Partida Rol por web

El dolor me recorrió la espalda al sentir el primer golpe... me aceleró la sangre... el palpito de una Diosa Furiosa enardeciendo y afinando el movimiento de mis dagas, que buscaban la savia tenebrosa de aquellos elfos con ansia...

El relámpago se desató en mi mirada y en el acero de mis dagas cuando estas se descargaron con furia contra la primera de sus cabezas... Y recé a la diosa... recé con fervor...solo para que no fuera la última...

Los elfos retrocedieron al ver caer a su amigo. El joven que te había amenazado estaba fuera de sí. ¡Cogedla! ¡Cogedla, malditos, destrozadla!

Le miro con desprecio, dada su forma de respuesta simple e ignorante.

-¿Que hay que hacer para apuntarse a algun combate?-le digo intentando ser lo mas respetuoso posible.

-Sigueme.- responde nuevamente con simpleza, antes de guiar al nuevo candidato al interior de los barracones del Coliseo.

Un nuevo giro.. otro.. las dagas surcaban el aire guiadas por mi mirada... por algo más profundo que eso... guiadas por la furia y el palpito de la Luna en mi frente... tan intenso... tan nítido...

Todo parecía suceder a camara lenta... el sonido de mi respiración... su voces... el filo de mis dagas rasgando otra de sus cabezas... Todo distorsionado... un baile... una música... El latir de la diosa en mi pecho...

Pupum........ Pupum.........Pupum

Los elfos presionan, mientras ella se desliza entre ellos. Sin disciplina, sin control. Entorpeciendose unos con otros. La diosa de la pasión guiaba su mano, mientras acuchillaba la garganta de uno de ellos. Aquella ciudad maldita debía volver a temer las consecuencias de sus actos.

Por la diosa.

Sin previo aviso, ves como uno de los asaltantes cae partido por la mitad. El filo que lo atraviesa suelta destellos plateados, cortando su carne como si fuese mantequilla. Ni siquiera tiene tiempo para gritar. El Elfo oscuro que aparece tras él, mientras ambas mitades caen al suelo, posee los ojos de un lobo que haya perdido el juicio. Odio. Solo odio insondable. Lanza su otra hacha hacia un lado, cortando limpiamente el brazo de otro atacante, que cae al suelo, desangrandose.

-Cerdos- gruñe, -Temed la ira de un juez.-

Los labios se me entreabrieron por la sorpresa... y por un segundo... quizá menos que eso, hasta la sangre se me detuvo en las venas mientras aquel elfo partido en dos se desmoronaba como una muñeca rota... Por el gran profeta... pero...?

Un nuevo brillo.. un nuevo grito, y el efluvio tibio de la nueva sangre vertida me rodeaba... y yo, con el dorado de los ojos desconcertado, con las dagas suspendidas como en un sueño enmarcandome la mirada, me enredaba en aquella otra... llena de un odio profundo y visceral como pocas veces vi antes...

Pupum.... pupum... pu......

Cerdos.Temed la ira de un juez.

.........Pupum....

Todo se aceleró cuando nuestras pupilas se cruzaron... las dagas bailaban de nuevo...

Uno de los tres jovenes, aterrado, intenta huir. El Juez, una sombra de muerte ataviada en negro y oro, lanza una de sus hachas, que termina su vuelo abriendole la cabeza, mientras atraviesas con ambos puñales el corazón de otro de ellos.

Con la misma violencia con la que empezó, termina. Solo queda el procador, el hombre que quería forzarte. En un rincón, con su arma en el suelo, suplicando cobardemente mientras llora.

Tengo entendido que en tu Reino, eres una especie de defensora de tu pueblo. El juez cuelga el hacha que le queda de su cinto, y te mira. Decide tú que castigo merece este imbécil. Como juez, te concedo pleno derecho. Se mueve hacia el cadaver que aun tiene clavada su hacha para recogerla, mientras te deja ante el suplicante Elfo Oscuro

Por favor... gimotéa, sin la ayuda de sus amigos Podemos llegar a un acuerdo. Mi familia es rica. Yo... no sabía que teníais tratos con los jueces. Lo siento mucho

Pupum...pupum...

El pelo negro dibujo un arco con el último giro de las caderas, despegándose de la espalda y envolviendo a aquel elfo como una niebla al acariciar sus mejillas... sumiéndole en el sutil aroma de jazmín y sol... de arena y brisa... Solo fue un segundo...Apenas un segundo y la estela de mi esencia ya le abandonaba mientras el sonido del acero deshilachaba el aire... El giro completo... la inercia imparable... y mis pupilas se anclaron en las suyas como mis dagas se anclaron en su pecho...

No dije nada mientras vi apagarse la luz negra de sus ojos... mientras su mirada se volvía mate y todo volvía a la calma... mientras contemplaba como la debilidad y su propio peso le separaban de mis filos al flaquearle las rodillas debilitadas por la muerte... Todo en calma...

Las dagas aún dibujaron el último giro vertiginoso sobre mi cabeza cuando el cuerpo del elfo beso el suelo... desprendiéndose así de la inmundicia de sus sangres, del olor de sus cuerpos... y con el gesto suave los brazos descendieron para cruzarse sobre el pecho, buscando la cintura, y el descanso en ella de los filos..

Los sollozos y suplicas de aquel que hacía poco clamaba por mi sangre me obligaron a entornar la mirada asqueada hacía él... y fue entonces... cuando erguida le encaraba... cuando el latir de la Diosa se calmaba en el pecho, cuando me llegó su voz...

Tengo entendido que en tu Reino, eres una especie de defensora de tu pueblo. Decide tú que castigo merece este imbécil. Como juez, te concedo pleno derecho

Giré levemente la cara a mirarle...imponente figura de negro y oro... buscando su mirada antes llena de odio con la mía calmada ahora . Mirada oro que sorteaba el pelo oscuro que me enmarcaba las mejillas ... y asombrada parpadee al verle tranquilo recoger su hacha... al saberme con el poder en la palma de la mano... la decisión...

Gracias.... mi señor.... la voz manó suave de los labios mientras la cadencia de las cadera me acercaba de nuevo al elfo gimoteante... Soy Anat ben Ishtar.... Sierva del Profeta Hakhim... y decis bien... somos las siervas aquellas que impartimos Venganza Justa a aquel que lo merece... erguida a todo lo que me daban mis 170 de estatura observaba al elfo postrado y suplicando.... Le observaba con la mirada afilada...orgullosa...con la cabeza levemente inclinada y con el pelo enmarañandose por la brisa que recorría aquel callejón... con la túnica blanca enredándose en mis piernas que pronto se flexionaron buscando la altura de la mirada acuosa de aquel elfo con la mía... Qué castigo darle?... La mano izquierda se apoyaba lacia sobre la empuñadura de la daga mientras la derecha lo hacía en la rodilla... estudiando aquella mirada muerta... Qué vengaza?... el olor a sangre tibia aún me inundaba...

Sujetaba su mirada con la mía cuando de nuevo me puse en pie...

En mi tierra...la muerte no es un juego, elfo... y no se dispensa por diversión... En mi tierra, la luz brilla más allá de lo que los ojos pueden ver... brilla en sus gentes, en el amor de sus corazones, en la fe de su almas... En mi tierra... el respeto no se gana por el acero.. o por quién conozcas.... Ve... ve y aprende elfo, aprende que hay algo más que tu mundo oscuro... Has perdido mucho aquí, ve y lloralo... no te deseo otro mal...

Caminé hacia aquel que me había ayudado... hacía aquel que me había otorgado el poder de la vida y la muerte en una tierra que no era la mía... y respetuosa, con la reverencia de mi pueblo en el gesto y el rubor en las mejillas, le hablé sin orgullo...

Gracias.. por el favor que me habéis hecho y por el poder que me habéis otorgado... había elevado los ojos a buscar los suyos con la sangre aún agolpándose en las mejillas, pero con los hombros orgullosos... la mirada más que eso... No penséis que lo menosprecio al dejarle marchar... pero... de que me serviría su muerte?... Nada me ocurrió finalmente... siete de sus amigos perecieron bajo nuestro acero por su soberbia... Quizá esto le enseñe algo... quizá esto cambie algo... Solo la Diosa sabe... que el profeta le ilumine y le devuelva al camino correcto... había entornado los ojos un segundo hacia aquel elfo vencido para volver a mirar interesada al juez un segundo después... La sonrisa... mucho más relajada, se me dibujo en los labios... De nuevo... gracias... Estoy en deuda con vos... y no lo olvidaré... juez.... la voz se me interrumpió interrogante.. Ni siquiera sé vuestro nombre...

Colocando la segunda hacha en su lugar, el juez se vuelve hacia la Sierva del Profeta. Es un hombre alto, musculoso para ser un Elfo. su rostro muestra poco, una vez terminado el combate. Pero sus ojos siguen hirviendo como ascuas en el hogar. Os conozco, Sierva. Vuestro pueblo tiene beneficiosos tratos comerciales para el Imperio. Y vos sois uno de sus miembros más notables, y queridos. Vuestra perdida habría hecho que la ciudad perdiese mucho dinero, un beneficio mucho mayor que la vida de estos estúpidos. Aquí, Ishtar, la única ley que se impone es la que nos beneficia a todos. Te mira a los ojos, y en ese momento sabes que, si creyese que hubiese beneficiado a los suyos, él mismo te habría entregado. Sin dudarlo. El hombre que buscáis se dirigió por ese callejón. No tiene salida.

Se ajusta la capucha, convirtiendose en un fantasma sin nombre. En justicia sin rostro. Mi nombre es Juez Ragnar. Y volveremos a vernos.

... aquí, Ishtar, la única ley que se impone es la que nos beneficia a todos....

La mirada se me afianzó en sus ascuas... intrigada, casi desafiante... La ley que beneficiaba a todos... Podía comprenderlo, sí... lo entendía... pero había mucho, mucho más que aquella simpleza... Para un hakhim, el bien de muchos es la luz del alma de uno... el bien de muchos puede ser simplemente la fe de un ciego... y para mí... hija de luna nueva, Sierva del Profeta, dadora de castigo y venganza justa, el bien de uno, el regocijo por saberse en justicia de tan solo uno... era el bien de todos... era el bien del mundo... era un mundo menos oscuro para los demás...

Se ajustó la capucha y las tinieblas de su raza y su mundo parecieron envolverle... y yo... casi por inercia... parecí erguirme y brillar más con el dorado de la arena de mi tierra en la mirada... con el plata de mi luna en el destello de las pupilas....Negro contra blanco.. luz contra oscuridad...

Sea... Juez Ragnar... Hasta entoces, que la Diosa y su Profeta protejan vuestro caminar...

El cuerpo me dibujo suave la reverencia acostumbrada mientras la mirada permaneció firme en la suya... y con la sombra de una sonrisa entorné los ojos al callejón señalado... Una última mirada al juez y el leve asentimiento... Los pasos firmes y la cadencia de las caderas ya me adentraban en él...

Mientras entras en el callejón, iluminado por las pequeñas esferas luminosas que los Elfos Oscuros situan para combatir la oscuridad que reina bajo su enorme cúpula de piedra, ves a un hombre, el hombre que huyó de la casa de los condenados, arrodillado sobre una pequeña esterilla de rezos. Inclinado sobre ella, murmura súplicas al Dios/Diosa de sus padres. Al notar tu llegada, levanta su tronco mientras permanece arrodillado. -Te esperaba, Sierva del Profeta. Ha llegado mi momento.

Me detuve ante su rezo, en silencio respetuoso mientras mi propio corazón se elevaba en plegaria a la Diosa... y ante su gesto y su voz, el mío se dibujó intrigado mientras me acercaba un poco más a él... observando sus facciones y buscandolas en mi memoria... buscando en sus ojos el Fuego de su corazón... Eran los ojos los que definían a un hombre...

Que la paz de Luna y la voz del Profeta te acompañen... hermano... la mirada se me replegaba en dos rendijas doradas mientras con suavidad seguía caminando hacía él... Me... esperabas?..

El hombre muestra una sonrisa, triste, resignada. Un hombre no puede correr para siempre. Como el perseguido por el coyote, os esperaba. El hombre respira, una vez, profundamente. Hace años, mi familia me obligó a dejar a un lado a la mujer a la que amaba, para casarme con otra más prospera. Nuestra situación era desesperada, mi padre y mi madre pasaban hambre. Así que, por su bien, rompí mi alma para salvar su vida. Intenté ser un buen marido para mi esposa. Nunca pude amarla, mi corazón pertenecía a otra. Pero siempre le fuí fiel y, si bien no pude darle amor, sí cariño y respeto. El hombre se detiene un momento, agachando la cabeza. Sin embargo, cuando unas fiebres me arrebatarona a mi amada, y me sumí en una profunda agonía y dolor, cuando mi esposa intentó consolarme yo...

Irrumpe a llorar, mientras sigue mirando al suelo. Yo, confundido, rabioso, herido, levanté la mano contra mi esposa. La golpee repetidas veces, hasta que me di cuenta de lo que había hecho. Al ver en su rostro la marca de mi odio, no hacia ella, sino hacia mi suerte, huí en la noche. La dejé al frente de mi casa y mis posesiones. Huí, crecé los reinos, vagabundee. No quise volver a hacerle daño, mi dulce Yasmina, mi leal esposa. Mi verguenza me hizo viajar, buscar una nueva existencia, entre los adoradores del Unico. Hasta llegar aquí. A esta ciudad, donde un domo oculta a sus habitantes. Donde el Dios Luna no podría ver mi verguenza.

En ese momento, levantó la cabeza, mirándote fijamente. Sus mejillas estaban empapadas de lágrimas, pero su voz sonaba decidida. Pero uno no puede huir de la luna, por más que lo intente. Tú, su sierva y emisaria, eres su brazo y su voz. Desenvainó un krys, el cuchillo curvo de vuestro pueblo. Sujetándolo con ambas manos, te lo ofrece. Vuestro es el juicio de Dios. Mi vida es tuya.

Le escuché en silencio... con la mirada calmada y el eco de su voz reverberando en aquel aire lúgubre... en aquella tierra oscura... y al ver el brillo de su krys suspiré elevando la mirada miel al cielo de aquel lugar... No se podía huir de la Luna.... pero mío no era el juicio de Dios...

Apenas unos minutos antes había perdonado la vida a un elfo que sin dudarlo habría acabado con la mía de forma atroz.... Por qué lo había hecho? Cerré los ojos sintiendo el dibujo de la diosa en mi frente... el Fuego de mi corazón en el pecho... Lo había hecho porque yo era Anat... porque la justicia no era crueldad... porque la ofensa de aquel elfo no había sido tal.... y el castigo de la muerte de sus amigos me era más que suficiente... Lo había hecho porque aquella era una tierra hereje, sin esperanza... abandonada de luz... y sus gentes se habían apartado del verdadero camino y de la voz del Profeta... Lo había hecho porque quizá aquello cambiaría algo... y si no lo hacía... por lo menos yo, Anat ben Ishtar... lo habría intentando...

Nada escapa de la Luna... dije bajando los ojos a aquel hombre que me tendía el krys con determinación...pero tu vida no es mía... ni tan siquiera es tuya... Tu aliento y lo que eres se deben a la Diosa y a su Profeta... A ellos les pertenece tu vida y tu alma... No blasfemes ofreciéndosela a otros... Recuerdalo... siempre... caminaba hacia él con suavidad... arena mecida por el viento... No fue el consejo el que me envió aquí en tu busca... hasta dónde yo sé... tu esposa no presentó queja ni solicitó venganza... y... si ella no la desea, si ella no sintió la ofensa... no seré yo la que diga que la ofendiste... Pero sí... la diosa ve tu vergüenza... pues nada escapa de su ojo... ni incluso aquí... los ojos acompañaron el movimiento de las manos que gesticulaban señalando aquella ciudad descreída y viciada... y ve lo mucho que esta te pesa...

La mirada dorada se afianzó en el hombre... Sí tan seguro estas de tu culpa... vuelve... pide perdón a tu esposa y presentate tú mismo ante el Consejo... Si crees que tu castigo debe ser la muerte, si esa es la venganza justa, la Diosa hablara en sus labios, el consejo se pronunciará... y si es lo escrito... yo misma acabaré con tu vida... Pero eso no será antes de que tu esposa sepa... y el Consejo hable. Así que guarda tu cuchillo...Sé que sería más fácil morir ahora... que quizá lo prefieras...y lo entiendo...en mi opinión... tu carga es la peor de las muertes...Pero eso no va a suceder... no de mi mano... en este lugar, no en este tiempo...

El hombre se pone en pie aun deshecho. Gracias, se pasa una mano por la cara, mi Fuego Interior me decía que no siempre estaría perdido. Me devolvéis la esperanza. Luego se inclinó ante ella. Igual que vos servía a Dios, permitidme que yo os sirva. Hay muchos de nuestro pueblo, mi dama, que sufren en esta ciudad. Mientras se endereza, la mira a los ojos. Tenéis mucho que hacer.

Mientras comienza a caminar hacia la salida del callejón, le hace un gesto con el brazo. Por favor, mi señora, hay algo que creo os complacerá ver.

Muchos?...

El relámpago me cruzó la mirada mientras la mano se posaba suave y casi inconsciente sobre la empuñadura de la daga... Le miré expectante... y ante su gesto para que le siguiera, entornando los ojos miel a un lado y otro de aquel callejón, las manos buscaron con suavidad la capucha sobre los hombros para, con el gesto delicado, colocarla sobre la cabeza....

Asentí mientras caminaba en cadencia silenciosa tras él... Bien... muestrame entonces...