Partida Rol por web

Muchas gracias. Para la próxima te prometo que lo hago yo solita, jejeje. Te hago dos tiradas. Una para averiguar la etnia de las momias y otra para intentar averiguar el uso que se le daba a las hoces. ^^

Percival  du Lancaster siguio a Albert Feldt y al resto hacia  la habitación donde estaban todas las piezas de la expedición que habían sido llevadas de vuelta  desde Hungría hacia Inglaterra. Eran varias momias humanoides con varias hoces y  cubo con raros grabados en este y una sustancia que estaba ya secada que se parecía en sangre. Mientras Reéne  miraba a los momias, yo me dirigí hacia las hoz y las mira fijamente.

— Me recuerdan a un tipo de hoz ritual pero déjame pensar, si recuerdo algo buen compañero- — Percival las observa  intensamente mientras hablaba.

Pasaron varios minutos mientras el grupo observaba con detenimiento los artículos y durante ese corto intervalo de tiempo, una ominosa sensación de incomodidad se cernió sobre ellos.

Sus instruidas mentes buscaban incesantemente un referente o una paridad con alguna de las innumerables culturas que han poblado la tierra desde sus inicios, pero lo que ante sus ojos se presentaba desafiaba toda lógica o razón.

Gerald observó la dentadura del ser, buscando rastros de limaduras o marcas de afilado, pero ni el más leve trazo de estas podía apreciarse. Obviamente no disponía del material adecuado para la tarea y este pensamiento lo tranquilizó unos instantes, pero en uno de los colmillos, advirtió algo que lo llenó de estupor y le hizo trastabillar unos pasos. El canino, poseía un canal interior, por el que, al parecer, habría circulado algún tipo de fluido, de la misma forma que ocurre en muchas especies de serpientes venenosas. 

Por su parte, Renée, que se había centrado en los restos de la otra criatura, observó con una mezcla de curiosidad y disgusto, cierta característica imposible en la mandíbula del ser. Esta se hallaba partida en dos por el mentón, de forma que los músculos a su alrededor, habrían permitido que se abriera tanto vertical, como horizontalmente. En su mente se dibujó la caricatura de un ser antropomorfo y achaparrado, de ojos rasgados y sin rastro apenas de nariz, capaz de abrir sus fauces de modo que le permitieran engullir presas de un tamaño mucho mayor al que podría imaginarse. 
Por un segundo pensó que sería una fractura accidental del hueso, pero en un impulso, levantó la urna que lo contenía y al verlo más de cerca, no pudo más que echarse a temblar. 

Percival lamentó no poder tomar en sus manos una de las hoces, esto le daría una idea del peso y quizá de su función, pero se conformó con atisbarlas a través del cristal de la urna. A los ojos de Percival, estas herramientas carecían de todo aquello que se necesita para ser funcionales. Carecían del filo y la forma adecuadas; y la manera en que ajustaban a la mano de su portador hacía suponer que fueron usadas con poca frecuencia. Todo esto hacía suponer a Percival que eran armas rituales, asociadas a algún tipo de acto místico, pero desconocía cual podría haber sido su propósito.

Mientras así estaban, sumidos en turbios pensamientos, apenas pudieron percibir el sonido de la puerta abriéndose. 

Sin embargo John, que se había situado lejos de las piezas, si lo escuchó y al girarse vio como entraba por la puerta un caballero calvo y bastante obeso, que analizando rápidamente el interior de la estancia a través de su monóculo, clavó su vista en el cubo que reposaba en el centro de la sala. 

- Ah, señor Schells -dijo Albert rápidamente mientras salía a su encuentro- no sabía que hubiera llegado ya -mintió-.
- Pues así es -bufó Schells estirando el cuello para ver el cubo- uno de sus lacayos me ha dicho que se encontraba aquí. ¿Le importa si echo un vistazo?

Sin esperar una respuesta por parte de Albert, avanzó hasta el centro de la estancia y lanzando un suspiro de alivio, comenzó a examinar la pieza con desmesurado interés. 
 

Casi caigo de culo al piso al notar los canales en aquellos caninos, quizás un culto a la serpiente o algo por el estilo había motivado a estas gentes a cometer tales mutilaciones dentales. -estos podrían ser, sin duda, alguna clase sacerdotal- inferí en voz alta sin prestar atención a aquel gordo calvo que acababa de ingresar.

Con una mano en el mentón continué -su tamaño sugeriría una pobre alimentación, pero los registros indican que en tiempos pasados el hombre, nuestra versión primitiva digamos, era más pequeña- asentí -aunque no se si sean tan antiguos, pero allí entra en juego la hoz, quizás eran primordialmente agricultores, eso explicaría la falta de proteínas así como su secreto paradero hasta ahora ¿No lo creen?-*.

Mire con cierto desconcierto al caballero gordo que había entrado sin el permiso de Albert hacia el cubo cubierto de esa sangre secada y escuchaba atentamente hacia el resto de invitados y escuchaba ansiosamente los comentarios que el resto decía esperando que me aclaran más mi imagen sobre estas antigüedades.

—Mi querido Gerald, yo creo que esas armas que estaban junto a las momias, servían como mucho para el propósito ritual, para una ceremonia que esta fuera de nuestro alcance saber, la forma de las guadañas no es hecho para la cosecha, una forma parecida fue hecha en Europa del este, pero para la guerra, así que no estoy de acuerdo con su teoría—La mirada de Percival se movió hacia   Gerald y sonríe mientras esperaba la respuesta del resto de las personas .

Renee se llevo dos dedos a la sien derecha. De repente se sentía mareada. Se le habría subido el alcohol? Dio un par de pasos atrás para intentar buscar un apoyo pues sentía que el mareo iba en aumento.

Aún así, aquello no fue impedimento para que se escandalizara al ver entrar a aquel desconocido tan impetuosamente
- Que modales!! - se acercó a Percival y Gerald para poder hablar con ellos

- Saben quien es este hombre tan grosero? Por cierto, miren las mandíbulas de las momias y diganme que ven - intentó componer una sonrisa pero cierto temor brillaba en sus ojos.

Aquel altivo caballero, Schells, no paraba de escrutar minuciosamente la superficie del cubo, pero siempre desde una distancia de unos dos o tres pasos, como si temiera incluso tocar el cristal de la urna que lo contenía. Lanzó una mirada de reojo a Renée, cuando esta nombró las mandíbulas de la criatura, pero rápidamente volvió la cabeza y se sumió de nuevo en el análisis de la pieza.

Albert se había acercado a John y ambos charlaban en quedos susurros. A su vez, Renée, Gerald y Percival dialogaban junto a una de las momias. Su conversación iba tomando tintes cada vez más oscuros y por un segundo, habrían podido jurar, que la temperatura de la habitación descendió algunos grados. 

Pasaron varios minutos y un extraño silencio se cernió sobre los presentes, por lo que todos, al unísono, se giraron en dirección a la puerta que se abrió súbitamente. 

Una figura masculina, alta y corpulenta se recortaba contra el marco; con una mano apoyada en el pomo de la puerta y la otra empuñando un enorme revolver, entró en la habitación y cerró la puerta tras de si. 
Pudieron ver que se trataba de un hombre de unos 45 años y de poblada barba. Mediría alrededor de 1,85  m de altura y vestía la indumentaria de un expedicionario. Una venda sucia y amarillenta le cubría el cráneo y caía sobre uno de sus ojos, con el otro, observó a los presentes y estos pudieron percibir en él, el brillo característico de la locura.

Albert dio un paso adelante y el desconocido lo encañonó.

- Jason, por el amor de Dios -dijo Feldt temblando de la cabeza los pies- ¿Que haces aquí? Te dábamos por muerto... -su voz se quebró, no pudo terminar la frase-
- Señor Feldt -dijo el extraño al que Albert había llamado Jason y su voz sonó como el chirriar de las uñas sobre la pizarra- esto no tiene nada que ver con usted, retroceda por favor.

Avanzó unos pasos tambaleándose, en dirección al pedestal sobre el que reposaba el cubo, sin perder de vista a ninguno de los presentes. Pero a escasa distancia de su destino, el inmenso corpachón de Schells le bloqueó el paso.

- ¿Quién coño se cree usted? -rugió Schells-. Apártese ahora mismo si no quiere que acabe con el poco orgullo que pueda quedarle -dio la impresión de que había escupido las palabras, más que haberlas dicho.

Jason no respondió, ni hizo amago alguno de entender lo que se le decía, simplemente, levantó la mano que empuñaba el arma y apoyó esta sobre los labios de Schells. A continuación, el tiempo pareció congelarse. 
 

De todos los presentes no podía atribuir experiencia de combate a ninguno. No conocía a tres de los presentes y Albert no era exactamente un guerrero. El hombre gordo se había metido solo en una situación de peligro singular y, al parecer, había mordido más de lo que podía tragar... Literalmente.

El loco del revolver, Jason aparentemente, era un tipo grande y corpulento pero estaba claramente herido. Uno de sus ojos estaba cubierto y, por lo tanto, no podría medir bien la profundidad ni reaccionar adecuadamente de aquel lado...

Un grito brotó de los labios de la joven cuando vió entrar a aquel hombre armado. Buscó frenética con la mirada donde esconderse y al final optó por cubrir su cuerpo detrás de Percival, ya que era el más alto de todos los presentes.

- Tendría que haberle dicho a Pierre que viniera - se quejó mientras, con las manos apoyadas en la espalda del hombre, asomaba la cabeza por su brazo derecho. Sentía el corazón latiendo desaforadamente y contenía la respiración a la espera de que no sucediera algo horrible, pero cuando aquel lunatico encañonó al señor obeso, sabía que aquello iba a acabar mal.

Con la mirada evaluó la distancia que había hasta la puerta. Si pudiera llegar hasta ella y abrirla, podría gritar pidiendo ayuda.

John y Albert tenían una clara ventaja, estaban cerca de la puerta. Eso no significaba demasiado pero recordé que la rubia había llegado con un gorila de escolta y este seguramente estaría cerca, además el gordo quizás pudiese meter un buen golpe.

Dí un solo paso hacia el loco del arma y luego otros dos, pequeños, hacia el costado, alejándome de Percival y René -tranquilo- dije poniendo las manos entre el tipo y yo, como quien quiere formar un campo de fuerza -s-solo... s-solo somos científicos-. Fingí un ligero temblor mientras llevaba toda la atención hacia mi persona y dejé caer mi bastón -no queremos p-problemas, d-déjanos salir, p-por favor-.
Con un poco de bullicio como ese, quizás no escuchara o viese el movimiento de los demás.

Mi mente se concentraba en dos cosas: que alguien que no sea aquel chalado comprendiese mi pantomima y en la pena que sentía por dejar a María sola en el automóvil.

Podría llegar a servir xD aunque sirve más para las relaciones sociales, en plan caer bien en las fiestas e ir preparando el terreno para planes posteriores, ya sea llevarse a alguien a la cama o realizar algún negocio.

Tira IQ-2 en este caso, como si se tratara de la habilidad Actuar.

Me había acercado para hablar con Albert pero justamente el objeto de mi conversación se hizo presente primero así que hablé con el de trivialidades. Esperaba poder conversar con él antes de que cualquier operación comercial se realizase. Sin embargo mientras esperaba a ver como se desenvolvía la situación apareció alguien. Para mi sorprensa buscaba a aquél hombre y no a Albert así que me hice a un lado observando que iba a hacer. 

Mire con cierto desagrado a la situación que estaba ocurriendo, un hombre armado iba contra el señor obeso que estaba obsesionado con el cubo , que lo visto el hombre que se acercaba no parecía totalmente mentalmente sano que digamos. Note que Renée se había escondido tras mi alta e esbelta figura y hice un ademan defensivo con el bastón que llevaba en caso de que el loco, pensaba atacar a la joven dama.

—Bella dama, no se preocupe, yo le protegeré si pasa algo— Le susurre a ella suavemente para que el loco no notase su posición y prepare mi cuerpo para defender cualquier ataque hacia mi persona o la suya que el hombre podría hacer.

‎El fogonazo de la pistola ensordeció a todos los presentes, pero el grueso cuerpo de Schells permaneció en pie. Al parecer, se las había apañado para, con un manotazo, apartar el arma justo en el momento crítico. En lugar de su monda cabeza, fue la urna que contenía el cubo la que resultó hecha trizas y cientos de cristales afilados, atravesaron volando la habitación. 
Jason y Schells se llevaron la peor parte del aluvión y nítidas líneas de color carmesí cubrían sus tambaleantes cuerpos.
Gran parte de lo que habría correspondido a Gerald, fue bloqueado por la maltrecha figura de Schells, lo que le permitió salir indemne. Los demás, por su parte, apenas se vieron afectados, ya que los proyectiles llegaron sin fuerza hasta el lugar donde se encontraban.

Era imposible prever lo que sucedió a continuación.

De algún modo, el cubo había ido a parar entre Schells y Jason. Sus miradas se cruzaron durante una fracción de segundo y Jason comenzó a descender con objeto de agarrar la pieza. Gerald, el mas cercano a la pareja, pudo ver algo destellar en la mano de Hans Schells, un anillo, el cual habría jurado, no estaba allí segundos antes. Era del color del bronce bruñido y tenía la forma de una grotesca serpiente enroscada en su dedo corazón. Los ojos del ofidio despidieron un fulgor malsano, en el momento en que la enorme mano de Schells agarró el rostro de Jason.

Una brutal explosión lumínica barrió la estancia y todos sintieron cómo sus pupilas se contraían hasta tal punto, que la presión casi hizo que les reventaran los glóbulos oculares. 

Al insoportable fulgor siguió un grito, éste fue convirtiéndose en un sanguinolento gorgoteo y en pocos segundos, se redujo a algo parecido al lento burbujeo de un charco de lodo. 

Todo aconteció muy rápido, la enorme masa que era aquel hombre se había lanzado al parecer por el cubo al cual Jason pretendía dar alcance. Terrible idea la del orate pues el tal Schells le tomó del rostro y, por algún motivo, todo se puso blanco e insonorizante.

Antes de aquello, dada mi cercanía, pude apreciar cómo en la mano del mastodonte había un anillo que otrora no estaba. Quizás era un arma secreta, posiblemente cargada con algo similar a las antiguas máquinas fotográficas.

Me medio-cubrí ante la sensación de aquella explosión a partir de una especie de intuición. De no ser por aquello cualquiera habría podido afirmar que mis ojos no hubiesen vuelto a ser los mismos.

De torpe nada, el sistema de dados es cómo mínimo confuso. Aún así no te preocupes, yo siempre se lo resto (o sumo) a la habilidad en si. En este caso, 11-6=5. No hace falta que repitas la tirada, consideramos que ha salido un 6 ok?
Un saludo ^^

El dolor en los ojos era tan fuerte que Reneé se llevó las manos a la cabeza a la vez que la agachaba en un gesto de contracción involuntario. El grito que vino después hizo que se le pusiera el pelo de punto. Levantó la mirada con lentitud, temiendo lo que podía captar. Realmente era desagradable. Se bebió de un trago el contenido de su copa mientras intentaba gestionar en su mente lo que acababa de suceder.

Tenía miedo de hablar, de preguntar, de averiguar cual sería la siguiente acción de aquel gordo desagradable. El tiempo pasaba muuuuuy lento