Partida Rol por web

Parece un recuerdo...

Dos hombres se aproximan a ti

-Disculpe, ¿oiga?...-

Te giras hacia ellos preguntándote qué querrán...

Sientes un pinchazo en la nuca... Un calor agradable te invade, así como una sensación de tranquilidad. Te gustaría recordar este sueño y esta sensación cuando despiertes...

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Suena el despertador. Miércoles. La rutina de cualquier miércoles... salvo por el hecho de sigues en el mismo lugar. Da igual si hace un buen día o llueve. Aquí todos los días son iguales.

Te levantas mientras recuerdas que hoy tenías lo de la visita del Ministro y también la visita al médico a las 18:30*

Me despierto aturdido por el cansancio, el sueño y la tensión generada por la reunión del día anterior. Va a ser un día muy largo... Me preocupan esos sueños. Antes descansaba muy bien y casi nunca tenía pesadillas, pero ahora parece que se ha convertido en costumbre. Menos mal que esta tarde iré al médico. La visita al médico también me provoca nerviosismo, ante el temor de que me diga que tengo algún tipo de enfermedad o desorden mental. Bien, he de mantenerme sereno. Todo esto es de locos, pero no puedo dejarme arrastrar.

Tras comprobar que sigo en la misma realidad, me preparo como todas las mañanas y voy al despacho, dándole vueltas a la propuesta de Marcos. Le dije que respondería hoy, pero todo está a expensas de lo que me diga el médico. Bueno, no solo de eso.

Una vez en el despacho saludo a Ana de forma afectuosa pero no demasiado y, cuando paso junto al despacho de Luis le guiño un ojo para indicarle que ya hablaremos. Cuando llego a mi despacho pienso que podría ponerme a preparar otros asuntos, pero, de repente, se me ocurre una idea.

Voy al despacho de don Antonio y, en la antesala, donde está el de María, su secretaria, me dirijo a ella y, tras saludarla y un poco de charla informal, le planteo lo que quería:

- Verás, ayer don Antonio m encargó un trabajo muy importante y me gustaría saber si podría recibirme antes del encuentro con el cliente para explicarle lo que he preparado.

Es la oportunidad de examinar el despacho de don Antonio y ver si hay algo distinto o, quien sabe, algo que me pueda guiar en la búsqueda de los contratos si finalmente me decido a hacerlo.

-Sí, creo que era lo del ministro ¿no? Déjame ver la agenda un momento...- le digo mientras le echo un vistazo rápido -Hay un hueco a la 1 ¿te sirve?- le pregunto -Si no, va a ser imposible... Veamos, él viene a las 5... ¿media hora después de comer? ¿A las 3:30?-

Aprovecho que ha venido para intentar cotillear un poco -Por cierto ¿hoy vienes a comer o tienes otros planes?- pregunto riéndome con algo de malicia. No sé exactamente qué pasa pero el otro día fue a comer con Ana, que los vi volver, y ayer sé que salieron juntos del trabajo por la tarde

- Sí, mejor a la 1. Cuanto antes mejor, por si tengo que corregir algo.

Mierda. Tengo la cita con el médico a las 6 y media y no voy a llegar.

Sonrío a María: - Claro que iré con vosotros. Ya sabes que solo tengo ojos para ti... y para Luis. Y, aprovechando, creo que sería buena idea que invitásemos a Ana a comer con nosotros. ¿Te parece?

Estoy cansado y no puedo concentrarme, así que repaso el asunto del ministro y voy a hablar con Luis. Le doy a entender que estoy yendo poco a poco con Ana y que me gustaría que ellos la conociesen mejor y aguanto sus bromas. También aprovecho para llamar al médico y postergar la cita al día siguiente.

Puede que hoy sea un buen día para investigar.

María te apunta a la una, como has pedido.

Cuando le dices lo de Ana te mira un poco suspicaz, pero se le pasa pronto y, con una sonrisa te contesta  -¡Por supuesto que puede venir! En realidad no sé porqué no ha venido nunca antes. Yo me encargo de reservar donde siempre para todos-

Vuelves a tu despacho y repasas todo para estar seguro de que está correcto. A media mañana le haces una visita a Luis y le cuentas lo que has pensado decirle. -Lo de ir despacio es importante, sí... que si no, ya sabes que se hacen ilusiones...- te comenta bromeando. Aprovecha y curioso, te pregunta qué era ese trabajo tan urgente que te había encargado el jefe ayer.

A la una, te presentas en el despacho del jefe y María te hace pasar, aunque él no está dentro -Dale sólo un par de minutos, ha acompañado a los clientes con los que estaba hasta recepción y ahora mismo está aquí. Pero me ha dicho que vayas entrando y sentándote que no tarda nada-

María sale dejándote sólo en el despacho, con la puerta entornada.

Le comento a Luis el encargo del jefe a grandes rasgos.

María me deja solo en el despacho y estoy tentado de husmear, pero no quiero arriesgarme. En lugar de ello me dedico a mirar de forma aparentemente distraída y comprobar si hay algo extraño o distinto en comparación con lo que recuerdo del despacho de don Antonio en la otra realidad.

No lo había pensado pero, ¿y si nos vigilan? ¿Y si Ana está controlada y no lo sabe? Intento no caer en la paranoia, pero no puedo evitar desconfiar, así que miro de forma que parezca que estoy haciendo tiempo en espera de don Antonio.

Revisas visualmente el despacho. Todo parece estar normal salvo algo realmente llamativo. Detrás del ordenador, pegado a la pared, hay un mueble. Demasiado estrecho para ser un armario o un mueble-bar. Parece uno de esos que se utiliza para ocultar de la vista los radiadores pero este edificio tiene calefacción por aire y las rendijas del techo son la prueba.

D. Antonio entra pero tú estás sentado en la silla con los documentos que has preparado en la mano. No tienes nada que llame la atención ni que de pie a pensar que haces otra cosa que no sea esperar.

Pasais una media hora revisando lo que has preparado. En realidad está perfecto, no tiene nada que corregir, aunque tu jefe si te indica varios matices que considera que faltan para "redondear". Vuelves a tu despacho para incluirlos y, antes de que te des cuenta es la hora de comer y tienes a Luis en la puerta.

Bajais hasta la entrada donde os juntais con todos los demás. Ana ya está allí también y charla animada con María, crees que sobre una serie de televisión. Juntos os dirigis al restaurante para comer.

Me fijo en el mueble. !Qué extraño! Estoy tentado de acercarme, pero no lo hago y disimulo. Después...

Tras la reunión hago las modificaciones sugeridas y dejo el expediente bien guardado para la tarde.

Después voy a comer con los demás. Me sorprende lo bien que se integra Ana. Para salvar las apariencias, y ante las miradas de soslayo de Luis, miro de vez en cuando a Ana con gesto de cariño y tengo alguna atención especial, sin exagerar. Los temas son variados: actualidad, cotilleos, televisión, actividades de tiempo libre...

Cuando volvemos al despacho aprovecho para apartarme discretamente con Ana y decirle en voz audible para los demás: - Esta tarde seguramente me quedaré trabajando. Luego te confirmo. Y en un susurro: - Quiero hacer unas averiguaciones antes de responder a Marcos. 

Ana asiente cuando le dices eso. Después te lanza una mirada como diciendo "Entendido". Y luego duda un momento, como si no supiera qué hacer para continuar vuestra farsa. -¿Me llamas luego cuando llegues a casa?- te dice. Y es una pregunta que sirve igual para que le puedas contar qué has averiguado como para dar la sensación a otros de que os estáis viendo fuera del trabajo.

Trabajas hasta las 5 en otros temas que también tenías pendientes. A las 5 tu jefe te llama a su despacho y juntos recibís al ministro cuando llega unos minutos después. Es un hombre de unos 50 años con algunas canas en las sienes. No está en buena forma física pero tampoco está gordo. Lleva traje y un reloj caro. Es amable con vosotros y el trato con tu jefe parece muy cordial, aunque no tanto como si fueran amigos. Parece evidente que no está apenado y, a ti, que ya llevas algunos años haciendo esto, algunos de sus comentarios te dicen que tiene una nueva pareja.

Ana entiende perfectamente lo que quería: que los demás piensen que nos vemos fuera del trabajo. - Si, te avisaré si me quedo y, si al final lo hago, te llamaré cuando llegue a casa. Le hago un gesto afectuoso.

La reunión con el ministro se desenvuelve bien. Se confirma el motivo de la ruptura, aunque no lo diga expresamente. Expongo a Antonio y al ministro mi propuesta, que consiste básicamente en una separación de mutuo acuerdo con una pensión suficiente pero moderada. Al haber un hijo pequeño, le planteo que seguramente se quede con la madre y ella, en consecuencia, con la vivienda familiar, pero que un acuerdo al respecto puede servir para acordar la custodia compartida y un reparto más favorable al ministro del resto de bienes.

No puedo evitar mirar de reojo el mueble, pero me concentro en el tema.

Terminais la reunión a las 6:00. Todo ha ido muy bien y el tema se ha resuelto (de momento) a gusto de todos. Queda por ver qué opina la otra parte pero, hasta entonces, ya poco puedes hacer con este asunto.

Cuando vuestro cliente se ha ido, coincidiendo con las horas de salida, todo el mundo comienza a marcharse. María se acerca hasta tu sitio y te ve trabajando, sin intención de ir, ni siquiera cerrando.

-Así que al final sí te tienes que quedar- te pregunta

-Sí, por preparar lo de esta tarde a tiempo, he dejado otras cosas aparcadas y ahora tengo que ponerme al día- tu excusa suena creible. María lo único que te dice es que recuerdes conectar la alarma cuando te vayas y te interroga para ver si te acuerdas bien. Pero tú lo recuerdas perfectamente, se hace desde el puesto de Ana, marcando una clave de 4 dígitos en un teclado numérico.

Cuando ha comprobado que te acuerdas, María se despide y te deja sólo en la planta.

María se va y espero una media hora antes de salir de mi despacho. Todo está en silencio. No es la primera vez que me quedo a trabajar después de haberse ido todos, pero esta vez es distinto. No he querido implicarme con Marcos hasta hacer mi propia investigación. Sé que teóricamente solo hay un sistema de alarma, pero no puedo evitar desconfiar. Tengo claro lo que quiero mirar.

Primero voy al despacho del jefe. Asegurándome de dejar todos los documentos como estaban, busco los contratos de que habló Marcos.

También miro el mueble que me extrañó y si tiene algún tipo de abertura o palanca o algo parecido o si se puede separar de la pared sin romperlo.

Repito la operación con los ascensores. No tienen botones a otros pisos, pero intento abrir la puerta sin forzarla.

En cuanto estás seguro de que no queda nadie te diriges al despacho de tu jefe. Revisas lo que hay sobre la mesa y los cajones, pero no encuentras nada que te llame la atención. Tienes mucho cuidado de dejarlo todo como está.

Después te diriges al mueble. Con cuidado intentas separarlo de la pared. Para tu sorpresa, no ofrece resistencia y, cuando lo quitas, te encuentras con esto:

Y eso es algo que estás seguro que en "tu mundo" no estaba ahí porque ese mueble no existia allí y se veía la pared perfectamente.

Te fijas en el ordenador de tu jefe y pruebas a encenderlo. La pantalla parpadea pidiendo la clave de acceso.

Los ascensores, tras revisarlos, compruebas que no tienen nada especial, salvo que van directamente del parking a la planta donde está el despacho de Antonio. No hay mas botones. Es evidente que su objetivo es traer a personas hasta aquí sin pasar por recepción, donde podrían verlas.
 

Mientras registro el despacho reparo en que estoy tocando todo con las manos desnudas, así que saco un pañuelo, limpio lo que he tocado y no vuelvo a tocar nada sin hacerlo con el pañuelo. Puede que esté exagerando, pero es mejor así.

Me asombro al descubrir la caja fuerte. Me he arriesgado demasiado como para quedarme aquí. Tengo que intentar abrirla. ¡Mierda! Lo intento varias veces, pero no lo consigo.

Paso al ordenador. Clave de acceso, claro. De nuevo lo intento, pero nada.

Acabo el registro frustrado. Tras dejarlo todo como estaba, conecto la alarma y salgo del despacho. He estado cerca... Reflexiono un rato y finalmente me decido. Necesito ayuda. Llamo a Ana.

- Sí, hola. Verás, creo que he encontrado algo, pero necesito ayuda. No quiero comentarlo por teléfono. Sé que es tarde, pero ¿podríamos vernos ahora? Puedo acercarme donde me digas.

Ana descuelga casi en cuanto empieza a sonar, como si estuviese esperando tu llamada. Te pregunta qué tal te ha ido pero, en cuanto le dices que necesitas hablar con ella, deja las preguntas.

-Sí, sí, claro, no te preocupes... Puedes venir a casa o también... veamos...- oyes unos segundos de silencio al otro lado del teléfono mientras Ana piensa dónde -Hay un local de salsa a un par de calles de aquí. Está bien porque es ruidoso nadie nos oirá. Lo que tú prefieras. Tu sabes cuál es mi barrio ¿cuanto crees que tardarás?-

¿Un local de salsa? Si no estuviera tan nervioso, me habría echado a reír. Pero es una buena idea.

- Sí, perfecto... Aunque la salsa no es mi especialidad... Perdona, estoy nervioso. Voy allí ahora mismo.

Tomo un taxi para no perder más tiempo y llego en breve. Cuando entro no hay demasiada gente (es miércoles), pero la música está alta y será difícil que nos oigan. La gente se vuelve hacia mí (voy vestido de traje), pero no parecen darle demasiada importancia. Ana ya está allí. La saludo y vamos a la barra. Pido un ron-cola y en ese momento me invade el cansancio. La noche anterior la pasé casi en vela y el día ha sido muy intenso. Pero me esfuerzo en concentrarme.

- Tengo que reconocer que me gustan los sitios a los que me llevas - sonrío - Bien, creo que he encontrado algo. En el despacho de don Antonio hay un mueble que oculta una caja fuerte. He intentado dar con la combinación, pero no he podido. Tampoco he dado con la clave de su ordenador. No sé si lo que podamos encontrar ahí nos dará pistas sobre los contratos o la superficie, pero creo que habría que intentarlo. Necesito a alguien o algo que me pueda ayudar a descifrar la combinación o la clave.

Me detengo unos instantes.

- Supongo que lo que quiero decir es que contáis conmigo. No sé adónde nos lleva esto, si es una locura o algo peor, pero... No voy a retroceder. De alguna manera tengo que salir de aquí... Quiero decir, saber si hay algo más.

Tomo un sorbo prolongado.

-Mira... Asumo el riesgo porque... tengo que hacerlo. No lo puedo explicar... Pero tú, ¿estás segura de lo que haces? Quiero decir... No me gustaría que te pasara algo malo.

La música es tan atronadora como recordaba. Bueno, no atronadora realmente, pero si está muy alta. No tengo que esperar mucho, Alfonso llega enseguida

-Bueno, a mí no me gusta este tipo de música y tampoco sé bailar, pero me parecía perfecto para vernos- comento sonriendo.

Entonces me cuenta lo que ha descubierto y cómo necesitaría alguien que le eche una mano

-Puedo decirselo a Marcos pero no creo que hoy ya se pueda hacer nada. Quizás si mañana haces lo mismo y te quedas sólo en el despacho, puedan mandar alguien que te ayude. Yo voy a comentárselo tan pronto como llegue a casa y a ver qué me dicen. Mañana te cuento.-

"¡Que dulce!" pienso cuando me dice que está preocupado por si me pasa algo -Te lo agradezco mucho, de verdad, pero ya me plantee eso en su momento tambien yo. No tengo familia, Alfonso. Mis padres eran hijos únicos y murieron hace años. Y no tengo demasiados amigos... a estas alturas ya te habrás dado cuenta que me da vergüenza acercarme a otros... no es que lo haga mal, pero me cuesta. El caso es que, probablemente, esto sea lo más relevante que vaya a hacer con mi vida. Pero gracias por preocuparte-

He visto como bosteza un par de veces y parece muy cansado

-Y ahora deberiamos irnos. Tienes pinta de estar agotado y mañana hay que madrugar de nuevo-

- Sí, gracias, estoy hecho polvo.

La acompaño a casa andando. Durante el camino recuerdo algo.

- Acabo de acordarme. Mañana tengo cita con el médico y no me gustaría retrasarla más. No, no es nada grave, pero tengo que ir. Habrá que dejarlo para el lunes, a no ser que vaya el sábado por la mañana, pero entonces corro el riesgo de que haya más gente.

Llegamos a su portal.

- Bueno, me marcho - Dudo un momento - Supongo que es el cansancio, pero quiero decirte algo... La verdad es que tengo miedo... No por lo del despacho. Créeme que el tener que husmear no me asusta... Es que tengo la sensación de que esto no va a salir bien... Últimamente tengo pesadillas y me siento desubicado... - Suspiro - Lo siento, te estoy cargando con mis problemas y no estoy aportando nada. Mañana nos vemos.

Me acompaña hasta mi casa andando y, aunque no lo digo, lo agradezco porque para una distancia tan corta, ningún taxi me va a llevar. Y tampoco es que yo viva en uno de los mejores barrios de Madrid... La distancia es corta y pronto estamos en el portal del edificio de dos plantas donde vivo.

-¿El médico...?- pero como dice que no es nada grave y sigue hablando, yo lo dejo correr también. -Vale, no te preocupes, ya le digo a Marcos que mañana no.-

Le escucho mientras me habla de sus miedos. Entiendo lo que dice sobre pensar que algo salga mal pero no lo de estar desubicado... pero tampoco le pregunto por esto. Parece agotado y agobiado, así que no creo que sea el momento de pedirle que me explique más. Pero cuando se despide me siento triste por él y no puedo evitar darle un abrazo. -No estás solo y tampoco tienes obligación de hacer nada. Eres libre de elegir y yo estoy aquí por si necesitas alguien- Es lo que tantas veces hubiera querido yo que me hubiesen dicho a mí cuando me sentía sola y perdida. Ni siquiera sé si lo que le pasa, pero no puedo evitar decirlo, por si acaso.

-Hasta mañana. Descansa- le digo despidiendome