Partida Rol por web

El encapuchado sonríe bajo la túnica, acercándose a los guardias.

- Dejadles pasar, amigos. Parecen simples peregrinos que quieren visitar el templo de Soid, ¿no es cierto? E imagino que un noble de vuestro rango no querrá compartir capilla con los plebeyos...

Los guardias se miran entre ellos, pero finalmente abren el portón hacia el Barrio Noble. El misterioso extraño aguarda junto a la puerta como esperando a que paséis.

- Si... Solo vamos a rezar...

A pesar de la determinación con la que habíais llegado aquí, Alucard se ve ahora dubitativo. Mira de reojo a sus compañeros, mientras intenta mantener un gesto frívolo y sereno para el encapuchado. Parece que no dará el primer paso hasta que vea que cuenta con vosotros.

Con seguridad, me adelanto unos pasos y pongo en el lado del señor que da a los guardias, protegiéndolo e invitándolo a entrar dentro.

No hizo la menor anotación a lo ocurrido. Sus ojos, escondidos bajo la capucha de su capa observaron unos segundos al hombre que los había "ayudado", pero tras eso bajó un poco la cabeza.- Debemos ir.-La voz de ella fue sensual, pero a la vez parecido al siseo de una serpiente. Con un suave movimiento sacó de entre las telas su mano a la par que indicaba a Alucard el camino. Tan solo se hacía pasar por una dama simple y que se "preocupaba" por el Lord al que acompañaba. Tras ese leve movimiento, volvió a dejar las manos unidas bajo su capa. Sus dedos se entrelazaron, pero era algo que nadie vería pues aquella tela oscura la cubría completamente, dejando nada más a la vista parte de su barbilla.

Alucard pasa primero, con Ujans y Exiria detrás. Nueve es el último en entrar, y no consigue ocultar su cara de suspicacia por la situación.

Cuando cruzáis, miráis atrás y el encapuchado ya no esta. Los guardias a este lado van mejor armados, y patrullan regularmente las calles que se extienden a vuestra vista. Edificios más altos, más cantidad de hierro, y las elegantes ropas de los viandantes os aseguran que este es el barrio noble. Algunos de los ciudadanos, que van en parejas o en pequeños grupos, os miran de forma altiva, con curiosidad.

Los soldados de la puerta no dicen nada, pero os observan fijamente.

Una vez dentro Exiria se paró. Bajo la capucha se escondían aquellos ojos verdes que repasaron cada rincón de aquel cuidado lugar, primero se paró en las personas que los observaban con curiosidad e incluso altanería, odiaba ese tipo de personas. Pero lo que llamó la atención de la mujer fue la mirada de los guardias que estaban tras ellos, las manos de ella se escondieron bajo las oscuras telas nuevamente, pero no fue lo único, si no que también dejó de analizar todo el lugar.

Echó a caminar y en esa acción se colocó justo a la par de Alucard. Sus largos y blanquecinos dedos rozaron el brazo de él para indicarle que caminase. Había sido un movimiento cuidado y discreto, tanto que segundos después había escondido la mano otra vez, entrelazándola con la otra.

Alucard caminaba con confianza, como un noble debe comportarse en un barrio noble. Sin embargo en su fuero interno la confianza y tranquilidad que mostraba en el exterior no existia en absoluto. No tenian idea de donde estaba Ricsanit, y no tenia muy claro que metiéndose cerca del centro de poder de Soid la cosa mejorara lo más mínimo. Primero desapareció el hombre al que buscaban, y ahora Ricsanit. Esto tenia mala pinta. Con una inclinación de cabeza saludó a otra pareja de nobles con los que se cruzaron, y siguió caminando calle arriba como le habia indicado la sacerdotisa, en dirección a la casa en la que perdieron el rastro de su querida espadachina.

Habían conseguido entrar a aquel barrio noble, aunque el método resultó un tanto extraño. Nueve no dijo ni una sola palabra al respecto, pues poco podía aportar en esa situación sin conseguir que los llevasen presos. Pero no por ello dejó de estudiar con la mirada al encapuchado anónimo. "Qué persona tan oportunamente altruísta..." Pensó con desconfianza. Sus sospechas se vieron reforzadas cuando, instantes después, el misterioso personaje desapareció de la vista del grupo una vez atravesaron las puertas del recinto.

Caminar por aquellas calles tampoco lo tranquilizaba mucho más. Las diferencias del nivel social eran apreciables a la vista cuando uno se fijaba en la factura de las construcciones. Por otro lado, los viandantes, con sus miradas, se ocupaban de remarcar el abismo que los separaba. El único que parecía pertenecer a aquel mundo era Alucard, quien se movía de manera natural. Por lo que Nueve decidió que lo más sensato era no separarse mucho del noble. -Creo que nunca podría acostumbrarme a todo esto.- Dijo el espadachín en voz baja al resto del grupo. Nueve era una persona hábil y de movimientos fluidos, pero le resultaba complicado imitar los movimientos rígidos y recatados de la gente que paseaba por esas calles. A pesar de ello, trataba de no llamar demasiado la atención. Aunque sus ropajes parecían echar por tierra cualquier intento de pasar desapercibido. Pero no había tiempo para preocuparse de eso ahora mismo. Ya estaban ahí dentro y no debían perder tiempo para encontrar a Ricsanit.

Alucard y Exiria tienen un pase. Nueve sabe que no termina de encajar en aquél lugar, pero Ujans... Cuando el pobre gladiador atraviesa el umbral, sus manos empiezan a sudar de nerviosismo. Sus sencillas y humildes ropas lo colocarían inmediatamente como un mendigo o un ladrón si no fuera por el grupo al que acompaña.

Llegasteis a la ciudad buscando a vuestro hermano de culto, Caurlag. Pero ahora a esa búsqueda, de la cual no tenéis muchas pistas, se ha unido la de Ricsanit. Su rastro os ha llevado hasta este elegante barrio, pero sabéis que algo no encaja... Ya desde el extraño incidente que os ha permitido pasar.

Muchos de los edificios del barrio están rodeados por muros, más altos y con más seguridad mientras más se acercan al centro. Y allí, en el mismísimo centro, el enorme templo de Soid. Mirarlo basta para que un escalofrío os recorra todo el cuerpo.

La visión del imponente templo que parece dominar el barrio, inquieta todavía más a Nueve en su caminar a través de esas calles. Mantiene su mirada al frente tratando de mostrar indiferencia, como si el pasear por allí fuese algo muy común para el espadachín. 

-Tenemos que encontrar la parte interior del muro donde desaparecían las huellas. Sería un buen lugar por donde empezar a buscar, ¿no creéis?- Comenta al resto del grupo en un tono bajo pero tranquilo, como si se tratase de una conversación vanal. -Y creo que deberíamos vigilar bien nuestras espaldas... Aquel encapuchado que nos ayudó a pasar tiene algo que me inquieta. Fue... demasiado oportuno. Podrían estar vigilándonos ahora mismo.- Expone, todavía en voz baja, a la vez que dirige su mirada alrededor fingiendo mirar los detalles arquitectónicos de las ornamentadas casas que delimitan las calles. Tras una vida como espada de alquiler y delincuente en momentos de necesidad, Nueve ha aprendido a cuidar bien de sí mismo; cualidad que se ha agudizado en un entorno socialmente hostil como es este barrio... "Hay algo que no me gusta en todo esto." Piensa con preocupación sin poder quitarse al misterioso hombre de la puerta.

Mis pasos se pararon en el mismo instante que aquella enorme edificación se levantó delante de nuestros ojos. Lentamente levanté la cabeza hasta dejar ver parte de mi rostro. "Soid..." Pensar esa palaba provocó que un escalofrío me recorriese toda la espalda, pero que gracias a la larga capa que me cubría entera no se dejó notar. Nuevamente bajé la cabeza cerrando los ojos.- ¿Es un encapuchado quien pertuba vuestra tranquilidad, Nueve? -Siseé a la par que me giraba un poco hacia él para que mis palabras le llegasen. No quería que mis palabra sonasen mal hacia mis compañeros, pero mi naturaleza me lo impadía y se había demostrado durante todo el largo camino.- Mirad a vuestro alrededor ¿Seguís pensando igual? Ese no será nuestro único problema aquí dentro..-Mis palabras eran simples susurros que se escondían bajo aquella capucha.

Saqué una de mis manos de la oscura tela, lentamente retiré un poco la capucha para poder otear todo el lugar, tras eso me separé un poco de ellos. Todo era tan "perfecto" que me inquietaba, pero ese no era mi mayor temor y ellos lo sabían. Nuevamente me acerqué y tras colocar la capucha en su lugar escondí mi mano para unirla con la otra. Ambas se aferraron entre ellas mientras yo bajaba la cabeza ocultándome. "Dicen que debemos estar cerca de nuestros amigos, pero aún más de nuestros enemigos. Yo discrepo en este caso... Desearía salir de aquí"

Nueve miró con recelo a Exiria tras el tono de su comentario. -Por supuesto que soy consciente de que tenemos más problemas de los que preocuparnos. Pero ése es el único que ha venido directo hacia nosotros. ¿Acaso a ti no te parece extraño?- Le pregunta sin dejar de hablar con voz baja.

Mientras seguían caminando, trataba de no perder de vista el muro con el que se habían encontrado siguiendo el rastro de Ricsanit. Así que Nueve decidió dejar atrás las impertinentes palabras de la mujer. -No tenemos tiempo para ver quién sabe evaluar mejor los peligros que se nos vienen encima. Tenemos una compañera a la que encontrar y una misión que cumplir.- Dijo finalmente para concluir la breve discusión. -Debe ser por allí donde se perdía el rastro.- Nueve señaló en una dirección estimada, pues las casa hacían un poco más complicado el encontrar el punto exacto. Tan solo esperaba no fallar por mucho.

Alucard asiente con un corto golpe de cabeza al comentario de Nueve. El veterano espadachín ya ha demostrado antes tener un fino olfato para el peligro y la cabeza fría ante situaciones peliagudas. Su instrucción militar ha enseñado a Alucard a fiarse de las dotes de los especialistas. El plan esbozado por Nueve coincide con su idea, así que sigue andando en dirección hacia el punto donde cree que desaparecen las huellas al otro lado del muro exterior del barrio.

Tras el comentario de Exiria hace un movimiento apaciguador con las manos y esboza una sonrisa para sus compañeros. Tranquilidad amigos. Con la cabeza fría saldremos de esta. Tenemos dos personas que encontrar, ambas muy importantes para nosotros. Estoy seguro de que con nuestra fe seguro que lo conseguimos. Sigamos juntos y saldremos airosos.

Os orientáis entre todos para dirigiros hasta el lugar correcto. No esta a mucha distancia, y cuando llegáis veis que es el hueco entre dos casas nobles, ambas separadas por bajos muros. Vais a internaros en el callejón cuando os dais cuenta de que no estáis solos.

A cada lado hay guardias, nobles, y comerciantes. Y aunque parece que están todos a sus quehaceres, más de una vez os dedican miradas de reojo.

Habían llegado hasta el lugar al otro lado del muro. Parecía que el rastro los llevaba a hasta un callejón situado entre dos casas de la misma estética al resto de las construcciones de la calle. Los muros bajos aportaban mucha más luz de la que Nueve solía ver en los callejones que él solía frecuentar cuando todavía era joven. Incluso una parte que creía casi olvidada analizó los puntos fuertes y débiles del angosto pasaje... Y no tardó en encontrar el mayor problema de aquel lugar. "Aquí hay mucha gente." Analizó a simple vista.

-Aquí no vamos a poder hacer gran cosa.- Dijo en voz baja sin dejar de fingir interesarse por la espléndida arquitectura del barrio. -Demasiados ojos...- Concretó dedicando unos cuantos vistazos atentos tanto a los guardias como a los nobles y comerciantes que estaban por allí.

Alucard se coloca delante del callejón mirando hacia un lado donde está Exiria y hablando en voz baja. A su lado está situado Ujans.

Estoy de acuerdo. Demasiados obsevadores. Sin embargo, debemos buscar a Ricsanit y para eso no tenemos tiempo. Formad un grupo delante de la entrada. Nueve, tu explora el callejón a ver si encuentras algo. El resto miraremos de mantener la entrada del callejón cerrada a otros transeuntes por un corto tiempo.

Ujans hacía tiempo que se sentía incómodo, quien le iba a decir que le pasaría aquello, sentirse incómodo por el cúmulo de personas, quizá la arena lo había vuelto bastante desconfiado, aún en su cabeza resonaba los aullidos de las personas pidiendo acabar con las vidas de los caídos, las ansias de las personas por ver sangre era algo que a esas alturas ya no le sorprendía, pero las voces seguían allí.

Habían llegado allí con un objetivo, y debían lograrlo, escuchó a sus compañeros y asentía mientras intentaba desechar las voces...

- Yo me quedaré en la entrada, no pasará ningún indeseado, hasta que nos vayamos logrado lo que hemos venido a hacer...

Nueve contempló brevemente la calle y luego miró a Alucard con la intención de replicar. Sin duda sería una escena un tanto extraña y que seguramente llamase un tanto la atención. Pero finalmente accedió pues el tiempo jugaba en contra y posponerlo podría costar la vida de Ricsanit. -De acuerdo. Pero espero que sepáis entretener a cualquier curioso.- "Y espero poder encontrar rápido cualquier pista..." Pensó para sí mientras caminaba hacia el callejón. -Cubridme.- Les dijo para que su movimiento no fuese tan evidente en caso de que cualquier mirada indiscreta y curiosa encuentre extraña la maniobra.

En esta ocasión evité el decir nada, después de la reacción de Nueve sabía que de poco serviría que abriese la boca para decir nada. En más de una ocasión había conseguido abrir una brecha en la tranquilidad de mis compañeros y aquello empezaba a volverse aburrido por momentos, con un suave movimiento de cabeza acepté las últimas palabras del noble  "Entretener... ¿Qué se piensa, que somos bufones?" Di unos cuantos pasos para alejarme de donde estábamos, pero más que parecer que me alejaba de mis compañeros, era como si observase lo que nos rodeaba.

Mis manos aparecieron entre las oscuras telas para subir hasta mi capucha. Con un momento lento pero seguro me la retiré hacia atrás, dejándola deslizarse sobre mis largas hebras oscuras. Sería más fácil llamar la atención de la gente si iba cubierta que de esta forma. Por segunda vez dejé ver mi rostro. Mis rasgos delicados y hermosos se mantenían serenos, al igual que cada uno de los movimiento que hacía.

Una vez más mi mirada viajó hasta ese lugar que no me gustaba, durante unos segundos lo observé, pero terminé por retirar la mirada con una maraña de nervios y angustia. Odiaba ese lugar y estar cerca solo agravaba la situación.