert no salía de su asombro, normalmente eso habría sido suficiente para matar a un hombre hecho y derecho. El instinto de supervivencia en este animal era sorprendente, seguramente un enemigo peligroso si se veía rodeado y obligado a luchar.

Al ver como Bert lanzaba la daga al jabalí, Dugan refunfuñó ¿A quien se le ocurre tirar una daga a un jabalí? ¿Nadie se había traído un arco o una jabalina a la cacería? Aquello no solo resultaba frustrante, era cómico. Y lo peor de todo, que ahora le tocaba correr y a Dugan, eso de correr, ni le gustaba ni se le daba bien.

¡Por el rey! Coreó el arengo de Bert con poco entusiasmo y después echó a correr detrás del jabalí más por puar inercia que por convencimiento de que iba a servir para algo.

El estoico guardaespaldas relajó su musculatura al ver cómo el animal optaba por poner pezuñas en polvorosa. Un deje de decepción se dibujó en su rostro, sin embargo. Quizá la oportunidad perdida de demostrar su valía.

Una palabra del monarca y la jauría emprendió la persecución. Y no sólo los perros la conformaban. La emoción de la caza parecía haber tomado posesión de la comitiva y varios de ellos corrían tanto o más que los chuchos en pos del jabalí.

Reinhard tomo su sitio junto al anciano sin pronunciar una palabra. No iba a dejar al rey a su suerte en aquellos bosques. Mucho menos para perseguir a pie a una bestia herida de más de un centenar de libras de peso.

El sombrío Reinhard tenía completamente claro cual era su trabajo, y si el rey moría perdería su trabajo y cualquier privilegio dentro de la corte. Lo más probable es que el príncipe Hakon quisiera ejecutarlo, como primera orden tras la ceremonia de coronación para que sirviera de ejemplo.

Temiendo por su vida estaba el gran jabalí, que pese a las heridas era muy resistente. Los animales en aquel bosque especialmente sabrosos, era como si la magia salvaje aún latente del lugar sazonara la carne, pero también los hacia más resistentes que el resto de parientes nacidos en otras tierras.

Los perros siguieron hostigando en manada, sin ceder ni un metro y con el penetrante olor del animal gravada en el hocico.

Cuando mi disparo acertó el rey se alegró clamando autoria del disparo. Bueno, puesto que yo era "su arco", era normal que considerase esa "su flecha". Al menos eso me decia a mi mismo. 

El jabalí salió corriendo, como era de esperar, y al momento soltaron los perros, que salieron disparados oliendo ya la sangre. Salí corriendo justo detrás, y vi como una daga pasaba volando por mi lado y se clavaba en el trasero del jabalí. Una daga? No perdí tiempo averiguando de quien era, pues ya lo sospechaba. 

Sin decir palabra puse nueva flecha en mi arco y disparé a la carrera. No era lo mas efectivo, aun asi mi... " la flecha del rey " salio rauda y se clavó en el jabalí. El animal tenia una enorme resistencia para haber aguantado ya dos flechazos, y un cuchillo. 

El último disparó acertó nuevamente al animal, pero a pesar de todo, se negaba a morir. Tras unos metros más miró por encima del lomo a su perseguidores, se serenó y detuvo la marcha. Con todos los proyectiles clavados en el cuerpo se giró con calma hacia los perros y sus perseguidores. A pesar de ser un animal salvaje, parecía un guerrero dispuesto a combatir, que había calculado todas las opciones, desafiando al grupo a que siguiera acercándose.

Levantó el hocico y olisqueó el ambiente, no pareció satisfecho y sacudió el cuerpo. La última flecha y la menos profunda de las heridas se calló al suelo... limpia de sangre.

Los perros eran animales obedientes pero demasiado tontos como para comprender lo que ocurría. El más veloz de la manada se abalanzó y encaró al jabalí, pero este lo apartó a un lado con facilidad. El pobre sabueso murió al instante a un lado.

Ya solo quedaban tres, que lo rodearon y mordieron, apresándole una pata trasera, una delantera y el cuello. Se notaba que juntos habían cazado presas mucho más grandes que ellas, pero lo que ocurrió a continuación era algo para lo que ninguna depredador o cazador estaba preparado.

El cuerpo del jabalí se retorció, su espalda se ensanchó, formaron hombros a ambos lados de la cabeza y de la para delantera que el can mordía crecieron dedos en lugar de pezuña. El animal no soltó, solo lo hizo cuando notó que la pata se ensanchaba para transformarse en un grueso y duro antebrazo y su mandíbula no pudo abarcar la envergadura de la musculosa extremidad, fue ahí cuando desistió  y retrocedió unos paso, confundida como todos los demás.

El jabalí era ahora un musculosos hombre bestia. Lo único que recordaba al animal de hacía un momento era una cabeza similar al del cerdo salvaje y los dos perros que aún le mordían, uno colgado del grueso cuello y otros del gemelo.

Con las dos manos agarró el cuello del insistente animal que tenía aún en la yugular, y apretó con tanta fuerza el cuello del animal que se escuchó el chasquido de huesos rotos.
Luego apretó de la garganta al sabueso de la pierna y le obligó a soltar, para luego patearlo como si fuera un balón. La pobre criatura se lamentó y quedó lloriqueando entre los arbustos en los que aterrizó. El perro que se soltó a tiempo echó a correr despavorido a lo más profundo del bosque, lloriqueando de miedo.

El misterioso monstruo no estaba desnudo ni desarmado, al transformarse lo había hecho con objetos, por lo que era un ser mágico, lo suficiente habilidoso para usar los pulgares lo suficiente inteligente para crear objetos y llevaros a una trampa.

Olisqueó una vez más la zona y estudió lo que lo rodeaba, a la vez que se arrancaba una flecha limpia de sangre y la daga del trasero.

-¡Mierda! ¡No está aquí! ¡Apartad de en medio, putos humanos! A menos que queráis morir... ¡Y empezando por ti!- Amenazó con el propio cuchillo a Bert . -¡Pienso meterte esto por el culo!

Parecia que estabamos alcanzando a la bestia, cuando esta se dio la vuelta y se mostró tranquila... Casi aburrida cuando los perros se le lanzaron encima a despedazarla. Pensaba que ya estaba hecho cuando me di cuenta que mis flechas se soltaron de su cuerpo sin una gota de sangre. - Pero que... - Empecé a preguntarme cuando la bestia... Cambió de forma. No habia otra manera de describirlo. Era un monstruo enorme con forma humanoide, musculoso a mas no poder y con cabeza de jabalí. Aferré con mas fuerza mi arco, dudando seriamente que sirviese de algo mientras veia como destrozaba a los perros de caza. Y para rematar, el monstruo habló! 

Los ojos de Dugan se abrieron como platos, pero… ¿Qué demonios era eso? ¡Un jodido monstruo! Pensó. No era solo que el jabalí se había transformado, es que… ¡Además hablaba! ¡Y soltaba tacos! ¡El muy cabrón! Parecía salido de la taberna más asquerosa y cutre de todo el reino ¿Era magia todo aquello? Dugan estaba seguro de que sí. Era un asunto arcano y además olía a trampa por todos lados.

Está buscando a alguien dijo Dugan y fue escuchar sus palabras y caer en la cuenta que solo podría estar buscando a una persona ¡El rey!

¡Que alguien vuelva sobre nuestros pasos y avise a su majestad! ¡Hay que ponerlo a salvo! Mientras tanto nosotros intentaremos detener a este apestoso ser. Dugan desenvainó su espada esperando que su hoja afilada y cortante fuera más capaz de dañar a aquel bicho que las dagas y flechas.

El frio no cesaba y el rey parecía hacerse pequeño por momentos, escondiéndose dentro del abrigo de su hijo. Cuando intentó ocultar la cabeza olió el interior del abrigo y arrugó la nariz, notando la mezcla de olores de las bebidas de su hijo.

Refunfuñó en silencio, aburrido e impaciente, pero no dio conversación ni tampoco la esperaba. Tenia clara su posición y no pensaba codearse con la servidumbre, de la misma forma que Reinhard era un profesional y no estaba ahí para darle coba, aquello era cosa de Bert y se había ido a por un jabalí como cuando perseguía a la mesonera de la taberna.

Quizás por costumbre adquirida o simple desconfianza de incluso su propia sombra, siempre se mantenía en guardia. A ojos inexpertos bien podía parecer que estaba perdiendo el tiempo y que solo se le pagaba para aparentar, pero la verdad era que su mente no descansaba mientras estaba con el rey, imaginando posibles escenarios con hostiles. Fue gracias a ello que escuchó un ruido entre los árboles, descubriendo dos individuos.

Los dos mirones fueron conscientes de su metedura de pata al intentar atacar por sorpresa. De todas formas saltaron de detrás de los arbustos para luchar. Dos humanoides con un tono de piel verde grisáceo. En cada uno se asomaban un par colmillos de la mandíbula inferior que les dificultaba cerrar la boca por completo. Iban armados con lanzas y vestían armaduras de cuero muy mal confeccionadas. Se trataba de orcos, los nativos de aquel bosque que se negaban a reconocer su derrota y seguían malviviendo en las tierras de sus ancestros.

Bueno, bueno. Pues esto SÍ que no se lo esperaba...

Bert había visto muchas cosas en su vida, pero a un jabalí convertido en monstruo que acechaba cazadores... eso le pilló totalmente por sorpresa. Tardó unos segundos en reaccionar ante tamaña brujería. Intentó recordar en su mente alguna historia relacionada con aquellos seres, pero no era muy ducho en esos temas.

Además, parecía que el cuchillo le había hecho daño. El suficiente para enfadarlo. Y parecía que los perros eran los primeros que iban a pagarlo. Pero Bert amaba a los animales... sobre todo a los que no querían asesinarlo.

Rápidamente sacó su otra daga, en cuanto se hubo recuperado del shock, y se la volvió a lanzar. Mientras estaba entretenido con los perros, seguramente dejaría algún hueco libre de defender, y ahí fue donde apuntó.

- Bestia inmunda. ¿De donde sales para manchar nuestras tierras con tus demoniacas pezuñas? -

Tras eso, trató de esconderse. Sabía que el animal le buscaría, pero así era como Bert solía trabajar... aunque no estaba seguro de poder ocultarse de una bestia demoniaca cuya nariz tenía pinta de ser bastante buenta... al menos, sus compañeros seguramente serían capaces de hacer algo mientras la bestia le buscaba.

En la mente de Bert

Había leído los suficientes cuentos como para adornar sus historias de fantasía y en busca de inspiración. Una vez leyó sobre un clérigo de Pelor, dios de dioses, el propio Sol y Señor del Verano. Era un hombre bondadoso y generoso que cuidaba de la gente de su pueblo, anteponiendo las necesidades del pueblo a los suyos propio. Tenia muy presente su trabajo como pastor, intentando que el rebaño fuera siempre por el buen camino.

Algo ocurrió en la misa de la tarde cuando la gente gritaba en el templo del dios radiante. Una criatura musculosa y peluda con hocico de lobo estaba devorando a los fieles. Lo más inquietante era que llevaba los hábitos del sacerdote.

Muchos valientes hombres murieron intentando herir al monstruo con sus horquillas, pero no parecía notar nada. Solo cuando un aldeano recogió el bastón del sacerdote y golpeó con él a la bestia, le causó una herida que no pudo sanar. Aquel bastón estaba coronado con un sol de afiladas puntas de plata.

En la mente de Dugan

Aquello era un cambiapieles. Sabia de la existencia de los hombres lobo pero desconocía de la existencia de otras especies híbridas de hombre y animal. Eran hijos del bosque, estaba claro, pero no estaba seguro de como se originó el primero de ellos. Poemas, más del agrado de Bert, contaban que una vez un hombre ofendió a la diosa Luna con sus insinuaciones y modales, y esta lo transformó en bestia por comportarse como tal.

También sabía que los vampiros intentaban evitarlos a toda costa, eran sus opuestos, fuerzas de la naturaleza mientras que ellos eran muertos vivientes que desafiaban el orden natural y subsistían como parásitos.

En la mente de Harlan

Sabía que había leído sobre aquellas criaturas, pero no era una persona muy organizada en sus estudios. En el caos estaba su orden y en ocasiones se traspapelaban las notas.

Por lo que recordaba, algunas de esas criaturas eran alérgicas al ajo, les aterraban los símbolos sagrados de los dioses de del bien y la madera era su punto débil, más si era en forma de estada afilada y en el pecho. Su siguiente disparo debía ser en el corazón y caería muerto.*

¡Por los dioses!

Si aquellas criaturas no eran susceptibles de ser heridas con armas convencionales, Bert estaba en un gravísimo problema. Al menos, esperaba que no fueran inmunes a todo el daño... 

Muchas veces, Bert había comprobado que podría herir a algunas personas con la fuerza de sus palabras, siempre que pusiese el suficiente empeño y fuese lo suficientemente mordaz con sus palabras. Y, obviamente, sin dejar testigos de la razón, lo cual era bastante útil.

Tal vez aquel don no fuese más que el regalo de algún dios, como aquel a cuya máscara rezaba cada noche antes de acostarse. En ese caso, puede que la intervención divina fuese lo que necesitaba...

De entre los árboles aparecieron dos criaturas musculosas, pero que al lado de su camarada híbrido no lucían tan fuertes. Eran de un tono verde grisáceo y demasiado feos para ser confundidos por un humano. Un par de colmillos inferiores se asomaban por fuera de la boca, lo que dificultaba que la pudieran cerrar del todo.

Todo apuntaba a que eran orcos, los nativos del lugar que fueron expulsados décadas atrás por el Imperio, pero un grupo reducido se negaba a ceder terreno.

-¿¡Tendrás cojones!? ¡Vosotros sois los putos invasores! Los padres de los padres de nuestros padres vivían aquí antes de la llegada de la plaga humana ¡Si alguien mancha nuestras tierras sois vosotros con la roña de la ciudad! -Respondió uno de los orcos al insulto de Bert.

No recordaba con exactitud el tipo de criatura que era. Pero habia leido sobre ellos, tenian varias debilidades, aunque ninguna que tuviera a manos mas que... un disparo directo al corazón. En realidad cualquier estaca de madera valdria, pero las unicas que tenia en mi poder eran mis certeras flechas. 

- Al corazón! - Les grité a mis compañeros con total confianza, indicandoles su punto debil, aunque si acertaba no les haria falta centrarse en la bestia inhumana a la que iba a eliminar. 

Apunté como siempre, y disparé certero. Mientras la flecha volaba a su destino letal, decidó que lo mejor seria mantenerse alejado de esos orcos. 

Las antiguas historias mencionaban que antes de la llegada de los humanos existía una especie humanoide llamada elfos. Tenían buen oído pero mejor vista. Decir que Harlan disparaba como si poseyera sangre élfica podía ser considerado un alago o una acusación grave, dependiendo de quien lo dijera y quienes escucharan el comentario.

La flecha se clavó justo en el centro del hombre jabalí, que miró la flecha en el pecho y luego se pasó la mano por la larga cara de animal.

-Y pensar que esta gente conquistó nuestras tierras...