Partida Rol por web

Alicurá es un pueblo fantasma ubicado en la provincia de Río Negro, Argentina, a 117 Km. de San Carlos de Bariloche. Cerca de este lugar se construyó un Embalse entre finales de los años '70 y mediados de los años '80. 

Si bien la gente de la zona dice que el poblado desapareció después de la construcción del Embalse porque no había más trabajo, muchos rumores hay de que esa represa se construyó para esconder algo.

Desde la Ruta Nacional 40 solo se alcanza a ver una parte del pueblo, visualizando algunos álamos y yerbas, con un cerco perimetral que impide el acceso al público en general. Aunque los que se han aventurado dicen que en el medio del pueblo hay un único edificio que, hasta el día de hoy, tiene una bandera flameando.

De una u otra forma, cada uno de ustedes ha llegado hasta Bariloche, las nevadas han comenzado hace unas semanas atrás y la temporada de esquí dio inicio.

Las excursiones, los perros San Bernardo y el chocolate son el atractivo principal de los turistas que año tras año vienen a disfrutar de la paz y tranquilidad de la Patagonia.

Pero en más de una ocasión han escuchado o han leído sobre este pueblito cerca de Bariloche, un lugar abandonado por cerca de 100 años y con muchas historias encima, que cada vez les llama más la atención.

Aquí es donde comienza su historia.

Durante varios años has estado trabajando sin cesar. Desde el asesinato de tu familia con lo único que has estado casado es con tu trabajo, y este se ha cobrado todos los días de poco dormir y un desgaste físico importante, en las últimas semanas ya te costaba hasta discernir entre lo que era real de lo que no por el cansancio en tu cuerpo.

Es por ello que tu jefe te ordenó directamente que te tomes todas las vacaciones acumuladas que tenías y que te tomes un tiempo, que te alejes de Córdoba y del trabajo. Es un buen tipo tu jefe, alguien preocupado por sus subalternos. Con la hoja firmada con tu licencia había un sobre, al abrirlo ves 2 tickets (uno de ida y otro de vuelta) a Bariloche.

A pesar de tu reticencia de irte de vacaciones, tus compañeros te alientan a que te vayas unos días y tomes aire fresco, que ellos iban a seguir con tu investigación, es más, al ver que no ibas a tomar el avión mandaron un patrullero y te llevaron a la fuerza al aeropuerto.

Y acá estás, en Bariloche, cagado de frío, con nieve para todos lados, con 3 o 4 caídas al piso por los planchones de hielo escarchado tomandote un chocolate caliente con una medialuna.

Hace un par de meses que ya estás trabajando en El Turista como moza. Afortunadamente, durante ese tiempo, no has tenido ningún episodio violento ni estresante. Ya casi como que disfrutas tener que andar sirviendo chocolate caliente a los clientes o viendo como se atiborran de bombones o chocolate en rama. Ha llegado un punto donde casi te asquea escuchar la palabra, aunque de vez en cuando un pellizquito no le hace mal a nadie.

Las nevadas han llegado temprano este año y el frío es muy notable. Llegando a la noche a bajar la temperatura hasta -10° C. Con lo que todos los días caes al trabajo pareciendo un muñeco de nieve de la cantidad de abrigo encima. Pero mientras puedas estar bien y sin problemas (mas que el de esforzarte por recordar quien sos y de donde venís) el frío es el menor de tus problemas.

Llegaron las vacaciones de invierno, y con un grupo de amigas te embarcaste a un viaje a Bariloche para aprender a esquiar, o en tu caso, poder patinar un poco sobre las pistas de hielo que hay en la ciudad. Si bien al principio te negaste, cuando te empezaron a hablar de que ahí se hacen los mejores chocolates de Argentina terminaste por tomar viaje casi sin pensarlo.

Lo que no esperabas era el frío que hace en el lugar. Donde por las noches la temperatura puede llegar hasta -10 °C o más bajo inclusive. El piso con nieve escarchada prácticamente te da pavor, aunque no sabes el porque, si es porque te patinas o por el miedo de caerte al piso y romperte algo.

Pero lo que no te falta es el típico chocolate caliente todo los días. Cada día un lugar distinto para probar. Hoy toca El Turista.

Cuando entras al lugar el olor a chocolate te invade, te vas para la parte del bar mientras ves los productos que tienen al otro lado de la vitrina. En el centro del punto de ventas, cerca de donde te sientas va a empezar un maestro chocolatero a hacer bombones. Mientras ves como maneja el chocolate caliente una muchacha de unos 20 años te trae tu chocolate caliente.

Las idas y vueltas después de que te recibiste han sido muy productivas, tu mochila cada vez está más pesada por la cantidad de cuadernos llenos de historias y escritos con historias, leyendas y tradiciones de los distintos lugares que has visitado.

Esta vez te encuentras en Bariloche, no ha sido muy buena idea ir en esta fecha, recién comienzan las vacaciones de invierno, la ciudad esta atestada de gente y el frío es impresionante. Durante la noche no sabes ya como taparte cuando llega a -10°C.

Te has sorprendido de la cantidad de historias y leyendas que la patagonia tiene para ofrecer, los Tehuelches poseen una cultura impresionante, y el haberse extendido por toda la zona patagonica hace que sean prácticamente inagotables los lugares para visitar.

El frío de hoy te lleva a querer algo calentito, la nieve escarchada hace que te patines y sea difícil caminar, y encima esta nublado, así que el sol no alcanzará a derretir un poco el piso como para hacer bien pie.

Un cartel amarillo y negro te llama la atención. Dice El Turista, ves que es una chocolatería pero que tiene un bar al fondo, así que te dirigís ahí, justo está por empezar un show de un maestro chocolatero. El ambiente es cálido y bastante acogedor. 

El invierno estaba siendo algo duro para Esther, nunca había visto la nieve (eso le gustaba) y tampoco había experimentado tanto frío , acostumbrada al cálido tiempo de Málaga. Pero lo que menos le agradaba era el suelo congelado y resbaladizo. Por suerte había encontrado algo que si le encantaba, el chocolate caliente, con ese frío apetecía más que nunca. Hoy tocaba probarlo en un sitio nuevo, el Turista. Sonríe cuando ve a la muchacha traer su pedido -Muchas gracias - coge la taza y le echa un poco de azúcar, mientras remueve el chocolate con la cucharilla. Como aún tiene pinta de estar muy caliente, espera a que se enfríe un poco mientras mira a su alrededor con curiosidad. 

Mientras todos están disfrutando de su chocolate caliente, excepto Alice quien es la que les está sirviendo. De entre la multitud se alcanza a oír una particular historia, no alcanzan a distinguir quien es, ya que la gente es mucha y el barullo también.

- Oh sí, Alicurá, ese es el lugar que estoy buscando. El pueblo fantasma donde la población desapareció de la noche a la mañana. Escuche que hay algo escondido ahí, y como buen investigador que soy, estoy dispuesto a descubrir que es. ¿Por donde me dijo que está? - no alcanzan a escuchar a su interlocutor - Ajá, por la Ruta 40... A 127 kilómetros al norte... Bien... muchas gracias... Espectacular el chocolate... Vamos a ver que aventura me encuentra en este lugar.

Empecé una nueva vida en Argentina, viajando y viajando, atravesando carreteras, pueblos, ciudades, campos desiertos... No encontraba apenas ningún lugar donde acudir, sin embargo, decidí probar suerte más cerca de aquel misterioso pueblo fantasma, si tenía suerte por allí estaría más cerca de lo que estaba buscando desde hacía mucho tiempo. Así pues, con la mochila en la espalda y todo listo, comencé mi viaje.

Una vez llegué a Bariloche me quedé asombrada, pues no esperaba, para nada, la belleza que estaban viendo mis ojos. La suave brisa acarició mi rostro, respiré hondo y comencé a andar por aquella calle repleta de gente sonriente, de tiendas, de puestos ambulantes de comida; se podría decir que el ambiente estaba cargado de alegría y felicidad, lo que dibujó una sonrisa en mis labios. La suerte me sonrió entonces, doblemente, pues vi a lo lejos una especie de tienda, llamada El Turista, donde hacían y servían chocolate - destacando que adoro el chocolate y que tengo un amor incondicional por todo lo relacionado con ello - aceleré mis pasos para llegar más rápido a aquel lugar. Estuve un par de horas embobada observando cada uno de los bombones, cada una de las tazas que llevaban dentro un tipo distinto de chocolate, viendo como ese delicioso humo que desprendía el chocolate fundido hacía rugir a mi estómago y me obligaba a lamerme suavemente los labios. ¿Qué más podía pedir? Era algo asombroso, parecía el paraíso. Estaba tan asombrada y llevaba tanto tiempo allí que la dependienta se me acercó, preguntándome si venía para el puesto libre que había para trabajar en aquel magnífico lugar, asentí, sin pensármelo ni un mísero segundo. Fue así como empecé a trabajar allí, con todo el entusiasmo que nunca imaginé que podría tener trabajando, desde luego, estaba teniendo muchísima suerte.

Pasaron los meses y llegó el invierno, un frío horrible recorría la ciudad, pero nada que un buen abrigo y una taza de chocolate caliente no pudiese arreglar. Cada día me levantaba y, de camino al trabajo, dejaba que la nieve se posase en su forma de pequeños copos en mi rostro, adoraba ese color blanquecino que descansaba sobre el lugar, formando una capa blanca que hacía las calles más hermosas. El frío daba a mis mejillas un tono rosado, mi mente y cuerpo habían aborrecido algo el chocolate, pero era imposible que llegase a odiarlo, seguía siendo uno de los mejores placeres de la vida, pues no había nada mejor que pegar las manos a la taza caliente y sentir ese calorcito del chocolate con su leve vapor en el rostro. En este tiempo había estado ahorrando para mi "excursión" en mis días libres al pueblo fantasma. Quizás podía encontrar a alguien que quisiera acompañarme, hasta podría preguntar a algunos clientes que viese capacitados para acompañarme al lugar, podría ser una buena idea ¿A quién no le gustaban las aventuras? Estuve centrándome en el trabajo, esperando ver o escuchar a alguna persona que estuviese interesada en acudir a aquel lugar. Aunque si se daba el caso y llegaban mis días libres, me iría sola a explorar, no iba a dejar pasar esa oportunidad.

Por suerte para mí, fue ese mismo día, mientras hacía esa reflexión, cuando llegó a El Turista una muchacha que llamó mi atención. Mientras le servía su chocolate pareció escuchar con la misma atención que yo la información que estaba pidiendo ese investigador, sonreí a la chica al darme las gracias por servirle su pedido. Presté especial atención a los clientes que parecían muy interesados en el pueblo fantasma, era una buena oportunidad. Antes de que pudiese ver quién era el que nos aportó dicha información decidí sacar mi lado aventurero, empezaría por hablar con cada uno de los tres clientes que estuvieron especialmente atentos a dicha información.

Ya que tenía a los tres clientes muy cerca de la mesa que acababa de servir, decidí presentarme a la muchacha, la cual era muy mona, con sus gafas y su gorro negro, aunque parecía no ser de argentina. Intenté hablar un poco más alto, quizás así, al escucharme los otros dos clientes, querrían unirse y pedirían más información.

- No hay de qué, disfrute el chocolate - respondí a la muchacha - por cierto, me llamo Alice... - esperé unos segundos para tomar aire y soltarlo todo - disculpe que la moleste, pero pareció prestar mucha atención a lo que acabamos de escuchar sobre el pueblo fantasma. Estaba planeando un viaje a éste, para... explorar. No querría ir sola, por eso estaba buscando alguien que mostrase cierto interés por ese tema. Es solo una propuesta, puede negarse, pero, siempre podemos hablar de ello tomando una taza de chocolate caliente, por probar no pierde nada ¿no cree? 

El Turista era un lugar acogedor atestado de gente en estas épocas de zafra. A gente animada charlaba pero una conversación captó mi atención. 

Tome un sorbo de mi chocolate caliente y esuché atentamente. 

"Alicurá, suena interesante. Tal vez haya unas cuantas buenas historias" 

-Mesera!- Llamé educadamente. Y esperé a que la muchahca terminara de atender. 

Esperé la respuesta de la muchacha, pero viendo que aún lo estaba pensando decidí dejar que lo pensase mejor - Si le parece bien, después de comer puede pasarse por aquí, piénselo - así pues, me despedí de ella con una sonrisa al escuchar que la otra muchacha con la que quería hablar de ello me reclamaba. No obstante, como buena trabajadora primero debía cumplir con mi deber.

Separé suavemente un mechón de pelo de mi cabello y me dirigí ágilmente hacia la mesa que me reclamaba, supuse que quería hablar del pueblo fantasma, pero iba a dejar que me preguntase ella primero. Trataría de reunir al mayor número de gente que pudiese en El Turista tras la hora de comer, pues no habría nadie que nos molestase y podríamos hablar del tema tranquilamente. Sin embargo, podría tratarse de cualquier cosa, por lo que primero haría mi trabajo.

-¿Desea algo más? - respondí a su llamamiento, mientras sacaba la libreta y el bolígrafo, preparada por si se trataba de algún pedido más. Aunque lo dudaba mucho ¿Debería preguntarle directamente por el tema? supuse que en cualquier caso lo haría ella y si no, tomaría las riendas, no quería ir a aquel lugar sin tener ayuda. No quería volver a ir a un lugar así sola, a ser posible, prefería acompañantes.

-Si, esos alfajores de dulce de leche ese ven deliciosos. ¿Irán bien con historias de fantasmas y chocolate caliente? - Le comenté divertida.

-Disculpa, soy Samantha.- Le dije entregándole una tarjeta. -Soy reportera y tengo un blog. Vine a la patagonia en busca de historias. Búscame si escuchas algo interesante - 

Cuando me acerqué, la chica de hermoso pelo violeta me miró y sonreí ante su comentario, mi intuición había acertado, probablemente podría reunir a más personas de las que pensaba. En ese momento una idea pasó por mi cabeza, era un modo casi seguro de atraer a la chica a la pequeña "reunión" sobre el pueblo fantasma y dudaba mucho que se negase, asentí ante su presentación y le tendí la mano.

- Un placer, yo soy Alice - miré en dirección a los alfajores de dulce de leche y volví a mirar a Samantha - ¿Qué le parece un alfajor de dulce de leche gratuito a cambio de su presencia aquí, justo después de comer? si está interesada en el pueblo fantasma, estoy buscando a gente que quiera acompañarme al lugar para investigarlo. Podrá unirse a la reunión después de comer, aquí mismo, y compartir información al respecto. Vamos, por venir no pierde nada, es más, gana un alfajor - terminé de decir con una sonrisa.

Sin duda, hoy estaba siendo mi día de suerte, nunca creí que fuese a reunir a alguien, aunque fuese únicamente para dar información al respecto. Quizás, si mi día seguía así, conseguiría acompañantes y podría incluso obtener información que ni siquiera yo tenía. Iba a ser divertido, no tenía ninguna duda.

Se quedó estupefacta ante la reacción de la camarera, estaba tratando de asimilar toda la información que le estaba dando en un momento aquella chica. Tanto que no le salió respuesta al momento y Alice ya se había ido a atender a otra mesa. Confusa por aquella espontaneidad, siguió removiendo su chocolate caliente con la cabeza algo baja pensando en todo lo que le había dicho. 

-Hoy no tengo nada que hacer. Acepto tu invitación a esta reunión siempre y cuando hayan tres cosas. Un chocolate bien caliente, un rico alfajor de dulce de leche y un misterio irresistible. Ese es mi precio - Le contesté divertida y dejé pasar el hecho de que había intentado comprarme con un simple alfajor. -Pero mientras tanto me llevo un alfajor para el camino. ¿Cuánto te debo Alice?- Insistí en pagar y me fui caminando de nuevo al hotel, me estaba congelando. 

"Vacaciones, ese momento del año en que los tensos músculos se relajan y por tu cabeza solo pasa el pensamiento vago de pasarla bien y divertirte... Puras patrañas existencialistas y consumistas para hacer que la masa gaste su dinero en algo que no va a serle útil a su vida."

Era el pensamiento que circulaba por la mente de Gabriel mientras ponía un pie dentro de aquella cabaña. El helado frío que rodeaba aquel lugar no parecía querer relajar al estresado policía, quien refunfuñaba por lo bajo mientras se acercaba a una mesa libre para intentar, por primera vez en años, hacer otra cosa que no fuese trabajo. Se acomodo lentamente, mientras de su bolsillo sacaba un Iphone, en el cual, secretamente, había descargado los archivos de su trabajo mientras el jefe llamaba al patrullero que lo llevo al aeropuerto. Observo a la gente que lo rodeaba, buscando una cara conocida.

"No vaya a ser que el idiota de mi jefe haya mandado a alguien a verificar que me divierta... Dios... Ellos serian capaces"

Levanto la mano mientras organizaba los archivos -Camarera, un café doble, por f...- agregó sin poder terminar la frase ¿Habrían sus oídos escuchado bien? Un pueblo fantasma se alzaba en la zona. Rápidamente comenzó a buscar en su dispositivo. Entre todos aquellos archivos, había una frase. El color pálido de su piel reflejaba el miedo... No, el pavor que sentía en aquel momento. Furia, adrenalina, miedo, pesadillas, venganza. Todo se mezclo en un amargo sabor que termino por derramar una gota de sudor la cual recorrió su rostro desde su sien hasta su cuello. El archivo, terminó por corroborar aquel miedo suyo; el podría encontrarse allí.

"Diablos... Todos estos años intentando encontrarlo, cuando el me estaba buscando. Seguramente sabia de estas vacaciones, que mi jefe insistiría mandándome lo mas lejos posible del cuartel... Todo esto fue planeado, pero no le dejare la victoria fácil, esta vez, lo atraparé"

-Un café por favor- termino de decirle a la joven con una sonrisa en su rostro -Escuche que irían al pueblo fantasma, parece ser un lugar bastante interesante, ando en busca de una aventura ¿Les molestaría si me uniese a su expedición?- agrego finalmente, esperando una respuesta de la dama.

Asentí ante las palabras de Samantha, me alegraba que todo fuese bien. Le cobré únicamente el chocolate y me despedí con educación - Aquí la esperaré, gracias por su visita - dije mientras me alejaba en dirección a la mesa de aquel hombre que también llamó mi atención, había escuchado ya su orden del café y se lo llevé lo más rápido posible, cogiendo un alfajor de chocolate blanco con trazas de galleta oreo dentro de camino.

El vapor del café ondeaba suavemente, con un leve toque a vainilla, algo que solía gustarles a los clientes. Dejé el vaso con cuidado, justo delante de él. Nuestros cafés eran de los más especiales, añadíamos una leve capa de nata con cierto sabor avainillado, pero yo añadí una sonrisa dibujada en ésta. Siempre era bienvenida una sonrisa de los labios de un hombre como aquel ¿Me estaba poniendo nerviosa? Ladeé levemente la cabeza y me centré, escuchando lo que me tenía que decir. 

Lo que había intentado hacer había surtido efecto, había escuchado mi conversación y quería unirse, lo cual, me parecía perfecto. Sonreí tras sus palabras  - Así que, eso de escuchar a escondidas disimuladamente no va con vos ¿cierto? - reí levemente, ruborizándome por mi intento patético de bromear - Me llamo Alice, un placer conocerle y, por supuesto que puede unirse, será un placer contar con su ayuda. Acuda a este mismo lugar tras la hora de comer, nos reuniremos para compartir información con algunas personas más - dejé el alfajor de chocolate blanco en un plato pequeño al lado de su vaso - es un nuevo tipo de alfajor que acabamos de inventar, espero que le guste, al igual que espero su presencia más tarde. Disfrute del café y las vistas, no hay nada mejor que calentarse las manos rodeando una taza caliente. -guiñé el ojo y sonreí - cualquier cosa que necesite, andaré por aquí.

Dejé al cliente dando vueltas a su café mientras fui a limpiar mesas y atender otros clientes. Mi mente no paraba de dar vueltas, era cierto que nunca había tenido contacto con un hombre, ninguno me había acompañado nunca a esos lugares extraños que quería investigar. No era una quinceañera, pero nunca había tenido siquiera tal posibilidad de pasar cierto tiempo cerca de un hombre, todo era muy extraño y nuevo para mí. Pero debía controlarme, no podía seguir haciendo locuras por lo que mi cuerpo quisiera y no mi cordura.