Partida Rol por web

¡¡No, no, no es ninguna broma!! -Me apresuro a decir, explicando la situación- Está en el suelo, con las muñecas cortadas, y ¡hay mucha sangre!

Miro a Johnson, que parece tan asustado como yo. Esto es muy fuerte, la verdad, nunca había visto nada igual.

En serio, soy Jayden Garlan, Patrick Austen me conoce, soy amigo de su hija Robin -Digo para que me tomen más en serio- Estoy con Johnson McKay, en la sala de calderas de los vestuarios del gimnasio ¡Vengan rápido, por favor!

La mujer dice en ese momento mucho más seria:

• Vale, chicos no os mováis de ahí, un coche patrulla va para allá, no tardara en llegar no toquéis el cadáver y manteneos alejados….

Se escucha como hay movimiento más que evidente y entonces dice:

• Que nadie se acerque a la zona no tardara en llegar un coche patrulla

De acuerdo. -Digo cortando la llamada, antes de volverme a Johnson y comentarle lo que me han dicho- Era la policía. Dicen que vienen para acá y que no toquemos nada ni nos acerquemos. Quizás deberíamos evitar que entre nadie más a esta zona...

Entonces me doy cuenta de una cosa, y vuelvo a desbloquear el móvil para hacer otra llamada.

El padre de Robin no tarda en llegar, el hombre llega casi corriendo justo detrás de él había otro agente mas, al llegar a la altura de Jayden le pone una mano en el hombro y dice:

• Chico, como estas? Cuéntame que has visto

Mira a su compañero y le hace un movimiento con la mano para que se encargue el de custodiar el cuerpo mientras se lleva a los chicos

• Vamos, será mejor que nos alejemos de aqui

Siento un gran alivio cuando veo llegar a dos agentes. Más aún cuando compruebo que uno de ellos es el padre de Robin, porque una cara conocida tranquiliza bastante más. Me pregunta qué he visto, aunque en realidad poca cosa voy a poder decirle. Nos apartamos, cosa que también agradezco, mientras su compañero custodia el cuerpo. Creo que nunca veré los vestuarios de igual modo, después de esto...

Pues, en realidad, tampoco he visto gran cosa... -Confieso, algo nervioso, tratando de hacer recapitulación de lo que ha pasado- Vine al gimnasio para las pruebas del equipo de basket, y me encontré con Johnson McKay que estaba esperando. El entrenador no había aparecido y nadie sabía donde estaba. Johnson salió a ver si le veía o se enteraba de algo, y de mientras estuve con Remy Tatch haciendo tiempo. Cuando Remy se marchó, Johnson entró corriendo, diciendo que el entrenador estaba muerto, y entonces fue cuando les llamé. Fui con él a verle y le encontré tal como lo han visto ustedes, en el suelo, con las muñecas cortadas, y en medio de un charco de sangre. Se... -Dudo un momento si decirlo o no- P-parece que se haya suicidado... ¿no? -Digo en referencia a los cortes en sus muñecas, aunque no tengo muchas ganas de pensar en ello- ¿P-podemos irnos ya? Todo esto es un poco desagradable...

El hombre tomaba notas de todo lo que Jayden le decía, para finalmente decir:

- Si, os podéis ir, pero estad localizables por si acaso, no sé lo que será, pero aun así parece probable, pero bueno, ya veremos qué es lo que sucede realmente...

El hombre da una palmada de apoyo a Jayden y dice:

- Sera mejor que te vayas a casa y no pienses demasiado en ello.

Gracias, señor Austen, eso haré. Hasta luego. -Agradezco el gesto al padre de Robin, saliendo de la zona de vestuarios y recogiendo mi bolsa. No tengo ninguna gana de cambiarme aquí mismo, de modo que mejor me voy así, en ropa de deporte.

Bueno, Johnson, habrá que largarse. Ya hablaremos, supongo que el instituto buscará a alguien que se encargue del equipo de basket, pero hasta entonces habría que hacer algo ¿no? Tú eres el capitán, podrías hablar con el director, u organizar a los chicos para que al menos empecemos a entrenar hasta que tengamos entrenador... -De repente, me siento mal por estar hablando de todas estas cosas- Bueno, habrá tiempo de hablar de todo esto, mejor que lo dejemos y lo hablemos mañana en clase. Hasta mañana.

Entro en el gimnasio con aire ausente, aburrido, pensativo. Demasiadas cosas en la cabeza, demasiados quebraderos. Me acerco al lateral, donde se guardan las pelotas, y cojo una. Me acerco a la zona y me sitúo en la línea de triples.

Echar unos tiros. Relajarme. Pensar.

El silencio, tan solo interrumpido por los golpes secos y el eco posterior de cada bote del balón y cada impacto con la canasta, no me trae el efecto que buscaba. Lejos de relajarme, hace que le de más vueltas a la cabeza, que las cosas se me agolpen y me aturullen. Boto el balón y tiro, dando en la madera y rebotando hacia un lateral. Voy hacia allí a coger el balón, y lo vuelvo a intentar. Nunca he sido un tirador espectacular pero, joder, llevo ya varios tiros seguidos y ni uno ha entrado. Tengo la cabeza en otro sitio.

En Diana. No sólo en ella, pero en ella principalmente.

El entrenador, el equipo, el fin de la etapa del instituto, el incierto futuro universitario, mi desaparecida familia... Sí, todas esas cosas me agobian, y tras todas ellas la inquietante sensación de sentirme sólo. Cuando estoy sólo, y cuando estoy en medio de una multitud.

No me había dado cuenta de ello. Mis ansias de rodearme de amigos, está claro que es por eso. Pero ¿lo logro? Adoro a mis amigos, me encantan las fiestas y las reuniones, el ambiente del equipo... Pero me sigo sintiendo sólo.

Y ahora, Diana. Me gusta, me gusta mucho, pero... No se qué pensar. Hay momentos en que todo desaparece de mi mundo y sólo está ella, su mirada, su sonrisa, sus bromas. En esos instantes... sí, no me siento sólo, siento algo distinto, nuevo, algo más. Como si formara parte de algo más grande. Pero luego hace cosas como la de antes, un simple gesto, y vuelvo a sentirme así. Sólo. Más que antes. No la entiendo, no se por qué hace lo que hace. Y me hace sentir feliz y desgraciado a partes iguales.

¿Por qué la vida es tan complicada?

Lanzo otra canasta, rebota en el aro y cae bajo él, botando varias veces. En ese momento oigo mi móvil, lo saco mientras voy a buscar el balón y leo el mensaje.

Tenemos que hablar.

La frase más horrible del mundo...

Me agacho y recojo el balón, respondiendo de forma escueta. No augura nada bueno. Menuda mierda. Arrojo el balón con fuerza contra el suelo, en un gesto de rabia e impotencia. ¿Pero qué coño pasa ahora? El balón vota una y otra vez, resonando cada bote en el eco del gimnasio, que se va apagando poco a poco.

Guardo el móvil y voy a buscarlo de nuevo. Unas pocas canastas más, puede que ahora me relaje finalmente...

Nah, lo dudo.

Acudí a la cafetería en primer lugar, apenas entrando y saliendo sin ser vista. Con un rápido vistazo ya me di cuenta de que Jayden ya no estaba allí, así que me dispuse a recorrer los pasillos tratando de encontrarle. Tras un rato me di por vencida, no podía perder más tiempo buscándole a ciegas, el tiempo corría y la próxima clase se acercaba. Cogí entonces el móvil, enviándole un mensaje rápidamente, ya que podría ser que ni siquiera se encontrara aún allí. Entre que recibía o no respuesta me pasé por la clase de matemáticas, por si se había adelantado, pero allí tampoco estaba.

Gimnasio.

Aquella fue su respuesta, clara y concisa, pero demasiado escueta para a lo que me tenía acostumbrada.

A lo mejor está entrenando.

Guardé el teléfono y me apresuré hacia allí, entrando en el gimnasio tras asomar la cabeza. Teníamos que hablar, y necesitaba que fuera cuanto antes.

Lanzo la pelota otra vez. Pega en el aro, en la tabla, vuelve al aro y da un par de botes antes de caer fuera. Me quedo mirando cómo bota una y otra vez en el suelo, con los brazos en jarra. La ropa de calle no es la más cómoda para echar unas canastas, pero no son los vaqueros lo que me hace fallar una y otra vez.

Es mi maldita cabeza.

Oigo pasos a mi espalda. Me giro, nervioso, y compruebo que es ella. Sonrío, a pesar de todo, porque ver su rostro provoca ese efecto en mí. La pelota pasa a mi lado, pero no le presto atención. Simplemente camino acercándome a Diana.

Hola, ¿qué tal? -Hablo con la respiración agitada, pues llevo un rato ya lanzando sin parar- Cuéntame, ¿qué pasa?

Me acerqué a él, esperando a retomar el aliento para hablar, al haber estado dando tantas vueltas buscándole. Fue el primero en hablar. Un saludo de cortesía y directamente al grano. Empezaba a pensar que podía estar molesto por algo, pero eso ya lo hablaríamos después.

-Quiero tener esa cita. Tu y yo, ¿Cuándo? – pregunté sin más dilación, con una sonrisa sincera, obviando todo tipo de formalismo.

Un paso hacia adelante o hacia atrás. La decisión está clara.

Me quedo sin respiración, como una estatua. Todo en lo que había estado pensando, todas mis preocupaciones y demás, todo se cae en pedazos con unas sencillas palabras. Tras unos instantes, reacciono, dejando que el aire entre en mis pulmones con fuerza y llevándome las manos a la cabeza al soltar todo ese aire con un resoplido.

¿Pero tú sabes el susto que me has dado? -Digo de repente, mirando alrededor- Y-yo pensaba ya, o sea, ¿tenemos que hablar? -No termino de reaccionar, de aclarar lo que quiero decir, y gesticulo con las manos mientras tanto- La gente dice eso cuando pasa algo malo... -Y yo ya estaba comiéndome el tarro antes de eso- Y-y antes, te sonrío y me pones esa cara de circunstancia antes de irte... Me estaba volviendo loco.

Meto las manos en los bolsillos, cerrando los ojos un momento. Me siento un absoluto imbécil.

Me quedé realmente cortada al ver que no obtenía respuesta, durante unos segundos que me parecieron minutos, y en el que todo tipo de posibilidades se daban en mi mente.

Finalmente soltó aire de forma repentina y se llevó las manos a la cabeza, dejándome claro que no, que no había estado bien; mi sonrisa forzada y aquella frase le habían puesto en lo peor.

-“Tenemos que hablar”, sólo significa que tenía que hablar contigo, y es lo que hago… - dije confusa, ya que mi única intención era la de hacerle saber que necesitaba hablar con él. – Tenía prisa por encontrarte, así que escribí el mensaje rápido, no pensé que… - suspiré, dándome por vencida. - Lo siento. - me disculpé y comencé a acercarme a él. - ¿Entonces? ¿Quieres que tengamos esa cita? – insistí, acercándome más y agarrándome a uno de sus antebrazos con ambas manos.

La explicación de Diana no puede ser más sencilla, y me hace sentir más idiota aún. Tenemos que hablar sólo significa tenemos que hablar, eso es todo. Y al final resulta que el tema de conversación no tiene nada que ver con lo que en mi estupidez había imaginado. Al contrario, es algo bueno.

No, YO lo siento, Diana, soy un idiota... -Me siento fatal ahora mismo. Ella venía con toda la ilusión y yo le fastidio el momento con mis tonterías- Y claro que quiero una cita contigo. La primera, y luego muchas más, Diana, ya lo sabes... -Sonrío, avergonzado, sintiéndome culpable por todo esto- Pero... ¿qué es lo que ha cambiado? -Pregunto de repente, con tímida curiosidad.

No era necesario que se disculpara, ni mucho menos era un idiota, al fin de al cabo, si que había algo más y había estado comportándome de manera extraña desde primera hora. Quería explicárselo, lo haría, pero no ahora.

-¿Idiota? No lo creo, no podría gustarme un idiota. – le saqué la lengua y tiré de su brazo, sacando su mano del bolsillo. – Cambiar dices… Supongo que soy yo lo que ha cambiado.

Comencé a tirar de su brazo, llevándole en dirección a la salida.

-Tengo que comer algo antes de Mates, ¿Me acompañas a la cafetería? – sonreí.

Aún estoy nervioso, agobiado, me siento mal, pero Diana logra sacarme una sonrisa sincera negando que sea un idiota al tiempo que dice que le gusto. Eso es suficiente para que todos mis quebraderos de cabeza queden a un lado.

Sí, vamos... -Le digo sacando las manos de los bolsillos. Ya está bien de comerme la cabeza, sólo quiero disfrutar de su compañía. Ya me agobiaré cuando vuelva a estar sólo- ¿Y has cambiado mucho? ¿Tengo que presentarme de nuevo ante la nueva Diana? -Bromeo.