Partida Rol por web

Eran las 9 de la mañana en la fortaleza. Christian se encontraba conversando, si se podía decir eso entender sus guturales palabras, con uno de los trolls que trabajaban para él. El ser se quejaba de que otro le había robado la caza de la noche anterior. Christian estaba un poco harto de todo, pero los trolls, orcos y goblins le habían servido por años, fielmente, así que los trataba bien.

Tenía una punzada en el estómago. No entendía bien por qué, pero el príncipe sentía algo que le faltaba.

Para colmo, el que por la ventana se vieran los dominios de Jareth sólo hacía las cosas más molestas.

Zanjó el asunto del supuesto robo de comida lo mejor que pudo: lo importante era no insinuar nada malo de ninguno de los 2 (los trolls son muy suceptibles), y dar el veredicto de forma que ninguno de ellos pareciera culpable del todo o víctima del todo.

- ¿¡Por qué no tienen el suficiente cerebro para arreglar asuntos tan nímios como éste!?- se preguntaba Christian mientras se acercaba a la ventana.

No soportaba ver los dominos de Jareth, pero nunca había podido quitarse la maldita costumbre de asomarse a esa maldita ventana para ver ese maldito laberinto y al maldito que reinaba sobre esos parajes. Además, esa sensación le estaba acompañando desde que se levantó... ¿cuál sería su origen?

El troll más alto de los dos, alguien llamado Redtreck, contestaba a Christian con el debido respeto. De todas formas sus palabras se atropellaban de tanto en tanto pero era bueno al menos saber que trataban de tener el debido respeto a su príncipe.

-Ciervo corre. Ciervo corre yo le cazo. Yo cazo el se come ciervo. Yo quiero parte, él se come. Se come parte.

Redtreck sudaba mientras señalaba al otro troll con un garrote que tenía en su mano derecha.

-Rey, rey. Rey sabe que no estar bien comerse todo ciervo. Yo cazar, él comer. No estar bien. GR!

El troll esperaba la respuesta de Christian de "semejante dilema". El príncipe, aunque no tenía ganas, debería saldar el asunto para que ambos trolls lo dejen en paz. Si se podía estar en paz pensando en Jareth y en esa chica, esa chica que Christian ahora recuerda un poco mejor.

- Parece ser que hoy no se contentan con chiquitas- pensó agriamente Christian.

Meditó durante un instante y después añadió:

- Bueno, pues lo más justo es que Protoh cace otro ciervo y te lo de a ti, así lo dos habréis cazado y comido.

Esperaba que con esto se zanjara el tema, no podría soportar tener que escuchar otra vez el gruñido se esas bestias.

Los Trolls se fueron contentos de la vida con la solución de su señor. Entonces, cuando lo dejaron sólo, unas bolas negras de cristal, que estaban en el salón y eran como las cristalinas de Jareth (servían para ver lugares y mandar o recibir mensajes) comenzaron a tintinear. Señal que alguien estaba enviándole un mensaje al señor.

Christian se acercó, tomó una de ellas y la letra de Jareth apareció.

Cita:

Christian no sabía de lo que estaba hablando el rey goblin. Pero sí conocía las reglas: él no podía pisar su terreno y Christian no podía tocar el otro. Había un área de debate, un área libre en donde podrían conversar sin romper las reglas.

El señor del castillo se extrañó: ¿de qué invasión estaba hablando el papanatas de Jareth? No era tan tonto como para meterse en una guerra así, por las buenas.

Sentado en su lúgubre trono, meditó largo sobre el tema: ver al rey de los goblins no le hacía la menor gracia, pero no le convenía enzarzarse en una guerra. Al menos, todavía no.

Después de mucho pensarlo decidió entrevistarse con él. Era mejor dejar las cosas claras desde el principio, así que escribió en el globo:

Cita:

Acto seguido llamó a sus consejeros. Quería información sobre lo que afirmaba Jareth, y la quería ya, no era amigo de improvisar.

Jareth contesta pronto. La bola negra de Christian reesplandece y el príncipe lee el mensaje que le ha dejado el rey goblin.

Cita:

Christian al menos sabía que Jareth no era de hacerse esperar. En 3 días entonces lo tendría cara a cara, para bien o para mal. Christian llamo a sus consejeros y esperó un poco más de datos sobre el asunto.

A los cinco minutos entra Bluebird, el consejero de su majestad. Lo saluda con una reverencia y pasa a presentar los hechos.

-Hace un día, más exactamente hace 20 horas, 10 minutos, 2 segundos, un árbol del dominio del rey Goblin, ha aparecido en nuestro territorio. Se ha movido 2 metros. El rey cree que hemos traspasado la frontera. Lo cierto es que...

El ave carraspea

-Lo cierto es que no tenemos idea de qué ha pasado... El árbol tiene frutos deliciosos y los súbditos de Jareth gustan de ellos. Técnicamente es su árbol pero ahora está en nuestra tierra.

-Todo un problema, su majestad!

- ¡¿Un árbol que se mueve?!- exclamó.- ¡Eso no es posible!

Bluebird jamás le había fallado, pero lo del árbol móvil le parecía una broma de mal gusto: nunca había oído algo semejante.

- ¿Se conoce algún precedente...? No sé, aunque sea en un cuanto infantil...

Esperaba no tener que ir personalmente a investigar a la biblioteca del castillo. Ese tétrico lugar, húmedo y con olor a polvo le revolvía el estómago.

- ¿Podría ser un mago?- la pregunta, aunque la había formulado en alto, iba dirigida a sí mismo.

-¿Un mago? -pensó Bluebird. Arqueó una ceja, sacó una especie de máquina que sólo él entendía y que eran basicamente dos cubos que se movían y cambiaban de color y aseveró:

-Hay 4 magos poderosos en esta zona. Dos en la tierra de Christian y dos en la de Jareth. Ninguno es de fíar y cambian de tierra como de túnica. El rey Goblin tampoco confía en ellos.

Bluebird dice, examinando las posibilidades:

-Sí, es posible que un mago pueda favorecerse de este pleito. Pero más que mago es una hechicera poderosa. Sí es que recuerda quién es.

El pájaro aclara:

-Perdió totalmente la memoria al pasar al mundo real, mi señor.

- Ella...- murmuró Chrsitian.- Pero...

Le parecía imposible que ella pudiera hacer algo así. ¿Tiene poder más allá de su mundo?

- Quiero que alguien vigile a esos brujos. Quiero saber qué hacen, qué comen,... todo. Y también deseo ver ese maldito árbol. Voy a ver qué tiene de especial ese odioso vegetal.

¿Por qué nadie le dejaba en paz? ¿Tan difícil era tener un momento de respiro? Deseaba estar lejos de ese asqueroso lugar, lejos de toda esa basura, en un lugar tranquilo y sin preocupaciones.

- Que avisen al cochero- le dijo a Bluebird.

El cochero viene rápido, en su carro negro tirado por dos pegasos del mismo color. Estaciona fuera del castillo y Christian toma sus cosas para salir. Baja con majestuosidad las escaleras y se apea al asiento con total gracia. El cochero, un hombre pálido de blanco bigote, pregunta con suma seriedad.

-¿Hacia dónde mi señor?

Espera la respuesta del príncipe con suma paciencia, tal como siempre lo ha hecho.

- A los jardines de la Doncella Manca, y deprisa.

Pensándolo bien, ésta era una forma perfecta de hacer aquello que Christian odiaba: pasear por el reino, dando la imagen idílica de ser un rey magnífico y amado por sus súbditos. Era algo necesario, pero jamás lo soportaría. Tener que saludar por la ventana del carro, sonriendo como un tonto, no era plato de buen gusto. Pero había que hacerlo de vez en cuando, ya que casi nunca abandonaba su lúgubre y aburrida fortaleza.

Christian se apresuró a cumplir con sus deberes de príncipe, aunque siempre le faltaban ganas para esas tareas. Él era un hombre de acción, no uno de sociedad. Sin embargo, pese o guste, debía cumplir con los deberes reales de tanto en tanto. Así que el cochero partió y, de camino a los jardines, el joven príncipe saludó a sus súbditos que se juntaban en los bordes del camino para verlo pasar.

En media hora llegaron a los jardines de la Princesa Manca, quien era en realidad una mujer que también dominaba la magia. Le faltaba una mano pero nadie lo notaría ya que, con sus hechizos, había creado una mano mágica, que era exactamente igual a la real. Lo mágico, simplemente es que estuviese allí.

Cuando vió venir a Christian dejó de acariciar a su cuervo negro y bajó a saludarlo.

Le dijo...

- Bah, ¿habéis venido por mi llamado o por la fortuna? Ya sé que no te preocupas de mí. Pero no te preocupas de nada, niño... Sin embargo te he avisado ya dos veces que tu reinado está en juego.

La mujer se planta delante del príncipe con esos ojos tan llenos de poder y egoísmo.

-¿Y bien... ha qué has venido?

- Como bien sabréis existe... un conflicto entre el rey del Castillo-Más-Allá-De-La-Ciudad-De-Los-Goblins y yo- dijo Christian mientras intentaba no mirar la mano mágica de la hechicera. Era algo muy asqueroso pensar en tener un miembro que no sea tuyo.

- Quisiera saber cómo ha llegado ese árbol a mis dominios. Me parece que es un mal augurio...

Esperaba que la respuesta fuera clara, no estaba de humor para acerijos.

-Bien, vale, sin rodeos. Como a tí te gustan las cosas.

La princesa sonríe, con esos ojos fríos. De su mano sale una bola de Cristal, como las de Jareth pero de un tono azul. La mujer gira sus manos sobre la bola, la cual se mantiene en el aire y comienza a recitar.

-Díme ojo de lo que no es ciego, avisa mano que todo toca y a todos llega. Dile, tú dile al príncipe quién es aquél que ha movido el árbol de un territorio a otro. Porque guerras pueden comenzar debido a ello. Díle, puerta de dos mundos, bola mágica, dile la respuesta.

Entonces la bola comienza a vibrar y aparece un rostro angelical. Una joven harto hermosa, pero vestida con ropas que evidentemente no son de este mundo. Está conversando con otra belleza sin igual, la cual reconoce Christian como Sarah. Pero desconoce a la primera chica.

La princesa dice:

-Es una bruja poderosa, sólo que no lo sabe aún...

- Sarah... - suspiro Christian cuando Sarah desaparecio entre las brumas de la bola de cristal.

A la otra chica no la reconocia, pero parece ser que era poderosa. Y que conocia a Sarah. Esto cada vez era mas extraño. Ademas, como se lo iba a explicar a Jareth. No, nada, es que ha sido una bruja poderosisima, que ni siquiera ella misma lo sabe, la que ha hecho esto. A mi no me culpes. No, era demasiado ridiculo. Jamas le creeria.

- ¿Puedes tu hacer que el maldito arbol vuelva a su sitio? Jareth nunca se va a creer que ha sido esa chica.