Partida Rol por web

Juliette ve la encrucijada pero de pronto, otra cosa interrumpe su vista. Se vé sentada en un trono majestuoso, tiene a su lado a un hombre fuerte de gesto y de cabellos negros como el ébano. Parece el padre de Christian pero de rostro más amable. Le toma la mano.

-Querida mía, ¿te he dicho lo mucho que agradezco tu presencia?

Le dice.

-Desde que has venido el pueblo me respeta. Sólo tú has conseguido ese prodigio.

Dice el hombre y entonces Juliette mira alrededor, hay muchas personas reunidas en la corte. Entre ellas la joven fata, que se vé sumamente triste.

Entonces nuevamente la chica ve el cruce y todo lo anterior desaparece de adelante de sus ojos. Sigue estando el camino, y sus compañeros de viaje.

Todos conseguimos escapar de allí, y volvíamos a estar en el mismo sitio, pero ahora con la ventaja de tener el mapa, o mejor dicho, el queso que contenía el mapa - ¿Estáis todos bien? – Miré de nuevo a Sarah

- Vale – Extendí los brazos mostrando el queso para el sortilegio que tuviera que hacer, quizás podía tratar de meterle una burbuja por uno de sus agujeros, pero trataba de usa sólo la magia cuando era necesario y probaría a seguir amenazándolo para que escupiera el mapa.

Finalmente llegaron nuevamente a la encrucijada. Sarah se detuvo y apoyando las manos en sus piernas intentó recuperar la respiración. Notaba los años que habían pasado, ya no era aquella jovencita que siempre había sido ágil y rápida. Ahora se sentía más bien torpe, pero una sonrisa asomó a sus labios. En contra de lo que había creído, había podido mantener bien el ritmo, aunque ahora sus pulmones pagaran la factura. 

- Uff!! Sí, creo que estamos todos bien - . Le respondió a Jareth, mirándole y sonriendo. Se incorporó y apartó un largo mechón de delante de sus ojos, colocándolo detrás de una de sus orejas. - Sí, intentemos sacar ese mapa de allí. A ver si nos dice dónde podemos encontrar la cueva azul - . Dijo con la esperanza tiñendo sus palabras. 

 Juliette corrió tanto como pudo hasta que de pronto, se detuvo en seco frente a la encrucijada, era como si todo hubiera cambiado y realmente no estuviera allí pero no podía creer lo que estaba pasando por su mente. De hecho, llegó un momento en que Luthien, Sarah, Jareth y Christian, no eran más que murmullos lejanos. Su cuerpo, pasó a estar calmo, rodeado de gente que le quería y entonces, su confusión llegó a su fin con aquel rostro triste que no hacía más que mirar a sus monarcas. Negó suavemente con la cabeza y allí estaba, en el medio de la encrucijada como todos los demás y creyendo que aquello empezaba a afectarle, que empezaba a volverse loca porque ni por un instante, debía o podía permitirse pensar que aquello era un recuerdo.

Sarah me confirmó que todos estábamos bien, y así debía de ser hasta que me fijé en Juliette.

- Juliette ¿Qué te sucede?

Estaba algo pálida y evidentemente aturdida, se había quedado clavada, me acerqué, no nos habían atacado ni nada, al menos que yo me diera cuenta - ¿Necesitas descansar? ¿Tumbarte quizás? – Después de todo lo que habíamos compartido no le deseaba ningún mal, al contrario.

Las palabras de Jareth hicieron que Sarah mirara a su amiga. Al verla así, en el suelo y con los ojos cerrados, temió lo peor. ¿Y si de alguna manera habían conseguido herirla? Sintió un frío interior que se alojó en su estómago. Si algo malo le ocurría sería su culpa, ella le había pedido que se quedara...

Se acercó corriendo y arrodillándose la abrazó. - Juliette, cielo, ¿qué te ocurre? - Le preguntó con un tono nervioso en su voz. 

 -Yo...

Miró a Jareth que me había preguntado primero e intentó sonreír.

-Si, creo que es sólo cansancio y...

No terminó de hablar cuando su amiga se acercó a ella. ¿Qué podría saber ella? Quizás nada, no debía predisponerse a pensar que todos ellos sabían más que ella, ya era suficiente de eso.

-Estoy bien, sólo cansada, querida.

Intentó sonreír y con esfuerzo se levantó, no sin mirar antes fijamente a Christian.

Sarah también se preocupó por el estado de su amiga.

- Que susto nos has dado – le dije a Juliette sosteniendo un poco la mirada en ella por asegurarme que se encontraba bien.

- Podemos descansar, de verdad – aunque en verdad parecía que iba recuperando el color de su rostro – No nos movemos hasta que de verdad estés bien – busqué la aprobación del resto de compañeros

Christian estaba mirando el queso.

- Nunca había visto un queso con ojos- pensó.- Bueno, hay gente que come queso con moho, quizá haya gente a la que le guste con ojos...

En esas deliberaciones internas estaba cuando oyó como Jareth le preguntó a Juliette si estaba bien. Se acercó a ella, viendo como decía que era sólo cansancio. Le ayudó a levantarse del suelo, y en ese momento sus miradas se cruzaron. Los penetrantes ojos de ella entraron en lo más hondo de él.

Incómodo, giró su cabeza. No sabía por qué Juliette le había mirado tan fijamente, y no sabía si lo que había sentido era algo bueno o malo.

Cuando Christian tocó las manos de Juliette otra sarta de imágenes se formaron en su cabeza, claras como el día.

Ella llegando al reino. El rey saliéndola a recibir. Se llamaba Daniel y era hermoso, mucho más que Christian. Él quedó prendado de ella, pero tenía un hijo, anterior... el hijo de una campesina. Recuerda la joven Juliette haber visto ese bebé y haber obligado al Rey a decir que era de ambos.

Recuerda lo hermosa que era ella, lo poderosa.

Pero el rey amaba a Christian y no quería obedecerla.

Recuerda ahora lo ambiciosa que era, lo cruel, lo diferente a ahora.

-Entonces perderás esa bondad que es tu principal enemiga. Que la magia que me domina, que me guía, que me inspira te quite ese corazón. Que tu hijo te aborrezca, que tu pueblo te desprecie. Que el sol y los arcoiris que ahora coronan el cielo se conviertan en la más negra de las noches.

Recuerda la chica haber sacado el corazón del Rey con un poderoso hechizo. Lo había escondido en una caja. Y así fue que el soberano empezó a cambiar, siendo aborrecido por todos.

Ella, la gran hechicera, la bruja más poderosa de todas... entiende por qué Manca le temía. Recuerda por qué el Rey es un terrible hombre. Sabe que Christian no es su hijo y que ella es una hechicera más poderosa que el propio rey.

Pero algo escapa a su memoria...

¿Por qué cambió? ¿Por qué ahora se avergüenza de sus actos? ¿Por qué es tan joven como el hijo del Rey??

La elfa no la ha reconocido, entonces ella ha cambiado...

¿Cómo?

¿Por qué?

¿Ella quiere volver a ser la poderosa bruja? ¿O acaso...?

Entonces la visión se desvanece y ve la mirada intrigada del príncipe.

 -Christian...

Balbucea sin poder reponerse, se siente fría, vil, una mentira y no entiende nada de lo que acaba de ver. Suelta la mano de él con temor, confundida, quizás debería decirles todo o quizás debería sólo apartarse de ellos pero no puede porque la historia parece volver a repetirse.

-Lo siento, no me encuentro bien... Yo... Necesito...

Pero no sabía lo que necesitaba, ¿en quién debía confiar? ¿En Sarah? No, seguramente la odiaría por lo que había hecho o creía haber hecho. ¿Jareth? Quizás la persona con la que menos química tenía dentro del grupo. ¿Christian? Quizás... Al menos si la odiaba de una vez por todas, las cosas serían más sencillas.

-¿Podemos hablar?-se dirigió al príncipe.

Christian se sorprendió al oir esa extraña proposición:

- S.. sí, por supuesto.

No sabía muy bien por qué había dicho que sí. Se sentía incómodo por la mirada y la proposición de Juliette. Era una mujer rara y no se podía imaginar qué querría de él.

 Se apartó un poco de los demás con cierta pesadez y cuando estuvo lo suficiente lejos para que no los escucharan, habló lentamente, esperando que él lo comprendiera.

 -No sé cómo empezar esto pero... Creo que es mejor que lo sepas y luego, me ayudes a decidir si se lo decimos o no a los demás.

Juliette tenía miedo de ser el monstruo que había visto en sí momentos antes pero no había marcha atrás.

-Yo le saqué el corazón a tu padre y creo que sé dónde está o algo así. No sé por qué o cómo pero fui esposa del rey cuando tú aún eras un bebé y lo convencí de decir que eras mi hijo también pero lo cierto es que tú eras hijo de una campesina...-bajó la vista, estaba llorando.-Sé que merezco lo peor por mi soberbia y mi actitud tan poco amable y sensible pero no sé por qué hice esas cosas, de verdad que no lo sé... Ahora, te toca decidir si quieres que los demás lo sepan.

Mientras Juliette se aleja para cruzar unas palabras con el príncipe, la elfa consigue que el queso se despierte. Ante tanta conmoción y bien asustado, el mismo abre la boca y deja salir al mapa que habla. Luego pide permiso para irse de allí y antes de que le digáis nada, se hecha al suelo y comienza a rodar alejándose de vosotros.

El mapa, por su parte, tiene también dos ojitos. Con ellos mira al cruce de caminos en el que estáis varados y con una voz tranquila dice.

-a la derecha, la casa del Gigante Ponzoñoso, al centro la cueva azul y a la izquierda el prado del olvido.

Dicho eso, sus ojitos se cierran y se vuelve a hacer un rollito.

Juliette no parecía estar nada bien, iba a decir algo cuando reclamó la presencia de Christian para hablar con él, a lo que no dije nada.

Me alegré cuando la elfa despertó al queso y este sin tenerle que insistirme más soltó el mapa, a mi no me importó que se fuera, para comer iría bien, pero un queso con ojos… prefería comerme algo que no me mirara.

- Sarah, ¿Buscábamos una cueva verdad? ¿Es el camino del centro? – con las cosas que rondaban mi cabeza estaba como medio despistado

No podía creer lo que le acababa de decir:

- ¡¡¡¿Qué?!!! ¡¿Y en qué más nos has mentido?!- le espetó.

Se acercó más a ella:

- Nos has estado mintiendo a todo el mundo, incluso a Sarah, y eso que dices que es amiga tuya.

Paró para poder respirar un poco. Se sentía confuso y de repente, cansado, muy cansado.

- Así que llevas confabulada con mi padre años... ¡Claro! Por eso apareciste de repente en mi palacio, gracias a su magia... debió romper algún sortilegio que le retenía- dijo.- ¿Y por qué me lo dices a mí? ¿Crees que te ayudaré porque es mi padre? ¿Por qué no se lo dices a Sarah, ¿eh?, si es tan amiga tuya como dices?

 Juliette no se sorprendió por la razón de Christian, ella habría reaccionado igual de no ser ella y ser uno de los otros el que venía con ese cuento. Sus ojos se humedecieron, le hacía preguntas que quizás no podría contestar y que si lo hiciera, seguramente quedaría como una mala mentirosa.

-Yo no he mentido... No lo sabía hasta ahora pero no vas a creerme, ni tú ni lod demás así que...

Una lágrima salada resbaló por el rostro de la joven rubia, su corazón latía con fuerza y tenía miedo, quizás como nunca había sentido. Ni en ese mundo, ni en el otro.

-¡Creí que Sarah era mi amiga, creí que los había ayudado a todos a encontrarla!

Podía sentirse, además del miedo, rabia en su voz porque no esperaba que él la tratase así o quizás si pero de algún modo guardaba esperanzas de que fuese diferente.

-No llevo años confabulada con tu padre, como me acusas... Quizás ha sido peor pero no quieres entenderlo, te estás cegando.

Lo miró a los ojos, se acercó un paso más y comenzó a hablar lentamente.

-No he recordado quién era yo hasta hace unos minutos en esa bifurcación... No he recordado que fui la mujer de tu padre hasta ese momento y tampoco recordaba que yo era diferente y que tú eras un niño cuando te conocí-las lágrimas caían copiosas.-Tampoco y, he decir esto con gran pesar, imaginaba que yo hubiera convertido a tu padre en el monstruo que hoy es, así que si quieres culparme y tratarme como una traicionera delante de los demás, hazlo porque no merezco otra cosa que no sea el odio de todos ustedes. Y que quede claro: hasta ahora yo no recordaba nada de eso y el por qué lo desconozco...

Bajó la mirada, esperando que él le dijera a los demás y sellando su destino, no iba a pelear más con él; especialmente por lo que creía sentir.